jueves, noviembre 25, 2021

Una vida Maradona

 


“¡Dios ha muerto!”
Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia

 

       Mi hermano que nació en 1980. Iba a llamarse Diego Armando, pero resulta que mi primo, hijo y nieto de Armando, estaba también en la labor de ver la luz, y mis padres dieron un cambio de marcha y llamaron al benjamín Diego Andrés, cuando incluso si llevaba el nombre pretendido ya tenía un padrino de ropa deportiva hasta los 18 años: un amigo argentino de mi padre llamado Juan Verna.


       En mis primeros derrapes con el lenguaje y con las revistas deportivas, de la mano de mi madre, identificaba a los ídolos que aparecían semanalmente en las páginas de la revista El Gráfico y me permitía reconocer y proferir “Madadona Petiso”, junto a “Ymmy Tonitos” (Jimmy Connors) y otros.


       En los albores del México 86 mis padres viajaron y quedamos a cargo de mi abuelita Gilda, por lo que aprovechando la indulgente bondad que solo ostentan los abuelos, yo fingía fuertes dolores estomacales para faltar al colegio los días estratégicos: cuando jugaba el grupo de Italia, Argentina, Corea del Sur y Bulgaria, con el enorme plus de la emisión de los primeros capítulos de los Transformers. Fueron días maravillosos donde echado en la cama “convaleciente” me deleitaba con las vicisitudes de Decepticons y Autobots, pero sobre todo iba contemplando detalles alucinantes (sin entender la magnitud de los mismos) por parte de un Maradona, que partido a partido se iba erigiendo en la máxima deidad del universo fútbol. Ya en diálogos escatológicos, Gaetano Scirea, capitán de Italia le pedirá a Diego una explicación de cómo hizo el gol que los dejó momificados tanto a él como al portero Galli.



      Dos hermosas e idiosincráticas visiones del fútbol se resumen en las declaraciones parafraseadas de Bobby Robson y Carlos Salvador Bilardo sobre el golazo del Diego en el Azteca, el Olimpo del fútbol mundial, ante Inglaterra. El primero ante la pregunta ¿qué opina del primer gol (la mano de Dios)? Respondió, que voy a decir del primero después de haber contemplado el segundo. Bilardo, pincharrata de cepa por el otro lado, ante la pregunta ¿fue el mejor gol que vio el su vida? Dijo, no, el segundo, el mejor fue el de Verón contra el Palmeiras en la final de la Copa Libertadores. Evocando todo esto, qué lindo era aquel fútbol cuando no había VAR y los estadios reventaban con hasta 100 mil personas.


       El Cine La Paz era una de esas viejas y hoy desparecidas salas del séptimo arte en la calle Ayacucho, en pleno centro de la ciudad, que fue donde mi hermano Diego Andrés y yo, fuimos a ver la película “Héroes”. Nuestro Virgilio fue el abuelo Lucho, quien no era precisamente el más devoto del balompié de la familia, pero que nos guiaba en el ecléctico mundo del celuloide que oscilaba entre “Full Metal Jacket” a la mencionada obra futbolera. El filme celebra la épica con una cinematografía a la altura de la gesta maradioniana, creando por un instante furtivo un magnífico idilio entre el fútbol y el cine, dos gigantescos fenómenos populares del siglo XX que no han tenido una comunión muy fructífera. Ese episodio, acompañado de los sonidos de “Me das cada día más” de Valeria Lynch y “Special Kind of Hero” de Stephanie Lawrence, selló un vínculo inseparable con Maradona.


       Cuando apenas se veía un partido en vivo por semana, contemplar al minúsculo Diego superar con su Napoli, un pequeño equipo del sur de Italia, a las gacelas holandesas (Van Basten, Gullit y Rijkaard) del Milan y a los tanques alemanes (Matthäus, Klinsmann y Brehme del Inter), era presenciar atisbos de que las proezas y los milagros existen.



       En un verano italiano/invierno paceño, ocurrió uno de los partidos más injustos de la historia del fútbol: Brasil vs. Argentina de 1990, triunfazo de la albiceleste con un gol de Caniggia elaborando una hermosa gambeta larga tras una magistral jugada de Maradona que arrastró a la mitad del equipo brasileño para habilitar a su compañero con la de palo, cuando su izquierda parecía una pelota de tenis por la hinchazón del tobillo. Recuerdo festejar desaforadamente dicho gol ante la enfurecida y confusa resignación de los brasileños y sus seguidores.


       Cuando Bolivia henchía el pecho de orgullo al jugar USA 94, en Boston tuve la maravillosa fortuna de ver en directo el último gol y el último partido de Diego calzando la albiceleste (Grecia y Nigeria, respectivamente). El gol fue un poema colectivo/individual y el festejo un exorcismo icónico. La imagen de la enfermera llevándose de la mano a Maradona es una de las postales más desgarradoras de la historia del fútbol, dejando huérfana a la Argentina, el mejor equipo del mundial, sin su máximo talismán y sin su sueño de alzar nuevamente la Copa del Mundo.


       En mi única visita en Nápoles allá por 1997, con mis tíos Armando y Rolando, le pregunté, de forma muy precaria pero inteligible, al taxista que nos transportaba ¿por quién había hinchado el día de Italia vs. Argentina de 1990? Él no quería responder, esquivaba la pregunta, hacía gambetas y digresiones, pero ante tanta insistencia por el aura que me provocaba estar en el Narazet Maradoniano, finalmente me respondió “Maradona” y todo quedó diáfano. 



       Ya con perspectiva, 1986 tiene las dos manifestaciones más grandes de la divinidad en esta tierra de mortales irredentos. El “Somewhere in Time” de Iron Maiden, que es un viaje hacia un éxtasis final en la majestuosa canción “Alexander the Great” y, por otra parte, el discurrir de Diego en las canchas de México durante el mundial, con 7 recitales que ningún futbolista, bailarín, funambulista, ser humano, titán, daimón o deidad ha llevado a cabo sobre la faz de la tierra. Para resumirlo: los 6 segundos del segundo gol contra Bélgica, una de las obras maestras de nuestra humanidad.


        Diego, que se enarboló a los estratos celestiales con el balón pegado a la siniestra y también bajó a deambular en el hades, fue tan lúcido y perspicaz, paradójico y contestatario, por ende y en términos nietzscheanos, humano, demasiado humano. Estas facetas se translucen tan bien en algunas de sus memorables frases como en el documental de Kusturica, “Emir, sabes qué jugador hubiera sido yo si no hubiera tomado cocaína” o su imborrable revelación en el partido despedida en la Bombonera: “yo me equivoque y pagué, pero la pelota no se mancha”. 


       Años después, gracias a la infinita acumulación de youtube, gracias a un link enviado por mi tía Marcela, puede ver el emocionante e inefable danza/calentamiento al son de “Live is Life”, del grupo Opus, antes de enfrentar y superar con el Napoli al Bayern en el Olímpico de Múnich en la Copa UEFA del 1989.


        Siendo parte de un lindo ritual de origen selvático pero en coordenadas urbanas, ingerí un poderoso brebaje amazónico, que me permitió ser parte de sensaciones e imágenes, que tras un vibrante trance por un agujero de gusano, apareció al final del túnel una deslumbrante luz que me encegueció y cuando mis pupilas se contrajeron y pude ver, se desenmascaró la efigie de Diego Armando.



       Como ante tantas causas de los menos fuertes, Diego encabezó un partido en favor de derecho de jugar donde naces, por ende en “la altura” de La Paz. Ese magnífico día me tocó conocer en el vestuario visitante al mismísimo Maradona. Al verlo me quedé petrificado, embelesado, embobado, mudo, en trance, sin capacidad de movimiento ni de proferir palabra, afortunadamente Guido, mi padre, canchero como viejo lobo de fútbol profirió “Diego, una foto”, Maradona se giró y se disparó el obturador y ahí quedamos plasmados junto a D10S mi amigo, también, Diego y yo. El Diego siguió y se marchó hacia el césped.


        Durante la pandemia webeando en la red, empecé a buscar datos de Maradona, de su etapa en Argentinos Jrs., y del partido que había enfrentado en esa época contra Bolívar en La Paz, y la joya que encontré fue una foto en la que aparecían dos de los 10 que más he amado en mi vida futbolística: Carlos Ángel López, capitán de Racing, y Diego Armando Maradona, capitán de Argentinos. Ambos finados podrán hacer paredes o concursos de tiros libres en los potreros de diferentes purgatorios y celestes cielos.

        La última semana, con una sensación un poco agorera en relación a Diego y su salud, me puse a escuchar uno de los tantos himnos que se le han dedicado, “La vida tómbola” de Manu Chau, donde en una frase tan llena de dolorosa y exaltada emoción reza “Si yo fuera Maradona, viviría como él”.

PD: La FIFA debería implementar en todos los partidos de fútbol, hasta por lo menos fines de 2020, 10 minutos de silencio en honor a Maradona.

lunes, julio 08, 2019

Lo que nos deja la Copa América 2019


Con la Copa América finalizada y Brasil como justo campeón, no sin muchos peros, nos resta hacer un análisis de la competición, y aunque nos incomode, todo lo ocurrido en estas tres semanas nos conduce a no hablar tanto de fútbol sino del revestimiento de todo lo ocurrido durante la competición.

Una tema queda patente y es que la Copa América o el Sudamericano, como se llamaba antaño, ha quedado devaluado, y es sobre todo por causa de la Conmebol que, en vez de cuidar y valorar su producto estrella, lo ha dejado a su suerte, sin darle la atención, el cariño y el revestimiento que se merece el torneo continental de selecciones más antiguo del orbe.

Enumerando:  

1) Hemos visto un nivel futbolístico bastante chato, sin escuadras de excepción, sin partidos vibrantes ni memorables (quizás las semifinales han sido la excepción), con muchos agravantes que confabulan contra el rendimiento deportivo, como ser el pésimo estado de los campos de juego. Pensar que estos escenarios deportivos fueron muchos construidos y todos reformados para el mundial del 2014 y donde se juega habitualmente una liga tan importante como el Brasileirao. Hasta los jugadores locales como Thiago Silva criticaron con severidad el césped donde se disputaron los encuentros.

2) Asombra la asimetría y falta de coherencia para armar competiciones con reglamentos claros y consecuentes: es una ridiculez que cuartos de final no tengan prórroga, y que el alargue se habilite a partir de las semifinales. ¿Cuál puede ser la causa para hacer esta diferenciación de criterios? No tenemos la menor idea (algo parecido hicieron en Copa Libertadores, donde toda la competición valora los goles de visitante y se quitaba dicha norma en la final). El resultado es que de los 4 partidos de la primera instancia eliminatoria, tres resultaron ser 0-0, con los equipos más débiles amurallándose para llegar a los penales y, en dos casos puntuales, consiguiendo su objetivo. Reglamentos que en vez de favorecer, le restan al espectáculo que deben proteger.

3) Huelga decir que los arbitrajes plagados de polémicas fueron en su mayoría muy deficientes y que el uso discrecional del VAR ha manchado de gran manera toda la Copa. En un inicio parecía que los árbitros no podían tomar una decisión importante sin escudarse en el VAR, creando un aura de burocracia y con poquísima  certidumbre en sus propios criterios. Ya en la semifinal de Argentina vs. Brasil llegó el sumun obviando dos penales clarísimos, uno, el primero y más importante, cuando Agüero fue derribado por Dani Alves, no fue ni revisado y de esa jugada se gestó el segundo gol de la verdeamarelha; el VAR debió juzgar penal y anular el tanto de los locales. Lo que pudo ser fácilmente un 1-1 se convirtió en un casi lapidario 2-0. El VAR bien gracias. A todo esto y con una falta increíble de lógica y coherencia en el uso de la nueva tecnología, poquísimo ayudo la transmisión televisiva de origen, que en los momentos de uso del VAR casi nunca mostro imágenes en las que el televidente pudiera formar su propio juicio, ni aprender el por qué de las faltas cobradas o desestimadas. Es increíble que el deporte más popular del mundo haya sido tan tardío en la implementación del vídeo arbitraje, pero es aún más inverosímil que no haya aprendido nada de otros deportes que lo practican de forma eficiente hace mucho más, por ejemplo del rugby o del fútbol americano donde los referís explican después de la revisión el motivo de cualquiera sea la decisión adoptada, el ojo de halcón del tenis, en el cual el damnificado nunca queda huérfano, ya que siempre puede apelar un fallo en caso de sentirse perjudicado, y el vídeo le dará o no la razón (en el caso del fútbol la posibilidad de solicitar una revisión debe ser mucho menor que la del tenis, por ejemplo 1 revisión por tiempo, y en caso de estar en lo correcto mantener la posibilidad de solicitar otra revisión, en caso de equivocación, se pierde esa posibilidad).  Esto daría a todos el sentido de que no existe la indefensión ni el sentido perverso de verse perjudicados no sólo por un cuarteto arbitral, sino por un septeto de colegiados malintencionados, que llaman a revisión lo que les viene en gana. Por todo esto creo que FIFA, IFAB y todas sus confederaciones deben trabajar seriamente en que el VAR sea algo que mejore cualitativamente el deporte, en vez de ser un aparato burocrático, anticlimático y que finalmente permita lo que vino a erradicar, la injusticia y perjuicio de un fallo erróneo.

4) Por último, lo penoso de ver las canchas con muy pocos espectadores, llenas de claros y asientos vacíos, sin el público local involucrado en la misma, lo que denota una precaria labor de promover/marketinear el evento a nivel local, y la desmesura en los precios de las localidades para un evento que recibió tan poca publicidad y ofreció tan discreto atractivo deportivo. Además cabe ver el engañoso comunicado que ofreció el Comité organizador cuando antes de iniciarse el torneo indicó que habían vendido el 65% de las entradas, cifra tan poco verosímil, que el partido inaugural entre Brasil vs. Bolivia se quedó al borde de tener un 70% de asistencia. Tuvieron que jugar el clásico Brasil vs. Argentina en semifinales para poder contemplar un estadio repleto. Estadios vacíos desprestigian un evento, lo hacen ver irrelevante o falto de jerarquía, todo lo contrario a lo que debería ser un Sudamericano.

El fútbol sudamericano está en crisis, desde que Brasil gano la Copa de Mundo hace 17 años, el continente no ha vuelto a levantar ese magno trofeo, desde el 2013 no se gana el Mundial de Clubes, la final de la Copa Libertadores por los escándalos acaecidos se tuvo que jugar en Madrid y por último en fútbol femenino no tuvo ni una escuadra de América del Sur entre sus 8 finalistas. El panorama está oscuro, el que fue desde siempre el continente del fútbol viene perdiendo año tras año su preminencia en el balompié mundial, y con una Conmebol sin ninguna autocrítica y con meras ganas de lucrar dejando de lado al deporte en sí y al público que lo ama, no hace más que sumir a Sudamérica en una crisis futbolística de alto calado.

5) Cómo apostilla, cabe apuntar que Bolivia fue el peor del torneo de forma indiscutible, nuestros árbitros no dirigieron un solo partido; dentro del panorama desolador apuntado anteriormente, ¿dónde quedamos nosotros? Nuestra autocrítica debe muy honda, y nuestras tareas muy arduas para dar vuelta a la demacrada realidad que nos envuelve.

Publicado en Página Siete el 8 de julio de 2019

lunes, diciembre 28, 2015

Plato Paceño de Alfredo Grieco y Bavio, peripecias argentófugas por los picantes linderos de la bolitafilia.

“Durante horas podía hablar de drogas, narcotráfico,
trata de blancas (perdón, “de personas”), tráfico de órganos,
Derecho Humanos, colonización y descolonización,
gangas y supergangas, cholas, cholitas y wrestling cholitas.”
(Plato Paceño, Alfredo Grieco y Bavio)


Nos nutrimos del sabroso Plato Paceño (Plural, 2015) con la misma dinámica que exige el esencial manjar de la cultura chucuta; una dinámica modular, en cápsulas independientes. Ya que si algo tiene de peculiar el plato paceño como estructura gastronómica es la cualidad de ubicar los ingredientes de forma autónoma; ya sean las habas, la papa, el choclo o el queso fundido, nada se entremezcla y quizás  el único vehículo capaz de provocar el menjunje sea la llajwa: magnífica salsa, a la vez picante e hidratante, que permite la sublime combinación de estos primordiales ingredientes  altiplánicos.

En forma de cápsulas independientes y breves, Alfredo Grieco y Bavio nos va narrando las peripecias de Andrés Aribau, una suerte de meta-intelectual gaucho bolivianista de apellido català, que cae en la ex-república y actual estado plurinacional enfrentándose a todo tipo personajes (bolivianos y foráneos) y situaciones, abarcando gran parte de la geografía boliviana desde las ferias alteñas, a los taxis cruceños y su arquitectura narcodecó, a las sacras islas del Titicaca o el barrio de Següencoma en su modalidad baja como alta, por citar un puñado de localidades.

Andrés está acompañado la mayoría del tiempo por su novia Macarena, otra rioplatense de tendencias bolivianófilas (futura autora del estudio “Neocholas posbirlochas: comercio, sociedad y mujeres empoderadas en El Alto”), con la que, generalmente, mantienen una mirada divergente de la realidad. Ese contraste acentúa el aspecto hilarante de algunos episodios, como la suculenta aparición de L., un críptico personaje altermundialista que deambula por las orillas del Lago Sagrado que fascinó a Macarena en la misma proporción con la que le rompió las pelotas a Andrés. 

Plato Paceño sigue la estela formal y cómica que Bruno Morales (alter ego narrativo de Sergio Di Nucci y Alfredo Grieco y Bavio)  inició con Bolivia Construcciones (Sudamericana, 2007) y Grandeza Boliviana (Eterna Cadencia, 2010),  con un cambio de óptima en esta ocasión, ya que es un argento el que se mueve por Bolivia, en lugar de un tal Quispe, albañil bolita (citado en Plato Paceño), quien pulula como pez en el agua en los barrios de Liniers, Once, Flores, etc. de la colosal Buenos Aires entre estuco, cervezas y fritangas.

Escrita de forma “derecha por líneas torcidas”, la novela termina devolviéndonos al punto de partida, a territorio argentino con Andrés, nuestro viajero y retorcido “guía”. La gustosa y nutritiva sensación que nos deja Plato Paceño es la de un lúcido discurrir sobre las infinitas posibilidades de reírse de uno mismo (seas bolita, gaucho o simplemente terrícola), del otro mismo o del mismo mismo.


Soberbio quizás, como muchos argentinos –como Andrés Aribau, que osa instruir a un poscosteño neoplurinacional de cepa sobre un tango con el nombre del nevado más hermoso de La Paz–, el autor denota, un soberbio, paródico y autoparódico sentido del humor, a veces tan escaso en el catálogo de atributos de una (alta) cultura solemne, autoindulgente y recalcitrante a cualquier postulado “exógeno” sobre sus luces y sus sombras.

lunes, marzo 30, 2015

Las divas de Sils María

El último filme del realizador y crítico francés Olivier Assayas, Sils María (Clouds of Sils Maria), enfrenta a la grandiosa Juliette Binoche (María Enders) y a la más que prometedora Kristen Stewart (Valentina), como una actriz en etapa de madurez y su joven y sagaz asistenta, respectivamente. Entre ellas se abre un duelo de personalidades en el marco de que a Enders se le pide interpretar nuevamente la obra que de muy joven la lanzó al estrellato, con una no tan ligera diferencia, que le piden llevar el rol de la mujer madura torturada e insegura por la jovensísima belleza que otrora personificó.

Esa circunstancia lleva a la diva y a su asistenta a adentrarse en los Alpes suizos, en la casa del fallecido dramaturgo que escribió la obra y quien fue el padre artístico de la joven Binoche.

Ambas actrices entablan un duelo tanto dentro del filme como fuera de él, jugando una maravillosa pulseta actoral en la que la novel Stewart se mide sorprendentemente a la laureadísima Binoche. Mientras ensayan la obra una evoca la juventud que una vez tuvo y no termina de aceptar que esos tiempos pasaron, mientras se refleja en la belleza de su asistenta, creando una pugna de cosmovisiones, pero a su vez una soslayada tensión sexual.
Dentro de las capas con las que juega el texto parece que no solo la interacción oscila entre la realidad de la ficción y la ficción que ensayan, sino entre la ficción de la película y la realidad de las actrices, que a momentos parecen dejar sus papeles y convertirse en ellas mismas: una eminencia actoral y una incipiente estrella erigida en una superficial y taquillerísima franquicia.

De toda esta dialéctica emerge una tercer integrante, que es Chloë Grace Moretz, una irreverente y desenfadada adolescente de gran éxito comercial que interpretará a la joven en la obra; creando admiración en su coetánea y una especie de desprecio devenido en atracción en la actriz consagrada.
Todas estas capas metatextuales se ven revestidas del glamuroso entorno del mundo del cine/arte/moda/teatro/paparrazzis en el que guiños de realidad juguetean con la ficción, haciendo el menjunje más delicioso aún.

Es imposible no evocar algún otro coqueteo de Assayas entre realidad y ficción, como Irma Vep, que rodó con su ex-esposa, la majestuosa Maggie Cheung, quien filmaba en la película un remake del serial de Feuillade “Les Vampires”.  En ambas ocasiones creo que Olivier Assayas sale triunfador, erigiendo consigo a las actrices que lo acompañan luciéndolas en ese transvase entre ficción y realidad.

martes, agosto 26, 2014

Humareda de colores, humareda de fantasmas

Más allá de la leyenda romántica y bohemia que rodea la vida de Víctor Humareda, es indudable que su obra constituye una de las más poderosas y estimulantes propuestas en las artes plásticas sudamericanas del siglo XX.


Nacido en Lampa, Puno, en 1920, el joven Humareda mostró desde muy temprano su pasión por el color: en una ocasión, según contaba refiriéndose a su infancia, no metió un gol encontrándose solito frente al arco; la majestuosidad del atardecer lo había hipnotizado, desconcentrándolo por completo en su labor deportiva.

En sus años de estudiante se situó en el corazón de un conflicto de escuelas: una, la de José Sabogal, pretendía lograr una “nueva estética peruana”, optando por el motivo indígena y alejándose voluntariamente de las tradiciones y vanguardias europeas. Al contrario, los llamados independientes, liderados por Ricardo Grau, preconizaban un dialogo abierto con el viejo continente y sus escuelas. 

Este dato biográfico sólo nos importa porque revela el carácter sintético de la sensibilidad de Humareda que no se contentó con reproducir la tendencia indigenista de la pintura sino que, consecuente con su espíritu aymara, escogió la vía cosmopolita. Con esa admirable audacia criolla, el pintor optó por devorar a los maestros europeos, por comerse a los renacentistas, románticos, impresionistas y simbolistas que tuvo la oportunidad de estudiar; para devolverlos, transfigurados por una Weltanschauung bien peruana, chola, mestiza y, fundamentalmente, chi´xi.

Así, implicado en una peligrosa pesquisa estética, el temerario Humareda se enfrentó a uno de los grandes desafíos formales del siglo XX en el arte figurativo (como lo harían, en otras latitudes, un Picasso, un Soutine o un Bacon): ¿cómo conjugar la fuerza y la intensidad del claroscuro de Rembrandt o Goya, con el explosivo colorido de Van Gogh o Ensor? Es justamente esta propiedad sintética del espíritu andino; rural y urbano, católico y pagano, despreciador y admirador de lo europeo, comunitario y neoliberal, primitivo y sofisticado, que facilita al puneño a conjugar con desenvoltura a los maestros premodernos como Tiziano, El Greco, Velázquez, Rembrandt, Daumier y Goya, con las vanguardias postimpresionistas y la “nueva estética peruana”.

La obra del puneño, en relación a la pintura europea, resulta muy afín a la producción de Die Brücke. Humareda, a primera vista, podría ser catalogado como un perfecto expresionista de entreguerras. La pincelada vertiginosa, la intensidad cromática, la deformación expresiva de la figura coincide con la búsqueda de estos bravos alemanes.  Pero Humareda, ya lo dijimos, se sitúa en un contexto al margen de las escuelas europeas. Más allá de la etiqueta que se le adjudique, el maestro peruano se enfoca en el color, como alfa y omega del lenguaje pictórico, como materia prima de la belleza ideal.

Humareda es el pintor-héroe por excelencia; uno de esos individuos que se aproximan al arquetipo del artista crístico, alguien que va más allá del bien y el mal, y se posiciona voluntariamente al margen de los valores de su sociedad: para ver con claridad, para encontrar lo bello en estado puro. Los motivos no importan, todo es susceptible de transfiguración y purificación por el color: las calles de Lima, las corridas de toros, la anatomía humana o un par de viejos zapatos, devienen en una conmovedora avalancha de sensaciones cuando se encarnan en el lienzo de este espíritu salvaje e iluminado. En lugar de subordinar el color a la figura, en Humareda es el color el que incorpora la figura y la somete a su lenguaje. Como en ese juego infantil que consiste en encontrar formas en las nubes hasta que se desvanezcan en agónicas contorsiones, los cuerpos de Humareda emanan, efímeros e inestables, de una apoteósica marisma de color que parece anteponerse ontológica y estéticamente a las formas que de ella surgen.


Aunque afirmaba sostener misteriosas conversaciones con Sócrates, este superlativo pintor defendía una concepción platónica de la belleza. Todo es pasajero y sujeto a la mutación, excepto la belleza pura, que, a pesar de yacer en una realidad ideal, tiene el soporte sensual del color para acercarnos a su esencia; sobre todo cuando el que sostiene el pincel es un maestro y se llama Víctor Humareda.

domingo, junio 29, 2014

Colombianas las joyas

Después del desaguisado futbolístico que presentó Brasil para eliminar, con el jesús en la boca –como sentenciaban antaño las abuelas-, a Chile, Colombia vino a honrar al deporte y con una impecable actuación definida con dos brillantísimas joyas, eliminó a Uruguay y se encaramó a cuartos de final bañados de merecida felicidad e ilusión.
Las joyas fueron hechura de, primero, James Rodríguez que entre cinco uruguayos controló con el pecho exquisitamente, para disparar un zurdazo con potencia y efecto, y clavarla en las redes ante el inmenso pero inútil esfuerzo de Muslera. La segunda fue una maravillosa jugada colectiva que cambio de banda dos veces para que Cuadrado con la cabeza deje servido el balón para que el mismo James lo empuje y se suba a la cima de los goleadores del mundial.
Colombia tiene puntuación perfecta, cuatro jugados y cuatro ganados, pero a diferencia de por ejemplo Argentina o Bélgica (otros equipos con puntaje perfecto), muestra una solidez futbolística mayor, victorias más merecidas y convincentes, además de un atrevimiento y una estructura futbolística que no sólo depende del talento y la inspiración individual, aunque cuenta con cantidad de estas dos últimas.
La candidatura colombiana viene avalada por un infranqueable Ospina que ofrece seguridad máxima a todos sus compañeros; el liderazgo y solidez de un veterano capitán como Yepes, a quienes muchos ya habían retirado del fútbol antes de empezar el mundial, y hoy es uno de los mejores zagueros del torneo; tener en el medio dos mediocentros como Aguilar y Sánchez que cumplen siempre y otorgan equilibrio al funcionamiento; contar con un par de laterales tremendos como son Zúñiga y Armero que no tienen miedo de meterse hasta la cocina del rival con velocidad y tremenda osadía; y por último gozar de dos de los mejores jugadores del mundial, Juan Cuadrado el formidable extremo derecho, que con habilidad, desparpajo y precisión hace de las suyas ante cualquier rival que se le ponga enfrente (hoy por ejemplo Álvaro Pereira ya lo había tenido que derribar tres veces en cuatro minutos), y James Rodríguez, hasta la fecha y de forma subjetiva y objetiva el mejor jugador del mundial (el ranking Castrol lo situó como el mejor jugador de la primera fase y con semejante recital hoy, no creo que eso vaya a cambiar sino para mayor).
Muchos argumentos que esperanzan y embelesan a un país, a un continente y al universo futbolero que día a día se ve más seducido por los desbordes de Cuadrado, por la magistral zurda de James y por lo dicho antes. Don José Pekerman, a diferencia de Colombia, ya estuvo hace 8 años en cuartos de final con Argentina, esperemos que los aprendizajes de aquel entonces sirvan para estar impecables en esa enorme cita con el destino allá en las tierras de Fortaleza.

Sobre Uruguay y en particular sobre Suárez tres apuntes: a) El que más hizo para eliminar a Uruguay, con perdón de Cuadrado y James, fue el mismo Suárez que de forma injustificable mordió a Chiellini, dejando mermadas casi todas las posibilidades de su país en rememorar el “Maracanazo” de otrora. b) Lo de la FIFA es obsceno, la sanción (cuya aplicación era a todas luces imperativa) es absolutamente desmesurada y ausente de criterios ecuánimes: 9 partidos internacionales (aproximadamente un año de competición, se perderá con casi toda seguridad la Copa América de 2015) y 4 meses fuera del fútbol, por lo bizarro que es morder. Leonardo y De Rossi por criminales codazos que pusieron en riesgo la vida de Ramos y McBride en el ´94 y ´06 respectivamente, recibieron 4 partidos de suspensión. Lo que explicita que la gravedad de la lesión propiciada no tiene nada que ver con las sanciones otorgadas, y es mejor que sea el árbitro el que te expulse, así la FIFA no usa su atroz juicio mediático para sancionar al futbolista. La mordida fue grotesca y repugnante, pero Chiellini afortunadamente está sano y salvo, o sea que cuenta más lo antiestético y estrambótico del comportamiento para ser sancionado que la brutalidad para lesionar al colega. Lo único más grotesco del mundial que el bocado de Suárez es la institución presidida por Blatter, por este episodio y por incontables cosas más. c) Suárez es un jugador fascinante, pero lo imprevisible de su conducta daña de forma inopinada toda la planificación que sus equipos puedan realizar, además de herir y perjudicar por sobre todas las cosas a él mismo, que parece ser el peor enemigo que Luisito ostenta. Ojalá, por el bien del él y del fútbol, que Dr. Jekyll pueda vencer de una buena vez la batalla ante Mr. Hyde. 

Publicado en Página Siete

viernes, junio 20, 2014

Apuntes de la primera fecha de la Copa del Mundo

Dada la diferencia horaria seguro que allá ya habrán disfrutado de la primera “final” del mundial entre España y Chile, mientras nosotros vamos a realizar algunos apuntes de la primera ronda de partidos de la Copa del Mundo después de haber visto a todos los equipo más el bonus track de Brasil-México.
  • Brasil, quitando el genio de Neymar y la muralla que es Thiago Silva, no muestra nada para ilusionarse demasiado, además de que Scolari parece no tener un plan B para abandonar su mezquino esquema futbolístico, suerte para la verdeamarelha que Nishimura cobró un penal que sólo él y Scolari vieron de entre todos los habitantes del universo. Sigue como candidato pero con demasiado que mejorar.
  • España y Uruguay fueron víctimas de segundos tiempos arrolladores, por parte de Holanda y Costa Rica, respectivamente. Holanda sin mucha pompa, pero con un delantera rebosante de talento y enormemente inspirada, además del mejor partido de Robben en su carrera, destrozaron a una España en estado autista que no entendía que pasaba a su alrededor. La fórmula es la siguiente: Cantidades de talento + Inspiración absoluta + Ausencia de rival = Masacre total. Uruguay sufrió el mismo síntoma que España y Costa Rica con un Joel Campbell deslumbrante dejó al borde del abismo los grandes augurios de los orientales.
  • Colombia ganó merecidamente, pero el resultado exagera un performance que no justifica para nada una diferencia así.
  • Italia e Inglaterra jugaron un partidazo. Pirlo ofreció otro recital de fútbol con lugartenientes muy elegantes como Verratti y Candreva, ante una Inglaterra que sorprendió con su juego vertical e incisivo de Sturridge y Sterling creando peligro constante. Rooney pese a su formidable pase gol y detalles, sigue estando en deuda en las grandes ocasiones.
  • Drogba empezó desde el banco, pero su inmensa aura hizo que a los pocos minutos en la cancha, Costa de Marfil necesitara 100 segundos para dar la vuelta ante un difícil Japón.
  •  Francia ya no tuvo rival después del penal y expulsión del hondureño Palacios, y Benzema sin despeinarse desplegó su letal instinto.
  • Ecuador en la última jugada del partido fue a por todas y se quedo sin nada, en un partido curioso contra Suiza donde los 3 goles se convirtieron desde el mismo metro cuadrado del campo de juego.
  • Sabella compuso un desorejado popurrí futbolístico para salir a la cancha ante Bosnia, y tuvo la valentía que le falta a muchos entrenadores, que es reconocer el error y corregir antes que después. Dio ingreso a Higuaín y a Gago a las 45, armando su equipo de toda la vida, y la cosa mejoró. Messi con el golazo se quitó un tonelada de peso de la espalda, pero se espera mucho, mucho más de él.
  • Alemania trituró a Portugal, que fue víctima de Müller, de que Pepe crea que en el mundial juega con la misma impunidad con que lo hace en el Real Madrid y de la mala fortuna en las lesiones (Coentrao, Rui Patricio y Almeida), lo que le hace la derrota mucho más costosa que sólo por los goles recibidos. Lo de Müller es brutal, en mundiales tiene en 7 partidos y 8 goles convertidos, más goles que Messi (9/2), Cristiano (10/2), Drogba (6/2), Ribery (10/1), Rooney (9/0), Lampard (9/0), Ibrahimovic (5/0) y Agüero (4/0) juntos que acumulan 61 partidos y 7 goles, jugando todos ellos al menos dos mundiales cada uno. Si Thomas sigue con la misma estrella, podrá a aspirar a alcanzar a su compatriota Gerd Müller que hizo 14 goles en 13 partidos entre los mundiales del 1970 y 1974. 
  • El México del “Piojo” Herrera muestra que es un equipo sólido y que entiende a la perfección su libreto de 5-3-2, con un “Memo” Ochoa descomunal que acumula 2 vallas invictas y atajadas de antología. Jugará ante Croacia su pase a segunda ronda en lo que se vaticina como un partidazo.   

miércoles, mayo 21, 2014

Nadar hasta la orilla: Motivos de un campeón

“Atlético de Aviación, que pasó, un siglo de horas de vuelo, 

dos años en el retrete tras un doblete rozando el cielo, 

volando hasta la buhardilla, llorando por los rincones,
bajando a la alcantarilla, acariciando balones,
infartando en la ribera del Manzanares los corazones.”
Joaquín Sabina, Motivos de un sentimiento, 
Himno del Centenario del Atlético de Madrid

El Atlético de Madrid, o Aleti, como mejor se lo conoce en España, desde siempre ha llevado el apelativo de “el pupas”, lo cual podríamos traducir como “el kencha”, sin obviar los matices locales que cada una de las palabras abraza. Al pupas le tocaba rivalizar contra Real Madrid y Barcelona, los dos gigantes que habían tiranizado la liga española, impidiendo que en los últimos 10 años nadie, salvo ellos, pueda probar un bocado de la gloria.

El guía de los atléticos no era otro que el Cholo Simeone, emblema colchonero desde hace lustros, cuando con un gol suyo se obtuvo la Liga de aquel memorable doblete de 1995/96 (la última vez que el Aleti se había coronado campeón de Liga). Simeone, como futbolista y ahora como entrenador, siempre ha compartido una consanguinidad total con el espíritu atlético, descrita a cabalidad por esa arenga incluida en el himno del club “porque luchan como hermanos, defendiendo su colores, en un juego noble y sano, derrochando coraje y corazón” (quizás sin olvidar una que otra patadita de más, toda esta letra de canción muy en consonancia con otro equipo rojiblanco que le toco dirigir y al que también encaramó a la gloria contra todas las apuestas, Estudiantes de la Plata).

El Atlético de Madrid de Simeone ya había dado dos campanazos: en su primera temporada cuando llegó a salvar al equipo de un momento muy apremiante y terminó como campeón de la Europa League ante el Bilbao; mientras el siguiente año (mayo de 2013) rompió el embrujo de los merengues, derrotando en la final de la Copa del Rey al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabeu, rompiendo una desgraciada racha de 25 partidos sin que el Aleti le gane a su eterno rival. La afición enloqueció.

Sin su talismán Falcao (vendido al Mónaco), la campaña se presentaba con un mesurado optimismo, sobre todo por volver a jugar la Champions, pero cuando el Cholo fue interrogado en agosto (al inicio de la Liga) sobre las posibilidades de derrotar a los tiburones fue categórico: “No, absolutamente no. El Madrid y el Barcelona juegan una Liga diferente. Este es un campeonato aburrido. Habrá que esperar a otros repartos televisivos porque ahora la Liga es sólo de dos”.

Con el transcurrir de los partidos el Atlético aparecía domingo a domingo encaramado entre los punteros, con la humildad de nunca saberse favorito y entendiendo que salir campeón era una utopía que tarde o temprano se iba a descalabrar. El razonar esto no era descabellado, ya que hay verdades numéricas demasiado obvias, el presupuesto que maneja el Real Madrid es de 507 millones de euros, el de FC Barcelona 457 millones de euros contra 146 millones de euros de Atlético de Madrid. Esto traducido a fútbol es la posibilidad casi ilimitada de contar con el mejor talento y la mayor calidad de futbolistas sobre el orbe de la tierra, ergo Messi, Cristiano, Iniesta, Bale, Neymar, Sergio Ramos, Xavi, Casillas (en el banco), y un etcétera larguísimo; en el caso del Aleti, la necesidad de vender a Falcao.

Cuando Willy Cavallero, el excelente arquero del Málaga, paró de forma milagrosa remates de Villa y de Adrián en la penúltima jornada de Liga, cualquiera de esos disparos de convertirse en gol habría hecho campeón al Aleti en el Vicente Calderón, su insigne reducto a las orilla del madrileño río Manzanares. Pero la fortuna le fue adversa y su hinchada quedo con un amargo nudo en la garganta.

La identidad del Aleti y de su afición se erige en ser un equipo esencialmente sufridor, para el cual nada está hecho a la medida de lo fácil, y cuando todo parece estar servido, acaecen las fatalidades. De ahí que aprovechando el coraje y el humor de su afición, que se hayan destacado durante los años fabulosas campañas mediáticas llenas de imaginación, risas y sobre todo autoparodia, lideradas por aquella en la que un niño de 10 años después de cavilar y reflexionar largamente le pregunta a su padre “Papá, ¿por qué somos del Aleti?” a lo que el padre después de cavilar y reflexionar largamente no es capaz de responder. El sentimiento atlético se esconde en los meandros de los incomprensible, de lo irracional, pero de ahí surge su orgullo y su furor, aunque siempre en clave de que lo peor puede ocurrir a la vuelta de la esquina.

Perder semejante oportunidad de ganar la liga en casa, sacaba a relucir todos los fantasmas de una historia plagada de perversos espectros, y tocaba definir “la final” en el Camp Nou ante el megaBarça. La ilusión de los atléticos era incólume, pero siempre existía la sensación de ahogarse en la orilla, y que una temporada de ensueño que te había colocado en la final de Liga y de Champions podía quedar como una bonita anécdota y otra de las múltiples historias de derrota en los anales de la historia colchonera.

La primera media hora fue un reflejo de lo que podría entenderse como el sempiterno kencherio que se cierne sobre el Atlético de Madrid, lesión de su máxima figura, Diego Costa, cinco minutos después, Arda Turan, el talentoso del equipo también sale lesionado y para colmo de los augurios más nefastos, el Barça sin merecerlo, asesta un daga envenenada con el golazo de Alexis Sánchez. Todo parecía servido para otra inolvidable jornada de debacle.

No fue así, el espíritu indómito que el Cholo Simeone, había sembrado en el alma de sus guerreros se sobrepuso a la adversidad y empezó a encajonar a un timorato Barça contra su arco. Así terminó el primer tiempo. El segundo se inició tal cual había terminado el otro, con el Aleti avasallando con fuerza, temperamento y físico al rival, Villa tuvo dos, no fueron. Pero aprovechando su corpulencia y dominio de los aires (no por nada también se llamó como el Atlético de Aviación), Godín impactó con una brutal violencia un centro quirúrgico de Koke y así como un mago que larga un hechizo que ahuyenta a los fantasmas y espectros, el alma rojiblanca se sintió hirviendo de pasión y de regocijo por lo que hacían y venían haciendo los suyos desde que empezó la temporada.


Ante el pitazo final el Aleti había hilvanado una gesta inmensa del fútbol actual, había derrotado a los opulentos tiranos del fútbol español, y con un tercio de sus recursos, amplificados por el sacrificio, la valentía, la concentración, el insaciable ansia de gloria y la épica del equipo que se sabe más chico, conquistó lo que a todas las luces parecía inalcanzable. Conquistó incluso sus propios miedos y desterró en una gloriosa y soleada tarde de Barcelona a su alter ego de pupas. Así se erigen el Cholo y sus titanes, como aquellos intrusos, que en el mundo de los millonarios, con otros ingredientes pueden nadar brazada a brazada hasta la orilla, salir del mar ufanos, y gritar gozosos junto a su magnífica afición: Campeones, campeones, ole, ole, ole.  





Anuncios publicitarios que muestran la identidad colchonera.