martes, agosto 26, 2014

Humareda de colores, humareda de fantasmas

Más allá de la leyenda romántica y bohemia que rodea la vida de Víctor Humareda, es indudable que su obra constituye una de las más poderosas y estimulantes propuestas en las artes plásticas sudamericanas del siglo XX.


Nacido en Lampa, Puno, en 1920, el joven Humareda mostró desde muy temprano su pasión por el color: en una ocasión, según contaba refiriéndose a su infancia, no metió un gol encontrándose solito frente al arco; la majestuosidad del atardecer lo había hipnotizado, desconcentrándolo por completo en su labor deportiva.

En sus años de estudiante se situó en el corazón de un conflicto de escuelas: una, la de José Sabogal, pretendía lograr una “nueva estética peruana”, optando por el motivo indígena y alejándose voluntariamente de las tradiciones y vanguardias europeas. Al contrario, los llamados independientes, liderados por Ricardo Grau, preconizaban un dialogo abierto con el viejo continente y sus escuelas. 

Este dato biográfico sólo nos importa porque revela el carácter sintético de la sensibilidad de Humareda que no se contentó con reproducir la tendencia indigenista de la pintura sino que, consecuente con su espíritu aymara, escogió la vía cosmopolita. Con esa admirable audacia criolla, el pintor optó por devorar a los maestros europeos, por comerse a los renacentistas, románticos, impresionistas y simbolistas que tuvo la oportunidad de estudiar; para devolverlos, transfigurados por una Weltanschauung bien peruana, chola, mestiza y, fundamentalmente, chi´xi.

Así, implicado en una peligrosa pesquisa estética, el temerario Humareda se enfrentó a uno de los grandes desafíos formales del siglo XX en el arte figurativo (como lo harían, en otras latitudes, un Picasso, un Soutine o un Bacon): ¿cómo conjugar la fuerza y la intensidad del claroscuro de Rembrandt o Goya, con el explosivo colorido de Van Gogh o Ensor? Es justamente esta propiedad sintética del espíritu andino; rural y urbano, católico y pagano, despreciador y admirador de lo europeo, comunitario y neoliberal, primitivo y sofisticado, que facilita al puneño a conjugar con desenvoltura a los maestros premodernos como Tiziano, El Greco, Velázquez, Rembrandt, Daumier y Goya, con las vanguardias postimpresionistas y la “nueva estética peruana”.

La obra del puneño, en relación a la pintura europea, resulta muy afín a la producción de Die Brücke. Humareda, a primera vista, podría ser catalogado como un perfecto expresionista de entreguerras. La pincelada vertiginosa, la intensidad cromática, la deformación expresiva de la figura coincide con la búsqueda de estos bravos alemanes.  Pero Humareda, ya lo dijimos, se sitúa en un contexto al margen de las escuelas europeas. Más allá de la etiqueta que se le adjudique, el maestro peruano se enfoca en el color, como alfa y omega del lenguaje pictórico, como materia prima de la belleza ideal.

Humareda es el pintor-héroe por excelencia; uno de esos individuos que se aproximan al arquetipo del artista crístico, alguien que va más allá del bien y el mal, y se posiciona voluntariamente al margen de los valores de su sociedad: para ver con claridad, para encontrar lo bello en estado puro. Los motivos no importan, todo es susceptible de transfiguración y purificación por el color: las calles de Lima, las corridas de toros, la anatomía humana o un par de viejos zapatos, devienen en una conmovedora avalancha de sensaciones cuando se encarnan en el lienzo de este espíritu salvaje e iluminado. En lugar de subordinar el color a la figura, en Humareda es el color el que incorpora la figura y la somete a su lenguaje. Como en ese juego infantil que consiste en encontrar formas en las nubes hasta que se desvanezcan en agónicas contorsiones, los cuerpos de Humareda emanan, efímeros e inestables, de una apoteósica marisma de color que parece anteponerse ontológica y estéticamente a las formas que de ella surgen.


Aunque afirmaba sostener misteriosas conversaciones con Sócrates, este superlativo pintor defendía una concepción platónica de la belleza. Todo es pasajero y sujeto a la mutación, excepto la belleza pura, que, a pesar de yacer en una realidad ideal, tiene el soporte sensual del color para acercarnos a su esencia; sobre todo cuando el que sostiene el pincel es un maestro y se llama Víctor Humareda.

domingo, junio 29, 2014

Colombianas las joyas

Después del desaguisado futbolístico que presentó Brasil para eliminar, con el jesús en la boca –como sentenciaban antaño las abuelas-, a Chile, Colombia vino a honrar al deporte y con una impecable actuación definida con dos brillantísimas joyas, eliminó a Uruguay y se encaramó a cuartos de final bañados de merecida felicidad e ilusión.
Las joyas fueron hechura de, primero, James Rodríguez que entre cinco uruguayos controló con el pecho exquisitamente, para disparar un zurdazo con potencia y efecto, y clavarla en las redes ante el inmenso pero inútil esfuerzo de Muslera. La segunda fue una maravillosa jugada colectiva que cambio de banda dos veces para que Cuadrado con la cabeza deje servido el balón para que el mismo James lo empuje y se suba a la cima de los goleadores del mundial.
Colombia tiene puntuación perfecta, cuatro jugados y cuatro ganados, pero a diferencia de por ejemplo Argentina o Bélgica (otros equipos con puntaje perfecto), muestra una solidez futbolística mayor, victorias más merecidas y convincentes, además de un atrevimiento y una estructura futbolística que no sólo depende del talento y la inspiración individual, aunque cuenta con cantidad de estas dos últimas.
La candidatura colombiana viene avalada por un infranqueable Ospina que ofrece seguridad máxima a todos sus compañeros; el liderazgo y solidez de un veterano capitán como Yepes, a quienes muchos ya habían retirado del fútbol antes de empezar el mundial, y hoy es uno de los mejores zagueros del torneo; tener en el medio dos mediocentros como Aguilar y Sánchez que cumplen siempre y otorgan equilibrio al funcionamiento; contar con un par de laterales tremendos como son Zúñiga y Armero que no tienen miedo de meterse hasta la cocina del rival con velocidad y tremenda osadía; y por último gozar de dos de los mejores jugadores del mundial, Juan Cuadrado el formidable extremo derecho, que con habilidad, desparpajo y precisión hace de las suyas ante cualquier rival que se le ponga enfrente (hoy por ejemplo Álvaro Pereira ya lo había tenido que derribar tres veces en cuatro minutos), y James Rodríguez, hasta la fecha y de forma subjetiva y objetiva el mejor jugador del mundial (el ranking Castrol lo situó como el mejor jugador de la primera fase y con semejante recital hoy, no creo que eso vaya a cambiar sino para mayor).
Muchos argumentos que esperanzan y embelesan a un país, a un continente y al universo futbolero que día a día se ve más seducido por los desbordes de Cuadrado, por la magistral zurda de James y por lo dicho antes. Don José Pekerman, a diferencia de Colombia, ya estuvo hace 8 años en cuartos de final con Argentina, esperemos que los aprendizajes de aquel entonces sirvan para estar impecables en esa enorme cita con el destino allá en las tierras de Fortaleza.

Sobre Uruguay y en particular sobre Suárez tres apuntes: a) El que más hizo para eliminar a Uruguay, con perdón de Cuadrado y James, fue el mismo Suárez que de forma injustificable mordió a Chiellini, dejando mermadas casi todas las posibilidades de su país en rememorar el “Maracanazo” de otrora. b) Lo de la FIFA es obsceno, la sanción (cuya aplicación era a todas luces imperativa) es absolutamente desmesurada y ausente de criterios ecuánimes: 9 partidos internacionales (aproximadamente un año de competición, se perderá con casi toda seguridad la Copa América de 2015) y 4 meses fuera del fútbol, por lo bizarro que es morder. Leonardo y De Rossi por criminales codazos que pusieron en riesgo la vida de Ramos y McBride en el ´94 y ´06 respectivamente, recibieron 4 partidos de suspensión. Lo que explicita que la gravedad de la lesión propiciada no tiene nada que ver con las sanciones otorgadas, y es mejor que sea el árbitro el que te expulse, así la FIFA no usa su atroz juicio mediático para sancionar al futbolista. La mordida fue grotesca y repugnante, pero Chiellini afortunadamente está sano y salvo, o sea que cuenta más lo antiestético y estrambótico del comportamiento para ser sancionado que la brutalidad para lesionar al colega. Lo único más grotesco del mundial que el bocado de Suárez es la institución presidida por Blatter, por este episodio y por incontables cosas más. c) Suárez es un jugador fascinante, pero lo imprevisible de su conducta daña de forma inopinada toda la planificación que sus equipos puedan realizar, además de herir y perjudicar por sobre todas las cosas a él mismo, que parece ser el peor enemigo que Luisito ostenta. Ojalá, por el bien del él y del fútbol, que Dr. Jekyll pueda vencer de una buena vez la batalla ante Mr. Hyde. 

Publicado en Página Siete

viernes, junio 20, 2014

Apuntes de la primera fecha de la Copa del Mundo

Dada la diferencia horaria seguro que allá ya habrán disfrutado de la primera “final” del mundial entre España y Chile, mientras nosotros vamos a realizar algunos apuntes de la primera ronda de partidos de la Copa del Mundo después de haber visto a todos los equipo más el bonus track de Brasil-México.
  • Brasil, quitando el genio de Neymar y la muralla que es Thiago Silva, no muestra nada para ilusionarse demasiado, además de que Scolari parece no tener un plan B para abandonar su mezquino esquema futbolístico, suerte para la verdeamarelha que Nishimura cobró un penal que sólo él y Scolari vieron de entre todos los habitantes del universo. Sigue como candidato pero con demasiado que mejorar.
  • España y Uruguay fueron víctimas de segundos tiempos arrolladores, por parte de Holanda y Costa Rica, respectivamente. Holanda sin mucha pompa, pero con un delantera rebosante de talento y enormemente inspirada, además del mejor partido de Robben en su carrera, destrozaron a una España en estado autista que no entendía que pasaba a su alrededor. La fórmula es la siguiente: Cantidades de talento + Inspiración absoluta + Ausencia de rival = Masacre total. Uruguay sufrió el mismo síntoma que España y Costa Rica con un Joel Campbell deslumbrante dejó al borde del abismo los grandes augurios de los orientales.
  • Colombia ganó merecidamente, pero el resultado exagera un performance que no justifica para nada una diferencia así.
  • Italia e Inglaterra jugaron un partidazo. Pirlo ofreció otro recital de fútbol con lugartenientes muy elegantes como Verratti y Candreva, ante una Inglaterra que sorprendió con su juego vertical e incisivo de Sturridge y Sterling creando peligro constante. Rooney pese a su formidable pase gol y detalles, sigue estando en deuda en las grandes ocasiones.
  • Drogba empezó desde el banco, pero su inmensa aura hizo que a los pocos minutos en la cancha, Costa de Marfil necesitara 100 segundos para dar la vuelta ante un difícil Japón.
  •  Francia ya no tuvo rival después del penal y expulsión del hondureño Palacios, y Benzema sin despeinarse desplegó su letal instinto.
  • Ecuador en la última jugada del partido fue a por todas y se quedo sin nada, en un partido curioso contra Suiza donde los 3 goles se convirtieron desde el mismo metro cuadrado del campo de juego.
  • Sabella compuso un desorejado popurrí futbolístico para salir a la cancha ante Bosnia, y tuvo la valentía que le falta a muchos entrenadores, que es reconocer el error y corregir antes que después. Dio ingreso a Higuaín y a Gago a las 45, armando su equipo de toda la vida, y la cosa mejoró. Messi con el golazo se quitó un tonelada de peso de la espalda, pero se espera mucho, mucho más de él.
  • Alemania trituró a Portugal, que fue víctima de Müller, de que Pepe crea que en el mundial juega con la misma impunidad con que lo hace en el Real Madrid y de la mala fortuna en las lesiones (Coentrao, Rui Patricio y Almeida), lo que le hace la derrota mucho más costosa que sólo por los goles recibidos. Lo de Müller es brutal, en mundiales tiene en 7 partidos y 8 goles convertidos, más goles que Messi (9/2), Cristiano (10/2), Drogba (6/2), Ribery (10/1), Rooney (9/0), Lampard (9/0), Ibrahimovic (5/0) y Agüero (4/0) juntos que acumulan 61 partidos y 7 goles, jugando todos ellos al menos dos mundiales cada uno. Si Thomas sigue con la misma estrella, podrá a aspirar a alcanzar a su compatriota Gerd Müller que hizo 14 goles en 13 partidos entre los mundiales del 1970 y 1974. 
  • El México del “Piojo” Herrera muestra que es un equipo sólido y que entiende a la perfección su libreto de 5-3-2, con un “Memo” Ochoa descomunal que acumula 2 vallas invictas y atajadas de antología. Jugará ante Croacia su pase a segunda ronda en lo que se vaticina como un partidazo.   

miércoles, mayo 21, 2014

Nadar hasta la orilla: Motivos de un campeón

“Atlético de Aviación, que pasó, un siglo de horas de vuelo, 

dos años en el retrete tras un doblete rozando el cielo, 

volando hasta la buhardilla, llorando por los rincones,
bajando a la alcantarilla, acariciando balones,
infartando en la ribera del Manzanares los corazones.”
Joaquín Sabina, Motivos de un sentimiento, 
Himno del Centenario del Atlético de Madrid

El Atlético de Madrid, o Aleti, como mejor se lo conoce en España, desde siempre ha llevado el apelativo de “el pupas”, lo cual podríamos traducir como “el kencha”, sin obviar los matices locales que cada una de las palabras abraza. Al pupas le tocaba rivalizar contra Real Madrid y Barcelona, los dos gigantes que habían tiranizado la liga española, impidiendo que en los últimos 10 años nadie, salvo ellos, pueda probar un bocado de la gloria.

El guía de los atléticos no era otro que el Cholo Simeone, emblema colchonero desde hace lustros, cuando con un gol suyo se obtuvo la Liga de aquel memorable doblete de 1995/96 (la última vez que el Aleti se había coronado campeón de Liga). Simeone, como futbolista y ahora como entrenador, siempre ha compartido una consanguinidad total con el espíritu atlético, descrita a cabalidad por esa arenga incluida en el himno del club “porque luchan como hermanos, defendiendo su colores, en un juego noble y sano, derrochando coraje y corazón” (quizás sin olvidar una que otra patadita de más, toda esta letra de canción muy en consonancia con otro equipo rojiblanco que le toco dirigir y al que también encaramó a la gloria contra todas las apuestas, Estudiantes de la Plata).

El Atlético de Madrid de Simeone ya había dado dos campanazos: en su primera temporada cuando llegó a salvar al equipo de un momento muy apremiante y terminó como campeón de la Europa League ante el Bilbao; mientras el siguiente año (mayo de 2013) rompió el embrujo de los merengues, derrotando en la final de la Copa del Rey al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabeu, rompiendo una desgraciada racha de 25 partidos sin que el Aleti le gane a su eterno rival. La afición enloqueció.

Sin su talismán Falcao (vendido al Mónaco), la campaña se presentaba con un mesurado optimismo, sobre todo por volver a jugar la Champions, pero cuando el Cholo fue interrogado en agosto (al inicio de la Liga) sobre las posibilidades de derrotar a los tiburones fue categórico: “No, absolutamente no. El Madrid y el Barcelona juegan una Liga diferente. Este es un campeonato aburrido. Habrá que esperar a otros repartos televisivos porque ahora la Liga es sólo de dos”.

Con el transcurrir de los partidos el Atlético aparecía domingo a domingo encaramado entre los punteros, con la humildad de nunca saberse favorito y entendiendo que salir campeón era una utopía que tarde o temprano se iba a descalabrar. El razonar esto no era descabellado, ya que hay verdades numéricas demasiado obvias, el presupuesto que maneja el Real Madrid es de 507 millones de euros, el de FC Barcelona 457 millones de euros contra 146 millones de euros de Atlético de Madrid. Esto traducido a fútbol es la posibilidad casi ilimitada de contar con el mejor talento y la mayor calidad de futbolistas sobre el orbe de la tierra, ergo Messi, Cristiano, Iniesta, Bale, Neymar, Sergio Ramos, Xavi, Casillas (en el banco), y un etcétera larguísimo; en el caso del Aleti, la necesidad de vender a Falcao.

Cuando Willy Cavallero, el excelente arquero del Málaga, paró de forma milagrosa remates de Villa y de Adrián en la penúltima jornada de Liga, cualquiera de esos disparos de convertirse en gol habría hecho campeón al Aleti en el Vicente Calderón, su insigne reducto a las orilla del madrileño río Manzanares. Pero la fortuna le fue adversa y su hinchada quedo con un amargo nudo en la garganta.

La identidad del Aleti y de su afición se erige en ser un equipo esencialmente sufridor, para el cual nada está hecho a la medida de lo fácil, y cuando todo parece estar servido, acaecen las fatalidades. De ahí que aprovechando el coraje y el humor de su afición, que se hayan destacado durante los años fabulosas campañas mediáticas llenas de imaginación, risas y sobre todo autoparodia, lideradas por aquella en la que un niño de 10 años después de cavilar y reflexionar largamente le pregunta a su padre “Papá, ¿por qué somos del Aleti?” a lo que el padre después de cavilar y reflexionar largamente no es capaz de responder. El sentimiento atlético se esconde en los meandros de los incomprensible, de lo irracional, pero de ahí surge su orgullo y su furor, aunque siempre en clave de que lo peor puede ocurrir a la vuelta de la esquina.

Perder semejante oportunidad de ganar la liga en casa, sacaba a relucir todos los fantasmas de una historia plagada de perversos espectros, y tocaba definir “la final” en el Camp Nou ante el megaBarça. La ilusión de los atléticos era incólume, pero siempre existía la sensación de ahogarse en la orilla, y que una temporada de ensueño que te había colocado en la final de Liga y de Champions podía quedar como una bonita anécdota y otra de las múltiples historias de derrota en los anales de la historia colchonera.

La primera media hora fue un reflejo de lo que podría entenderse como el sempiterno kencherio que se cierne sobre el Atlético de Madrid, lesión de su máxima figura, Diego Costa, cinco minutos después, Arda Turan, el talentoso del equipo también sale lesionado y para colmo de los augurios más nefastos, el Barça sin merecerlo, asesta un daga envenenada con el golazo de Alexis Sánchez. Todo parecía servido para otra inolvidable jornada de debacle.

No fue así, el espíritu indómito que el Cholo Simeone, había sembrado en el alma de sus guerreros se sobrepuso a la adversidad y empezó a encajonar a un timorato Barça contra su arco. Así terminó el primer tiempo. El segundo se inició tal cual había terminado el otro, con el Aleti avasallando con fuerza, temperamento y físico al rival, Villa tuvo dos, no fueron. Pero aprovechando su corpulencia y dominio de los aires (no por nada también se llamó como el Atlético de Aviación), Godín impactó con una brutal violencia un centro quirúrgico de Koke y así como un mago que larga un hechizo que ahuyenta a los fantasmas y espectros, el alma rojiblanca se sintió hirviendo de pasión y de regocijo por lo que hacían y venían haciendo los suyos desde que empezó la temporada.


Ante el pitazo final el Aleti había hilvanado una gesta inmensa del fútbol actual, había derrotado a los opulentos tiranos del fútbol español, y con un tercio de sus recursos, amplificados por el sacrificio, la valentía, la concentración, el insaciable ansia de gloria y la épica del equipo que se sabe más chico, conquistó lo que a todas las luces parecía inalcanzable. Conquistó incluso sus propios miedos y desterró en una gloriosa y soleada tarde de Barcelona a su alter ego de pupas. Así se erigen el Cholo y sus titanes, como aquellos intrusos, que en el mundo de los millonarios, con otros ingredientes pueden nadar brazada a brazada hasta la orilla, salir del mar ufanos, y gritar gozosos junto a su magnífica afición: Campeones, campeones, ole, ole, ole.  





Anuncios publicitarios que muestran la identidad colchonera.




miércoles, abril 23, 2014

Desteñido partido (¿se destiñe una leyenda?)

La primera semifinal de la Champions League 2014-15 nos dejó un sabor a poco después de 90 minutos que tuvieron un único equipo, el Atlético, con intenciones de plantear fútbol, mientras el rival, Chelsea, apeló una mezcla entre el Pink Floyd más Roger Waters con la República Democrática Alemana versión 1962, "The Wall" meets "El Muro (en este caso no de Berlín, sino de Stanford Bridge). Dicha fórmula le salió rentable a un Mourinho, que día a día va diluyendo su leyenda a plan de racanería, malcriadez y tristes artimañas (perder tiempo . Mourinho entiende el juego como pocos, pero prefiere que el personaje se trague al director técnico, y con eso deja plasmada un aura de grosería fuera de la cancha y una falta de ambición y carisma futbolístico en la cancha que ofrece síntomas alarmantes, no porque esté en una semi de champions (lo cual es un mérito indudable), sino porque Chelsea gastó la friolera suma de 130 millones de euros en transferencias y deja pasar un partido entero sin percatarse de que al frente hay un arco contrario el cual es susceptible de ser vulnerado.

El Atlético fue el único equipo con aspiraciones, puso su habitual entrega e intensidad, apostó por un triunfo que mereció, pero no estuvo fino, justamente los que mueven los hilos, los titiriteros futbolísticos del colchonero, estuvieron en una noche opaca, a Koke y a Gabi les falto la finura habitual y a eso se sumó una muy desafortunada performance de Raúl García, quien tuvo las mejores chances del lance, y una poco inspirada noche de Diego Costa, circunstancias que le restaron a los madrileños sus posibilidades de triunfo.

Terry, Cahill y David Luiz, delante de ellos, se cansaron de rechazar los innumerables centros que tiro el Atlético a la olla. Cuando ingresó Arda Turán, los locales consiguieron una dosis de inventiva que les había faltado en dos tercios del partido, y así estuvieron más cerca de alcanzar un triunfo merecido, pese a las escasas posibilidades de gol que resolvió un acertado Schwarzer, reemplazante del lesionado Peter Cech en el arco de los blues.

Queda una eliminatoria abierta con un Chelsea favorito, únicamente por la localía, ya que lo que viene demostrando no augura victorias calaras ni resonantes. La larguísima racha de Mourinho sin perder en casa en la Premier League se derrumbó el fin de semana ante el Sunderland, último de la competición y con eso casi se despidió del título. El Chelsea es vulnerable y su ataque es muy blando, un gol de Atlético en Stanford Bridge lo pondría en una situación inmejorable para clasificar. Mourinho pondrá sus velas a que sane Eden Hazard, el único jugador excepcional con el que cuenta hoy Chelsea y que estuvo ausente en el Vicente Calderón.

La obligación de ganar para el Chelsea y el de anotar para el Atlético nos ofrecerá una vuelta con más fútbol que este desteñido partido de ida, donde se juntaron el hambre y la falta de ganas de comer, esta última, la triste idiosincrasia actual de un Mourinho que no solo adolece de respeto por nadie, sino que parece haber perdido hasta el respeto y la consideración por su propia leyenda. El tiempo ya lo dirá.

miércoles, abril 02, 2014

Duelo de titanes con Posdata

En un Camp Nou como imponente marco, se enfrentaron dos equipos que se están jugando cuerpo a cuerpo las mayores glorias de la temporada (Liga y Champions); un Barça de corte clásico con esa pléyade de estrellas que viene deleitando hace más de un lustro ante un enorme e inopinado Atlético de Madrid, que pese a manejar presupuestos incomparables con la de los dos gigantes españoles, se ha erigido como una escuadra sorprendente, confiada, valiente, intensa, eficaz y ganadora, construida a imagen y semejanza de su entrenador el “Cholo” Simeone.

El encuentro estuvo a la altura de las expectativas con los roles muy marcados, un Barça dominador y con el control del balón liderado por un Busquets sobresaliente haciendo de titiritero en el centro del campo y un Aleti ordenado, áspero y solvente con Miranda como puntal de una defensa casi infranqueable.

El primer tiempo se tuvo las tempranas bajas de Piqué para los baulgranas y de Diego Costa para los colchoneros, reemplazado por su tocayo Diego Ribas. El juego transcurrió al compás del Barça, pero el peligro sobrevoló el arco de Pinto con dos remates de Villa, uno afuera y el segundo paradón.
La segunda parte cuando recién se iba armando el ajedrez, tras un pase de Gabi, Diego Ribas sacó un bombazo que se clavó en el ángulo de Pinto, dejando estupefacto a un Camp Nou admirado, mudo y pasmado.

El Barça no terminaba de agarrarle el pulso al partido hasta que acaecieron los cambios: entró Alexis, Neymar, que había naufragado hasta entonces, pasó a la banda izquierda, Iniesta se retrasó y la salida de Villa, replegó completamente a los atléticos. Poco tiempo pasó para que llegara el empate con un pase que cual mago se sacó Iniesta de la galera habilitando a Neymar que gatillo rapidísimo para vencer a Courtois, el cual parecía que era un gigante imbatible en la noche catalana.
Hoy no acudió a la cita Messi y Costa se bajó malherido apenas empezada la contienda; ellos eran los invocados a ser los abanderados del juego, pero en su ausencia surgieron Courtois con voladas impresionantes, Gabi como un pulpo recuperando balones en el medio, Diego Ribas con despliegue y un shot de antología, y por los culés Iniesta, cuando no, dijo presente derrochando talento, Busquets se comió la cancha y Bartra hizo que lo de Piqué pase a cuenta de anécdota. 

El resultado final deja con mejor sabor de boca a los madrileños, pero con una eliminatoria totalmente abierta que se define la próxima semana en el Vicente Calderón, con el antecedente de que este duelo de titanes se ha jugado cuatro veces esta temporada y hasta la fecha nunca han podido vencerse o, si se prefiere, derrotarse. Una incógnita se cierne sobre dos equipazos que seguro brindarán otra épica batalla el miércoles en Madrid allá en la ribera del Manzanares. 

PD: Ya sin restricciones de espacio quiero loar al Atlético de Madrid por haberle devuelto la ilusión a un fútbol español que estaba sumido en un dualismo intocable y aburridísimo; los colchoneros partido a partido se le miden a todo, están punteros en Liga, han empatado en Camp Nou y siguen sin ser favoritos a ganar nada, no importa. Lo que el “Cholo” Simeone y sus gladiadores vienen haciendo es la savia misma que riega la esencia del fútbol, competidores máximos que cuando entran a la cancha saben que son 11 contra 11, y sin entrar con calculadoras, ni con quinelas a priori. Cada semana hacen una irreverente gambeta al escepticismo del triunfo final, cada semana le otorgan oxígeno una liga asfixiada por la cómoda predictibilidad con la que vive el fútbol español hace ya demasiados años, refrendada por su cansina y forofa prensa deportiva. No sé hasta cuando y hasta donde llegará esta gesta, cómo el Borussia Dortmund que el año pasado se atrevió a medirse a todo y se quedó a nada de la gloria, pero son estos equipos, estas epopeyas las que permiten recordarnos el por qué de nuestra incurable enfermedad futbolera.

domingo, febrero 02, 2014

Philip Seymour Hoffman (1967-2014), el más grande, The Master

Muy probablemente lo vi por primera vez cuando interpretó a ese mozalbete jailón y colorado en “Scent of a Woman” que dejó en vereda al protagonista antes de que Al Pacino diera uno de esos discursos efectistas que tanto inspiran a las audiencias estadounidenses, ya asomaba maneras. Luego su presencia  se hizo recurrente, Brad, el mayordomo del verdadero Big Lebowski, actor fetiche del inmenso Paul Thomas Anderson persiguiendo como chiquilla enamorada y babosa al sobredimensionado Dirk Digler, cuidando como enfermero al viejo moribundo en “Magnolia”, lanzando vozarrones por doquier en “Punch Drunk Love” o adoptando en su secta a Joaquin Phoenix en “The Master”. También urdiendo un atraco perfecto que deviene en parricidio junto a Ethan Hawke y a su espectacular mujer, Marisa Tomei, a las órdenes de Sydney Lumet, luchando en leotardos por interpretar a Jesús y no a Judas en la obra Jesuscrist Superstar mientras malaconseja a su amigo Ben Stiller, poniendo voz de tipludo interpretando a Truman Capote,  o viviendo ese automartirio en la tremenda “Happiness” de Todd Solondz.

Un actor bestia, un intérprete desproporcionado, un histrión de talento inagotable. Con un físico regordete, con mofletes y nariz de tono rojo cirrosis, de cabellera rubio platinada, y una apariencia que siempre denotaba más años de los que él tenía (murió a sus 46 años solamente), apariencia que para cualquier otro no hubiera alcanzado para pasar de un eterno segundón en películas de medio pelo, Philip Seymour Hoffman nos dejó un legado en la pantalla, un catálogo de personajes impresionante y maravilloso, que en mi visión subjetiva y sesgada, se erigió como el mejor actor de los últimos 20 años en el cine mundial, nada más, nada menos.
Un monstruo en la pantalla, una voz y una presencia escalofriante, capaz de sembrar matices y dejar improntas allá donde aparecía. No por nada el catálogo arriba mencionado y tantas otras películas poderosas y enriquecidas siempre, por el mero hecho, de contar con Hoffman y con su inabarcable presencia. Lo hemos perdido pero perdurará su legado plagado de su inherente gracia y autoparodia, su fuerza y patetismo, y tantos y tantos otros rasgos y detalles que lo hicieron ser ese gigante en 35mm. 
 Me he tomado el tiempo de contar cuantas pelis había visto de Philip Seymour, y resultó que eran 22, la verdad es que es un montón, no sé de cuantos actores pude haber visto tantos filmes, apostaría que de ninguno, y en todas, aunque fuera por minutos, se robaba el show, Hoffman siempre ponía el listón ahí arriba, donde sólo él brillaba haciendo cualquier película mejor. Adios, Philip Seymour, te echaremos mucho de menos, gracias por las risas, por las lágrimas que nos tragamos, por las memorias, y por lo que huelga decir. En la sabiduría popular del gran René Higuita, una vez escuche que decía "en esta vida no hay niño feo, ni muerto malo", en este caso el muerto no es malo, en este caso el muerto era el mejor. The Master.


domingo, enero 12, 2014

Alí, el epítome de las fuerzas vivas



“N´golo era una palabra congoleña que significaba fuerza, fuerza vital. Podía aplicarse al propio ego, a la posición social, a la fuerza física o al impulso sexual. Era indudable que Alí se sentía despojado de la parte que en justicia le correspondía. Durante diez años la prensa había estado estafando a Alí en relación con el n´golo. No importaba que poseyera tanto como cualquier otro norteamericano; él quería más. No es el n´golo que se posee, sino aquel que le niegan a uno, lo que suscita las más violentas histerias del alma. Por consiguiente, en modo alguno podía permitirse el lujo de perder aquel combate. Caso de perderlo, escribirían los epitafios de su carrera, y los muertos no poseen n´golo. Los muertos se están muriendo de sed, según reza un antiguo proverbio africano. “  Norman Mailer, El combate


Desde mis primeros años de vida vengo oyendo de una leyenda llamada Muhammad Alí, que luego aprendí que era un boxeador. Dicho peleador previamente se había llamado Cassius Clay, antes de cambiar de nombre y religión para pasarse al credo del Islam, quien además se negó a ir a una guerra en Vietnam, por lo cual le usurparon el título mundial de los pesados en la época dorada de su deporte. Oyendo de refilón a los mayores también supe que este sujeto tan contestatario había sido parte de muchos de los mejores combates bosxísticos de todos los tiempos.

Ya muchos años después, me tocó ver un documental titulado “When We Were Kings” que narraba todos los avatares que rodearon a una de las peleas más memorables de la historia, el “Rumble in the Jungle”, que enfrentó a Muhammad Alí, el retador y a George Foreman, campeón del mundo.


El documental de Leon Gast es un complemento audiovisual perfecto al libro de Norman Mailer “The Fight”, traducido como “El combate” (Contra, 2013), ya que ambas se enfocan de lleno en el evento que encumbró a un nivel de leyenda eterna a Muhammad Alí.

El entorno de la pelea es fabuloso, enclavada allá en 1974 en la tórrida Kinshasa, capital del ex-Congo belga, en ese momento de la dictadura de Mobutu Sese Seko denominado Zaire entonces, y hoy rebautizado como la República Democrática del Congo. País situado en el corazón de África era el anfiteatro de un combate que parecía que iba ser el descarnado adiós a Alí,  a su incontenible orgullo y verborrea y a sus aspiraciones a mayor gloria deportiva.  

Alí volvió en 1970 a los cruadriláteros después de más de tres años suspendido por su negativa de “servir” a su país yendo a Vietnam, y perdió su invicto contra Joe Frazier en 1971 en el combate titulado como “The Fight of the Century”, narrado también por Norman Mailer en un libro llamado “En la cima del mundo” (451 Editores, 2009). Desde entonces Alí pese a su inconmensurable talento , ya no fue considerado un luchador invencible, tanto a así que fue derrotado también por Ken Norton en 1973, aunque en sendas revanchas se vengaría tanto de Frazier como de Norton.

El ocaso de Alí se vislumbraba, ya que enfrentaba a un brutal Foreman que había destrozado tanto a Frazier como a Norton. Un peleador bestial que demolía a todo contendiente que se le pusiera enfrente. Una máquina de triturar carne, a quien todo el mundo le auguraba un triunfo ante el envejecido Alí. Mailer, nos refiere a los campeones de peso completo como quizás el más aterrador de los asesinos desarmados, y contrapone a ambos púgiles de la siguiente manera “uno de los motivos por los que Alí inspiraba amor (y relativamente por respeto hacia  su fuerza) era el hecho de que su personalidad sugiriera invariablemente la idea de que no sería capaz de causar daño a un hombre corriente, sino que se limitaría a zafarse de cada ataque mediante un mínimo movimiento, y que pase el siguiente. Foreman, en cambio, era una amenaza real. En cualquier pesadilla de matanza, atacaría y atacaría”. 

Tanto el documental de Gast, como la crónica de Mailer, te van adentrando en todo un novelesco envoltorio de la pelea, donde siempre sobresale la irrefrenable locuacidad de Ali que es la única emisión optimista (además del entrenador del mismo, Angelo Dundee) que refrenda que él vencerá a Foreman; todos los expertos, la prensa especializada y los entornos cercanos a los púgiles parecían estar convencidos de que Foreman terminaría con Alí sin demasiada dificultad.   

En sendas narraciones, ambas magníficas, a uno se le van desvelando detalles de lo que se cocía en torno a la pelea, las singularidades de los luchadores y de sus respectivos entornos, las peculiares rutinas de entrenamiento, los miedos soslayados de un lado y el derrochador optimismo del otro lado, la guerra mediática entablada por egos más poderosos que los mismo músculos y todas las fuerzas y ritmos atávicos de la mágica África negra, donde según la filosofía Bantú se cuenta que “los muertos se están muriendo de sed”.   

El preludio del combate tiene como trasfondo los lugares de entrenamiento, y Mailer lo define diciendo: “De sobra era sabido que un campo de entrenamiento se propone el objetivo de manufacturar un producto: el ego de un púgil”, y para labrar esa buena condición física para afrontar la pelea, esta era entendida por el mismo autor como “el principal misterio del boxeo. Se trata de un insólito estado del cuerpo y de la mente que permite a un peso pesado poder moverse a alta velocidad por espacio de quince asaltos. Lo cual no puede lograrse por un simple acto de voluntad”. Además de referirse a la personalidad de un campeón de peso completo explicitando a que “no habría muchos psicópatas capaces de soportar la disciplina del boxeo profesional.”

Alí y sus descargas dialécticas trataban en todo momento de herir el ego y la vanidad de Foreman, Mailer nos aclara que “no existe actividad más vanidosa que el boxeo. Un hombre sube al ring para provocar admiración. Por consiguiente en ningún deporte puede verse uno más humillado.” Y de ahí que Alí contrapusiera su estilo estético y danzarín con los patosos movimientos de momia que tenía Foreman: “Alí se esforzaría al máximo con el fin de que Foreman se sintiera torpe. Si, cuando resultaba más temible, Foreman se parecía a un león, y luchaba como un león, en sus peores momentos se asemejaba a un buey.”

Gast nos deja arrobados con todas las ráfagas musicales que daban un aura más que teatral al combate con los ritmos de James Bown y Miriam Makeba, y Mailer también nos divierte con las bufonescas apariciones de los estrambóticos y carismáticos esbirros de Alí y Foreman, Drew “Bundini” Brown y Elmo Henderson, ambos entrelazados en una pugna de metralla verbal, aporreándose con atronadoras palabras como palos para humillar al jefe de uno y otro mientras se cruzan en un corredor. Bundini decía no saber leer, ni escribir, pero se solazaba en afirmar que sí, sabía hablar (tanto así que a él se atribuye la frase “baila como una mariposa, aguijonea como una abeja.”). La batalla no tenía cuarteles, se destilaba en todos los confines de Kinshasa, nadie sabia el desenlace, pero todos lo intuían. 

El relato de Mailer tiene además la magia de la intimidad, el de haber estado ahí y haber sido parte del tinglado; por ejemplo haber corrido con Alí por las calles de Kinshasa pocas noches antes del combate, el tomar partido hacia Mohammad e irlo declarando cada vez menos de soslayo hasta afirmar de no querer pasarle su kencherio al púgil de su preferencia o el relato de la resentida actitud de niño malcriado que exhibió Bundini en el vestuario previo a la pelea porque Alí no quiso usar la bata que este le hizo confeccionar para la pelea, la cual combinaba con el atuendo de Bundini, y como Muhammad consoló y reanimó los espíritus de uno de los talismanes de su esquina.

El combate llegó el 30 de octubre de 1974 a las 4 de la madrugada en el estadio 20 de Mayo de Kinshasa, y rompió todos los pronósticos, todos los vaticinios y todas las aproximaciones que se habían realizado: Alí salió a agredir a Foreman de entrada y de forma atrevida y arriesgada disparando directos de derecha, confundió y desconcertó a su rival,  luego en vez de bailar, como el mismo reiteró incontables veces que lo iba a hacer, el de Kentucky se fue hacia las cuerdas y allí espero a Foreman, inclinado y apoyado en estas recibió golpe tras golpe de su cruel rival resistiendo los impactos con codos y puños, transmitiendo a las cuerdas y no a las piernas los impactos, para que en cada desconcentración de George, lanzar contraataques punzantes. Todos entendieron esto como una locura, pero como subraya con agudeza Mailer sobre esto: “¿qué es la genialidad sino el equilibrio al borde de lo imposible”. La confusión y la suma de impactos bien asestados fue mermando las fuerzas, la moral y la resistencia de Foreman. El quinto asalto fue el más memorable en el que ambos luchadores tuvieron momentos grandiosos y propinaron ristras de golpes colosales; después de dicho asalto la desconfianza y escepticismo de los comentaristas Jim Brown y Joe Frazier, quienes no daban un duro por las posibilidades de Alí, fueron mutando y como rascándose los ojos se iban percatando de que lo imposible se iba tornando en realidad. La incredulidad curándose con el ver para creer.

“Un hermoso final perduraría en la leyenda, mientras que una victoria anodina y sin brillo lo dejaría a medio camino de la leyenda –sus amigos lo ensalzarían en exceso y sus enemigos lo pondrían en tela de juicio–, siendo esta la situación que más suele afligir a la mayoría de los héroes”, pero Alí después de una trompada magistral y sin golpear de nuevo a Foreman para no entorpecer la maravillosa estética de su derrumbe, se alzó de nuevo en el campeón del mundo por knock out (primera y única vez que Foreman fue knockeado en su ilustrísima carrera de 81 combates y casi 30 años de duración), haciendo carne de lo imposible, habiendo diagramado una estrategia secreta que no entendieron ni propios ni extraños, y erigiendo su leyenda hasta la estratósfera para ser considerado el mayor boxeador de todos los tiempos y uno de los deportistas más colosales que haya pisado la faz de la tierra.


Años después constaté que la epopeya del “Rumble in the jungle” es una de las cumbres de la épica deportiva, y el hecho que Leon Gast y Norman Mailer nos hayan entregado dos testimonios tan emotivos como vívidos de un evento semejante no hacen más que justicia a un combate, a una época, pero sobre todo a un personaje que en palabras de su propio idioma siempre será larger than life.