lunes, julio 30, 2007

Dossier (Volumen II): Celebrando el aniversario de el lar, un evento lúdico-cachero

Chaki Rayo (oleo sobre tela), Diego Loayza

Disculpen estimados lectores la ausencia de textos en este lapso temporal, pero hemos estado preparando este dossier con tal de celebrar el aniversario de el lar como amerita; y para tal propósito no vimos mejor manera que honrar los fastos con un grupo de textos sobre el emérito deporte muñequil llamado cacho, actividad que dio inicio a todas las faenas de Cubitel, de las cuales este blog es la última manifestación.

Cubiteleros

Índice

Jamapichiris: Entrevista con los gloriosos usurpadores de la copa primigenia


Los Jamapichiris, que en aymara significa los levanta mierda, son el equipo más laureado en la historia cachera de Cubitel, tres veces han levantado la copa de parejas, dos veces el duo compuesta por Guido Loayza y José María Sanzetenea y en otra ocasión el tándem integrado por el mismo Guido y Mario Piñeiro. Debido a esa trayectoria tan llena de logros, entrevistamos a los primeros para que nos revelen algún arcano que ha hecho posible tanta gloria cachera en el joven pretérito. No deja de ser curioso y evocativo que la copa capturada definitivamente por ellos ostenta el nombre de Sanzetenea y Portales al ser donada por José María mismo al principio de la era cachera.

¿Ustedes que ya han jugado durante años y se han convertido en la pareja más exitosa del juego, cuál es su percepción de todo lo que se cuece en y alrededor a los campeonatos de cacho de Cubitel?

Guido Loayza: Los campeonatos de cacho de Cubitel son grandes eventos que rescatan viejas tradiciones paceñas y bolivianas, desde muy jóvenes hemos practicado este juego con el mismo entusiasmo, y creemos que son para nosotros muy apasionantes porque logramos saltar barreras generacionales y se transversalizan desafíos y emociones cuando participamos en un torneo de estos.

José María Sanzetenea: El espíritu de equipo y de competencia se mezclan en una forma lúdica muy interesante porque, con diferentes idiosincrasias, maneras de pensar, edades o disciplinas de formación, dan lugar a una original forma de integración y fraternidad.

En forma más particular ¿Cuáles consideran ustedes que sean los ingredientes esenciales o qué tipo de empatía se necesita para conformar una pareja tan sólida como Jamapichiris?

GL: Yo creo que es necesario dar lo mejor de uno para el éxito del equipo y por el otro lado tener que soportar y apoyar a la pareja para que prevalezca el equipo, es decir, es un tema de total empatía, de confianza, de fe, de creer que se va ganar y que no se va ganar por uno mismo, sino por dos.

JMS: La empatía se manifiesta en un diálogo del equipo, donde aprendes a expresar y aceptar criterios o decisiones de juego, con total espíritu de cuerpo, y siempre dentro del ese vital ambiente de competencia festiva.

¿Existe acaso una metafísica del juego o alguna propiedad oculta o esotérica que lo envuelva y lo separe del mero azar y la fortuna?

JMS: Sostengo una tesis que indica que el cacho tiene tres componentes esenciales que le dan cuerpo al juego. El primero está vinculado al know how, a la experiencia, al saber anotar, al tener una idea precisa de cuando, como y porque anotar en un determinado partido, modalidad o contrincante; un segundo componente que es la suerte, sobre como vienen los dados y que no tiene nada que ver con la habilidad de cada jugador o de cada equipo; y el tercer componente que es un feeling, un nosequé, es el elemento que hace que uno juegue con emoción y que charle con los dados, y que con la pareja uno pueda ver que es lo que va ocurrir. Pienso que es algo sobre lo que debería hacerse un estudio que nos permita ver como evoluciona la efectividad de una pareja a lo largo de un juego con la emoción, con el corazón que se pone en el juego. Probablemente vamos a poder constatar que, del poco calor del inicio de un torneo al momento en que se torna más emotivo, se tiene paulatinamente números crecientes, mejores anotaciones y una eficacia mucho más alta. Consiguientemente esos tres parámetros, know how, suerte y espíritu, si se quiere darle un nombre, y no necesariamente en una proporción determinada, son los componentes que hacen al cacho tan particular.

GL: Las ciencias físicas al igual que las ciencias humanas, no serian, según el sabio belga Ilya Prigonine, más que una suma de azares, decía que el azar forma parte de la realidad física, que la materia como la vida, tienen un carácter aleatorio y que el paso del caos al orden se lo hace con un gran consumo de energía. En el cacho es como si los dados tuvieran una vida propia y uno debe poner esfuerzo y concentración mental para poder leer o escuchar lo que dicen los dados. A veces se puede y a veces no y creo que eso es lo que hace la diferencia.
Einstein decía que “Dios no juega a los dados”, contrariamente Prigonine considera que “Dios juega efectivamente a los dados”, lo cierto es que con toda suerte de teorías mucho más modestas, cábalas y amuletos las huestes de Cubitel juegan a los dados con gran pasión.

¿En qué momento se vislumbra el desenlace del juego, o sea si los augurios están de parte de uno acarreando bienaventuranza o es que la tarde se va tornar aciaga?
JMS: Es difícil decir en qué momento desde que se inicia el juego, cuándo empiezas a vibrar al unísono o en comunión con los dados, o al contrario, te das cuenta de que las cosas se están poniendo pesadas y no sabes por qué, si es por suerte -por lo que te viene en los dados- o si estás jugando mal. ¿Cuándo? En algún momento del partido. Lo único seguro es que viene de la mano con la imprevisibilidad que tiene el juego mismo.

GL: Yo solamente me doy cuenta y racionalizo en que momento se ha hecho aciago el juego cuando termina, porque mientras estoy jugando siempre pienso que se puede ganar. Yo tengo la percepción de que así como nunca creo que está perdido, nunca creo que este ganado, por eso es un juego tan apasionante, uno lo vive momento a momento hasta el final.

JMS: Sí, esa sensación extrasensorial en realidad se manifiesta en algún momento pero no necesariamente al principio o al final, es durante y eso no es hasta que el último dado ha corrido en el último de los tiros. Pero no hay un momento preciso; es algo que se va viviendo momento a momento como decía Guido, y tu esperanza no muere, y confías en que la suerte o ese nosequé puedan poner un mayor porcentaje en esa mesa de tres patas. Pero decir si estás bien o mal no es hasta el último momento cuando se echó la última lanzada. Ahí es cuando sabes como te fue.

Más allá del juego como tal, ¿qué significa para un participante todo el ritual que hay alrededor del campeonato; que tiene que ver con singani, con cumbia, con juntarse y demás cosas?

JMS: Me gusta mucho la conjunción, de idiosincrasias, de tradiciones, de lo que sabemos conforma equipo o fraternidad a pesar del alto grado de competencia que se encuentra en estos eventos. Y cualquiera el resultado, sales contento y realizado por el hecho de que ves esa conjunción, de diferentes percepciones, planificaciones de juego o desarrollo de estrategias. Todo ese paquete de música, de trago, porque tiene que ser con singani (risas), de amigos, es lo que hace único al juego. Me admira ver mujeres jugando con un grado de seguridad y precisión impresionante, con experiencia, capacidad de anotación y deducción inmediata, en un juego que por tradición es de viernes de soltero.

GL: Yo creo que es una cosa fantástica, todo el entorno de estos campeonatos de Cubitel y creo eso sólo se va valorar en su justa medida cuando pasen diez o veinte años y los participantes y amigos puedan recordar todo, el local, que felizmente es muy paceño, muy tradicional, muy antiguo, muy en la plaza Murillo, la excelente organización, ese variopinto grupo de competidores al final tan unidos detrás del juego y de la mística. Creo que se está generando un gran sostén para la amistad y para el grupo. Con el tiempo se van ha acordar del Marabú y de los torneos de Cubitel, de la Copa Sanzetenea Portales y de la Copa de la Muleta. Son cosas muy lindas porque representan una edad, una pasión, una amistad y un grupo de gente que se vuelca en esto a competir, a pelear en una mesa y que merece que se logre mantener en el tiempo.

Por último, para cerrar, que cada uno narre el tiro cachero más importante de su vida, ese tiro que diferencia entre ser un cachero de antaño o un mero lanzador de dados.

JMS: Es muy difícil decir cual es el mejor, pues se va perdiendo en la memoria, pero como me ocurrió en un último torneo, donde sólo podíamos jugar un simple full -de mano-, el pedirlo y que venga, como zapato a tu medida, es consecuencia de la fe y en su momento, el mejor y más importante tiro de la vida.

GL: Yo no tengo dudas, el mejor tiro que lancé fue cuando jugábamos Mario Mercado con Lothar Kerscher, y Alfredo Rojas conmigo. Jugábamos la planilla mensual del Bolívar en tripleta y estábamos perdiendo desastrosamente; Mario Mercado ya estaba dando los grandes vítores, y Alfredo Rojas lanzó sus tres últimos tiros y nada (N.d.E. se estaba jugando la modalidad de generala, que a diferencia del alalay comprende tres tiros sin volteos en vez de dos tiros con dos volteos), yo lance dos y no pasó nada, y lancé el último y fue una dormida de ases, así que tuvieron que pagar dos planillas, pero más que las planillas era el hecho de haber ganado un partido que ya estaba totalmente perdido. Ese ha sido para mí el lanzamiento más fantástico y de muchos que he sacado (risas).

Ernesto Wanchaca-Pardo e Infundio Patráñez
Reporteros, cotillas y difamadores

Las carcajadas soteriológicas de un perdulario en estado de desnudez

























No sé si el cacho es, para mi, la manifestación lúdica llevada a la ultranza del azar y el ocio, o más bien un sentido y obligado derrotero para satisfacer mis afanes y oficios, o la diáfana suplantación de mis fracasados intereses en las bodas y funerales; puede que lo sea todo o no sea ninguno, de todas formas estoy divagando, ya que lo que se cuece dentro de un cubilete cuando suena el cascabeleo de los endemoniados dados es algo inasible, asunto de deidades profanas y pertinaces, dispuestas a ahogar tus pulsiones con sus carcajadas más estruendosas, y ¿por qué? lo cierto es que no tengo la menor puta idea, ya que como cualquier plan teológico es críptico, cruel y sumamente entretenido para los contempladores de arriba, o de abajo o de donde carajos sean; y bueno, ¡qué más da! Lo cierto es que ahí estaré, sentado en una mesa con tapete manchado y frente a dos personajes que no acaban de comprender el meollo de mis maledicencias y el tenor de mis furores, y mi compañero con el cuchillo entre los dientes blasfemando u orando contra o por mi alma para que mi muñeca se pronuncie con la combinación ganadora, y todo esto es parte de una parafernalia extravagante intrínseca a mi espíritu de tahúr, que me devuelve a mi risible ser y me permite vivirme como una instancia existencial sumamente autoparódica por el mero hecho de que por ganar me desvivo, aunque por extraños y bien conocidos motivos, no lo logro jamás.

Breve tribulación sobre la simbología telúrica de los dados


El juego define la cultura. El ajedrez podría representar el sistema de castas indio y los roles de hombre y mujer en dicha sociedad… La ruleta como matematización simbólica de la liberté, egalité y fraternité francesa… El béisbol y el fútbol americano como representaciones del peso de los valores ley y seguridad entre los yankees… El levantamiento de piedras o la pelota vasca como ecuación del modo de ser vasco…

Pero, ¿y el cacho? ¿Cómo interpretar al boliviano en clave de cacho? ¿Cómo metaforizar el calculo hexadecimal en la absurda forma del lanzamiento de cinco dados…? Independientemente de la modalidad del juego, en el cacho se reproducen los escenarios en que el alcohol, el griterío, la algarabía y un grueso lenguaje son tan protagonistas como el mismo azar: El carácter como sublimación del destino. O viceversa, pues cualquiera sabe.

Y así, a base de ordenar tontos, dones, trenes, cuadras, quinas o senas, lo que se intuye como protoconcepto de la hoja de cálculo, el cacho discurre más allá de los números. Tres pichangas, como remedio a toda una vida de mierda, no suplen el carácter místico de una dormida: que como la Ítaca para Ulises, supone una revelación de nuestro una vez que se delimita quienes son los héroes y quienes, simples seres humanos.

Y si lo común de todos los juegos es lo efímero de la gloria, tal vez el cacho lo supo desde el momento mismo que escogió su nombre, pues cacho significa trozo, pedazo de algo; además de ser el mismo cubilete, geografía de un cono truncado. Tal vez los andinos de hace mil siglos llamaran a sus cachos Illimanis. Hoy el boliviano, como el Mururata, busca su gloria perdida en el mar. Sin embargo, todos saben que las leyendas no son de ida y vuelta, y por eso prolongan sus vidas en el cacho, de forma que bien sea solos, por parejas o equipos de cuatro, unen sus destinos a lo que tienen: Tiempo para la palabra, tiempo para el singani, tiempo para los abrazos.

Iñaki Arbeloa

Los campeonatos Cubitel de cacho, un testimonio


“Sigue andando como un buey, sigue siendo voz tu ley, persiguiendo, vas a encontrar”
Como un buey, Las Pelotas.

En realidad, este artículo iba a ser sobre otra cosa. Pensaba hablar sobre el espíritu, misterioso e inasible, del cacho; intentar invalidar las burdas creencias de que este hermoso juego es una cuestión de suerte y argumentar, en base a premisas metafísicas, que eso no es cierto. Pensaba hablar de “Rounders” (la película), de Garrincha, de la mirada eterna de mi abuelo, de la filosofía de la derrota. Pero la vehemente exhortación de una persona que quiero mucho me hizo entender que debía ir por otros rumbos. Así, este escrito irá por otros derroteros. Dejaré la argumentación por el testimonio, contaré mi experiencia personal en relación al cacho, más específicamente en relación a los campeonatos que hace casi diez años estamos jugando un grupo de apasionados y tercos amigos. Si me paso, pido disculpas anticipadamente por el exceso de emoción.

No sé bien porqué, pero esos campeonatos condensan para mí (y también para muchas otras personas) todos los sentimientos extremos que existen en la vida. La emoción más exultante cuando el dado va rodando y completa la grande que necesitas para ganar la partida, la alegría infinita de pasar de ronda ganándole a la suerte, la tristeza escalofriante de ver como los rivales te superan en las tablas, el dolor, sombrío y profundo, de eliminarte, quedarte fuera, y tener que presenciar como otros siguen vivos detrás de la gloria. Ese es para mí el sentido más importante y sorprendente del cacho, la capacidad para movilizar el corazón de manera tan radical y mostrarte los momentos más trascendentales de la existencia a través de dados rodando sobre una mesa. Todo está ahí, todo se escenifica a través de un juego: la vida, la muerte, la plenitud, la desolación.

Como en Moby Dick, donde el capitán Ahab, patrón del ballenero Pequod, busca sin tregua, desesperada y ávidamente, a la gran ballena blanca que le arrancó una pierna a la altura de la rodilla, yo voy buscando el campeonato, la gloria, la emoción absoluta. Pero si Moby Dick es en el fondo la búsqueda y el enfrentamiento contra el mal incomprensible y obstinado, la cruzada cachera es en el fondo mi búsqueda por la emoción existencial, por los faros que le dan luz a mis tránsitos, por plenitudes más allá de los convenciones: dinero, estabilidad…en fin, todo lo que significa hacerse maduros, viejos, muertos. El trofeo del campeonato de cacho es pues mi ballena, mi manera particular de intentar encarar de otra manera la duración en esta vida.

Pero para mí queda aún otra herencia colectiva, los campeonatos de Cubitel aglutinan a un grupo de gente que está buscando sus propias ballenas, un grupo de gente que muestra que el mundo puede ir por otro lado. El campeonato es, entonces, también la manifestación objetiva de un grupo de amigos, de compañeros, de similares perdedores. Jugar el campeonato es también encontrarse, reunidos todos, con los que a uno le hacen bien, con los bálsamos personales que uno posee. Por eso los dados se transmutan en vasos de singan, en botellas de cerveza, en bailes ochenteros, en cumbias olvidadas, en relatos sobre medios centros, sobre goles imposibles, sobre amores nunca olvidados. Cuando ya todo se acabe, sólo quedarán los amigos jugando cacho, matando unos singanis, relateando hasta el infinito.

Son más de veinte campeonatos, yo nunca he faltado a ninguno, nunca el destino me ha planteado el cruel dilema de tener que elegir entre ir o no ir. Tengo la certeza malsana de que algún día no podré estar presente en una de las grandes contiendas cubiteleras, sé que algún día la vida (o la muerte) no me dejarán formar parte de los dados y el bullicio, pienso en eso y siento un temblor desesperanzado, sin embargo recuerdo el espeso tintineo de los dados rulando sobre la mesa y miro al Dieguex, al Mono, al Alva, al Curta, al Colina, al Chubi, al Manolo, compañeros de grandes batallas, y sé que el próximo domingo estaremos juntos, juntos jugando cacho, detrás de la búsqueda de la gloria y la alegría infinita

Fiebre antrosa

Reproducción del primer plantel del Mamelo's Classics

A continuación colocamos los perfiles de los 16 integrantes que clasificaron al primer Mamelo's Classics en aquel julio del 2005; un campeonato peculiar que recoge a los competidores más intensos, denodados y ganadores, que no tiene fines de ranking ya que sólo otorga prestigio, la chaqueta y la Mulata Tuneada que son los premios que adquieren. Sus ideadores intelectuales son Curta y Urtika, de ahí el nombre del torneo y la significación de la Mulata como trofeo máximo.

Perfiles de los Jugadores del Classics


PRESI
Nombre: Rodney Humberto Castro Molina
Campeonatos Jugados: 11
Pts. Obtenidos: 51
Palmarés: 2 veces campeón de parejas y 1 campeonato por equipos
Características: El jugador más ganador de la historia de Cubitel, añora con consagrarse como el Rey de Copas. Un clásico de clásicos, su estilo de jugador circunspecto le ha traído grandes satisfacciones, aunque en sus últimas participaciones se le ha notado fuera de forma.

PIÑAS
Nombre: Juan Pablo Piñeiro Pinelo
Campeonatos Jugados: 16
Pts. Obtenidos: 54
Palmarés: 1 campeonato por parejas y 1 campeonato por equipos
Características: El primer representante de un importantísimo linaje cachero. Es un rival temible para cualquiera, aunque mezcla partidos grandiosos con auténticas bajadas de pantalones. El poker de mano, una especialidad de la casa.

URTICA
Nombre: Alvaro Francisco Urdininea Dupleich
Campeonatos Jugados: 15
Pts. Obtenidos: 55
Palmarés: 1 campeonato por parejas
Características: El jugador más mítico de la historia Cubitelera, habiéndose dormido en la final sobre campeonato de los rivales. Es un jugador de índole virtuosa, pudiendo sacar los tiros más complicados en los momentos más apremiantes. No por nada el Classics lleva su apelativo.

CHISPA
Nombre: Rodrigo Luna-Orozco
Campeonatos Jugados: 10
Pts. Obtenidos: 44
Palmarés: 1 campeonato de parejas y 1 campeonato por equipos
Características: De la misma raigambre cachera que Presi, ha logrado encaramarse entre los grandes en base a logros en diferentes disciplinas cacheras. Jugador silencioso, centrado únicamente en conseguir los tiros que valen.

MONO
Nombre: Brian Alejandro Leónidas Ramírez Álvarez
Campeonatos Jugados: 17
Pts. Obtenidos: 45.5
Palmarés: 1 campeonato de parejas
Características: Estudiando un poco la historia cachera, poco dicen los resultados del gentil joven Mono, pero esquivando las incontables zancadillas ha logrado un épico campeonato de parejas que ha hecho que su confianza hoy sea desmedida y lo ha convertido en un rival de cuidado para cualquiera.

DIEGUEX
Nombre: Diego Leonardo Rada Vargas
Campeonatos Jugados: 17
Pts. Obtenidos: 87.5
Palmarés: 1 campeonato por equipos
Características: Para muchos el mejor cachero en actividad. Su empatía para con su compañero de turno, su maestría en la ciencia de la anotación y su determinación a la hora de tirar, lo hacen ser el jugador más completo del rostro del Classics. Un jugador netamente verbal. Se le acusa de nunca haber ganado un campeonato de parejas y de mermar su nivel ante rivales de femenino sexo.

ALVA
Nombre: Alvaro Guido Loayza Minaya
Campeonatos Jugados: 16
Pts. Obtenidos: 79
Palmarés: 1 campeonato por equipos
Características: El paradígma del jugador sólido. Haber tropezado una sóla vez en la ignominia de la primera ronda lo avala. Apreciado jugador de equipos y un jugador que prima la agresividad verbal en las tablas. Adolece de títulos a nivel parejas lo cual se le es constantemente recalcado en los ámbitos de élite.

INGRATA
Nombre: Boris Orlando Zegarra Cano
Campeonatos Jugados: 17
Pts. Obtenidos: 35
Palmarés: 1 campeonato de parejas.
Características: Un hombre de performances muy irregulares, después de fracaso tras fracaso mostró que la persistencia finalmente da réditos, alcanzando la cumbre cachera, para después caer de nuevo en la inopia hasta un nuevo y súbito despertar.
CURTA
Nombre: Andrés Eduardo Pedro José Costa du Rels Flores
Campeonatos Jugados: 16
Pts. Obtenidos: 64.5
Palmarés: 1 campeonato por equipos
Características: Sólido jugador que ha tenido grandes performances para encararmarse entre los cacheros más prestigiosos del circuito, y sin lugar a duda el zurdo más cotizado
de todos. Cachero que mezcla la frialdad con la emotividad y que con los palos de la experiencia, ha aprendido a convivir y a manejar a la más diversa gama de parejas. Una deuda, el campeonato de parejas.

LILI
Nombre: Ingrid Liliana Antelo
Campeonatos Jugados: 9
Pts. Obtenidos: 42
Palmarés: 1 campeonato de parejas
Características: La jugadora femenina que más alto vuelo ha tenido en la historia Cubitelera. Su afición a lo lúdico la hace una jugadora sin verdaderas debilidades. Su mayor virtud, la concentración y la inmunidad ante la agresividad de los contrarios.

JALCHO
Nombre: Christian Osvaldo Jaldín Quintallina
Campeonatos Jugados: 11
Pts. Obtenidos: 35.5
Palmarés: 1 campeonato de parejas
Características: Un hombre que pende del talento de su muñeca, por lo que alterna actuaciones de auténtico crack, como debacles impredecibles. Es el primer campeón de la historia y el único que ha logrado ganar todos los encuentros de un campeonato.

MACHI
Nombre: Diego Machicao
Campeonatos Jugados: 13
Pts. Obtenidos: 29
Palmarés: 1 campeonato de parejas
Características: Un jugador que dejó escrito su nombre en letras de oro en los inicios de la institución, y que pese a sus fabulosas performances en las pichangas, últimamente no ha estado a la altura de los antecedentes que lo preceden. Cuando está encendido es realmente temible, aunque hace tiempo que no tiene una cerilla al lado.

BICHO
Nombre: Mauricio Valverde
Campeonatos Jugados: 12
Pts. Obtenidos: 26
Palmarés: 1 campeonato de parejas
Características: Un estratega venido de una escuela de pesimistas crónicos. Su particular visión del juego lo ha llevado a ser uno de los personajes más auténticos del tour. Su dormida en la final que lo consagró lo hace tener motivos con que ufanarse pese a las constantes debacles.

FRICHI
Nombre: Mario Murillo Aliaga
Campeonatos Jugados: 17
Pts. Obtenidos: 59
Palmarés: ninguno.
Características: El mejor jugador cachero que nunca ganó nada. Solidez y talento se mezclan en este jugador, que sobre todo resalta por su incondicional amor al juego y su ciega obseción por el título de parejas que estuvo acariciando pero que al final se desvaneció.

MUERTITA
Nombre: Andrea Antezana
Campeonatos Jugados: 11
Pts. Obtenidos: 33
Palmarés: 1 campeonato por equipos
Características: Jugadora que poco a poco ha ido remontando un comienzo cachero muy humilde para irse ubicando en el gran círculo Cubitelero. Una de las jugadoras más lacónicas del circuito y que en cualquier momento puede dar una sorpresa.

VISCA
Nombre: Marcelo Eduardo Viscarra Caballero
Campeonatos Jugados: 14
Pts. Obtenidos: 55
Palmarés: ninguno
Características: Solidez es el epíteto que mejor refiere a este cachero de antaño. Su persistencia en las tablas, su impostergable regularidad y su afición por el juego lo convierten en una pareja deseable para cualquiera. El único pero, su falta absoluta de trofeos.

miércoles, julio 25, 2007

Celebrando de julio el gran día: Primer aniversario de el lar

(Si desean agrandar la foto, hagan click)


"No estaba(n) muerto(s), andaba(n) de parranda"
Canción Popular, Autor Desconocido


Rogamos disculpen nuestra prolonagada ausencia, pero estabamos llevando a cabo los fastos de nuestro primer año de vida y la forma de festejarlo; por eso nos honra a todos los Cubiteleros que el lar de los conformes disconformes, primero celebre su cumpleaños número uno, segundo que festeje su onomástico en el mismo mes que Nuestra Señora de La Paz y tercero, que a través de éste año, paulatinamente, se haya convertido en un lugar familiar para todos ustedes, nuestros lectores, donde leer los desvaríos de todos los colaboradores y donde plasmar vuestros imprescindibles comentarios, que son los que dotan de vida a éste aparato textual de bloguera nominación.

Parece muy largo y a su vez muy corto el recorrido de el lar, desde aquella indignación que nos creó el episodio entre Zidane y Materazzi, a todas las demás digresiones que han ido configurando involuntariamente la personalidad de este blog. El lar se ha convertido un palimpsesto de diferentes temas y visiones tan rutilantes y excéntricas como ser: las múltiples crisis del fútbol frente a la economía de mercado y los viles intereses capitalistas, la recordación y reivindicación de los ancestrales, vetustos y casi olvidados arquetipos, los avatares gastronómicos y arquitectónicos de una urbe en estado de cocción, los inefables recorridos por laberínticos pasajes mentales y geológicos entre Madrid y Oruro, añorantes misivas de carácter humedonírico, encierros y diatribas oscilantes entre la danza y la teología y un tectónico desarrollo de otros devaneos encontrando en el cine, la literatura, el fútbol o cualquier otro evento pseudocultural o pseudopersonal su fuero de inspiración y de discusión.

Los personajes que han desfilado por este blog son muchos y variopintos, imagínense una parranda que congregue a la siguiente sarta de perdularios y malvivientes: Soutine, Lynch, Shearer, el Salchipapa Nazi, Jesús y su abuelo Adán, Tom Waits, Bielsa, Francis Bacon, Allison Speeding, Buñuel, Cosmo Kramer, Martín Bouloq, Cedric Bixler-Zavala, Kafka, Jesús Nazareno y de Todos los Santos Mártires en la Tierra Fernández, Carver, Prof. Ánito Galarza, Kaurismaki, y un enorme etc. ¡Pavada de farra, como evidencia la foto de arriba! ¿No creen?

Aguardando que el año entrante nos acarree grandes bienaventuranzas, nos entregue la pronta presentación a nivel bloguera de los cortometajes producidos por Cubitel y nos permita una sutil intromisión y atisbo a toda metafísica venidera, siempre en compañía de sus inestimables lecturas, nos despedimos por un cachito, invitándolos a leer (desde el lunes) el dossier que festeja nuestro denodado espíritu cachero y bloguero.

Un sentido abrazo.

Cubiteleros

jueves, julio 12, 2007

Deambulanciones prot-Orureñas

"Hoy perdido entre tus calles vuelvo a recordar que . . ."
Élmer Hermosa, Los Kjarkas, Oruro

Paseo por la ciudad y se me hace tan familiar como extraña, sus calles me sugieren retazos de memorias disueltas entre la espiritualidad de las bebidas, lo ritual de las danzas y lo embrujante de los entremezclados sonidos.

Hoy camino y no me siento presa de ese paréntesis que se abre al ver el casco a la entrada de Oruro y que se cierra al despedirse, tampoco soy presa de aquella frase taxativa “lo que pasa en Oruro, se queda en Oruro”, será porque hoy me faltan cómplices, inculpadores e inculpables, y si los tuviera tendrán el estigma del Pagador en la frente y la V azulada en el pecho, así que lo mismo da el compromiso proferido, pase lo que pase “se queda en Oruro”.

Me muevo por aquí con inusual soltura, no encuentro la trinchera quasi infranqueable que bifurca a la ciudad en esas dos zonas que hemos aprendido a llamar “Sodoma y Gomorra”; hoy son partes de un todo y no un frente marcial que debes defender con las más certeras sutilezas de la muñeca y los más poderosos bazukazos del brazo, a plan de gordas bombuchas o globos de agua.

Transito guiado por el instinto y re-conozco parajes re-corridos, siempre con un omnipresente retumbe lejano sabor a bronce y con colores difuminados, ya no en las calles, sino en las paredes de las mismas.

Viajo por Oruro, vuelvo por Oruro, y me siento en una casa peculiar, encuentro siempre una parte de mi yo (pretérito y venidero); deambulo en sus fríos parajes y ya que el caleidoscopio dionisiaco no es el filtro de mi mirada, sereno evoco, y es que Oruro es una fragua de memorias, y el recuerdo ya sea en Proust o en Wong Kar-Wai, por más dulce que fuere tiene esa pizca de sabor a tristeza; Garcilaso dice "verme morir entre memorias tristes”, yo en cambio digo "vedme andar entre memorias tristes", ya que todo tiempo pasado por más que mejor tiene el yugo del ya no será jamás.

viernes, julio 06, 2007

La Diosa de la Belleza está de vuelta…


“Some men are like chocolate
but most of them are like shit
and if you don't have the experience
to spot that tiny difference
you're likely to fall for all of it.”

Anna Varney, Some men are like chocolate, Les Fleurs du Mal



"La Muerte; respuesta inevitable. - ¿Y cuándo, me dije, este asunto, el más melancólico de todos, es más poético? (...) fácilmente se puede adivinar la respuesta: - Cuando se une intimamente a la Belleza."

Edgar Allan Poe, Método de composición

Sopor Aeternus and the Ensemble of Shadows es, probablemente, la única banda auténticamente (neo)gótica. Compañera espiritual de Poe, Baudelaire y cuanto maldito haya pasado por el mundo del arte, Anna Varney ha llevado el impulso romántico y expresionista alemán hasta las últimas consecuencias. Anna Varney no ha nacido mujer, ha aprendido a ser mujer, ha mutado en mujer, espectral mujer, cadavérica mujer (con escalofríos, me hace pensar en Lady Madeline, hermana de Roderick Usher en la macabra historia de Poe), pero mujer al fin.

El ensamble en cuestión está compuesto por un ser vivo y los demás muertos, incluida la única audiencia que tiene acceso a sus misteriosos conciertos. Sopor es caso único en la historia de la música; sus melodías no se pueden tildar de rock ni nada por el estilo, estamos hablando de música de cámara con aura operesca e histrionismo lúgubre a ultranza.

El último disco “Les Fleurs du Mal” consolida un paso adelante en experimentación; utilizando coros, batería y una gama asombrosa de percusiones medievales, sentimos que la melancolía profunda en la que nos sumía en el pasado ha cedido suavemente paso a un erotismo mórbido, un humor sutil y una experiencia profunda de la femineidad en celo: todo esto se aúna en un álbum desafiante aun para los incondicionales y provisto de una extraña energía de tonalidad rosa intensa (y, cómo no, negra como la noche sin estrellas).

Recomendaciones:

Les Fleurs du Mal

- A little bar of soap
- The virgin queen
- Some men are like chocolate
- In der Palëstra
(joya de joyas)

Otros álbumes

- Résumé
- Let me kiss your wound
- And bringer of sadness
- Abschied
- No one is there
- Dead souls
- The feast of blood
- Todeswunsch
- The dog burial
- Dark delight
- Across the bridge
- On Satur(n)days we used to sleep
- The sleeper (by E. A. Poe)


Ahora dejemos que hable la Reina...







jueves, julio 05, 2007

Sobre la crítica posmoderna o Maddin vs. Aronofsky (ingeniosos contra pedorros)




En el panorama actual de cineastas se puede detectar a un grupo de autores que se empeñan en darle a su obra un carácter experimental o, para no quedar tan ambiguos, en buscar – a través de una deformación, exageración u omisión voluntaria de las relaciones clásicas establecidas entre forma y contenido – un efecto hasta ese momento desconocido (o escondido) en las audiencias. Es la tendencia general de todo movimiento de vanguardia: romper con lo convencional. Por esa misma razón, negativa, es muy difícil encontrar un gusto común por todas las vanguardias. Es que lo único que tienen en común es que rompen, voluntariamente y en total consciencia, con ciertos códigos establecidos y nada más: es el equivalente de la oposición lógica según la cual una cosa o es un árbol o no lo es. Exactamente igual podemos decir, una obra es clasicista – es decir, estructurada en base a modelos concensuados histórica y académicamente – o no lo es. En el campo de ese “no ser” hay una gama infinita de posibilidades y de valoraciones.

Sin embargo, hoy por hoy no nos es difícil encontrar en el firmamento de creadores cinematográficos aquella constelación de rebeldes que, si se basan en las formas clásicas, es para renegar contra ellas y que, a partir de ahí, trazan nuevas leyes de nuevos universos, recalcitrantes a los códigos establecidos, abiertos a una nueva interpretación por parte del receptor del mensaje. Lars Von Trier, David Lynch, Peter Greenaway, Terry Gilliam, David Fincher y Lukas Moodysson son unos cuantos de entre muchos otros que forman parte de esta constelación de autores que rompen con los caminos trazados y, a través de su cine, muestran nuevos ángulos para entender al ser humano contemporáneo. A estos artistas se les puede tildar, sin mucho riesgo, de vanguardistas, inventivos, rompedores de esquemas, inagotables experimentadores de formas cinematográficas cuyos resultados han producido una metástasis de películas tan heterogéneas como difíciles de poner en paralelo: ¿Bajo qué parámetros? ¿Narrativos? ¿Visuales? ¿Sonoros? ¿Histriónicos? O simplemente en tanto que obras singulares en un panorama donde lo más clasicista es igual de raro que lo más posmoderno, donde un ch´enko* narrativo y visual es más común que una historia coherente de pies a cabeza. El problema de aceptar esa resignación posmoderna respecto a la manifiesta resistencia del cine actual a la crítica es que nos perdemos del (humano) gusto de la valoración. Pero si, justamente, es la adecuación a normas preestablecidas como estéticamente “aptas” (clasicismo) la que permite emitir un juicio de valor más o menos favorable respecto a cualquier obra de arte ¿Qué otros parámetros tomamos para juzgar una obra sino los establecidos por la tradición y la academia? He ahí uno de los problemas centrales del posmodernismo en donde todos los criterios parecen haberse aplanado a favor de una búsqueda incesante de adecuación a perspectivas singulares y no a formas – colectivamente aceptadas – que antecedan y predeterminen a la obra. Algunos incluso, prefieren pensar que el objetivo del artista posmoderno no es en absoluto crear un universo estructuralmente coherente sino, más bien, crear, a través de cierta pirotecnia formal, una maraña de sensaciones intensas, como una montaña rusa, sin importar tanto el sentido final como los sacudones del camino.



La adaptación a formas exteriores a la obra misma no puede ser un parámetro para la crítica en un panorama donde la ley es la búsqueda consciente de esa ruptura. Sería absurdo creer que el nuevo patrón de valorización sea la medida en que las reglas del clasicismo sean violadas. Con ese razonamiento “Eraserhead” o “Crash” tendrían el mismo valor que un mal vídeo casero hecho por adolescentes rebeldes o un matrimonio filmado por un melancólico padre borracho: cosa que no tiene ni pies ni cabeza, a pesar de que los cuatro documentos audiovisuales rompan con el clasicismo quizás en la misma medida.

En ese sentido el único esquema valorativo legítimo sería el que considere a una obra a partir de sus características absolutamente singulares: se trata, no de comparar el esquema de ésta con un canon sino más bien de detectar las leyes internas del universo particular que la obra posee en sí. Partiendo de estas mismas, lo que nos permitirá una aproximación axiológica será la constatación o no de un cierto nivel de fidelidad a estas reglas planteadas libremente por el autor, es decir, sin preocuparse por corresponder a otros patrones narrativos y estéticos que sean externos a los que plantea la obra.

Una crítica libre de academicismo es posible pero para ello, como dice Gaston Bachelard es necesario “simpatizar con la ensoñación creadora, intentando penetrar hasta el núcleo onírico de la creación (…) comunicando, por el inconsciente, con la voluntad de creación del poeta**”. El nuevo crítico debe penetrar en la obra para extraer su sustancia poética. ¿Cuán profunda es esa sustancia? ¿Cuán densa? Eso depende de dos cosas: de la profundidad misma del contenido simbólico de la obra y de los instrumentos estéticos, filosóficos e históricos que tenga la crítica para escarbar en ella. ¿Cuan profundo es el sentido de una obra? Por más absurda que resulte esta pregunta es la labor del crítico planteársela. A ello proponemos una respuesta heurística: una obra es profunda en la medida en que sus imágenes sugieran otras imágenes y su hermenéutica permita descubrir, como en el caso de la excavación de la tierra, capas de sentido cada vez más densas y sedimentadas, y, a la vez, que provoquen emociones hasta ese entonces latentes (en apariencia absolutamente nuevas) entre la audiencia; una obra es profunda en la medida en que permita una comunicación de inconsciente a inconsciente. Entre el arquetipo, imagen formadora, casi una figura, casi una abstracción, una representación profunda de nuestro ser escondido y el estereotipo hay una diferencia semiótica fundamental: el segundo, contrariamente al primero, responde a un código cultural. Es decir, es susceptible de ser de-codificado como una ecuación o un e-mail. Tanto un arquetipo como un estereotipo pueden hablar de la misma cosa, lo que varía es que en la búsqueda del arquetipo nuevas emociones y sentidos no cesan de aparecer, en cambio, un estereotipo, al ser código, detiene su proceso significativo de manera automática, como el significante refiere a su significado en el esquema estructuralista y de manera casi unívoca.

Es el carácter objetivo de la crítica el que pretendemos abandonar tanto por infértil como por imposible: toda obra es relativa a una época tanto en el contexto de escritura como en el contexto de lectura (o en el de producción como en el de recepción). El problema de la crítica que juzga en base a un canon que considera universal e inamovible es justamente su incapacidad de ver que sus cánones también son relativos a su propio contexto. Por paradójico que suene, la nueva crítica debe pretender, en primer lugar, considerar la obra como un todo dotado de absoluta singularidad y, al mismo tiempo, como un producto relativo a un contexto socio-cultural particular. La valoración aparece descubriendo la capacidad de una obra de trascender lo contextual para aproximarse a una universalidad – que jamás puede ser determinada a priori como los universales lógicos sino más bien solamente por acumulación etnográfica e histórica de datos –. Mientras más plagada de estereotipos esté una obra más rápido se cerrará su proceso de significación y más cargada de códigos culturales estará, así mismo, será ininteligible para las audiencias ajenas en el tiempo y el espacio a la cultura particular que la produjo. En cambio mientras más profundo sea el sentido de una obra más fácil le será trascender tiempos, culturas y espacios diferentes, acercándose así al famoso Arquetipo.



Esta prolongada introducción me permite esbozar una crítica sobre dos obras cinematográficas posmodernas que tuve la ocasión de ver no hace mucho: se trata de “The Fountain” de Darren Aronofsky y “The Saddest Music in The World” de Guy Maddin. ¿Por qué poner en paralelo específicamente estas dos películas que sólo tienen en común el título de posmodernas? Simplemente porque una me sacó de mis casillas y la otra me dejó fascinado.

“The Fountain” me parece formar parte de esa interpretación desacertada de la posmodernidad: sí, sus artificios formales son tantos que hacen creer al director (y a algunos espectadores) que por ello son capaces de tapar el vacío que transmiten sus personajes y la estructura de su guión; exactamente igual que en el lamentable manifiesto moralista “Requiem for a Dream”. Muchas veces una película peca de pretensiosa, de querer abarcar dominios de la mente, de la psicología o la historia humana sin los recursos que estos requieren para poder significar su magnitud: “Ran” de Kurosawa es una película pretensiosa pero toda su pretensión queda satisfecha y con creces dado que los recursos artísticos, filosóficos e históricos implicados eran los necesarios para llevar a cabo la tarea semejante de plasmar en la pantalla a Shakespeare adaptado al Japón medieval.

El nuevo bodrio de Aronofsky nos sumerge en una (aburridísima) historia atravesada por otras dos historias que pueden verse como “realidades paralelas”. Se trata de una reflexión pseudo-poética y pseudo-mística en donde colonizadores españoles, yoghis, árboles mágicos (me hace pensar en la ayahuasca), neurocirujanos y una pareja desesperada se juntan en un melodrama que oculta, bajo el abigarramiento estético y conceptual, estereotipos ingenuos y superfluos que llevan a un desenlace tan absurdo como fácil.

El director de “The Fountain” piensa que tiene todos los recursos para abarcar cualquier tema profundo con la profundidad que amerita y a penas logra descubrirnos sus complejos, ingenuidades y moralismos maravillosamente disfrazados con un formalismo pedante (pedorro). Las dos últimas de este hombre son las típicas películas de las que se sale rescatando la gran fotografía, el maravilloso montaje, la música extraordinaria pero ni la historia ni los personajes han transmitido nada. Esas son las clase de películas que me emputan, las que no se difunden en el espíritu como un todo emocional y significativo. Hay películas maravillosas en donde ni la fotografía ni el montaje ni la música tienen algo de extraordinario si se toman come elementos aislados pero sí como partes orgánicas de un conjunto significativo.

En el caso de “Requiem” vemos que detrás de su montaje hip-hop, la maravillosa y torturante música de Kronos Quartet se esconde una mentalidad moralista que, contrariamente a la sutileza de “Naked Lunch” de Cronenberg, “Trainspotting” de Boyle, no hace sino retratar, de una manera estéticamente sofisticada, la mentalidad puritana de los años treinta: si te drogas morirás o algo peor. Esa es la lección. Vamos al cine a recibir una lección, no a incorporar un personaje, sus conflictos, su ser y sus esperanzas, no a salirnos de nosotros mismos (que es lo que buscamos al encerrarnos en una sala oscura durante dos horas). La falacia reside en el hecho de que, por más innovador que sea este filme en apariencia, guarda en su estructura un sustrato reaccionario: lo que pretende es reconfortar, a través del asco, del castigo, a las audiencias conservadoras en sus valores conservadores cuando el cine, y el arte en general, es un medio para explorar fenómenos desde una perspectiva que ponga en tela de juicio los valores en boga sin necesidad de sangre y revoluciones.

Aronofsky parte de la separación (involuntaria) de contenido y forma, en vez de buscar una unificación simbólica: piensa que al tratar temas espinosos como la drogadicción o la inmortalidad va lograr películas visionarias y, si a esto le aumentamos una sobredosis de artificios formales, el tema esta resuelto (al menos en apariencia). Aronofsky no sabe que la profundidad simbólica no depende del tema, depende de cómo enfoques ese tema. Aronofsky hace una película sobre la drogadicción que en vez de ser polémica y visionaria sólo logra adornar de linda manera ciertos valores morales puritanos muy a la moda entre la facción republicana y conservadora de su país de origen. Aronofsky hace una película sobre la inmortalidad con pretensiones tarkovskianas y a penas llega a Paolo Coelho (si no se escribe así: me cago). Denuncio dos películas plagadas de estereotipos: eso es lo que no les permite a sus personajes desplegarse en nuestro ser hasta poseernos. Los humanos que vemos en la pantalla no son individuos sino códigos, tipos sociales: los jóvenes que se pierden en las drogas, el místico en busca de la inmortalidad (caricaturalmente sentado en posición de yoga para meditar sobre el árbol de la vida azteca). Todo es superficial en el sentido más puro de la palabra dado que si el director no se ocupa de la superficie tendríamos películas vacías y más aburridas que una partida de Monopolio comunista.

Pretensión, desajuste de forma y contenido, personajes estereotipados, situaciones estereotipadas, estructuras reaccionarias escondidas tras imágenes falsamente vanguardistas, pedantería… no sé lo que es pero algo en el cine de Aronofsky me repele y genera una barrera sólida como pocas en mi proceso de identificación con los personajes. Si invertimos todos los calificativos anteriormente citados quedaríamos bastante cerca de la impresión que me dejó la extravagante comedia del canadiense Guy Maddin titulada “The Saddest Music in The World”. Retrasada joya expresionista (por unos setenta años), la película en causa satisface plenamente sus intenciones estéticas y narrativas fusionando una formalidad barroca y temeraria con una historia excéntrica, ingeniosa y llena de humor negro-negrísimo pero humor al fin. ¿Se imaginan si metemos en una licuadora a Wiene, Murnau, Buñuel, Lynch e Iñárritu? ¿Se imaginan esa hermosa monstruosidad? ¿Esa monstruosa hermosura? Ambientada en los años de la depresión, la narración se sitúa en el corazón de la melancólica Winnipeg; fría y pesadillesca urbe donde reinan (literalmente) el desempleo y la ebriedad con brazo riguroso. Isabella Rossellini encarna maravillosamente a Lady Port-Huntley, ambiciosa e inmoral, la glamorosa mujer posee la hegemonía de la venta de cerveza y eso le propicia una fortuna descomunal ya que Winnipeg ha sido catalogada como la “Capital Mundial de la Tristeza” y, como bien dice ella: “If you´re sad and like beer, i´m your lady”. Pesadilla etílico-surrealista, comedia musical, historia de amor, historia de terror: todo se combina en el corazón de este filme cuyo núcleo narrativo es un concurso sumamente original. Los personajes son caricaturas en filigrana de las mentalidades americana, canadiense y europea de entre-guerras. El estereotipo encuentra el único camino que tiene como agente activo de significación a través del humor. El cine de humor, al igual que el de vanguardia, tiene la posibilidad de romper con los esquemas estereotipados a través de una caricaturización o exageración de estos mismos: así vemos como Chester Kent (Marc McKinney) ilustra de una manera tan cómica, despiadada e inteligente al gringo modelo; llega a revelar ese “algo más” tan carente en el uso involuntario de estereotipos en contextos sumamente “serios” o dramáticos como en el caso de “The Fountain”.

En el complicado mapa del cine posmoderno es difícil encontrar una tendencia unificadora positiva, ya que, como vimos, la marca en común parece ser el desligamiento o re-lectura de las formas clásicas y modernas. Una escuela basada en una negación no es una escuela en sí. Por eso mismo creo que me lancé a la crítica en cuestión: para mostrar que muchas y muy heterogéneas estructuras pueden ocultarse tras el (tramposo) término de posmodernidad, es necesario hacer hincapié sobre este hecho para elaborar una crítica que sea a la vez sea libre y de las cadenas academicistas y de la anarquía axiológica; libre y del positivismo absolutista y del subjetivismo ultra-relativista según el cual todo vale. La ruptura de las formas clásicas y su negación no quiere decir que no sea posible detectar el Gran Cine, esa faena sigue y seguirá siendo aquella que corresponde a la crítica concienzuda, consciente de sus límites pero resistente todavía a decirle papá al perro sin discusión previa.


* Caro término andino: Enredo irresolube
** Traducido por (D.L.)O