Hoy en la mañana, al hacer la rutinaria exploración cibernética de los quehaceres mundanos y mundialistas, nos llevamos uno, y ya van cuantos, chascos. Nani se perderá el mundial. Debido a la diferencia horaria entre La Paz y África, cada mañana nos agarra una zozobra que reza “¿Quién será el siguiente?”, ya que un mundial está compuesto por escuadras que enarbolan sus tradiciones y legados locales, pero cada escuadra goza además de individuos que son los que enriquecen y hacen más fascinante esta vorágine de pasiones llamada Copa del Mundo. Que sería de la historia de la Copa del Mundo sin Brasil, Alemania o Hungría, pero que sería de Brasil sin Pelé, Garrincha, Jairzinho o Rivaldo, de Alemania sin Fritz Walter, Gerd Müller o Jürgen Klinsman, o de Hungría sin Ferenc Puskas y Sándor Kocsis; ya que son las casacas y los héroes que las visten los que forjan los ilustres anales del mundial.
Está tan bien llamado mundial, o Copa del Mundo, no porque intervengan 32 representativos llegados de diversos rincones del orbe, o porque en la fase eliminatoria de la Copa del Mundo hayan participado todos los afiliados a la FIFA, sino porque este evento tiene una relevancia, trascendencia y sensación epidérmica que llega a todos, sin dejar a uno solo, los países y rincones del mundo, sembrando ilusiones, expectativas y esperanzas, que en la gran mayoría de los casos devendrán en desencantos; y aunque a uno le toque ser de un país que no conforma la nómina de 32, no por eso está apático a este evento, sino que lo sigue con una fruición particular y se apropia por gustos y empatías a uno o a varios equipos participantes. Muchas veces, sino las mas, la vinculación con unos colores no viene de los mismos, sino por quién es el titán o el héroe que enarbolará la bandera de su país.
El hecho de que se lesionen Ballack, Pirlo, Essien, Suazo, Obi Mikel, Robben, Nani, Skertel y en último caso Drogba, no sólo le resta calidad futbolística al mundial, sino le arrebata su espíritu y va mellando el alma y las ilusiones de los millones de fanáticos periféricos que soñamos (quizás sin razón) por una Copa del Mundo plagada de emociones, de gritos incontinentes y del surgimientos de un héroe supremo que pague esa idolatría insobornable.
Todos los jugadores lesionados arriba mencionados son talismanes en las estructuras de sus seleccionados, son pilares insustituibles de las estructuras futbolísticas de su escuadra, y en la mayoría de los casos los responsables y encargados de cuantioso peso de portar la lanza que permita el éxito a sus cuadros. Drogba, Essien y Mikel no solo tenían que liderar a Costa de Marfil, Ghana y Nigeria, respectivamente, sino que junto a E´too y Pienaar, tienen o tenían la onerosa carga de llevar a un continente, África, a la victoria en la primera cita que se da en su suelo natal. Las desilusiones provocadas por sus lesiones son incontables, aunque la tenue llama de la esperanza aun añora que la ciencia y la quasi sobrehumana fisiología de Drogba le permita sobrevenir una fractura de brazo para que a punta de goles dejen, él y sus elefantes, una marca indeleble en la Copa del Mundo.
Esperemos que pare la masacre que está afectando a éste mundial más que nunca y que la FIFA en conjunto con las organizaciones continentales para proteger a quienes engrandecen el espectáculo en la cancha: los jugadores. Jugar sesenta partidos al año, es un desgaste tremendo para cualquiera, aunque sea un superatleta. Indiferentes a credos, preferencias y empatías, las ausencia desacreditan y dañan esta añorada cita, y para cualquier amante del fútbol no contar con el talento de Robben, Pirlo o Nani, o el liderazgo de Ferdinand, Ballack o Skertel, o los goles de Suazo y Drogba, es una cuestión de merma y no tan mitigada amargura.
Ojalá nuestras mañanas sudamericanas no tengan más disgustos y que los galenos, las plegarias de los devotos hinchas y las ciencias ocultas alrededor del globo, permita recuperar a los caídos curables y que se mantengan sanos los que quedan incólumes.
1 comentarios:
Buenas noticias, ninguna baja sensible, sólo una molestia en Iniesta "sin" importancia.
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