lunes, octubre 01, 2012

Un burdo threesome al cliché: Oliver Stone y su último filme "Savages"



Mi primer recuerdo de Oliver Stone se remonta a mi tierna infancia cuando fanatizado por las películas bélicas, evoco con amargura que mis padres se negaron a llevarme a ver "Platoon" (Pelotón), a lo cual siguió tal indignación de mi parte que el año siguiente inopinadamente me enviaron al cine junto a mi hermano y mi abuelo a ver "Full Metal Jacket" (Nacido para matar), la cual era incluso menos apropiada para un niño de 10 años que la de Stone. 

Mi segunda memoria sobre Oliver se remonta a la adolescencia, en los albores de salir del colegio, cuando en patota con los amiguetes vimos "Natural Born Killers" (Asesinos por naturaleza) la cual nos impactó tremandamente y provocó en uno de los changos la frase "vamos a patear taras", arrebato que provocó en mi una desproporcionada vergüenza ajena bajando los decibeles de la impresión que había causado en mi el filme mencionado. 

Muchos años después, Oliver Stone no es precisamente un director en forma, incluso es fácil encasillarlo entre los realizadores fuera de forma por lo que viene haciendo hace ya casi 15 años, donde ha primado la faceta política (siempre ha estado fascinado por la política, p.e. "JFK" o "Nixon" dentro de su filmografía) de defensor de las izquierdas latinoamericanas (haciendo apologías de Castro, Chàvez, Evo, etc.) y mostrando una crítica faceta de George W. Bush en "W.".

Adentrándonos un poco en la obra del polémico director estadounidense, vemos que pese a su fama, pocos han sido sus triunfos rutilantes y desde una perspectiva muy personal sólo me atrevería a señalar las mencionadas "Natural Born Killers" y "Platoon" como grandes acierto fílmicos que dejaron buenas memorias; el resto demasiada paja y escasísimo trigo.

Con el fin de recobrar algo de auge en el mainstream y recuperar revuelo mediático y buena taquilla se lanzó en su último proyecto, "Savages", a retratar una historia fronteriza de narcotráfico con una pléyade de actores famosos (Benicio del Toro, Salma Hayek, John Travolta y Demián Bichir) acompañados por incipientes caras bonitas como actores principales.

El resultado es un bodrio de proporciones mayúsculas, donde la idea o la secuencia más aceptable del filme retumba a recontracliché o a vil copia. Los personajes principales, dos maestros del tráfico de drogas políticamente correcto (valga la paradoja) de la súper marihuana, Ben y Chon, son, el primero un altermundialista que ayuda a los niños de África, sueña con vivir en las playas de Indonesia y quiere dejar el negocio del cáñamo para dedicarse a las expansión de energías alternativas y ecológicas; el segundo, por otra parte, fue ex-combatiente de Afganistan (de donde trajo las mejores semillas macoñeras del orbe) e Irak, perturbado y violento que tiene una guarnición de amigos en plenas playas californianas con la mitad del armamento de Bruce Wayne. A todo esto mientras saborean sus ganancias a plan de surf y fumadas en bongs, compartiendo sin resquemores el amor de Ofelia (Blake Lively), su californiana diva, la cual goza, según sus palabras, de como el psicópata Chon la culea y el budista Ben le hace el amor. 

Todo ese estereotipado rollo nos los escupen a la cara en menos de 15 minutos, hasta que se meten en la trama los mexicanos, otra infame burla de caracterización donde Del Toro es el despiadado matón y Salma Hayek es la cruel reina del cartel, la "Madrina" (uno no entiende como se prestan a estas cosas), que además tiene a una malcriada, despilfarradora y arrecha hija estudiando en California que apenas quiere hablarle a su madre. Para colmo los oriundos de Tijuana utilizan para comunicarse con nuestros "macoñeros buen rollito" el ringtone de El Chavo del Ocho. ¡Se imaginan!

Para controlar el negocio de los magistrales botánicos californianos los carteleros raptan a su preciada ninfa y la película girará en los grandes ardides informáticos y armamentísticos que Ben y Chow usan para rescatar a su tercio de naranja.

No existe secuencia, giro de tuerca o uso musical que no haga mofa del espectador, tratándolo como tarado (como apunte cuando están de camino al desierto para un encuentro final copia la música Leone, cuando la "Madrina" llega a EEUU usa música Iñárritu cortesía de Santaolalla, y así podríamos seguir enumerando). Te podrías echar unas risas, suponer que es una película en cachondeo, pero es imposible entrar en complicidad con Stone y con las barrabazadas que te cuenta, utilizando para rematar un final doble con el recurso de rewind "a lo" Haneke en Funny Games. ¡Vomitivo! Para terminar la película, como no, en la laguna azul follando en trío.

Quizás, después de tantos desplantes que ha hecho a su carrera el mejor parado de todo el filme sea un halopécico Travolta, muy mal por Hayek y Del Toro, que pese a ese gustito que ostentan por la autoparodia, se presten a tremendo mamarracho.

Sabemos que gigantes de la dirección como Egoyan, Kusturica o Wong- Kar Wai no están pasando sus momentos más inspirados, y no es que quiera comparar a estos monstruos del cine con un pueril Oliver Stone, ¡que las deidades me libren!, sino que no estar inspirado o tener a las musas extraviadas, no es justificativo para ejecutar un harakiri cinematográfico tan burdo y poco ceremonioso como lo es "Savages", y con el agravante de hacer salpicar al público tus hediondas vísceras.  Pésimo por Oliver Stone, del que ya no queda ni el buen recuerdo de la niñez, quien debería dejar sus aspiraciones de mainstream, dejar de lacerar al ya vilipendiado cliché y colgar los botines, o quizás como último suspiro hacer un favor mutuo viniendo a Bolivia a colaborar con Sanjinés para hilvanar una magnífica secuela de Insurgentes.