viernes, marzo 19, 2010

Johnnie To, Hong Kong, violencia y "Vengeance": una elegía

Dícese que la industria cinematográfica que se aloja en Hong Kong, después del Bollywood hindú, es la fábrica más prolífica de celuloide en la tierra. Para que tal despliegue de nuevas cintas tenga sustento se aglutina en la ex colonia británica una voraz audiencia amante de los géneros cinematográficos típicos de la región, como ser los wuxia o cine de espadachines, las artes marciales, comedias ligeras, los heroic bloodshed, el cine de gangsters o thrillers de acción, etc. Tanto ha sido el efecto creado por los géneros anteriormente citados, que Hong Kong ha pasado de ser un cine endógeno y autárquico para exportar y prestar desde hace ya años atrás su cine y sus géneros a occidente; desde “Enter the Dragon” del mitiquísimo Bruce Lee, pasando por el rotundo éxito del director John Woo, su actor fetiche Chow Yun-Fat y los espectaculares acróbatas Jackie Chan y Jet Li, sin olvidar los éxitos festivaleros y críticos de Wong Kar-Wai, además de películas wuxia tan taquilleras como “Tigre y Dragón” y “Hero” de Ang Lee y Zhang Yimou respectivamente (aunque ambos directores son de la China continental), llegando a Stephen Chow con su “Shaolin soccer” o su “Kung Fu-Hustle”, sin olvidarnos que Martin Scorsese ganó su primer Oscar gracias a “The Departed” (Infiltrados) que es casi una mera copia de “Infernal Affairs” de Andrew Lau, mostrando con esto solo algunos retazos de la brutal influencia del cine hongkonés en occidente. Dentro de ésta vorágine fílmica uno de los cineastas que ha emergido hace un tiempo, pero que no hace más de un lustro que ha hecho impacto en occidente con su prolífico cine es el versátil Johnnie To que conjuga lo comercial con lo intimista para crear un cine apto a su paladar.

Johnnie To surge como una figura importante en el círculo de grandes festivales gracias a “Election” de 2005 que versa sobre el mundo de las triadas de la mafia hongkonesa, que tuvo una buena recepción crítica. El pasado mayo To ya estaba presentando su última obra en la Sección Oficial de Cannes, el título de la misma es “Vengeance” (Venganza) interpretada por el actor francés Johnny Hallyday, encarnando una suerte de matón reconvertido en chef, que por porte y rostro nos evoca una amalgama entre Harvey Keitel con la elegancia de los gangsters de Jean Pierre Melville, más al tipo “Le samoraï” (El silencio de un hombre). Es Hallyday quien va a Macao en pos de vengar a su hija (única y milagrosa sobreviviente), yerno y nietos, que han sido brutalmente baleados sin motivo aparente. Para eso Hallyday emprende una cruzada de justa venganza, elemento crucial entre los códigos de los delincuentes, en la que deberá adentrarse en el mundo criminal de Macao y Hong Kong, además de luchar contra su paulatina pérdida de memoria debido a una bala que se aloja en su cabeza desde los años que ejercía de sicario.

Johnnie To a pesar de realizar películas de diferentes géneros, es un amante del cine negro, de retratar a la mafia de las triadas, vendetas y los códigos éticos que se esconden detrás del violento y brutal comportamiento de los miembros de dichos grupos, “Vengeance” se enmarca dentro de este tipo de propuestas. El cine de To ha sido contrastado con el de su reputado paisano John Woo; éste último es uno de los directores que impulsó el éxito del género heroic bloodshed que podría ser traducido como “derramamiento de sangre heroico”, donde los héroes o fugitivos amparados en un férreo código de conducta se ven envueltos en una orgía coreografiada de tiroteos, donde la cámara lenta, la iluminación y la musicalización son factores esenciales para resaltar la destreza, heroísmo y brutalidad a través de la sangrienta puesta en escena. “The killer” o “Hard boliled” son dos ejemplos paradigmáticos del heroic bloodshed dentro de la filmografía hongkonesa de Woo. Acusado de glamorizar la violencia, a Woo se lo sitúa en el otro extremo de To, quien es más seco en su representación de la misma, aunque yo no me atrevería a oponerlos sino a situarlos en una misma vereda donde la violencia estilizada, aunque de manera diferente, se convierte en una parte sustancial de su propuesta formal.

El vengador Hallyday llamado en el filme Costello, para conseguir su objetivo contrata a cambio de todas sus posesiones a un triada de gangsters a sueldo, con los cuales crea rápidamente un inviolable vínculo de amistad y complicidad, y con su ayuda se embarca a la caza de los despiadados acribilladores. Durante la peripecia se darán varios secuencias de violencia las cuales producen los momentos más impresionantes y memorables de “Vengeance”, donde como ya decíamos, se estiliza la violencia, con un fondo musical brillante, y con recursos de visuales sublimes como la mezcla de la lluvia, los neones y los paraguas para hilvanar una escena extraordinaria, eleágica. Pero en vez de evocarnos el estilo de John Woo, no remite a la guisa más cruda, salvaje y poética del maestro Sam Peckinpah, donde el honor y el compromiso va casado a la sorna por la vida, a un desprendimiento por lo corporal que convierte a la violencia en un hecho etéreo, trascendental de contenido espiritual, moral e incorpóreo.

Si a todo esto le sumamos un casting de rostros indelebles, permanentes y no exagerados guiños de humor, un excelente trato de los matices de la amistad y la lealtad, opacando con creces las serias falencias de guión, el conjunto no solo funciona, sino que emociona, porque en las entrañas de “Vengeance”, lo que Johnnie To nos está desvelando son esos componentes cinematográficamente formales y epidérmicamente humanos que hacen que una mera película devenga en un peliculón.


sábado, marzo 13, 2010

Julio Cordero Castillo: Del instante al arquetipo (parte I)

“Así pues cualquiera que hable de extinción es culpable de gran idolatría pues con ello afirma la existencia presente o pasada de algo distinto de Él. Que Allah, ¡Alabado sea Su Nombre!, les guíe a ellos y a nosotros por el verdadero camino.”
Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Antiguo daguerrotipo

Como una borrachera de sentimientos, aprendizajes y sucesos, sin saber bien el por qué de la mayoría de las causas fundamentales de nuestra presencia, la vida pasa y la permanencia, en esta cancha, es sólo una apariencia, una ilusión del espíritu: todo corre y muta al ritmo frenético o calmo, como se quiera, de un titán muy poderoso que llamamos tiempo. La base del asunto. Las reglas del juego.

El hombre siempre ha buscado cabalgar al misterioso monstruo, domar al uroboros del tiempo como ha domado otras bestias. Sin embargo, de entre las bestias, ésta es la más implacable y se necesitan las mayores fuerzas del espíritu para vulnerarla en su furia: la pintura rupestre, las pirámides de Egipto y América, la enorme gama de manifestaciones musicales del orbe, los cantos y poemas de las naciones, los monumentos y museos de las grandes capitales, el budismo, la Constitución Política del Estado, el carnaval de Oruro y de Rio de Janeiro, la astrología, todo, todos son intentos de neutralizar al coloso, de encantarlo como a una serpiente (para muchos se trata, efectivamente, de una serpiente supracósmica) y vislumbrar, como en una reminiscencia, lo permanente y, en algunos casos, lo inmortal.

La fotografía juega un papel muy importante en la relación que el hombre ha ido estableciendo con el tiempo. La aparición de esta práctica de cierto cariz alquímico ha modificado las profundidades psíquicas de la especie, los sueños y la idea de lo que somos y de lo real. Hoy en día, que estamos invadidos de imágenes, símbolos y visiones artificiales, se ha generado un efecto inflacionario en la imagen simbólica y esto ha conllevado a una pérdida de “valor” simbólico, emocional y estético de la imagen creada por el hombre.

Retrato de August Sander

Dentro de esta tendencia, la fotografía misma ha perdido importantes roles que se había ganado merecidamente durante el siglo pasado. Por ejemplo, el rol que tenía esta práctica en tanto que “portadora de verdad” o estampa de un hecho, se ha perdido al menos en el campo del peritaje: con la tecnología de manipulación y la ausencia de soporte material que cunde entre los miles de “fotógrafos” de hoy, la imagen fotográfica se ha convertido en una evidencia no muy de fiar. Asimismo, aquel solemne rol que tenía de mediador de la memoria, se ha visto víctima del efecto inflacionario arriba mencionado; esto de tal manera que ha perdido la cualidad mágica de evocación. Es tal el exceso de imágenes que tenemos de nosotros mismos y de los demás, del cuerpo y del espacio, de lo lindo y de lo feo y de lo real y lo irreal; y además el acceso a ellas es tan fácil que el fenómeno se ha banalizado y, en muchos casos, hasta la insignificancia.

Bolivia, a pesar de su condición tercermundista, no ha dejado de ser afectada por este efecto cultural masivo que han generado los nuevos medios electrónicos de información e imagen. La red, el conjunto orgánico de medios que sintetizan la información, está presente en todos los estratos sociales: la asociación entre teléfono, cámara, Internet, Facebook, Photoshop, etc., está presente en la vida de muchos y lo estará en la de muchos más aún. La relación que estas generaciones establecen con la imagen no es la que establecían nuestros padres cuando examinamos esos álbumes familiares y, menos aún, la de nuestros abuelos que invertían en la fotografía como invertían los nobles en hacerse inmortalizar por los más hábiles retratistas. Es en esas épocas, en la pubertad de la práctica fotográfica, cuando en Bolivia aparece un monstruo, un hombre que debiera considerarse entre los artistas y personajes de mayor aporte a la cultura y a la historia nacional: Julio Cordero Castillo.

viernes, marzo 05, 2010

Rasgos del cine de Kaurismäki y “Un hombre sin pasado”: Un mundo triste y hermoso. Una top 10 de la década según "el lar"


“Si vais a la felicidad llevad sombrilla”

Gregería, Ramón Gómez de la Serna

Debo reconocer en Aki Kaurismäki a uno de mis directores predilectos. Y quizás la mejor manera de introducir su cine debería ser el quedarme callado observando el firmamento fijamente con una cerveza en la mano y una dama a mi siniestra, y después de un largo lapso de meditación y silencio soltar una inopinada frase como ser “Ayer me fui a pasear a la luna, y estaba aburrida, es que era domingo”. Así es el beodo finés Aki Kaurismäki y su cine, paciente, seco, inexpresivo, inopinado y a mi parecer hilarante.

Sus diálogos parecen Greguerías salidas de un libro del escritor español Ramón Gómez de la Serna, autor de frases tales como “los nudistas llevan en la mano un diario por si llega una visita”, “el jabalí es el cerdo que defiende sus jamones” o “tenía tan mala memoria que se olvidó que tenía mala memoria y comenzó a recordarlo todo”. Así es el humor que maneja Kaurismäki, desconcertante, ingenioso, irónico e ilógico, tanto en sus diálogos como en los sucesos que les ocurren a sus personajes. Personajes que pululan en un mundo que les es, en la mayoría de los casos, adverso y hostil, pero no por eso los hombres y mujeres de las películas del finlandés, se desmoronan ni pierden su humanidad y hosca calidez.

Dentro de un universo cinematográfico tan seco y con personajes tan inexpresivos y lacónicos, es una paradoja que exista tan diverso abanico de cálidos sentimientos humanos, es posible que ahí se encierre el secreto de la grandeza de este director. Es inevitable no sentir simpatía por sus personajes, sentirse abatido por sus desgracias, y con una risa resignada acompañarlos en los avatares que les suceden, ya que la realidad en el cine del finés está muy alejada de la estereotípica opulencia en que creemos que viven los países escandinavos, ya que se centra en la vida del atribulado proletariado de su país. No sabría decir si el cine de Kaurismäki es una tragicomedia o una comitragedia, eso depende también de las particularidades de cada película, pero por regla general Kaurismäki mezcla el humor como bálsamo que permite sobrellevar los ineludibles castigos de la vida, una vida muy triste pero dotada de un aura de esperanza y de belleza.

No es por nada, que en “Un hombre sin pasado” (Mies vailla menneisyyttä), la película más laureada del director, la paleta de colores que utiliza, la forma minimalista de su puesta en escena y sus escasos movimientos de cámara nos describan un mundo precario pero bello, donde las carencias materiales son enmendadas por otro tipo de atributos humanos. Filme que se llevó injustamente el “Gran Premio del Jurado” en Cannes 2002, ya debió alcanzar la “Palma de Oro” por sobre “El Pianista” de Roman Polanski, narra las vicisitudes de un obrero (Markku Peltola) que es brutalmente golpeado y sembrado al filo de la muerte, y que posteriormente “sanado” pierde toda memoria de su pretérito rehaciendo una nueva vida en los pobres arrabales de Helsinki ayudado por los desempleados del lugar y una mujer (Kati Outinen) que trabaja haciendo caridad para los desposeidos. En esta película, particularmente, Kaurismäki nos introduce sutilmente a una realidad escatológica o celestial, y nos describe lo que sería el paraíso a sus brillantes e irónicos ojos, quizás mucho más cercano al paraíso que Jesús nos vino a profesar, que al que el Génesis nos narró hace ya tantos miles de años. Cabe hacer alusión a la subtrama musical de ésta pieza y por ende a los tonos que acompañan al hermoso colorido technicolor de la pantalla, a través de una ingenua y parsimoniosa banda que oscila entre el folk y el rock exhortados por nuestro desmemoriado personaje.

Según muchos si, según muchos no, la década ha culminado, y por ende es momento de hacer listas y listas, el pasado decenio ostenta en “Un hombre sin pasado” una de sus joyas más preciadas y si de mi dependiera sería un bastión seguro en cualquier top 10 y por que no pensar en la mejor película de estos últimos diez años. Ojalá hayan o vayan a disfrutar de esta pequeña obra maestra de este magnífico director que parece querer decirnos con su cine, robándole las palabras a su colega y amigo Jim Jarmusch, “este es un mundo triste y hermoso”


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