lunes, mayo 19, 2008

Anthony Bourdain: sin reservas


"Algo muy sustancioso encierra la cocina además de los sabores, a la manera de un misterioso recipiente en el cual se van depositando y sedimentando una infinidad de conocimientos de la vida y costumbres de los pueblos."

Beatriz Rosells Montalvo, La gastronomía en Potosí y Charcas. Siglos XVIII, XIX y XX.

Anthony Bourdain transita por distintas regiones del planeta siguiendo los sabores y productos que se crean en ellas. Muestra los resultados de su búsqueda en un programa de televisión (en Bolivia lo dan en el cable, en Travel Channel). Y este programa es también un festín de inteligencia y buen humor.


Para Bourdain, el análisis gastronómico no es la única preocupación: confluyen en su mirada las costumbres, las realidades socioeconómicas y las características profundas del lugar de donde prueba sus manjares. Así, tantear un plato de arroz con pollo en Singapur es también un pretexto para reflexionar sobre la fusión cultural que han vivido esas tierras; saborear una feijoada en Brasil lo lleva a discurrir sobre el sufirimiento de la esclavitud y la infinita creatividad humana para resistir y reinventar las posibilidades para seguir sobreiviendo.

Y estas actividades no son esbozadas desde el burdo folclorismo con el cual muchas veces Occidente se acerca a los recónditos rincones que aún quedan en la "aldea global". No hay asombro paternalista en el acercamiento, no hay intentos activistas por curar demonios propios (antropólogos ingenuos abstenerse). La relación se basa en la celebración compartida, en el respeto genuino, en el sentido del humor que crea comunión. Todo esto condimentado con amor por la palabra, ojo dilucidador y observaciones sugerentes y divertidas

En el fondo, tal vez sin pretendérselo, Bourdain expone a la comida como un hecho social total y un prisma de conocimiento. En ese sentido, la comida es el resultado de una suma de fenómenos y relaciones sociales pero es también un espacio para acercarse a características esenciales de una cultura determinada. Y aquí entra en juego un argumento epistemológico.


Mientras las ciencias sociales se han preocupado tradicionalmente de "los seres humanos" desde confusas abstracciones, complejos sistemas, inexistentes leyes y burdas estructuras, la verdadera vida social transcurre en lo cotidiano entre acciones esenciales que van desde comer y follar hasta morirse por un equipo de fútbol o una última botella de singani. Como dice Ferrarotti, la "pulpa" de los seres humanos está en la vida cotidiana y no en estructuras imaginadas desde un escritorio amurallado contra el mundo. Hay, entonces, mucho más posibilidad de conocimiento de una cultura en un plato de comida que en una sofisticada encuesta, en una reflexión sobre sabores que en una ajena entrevista "en profundidad".

Y pienso: ¿dónde llevaría a Anthony Bourdain si viniera por La Paz? Lo llevaría a comer un buen picante en el "Opiparo" un jueves en la tarde (una expresión de la grandilocuente forma de comer de los paceños y de la vida cotidiana de los empleados públicos); lo llevaría a comer unos anticuchos a "Las Velas" (el alcohol como actividad fundacional de estas tierras, el cobijo del calor que siempre dan las polleras); lo llevaría a comer salteñas de fritanga en "Salteñas Chuquisaqueñas" (nuestra comida rápida, mezclando empanadas ajenas con el relleno marcado por el condimento característico de nuestra comida); lo llevaría a comer un api caliente con empanadas infladas viendo "Shaolin Soccer" en Las Alacitas (una fusión extrema de temporalidades y valores remotos con complejos procesos contemporáneos)... la lista tiende a ser infinita: una trucha al ajo en Huatajata, a orillas del Lago Titicaca, una salchipapa del "Salchipapero nazi" en Miraflores, unos riñoncitos en la cancha Zapata. La Paz es un laberinto de sabores, ingredientes y platos deliciosos, un espacio donde se pueden buscar cada día festines legendarios. Sigamos buscando, se aceptan sugerencias.

miércoles, mayo 14, 2008

“El Lustra”: Personaje mordaz y sin panfletos


El pasado lunes 12 de mayo se presentó, en el insigne boliche Malegría, el nuevo comic llamado “El Lustra” creado por Damian Moreno (dibujos y textos) y Alvaro Urdininea (textos), más conocidos como Madmian y Urtica.

La edición, de estética sobria, se cuela perfectamente a las intenciones de los autores: invitar al lector a un viaje por la urbe de La Paz a través de los ojos de un personaje pobre y callejero pero más despierto que la mayoría y provisto de una sardónica lucidez que, la mayor de las veces revela, literalmente, lo animales que somos. El Lustra es un niño que, como todos los niños, la tiene más clara que el adulto promedio y, además, su condición de lustrabotas le obliga a transitar por los niveles más opacos de la realidad. Sobre este último aspecto es necesario recalcar el esfuerzo de los creadores de no pretender, bajo ninguna circunstancia, caer en panfletarismos sociales respecto a la pobreza o a la discriminación que, sin necesidad de ser resaltados con moralismos banales, están ahí, omnipresentes pero sin quitarle, en ningún momento, el protagonismo a la astucia y diafanidad de “El Lustra”, dibujado con trazos sencillos pero llenos de significado, al igual que los trazos que retratan nuestra barroca y kafkiana ciudad.

¡Felicidades a los creadores! Esperemos ver que los pequeños y entrañables ejemplares de “El Lustra” pueblen peluquerías, cafés, quioscos, pensiones y hogares, e induzcan a nuestra población a leer algo diferente que los anuncios eróticos del periódico y/u Og Mandino (para las clases altas)…

martes, mayo 06, 2008

Mis cinco predilectas: Dirección de fotografía en una película

A continuación emito una lista de los cinco filmes que más me han impresionado por el tratamiento de la imagen. No hay un orden específico y fácilmente podría emitir cinco listas más como ésta con películas con una fotografía igual o mejor que las mentadas, empero, lo sabemos, lo bueno y lo malo de un top 5 es la exclusión. Ahí vamos.


Les vacances de Monsieur Hulot (1953): Tati es uno de los Maestros menos reconocidos en la historia del cine. Se trata de un autor moderno con todas las de la ley que, además, tuvo una propuesta tan singular que hasta hoy su obra parece inclasificable, extraterrestre. En cuanto al tratamiento de la imagen, logró una poesía de inconmensurable belleza: a la vez sencilla y meticulosamente compuesta. En Les Vacances de M. Hulot, junto a Jean Mousselle y Jacques Mercanton, nos transporta, a través de bucólicas postales veraniegas plagadas de delicadeza, a una ensoñación casi infantil donde el burgués adulto se ridiculiza de una manera tan cómica como en Mafalda o Charlie Brown. Imperdible para los amantes de la fotografía y en especial del blanco y negro.


Naked Lunch (1991): Reconstruir una Tánger de época, pesadillesca y atravesada por la ominosa subjetividad de Bill Lee (héroe de la travesía y alter-ago de William Burroughs) fue el reto que se propuso David Cronenberg al abordar semejante desafío de adaptar El Almuerzo desnudo. Al final se optó por una película de estudio al cien por cien (de hecho se filmó en Canadá). Peter Suschitzky, maestro de la fotografía en estudio y de la luz afiebrada, consiguió ambientar las torturadas rutas de Interzone de manera espléndida además de lograr una química formidable con el equipo de dirección de arte para mostrar la monstruosidad con suma elegancia y belleza.




Dolls (2002): En Dolls el color es la sustancia misma que sustenta la estructura de la historia; concebida inexorablemente para plasmarse en celuloide. De una belleza mitad humana, mitad divina, esta película se sirve de las gamas cromáticas como una sinfonía se sirve de las notas musicales para generar aquello que todo arte debe generar: emoción y a raudales. El color abraza a los personajes y su tratamiento penetra al espectador y lo embriaga con una embriaguez de emociones puras, de prístina alianza con la naturaleza.




In the mood for love (2001): Wong Kar Wai es el rey de la sensualidad en la pantalla. La historia del cine es testigo de muy pocos relatos tan líricos y poéticos como In the mood for love. Aquello se logra a través de un trabajo inspirado de sintonización de medios para transmitir esa trágica experiencia del amor irrealizable. La imagen, a cargo del genio Christopher Doyle y de su colega no menos talentoso Mark Li Ping-Bing, deviene cómplice de dos corazones ansiosos y reprimidos, cómplice del estremecimiento mismo. Esto mediante una combinación casi impresionista de la temperatura de color, de los contrastes y las texturas además del manejo meticuloso de una óptica intimista y unos movimientos de cámara devenidos en sublime coreografía. ¿El resultado? Posiblemente la mejor película del siglo XXI.




Touch of evil (1958): Se trata de una obra vanguardista a más no dar. El plano-secuencia inicial es, por sí solo, un momento de los más grandes de la historia del cine, de la dirección de fotografía y de la puesta en escena. Este plano anuncia ante todo una cosa: una película abismal. Quizás precediendo a Sin City, Welles y Russell Metty componen una atmósfera irreal y perversa a través de una combinación espectacular de gran angular, claroscuro y contrapicado además de las implacables intermitencias luminosas que posteriormente llenaron de ominoso suspenso las pantallas de Lynch, Fincher o Aronofsky.


jueves, abril 24, 2008

Boletín de noticias descartadas

Perro produciendo un truño, Diego Loayza (puntabola)

1. Un caballo corre desbocado por la línea del horizonte. Un soldado del ejército perdedor sale a su encuentro e intenta detenerlo, pero el animal está como endemoniado. El soldado ve que de las alforjas sujetas a la montura se ha caído un papel. Se trata de una carta. El soldado rasga el sobre y un líquido de color violeta mana del interior. Pronto, aquella sustancia viscosa, casi sólida, devora todo el cuerpo del soldado y regresa al sobre arrastrándose lentamente. Tras unos segundos de digestión, la carta escupe los huesos del soldado. El sobre se cierra como si nunca hubiera sido abierto por nadie. El viento lo arrastra.

2. Un caimán calienta su sangre fría en las arenas del río. Bajo el agua hay una antigua ciudad sumergida. La oficina de correos es lo único que continúa funcionando, el último estertor de una civilización olvidada.

3. Interior del hotel Doña Panchita. Un hombre se asoma a la ventana. Por la calle pasa un desfile del ejército perdedor que regresa a casa para celebrar la derrota. El cajón del nochero a sus espaldas empieza a vomitar el líquido violeta.

4. Un automóvil negro se detiene frente al edificio del Gobierno Central. Alguien se acerca al vehículo y recibe un sobre de una mano que sobresale por la ventanilla entreabierta.

5. Un perro estreñido intenta cagar en un parque. Un anciano lo observa desde una banca. El perro sigue sin poder cagar. La cosa se prolonga demasiado. El anciano se incomoda y mira a otro lado. Finalmente, del culo del perro surge una delgada película del líquido violeta. El perro se aleja corriendo.

lunes, abril 21, 2008

Herzog, el hombre abismal y la naturaleza pornográfica

"[On the jungle]
We have to become humble in front of this overwhelming misery and
overwhelming fornication... overwhelming growth and overwhelming
lack of order. Even the - the stars up here in the - in the sky look like a mess.
There is no harmony in the universe. We have to get acquainted to this
idea that there is no real harmony as we have conceived it. But when I say this,
I say this all full of admiration for the jungle. It is not that I hate it,
I love it. I love it very much. But I love it against my better judgment."
Werner Herzog, "Burden of Dreams", Les Blank


Dentro de inmenso paisaje que es la filmografía del maestro alemán Werner Herzog, hay unas cuantas películas (probablemente algunas de sus más famosas) que he tenido la suerte de contemplar y admirar, contaminándome de sus más hondas e inquietantes preocupaciones y fascinaciones; me refiero a obras como “Aguirre, la ira (cólera) de dios”, “Fitzcarraldo”, “Cobra Verde”, o documentales como “My best friend”, el reciente “Grizzly Man” o el monumental “Burden of dreams” que sin ser suyo narra sus peripecias en el rodaje de “Fitzcarraldo”.

Creo que todas estas cintas tienen en común unos cuantos aspectos que son: la presencia desmesurada, abrasiva y omniabarcante de personajes abismales, seres que disfrutan caminar al lado del precipicio, columpiarse en el barranco, deambular por pantanos o arenas movedizas, coquetear con el infinito o sea con el fin y otro rasgo insoslayable la esencial, intrínseca y polémica relación con la naturaleza.

Los intérpretes vivenciales o fílmicos de este personaje u hombre abismal son Klaus Kinski, alterego fílmico de Herzog en toda su saga de “colonizadores”, Timothy Treadwell, el ecologista misántropo que amaba, veneraba a los osos pardos como para vivir entre ellos en “Grizzly man”, y por último el mismo Werner Herzog, azotado por sus sueños, pasiones, desmesuras y locuras en “Burden of Dreams”.


1. Me suscitó escribir esta líneas el hecho de haber visto hace poco “Grizzly Man”, un hermoso, peculiar y “salvaje” documental que cuenta las peripecias de Timothy Treadwell, que vivió durante trece veranos seguidos en Alaska con los osos pardos, lugar donde encontró su razón de ser pese a las constantes tribulaciones consigo mismo y con sus congéneres, encontrando una paz única y una suerte de inmolación en complicidad con sus amados compañeros de hábitat. “Grizzly Man” es un documental que Herzog elabora con una inmensa cantidad de material que Treadwell rodó durante sus viajes a Alaska, Herzog loa el innato talento para la narración documental que ostenta el “hombre oso” siendo el camarógrafo, director, actor, narrador y hasta montador en muchos casos, de su propia obra.

Obra en bruto que Herzog dibuja como una radiografía del hombre y de sus obsesiones matizada, sin maniqueísmos por la gente que lo conoció y que compartió su vida y su muerte. Pero lo más seductor de este trabajo, es que “Grizzly Man” parece una película de ficción de Herzog en clave documental en la que el inventó a un documentalista, ecologista y misántropo que con su indómito espíritu y su cámara trazó su propia vida y muerte. Herzog siente profundo parentesco con Treadwell en su faceta de documentalista y una admiración desbordante por su inestable personalidad y obsesión.

De ahí que Treadwell entra al panteón de seres brutales como Aguirre, Cobra Verde o el mismo Herzog de “Burden of Dreams”, hombres con montañas demasiado altas para trepar, hombres tan pertinaces que nada los hace descansar, obsesiones tan gigantes que siempre los terminan consumiendo por no decir extinguiendo, hombres que caen ante el insondable abismo de su propia ambición, equivalente esencial de su propia entidad o de su patológica personalidad.


2. En las deambulaciones fílmicas aludidas, Herzog siempre tiene como trastienda o escenario a la naturaleza, en su febril y avasalladora naturaleza (valga la redundancia). “Aguirre” y “Fitzcarraldo” discurren en las frondosas y aterradoras selvas amazónicas donde los personajes tienen entre sus más terribles adversarios a esa insondable y pertinaz bestia, que es el entorno que los irrita, los aflige y les condiciona sus sueños y anhelos.

“Grizzly Man” tiene como otro personaje no a los osos, sino la naturaleza que estos representan y cómo Treadwell ve en ellos y en la naturaleza, a los antagonistas del asqueroso e incomprensible mundo burocratizado de los hombre. La naturaleza para Treadwell tiene esa pureza prístina y primigenia que lo hace suspirar ante cada manifestación de ésta, como ser en las contundentes cagadas de los osos. Herzog se vale de la inocente mirada de Treadwell para insinuarnos su visión cruda y anti-romántica de la naturaleza, cuando Timothy observa los miembros de oseznos mutilados por el mismo padre para poder seguir fornicando a la madre. Herzog aludía que Kinski veía belleza y erotismo en las entrañas del amazonas, él no, veía obscenidad, pornografía, dolor, chillidos, fornicación. En resumen, muerte.

Lo que para Treadwell era una visión romántica, un tanto inexplicable, para Herzog es una matemática de dolor, supervivencia y muerte que lo fascina pero no lo embelesa, y creo que es por esa lúcida, atenta y escrutiñadora mirada que Herzog ostenta, que él es el único, de todos esos hombres aludidos que le ha tocado retratar e interpretar en cámara, que ha podido, sin desbarrancarse pasear al son de la obsesión y la locura por los diferentes abismos de su alma.


domingo, abril 13, 2008

Tiamat: Back in black

Aun recuerdo perfectamente cómo, allá por 1994, los cantos de unos pajarillos empezaron a emitirse al rodar la cinta del cassette de un grupo llamado Tiamat, extraño grupo, extraño disco: se trataba del Wildhoney. Los susurros cavernosos del cantante sobre fondos de melodías violáceas y mieles cósmicas, la emanación de vapores opiáceos, las dunas de inciensos nacarados en atardeceres prohibidos, qué se yo… Era un encuentro de esos que te cambia la vida, efectivamente: me cambió la vida.

Desde ese momento, Tiamat no ha cesado de marcar épocas de mi vida como un fiel acompañante sideral: el encuentro con Wildhoney me impulsó a conocer su brutal obra pasada donde escaseaba melodía y predominaba el terror de un doom satánico-astral. Luego vino la joya de las joyas: A Deeper Kind of Slumber en 1997. ¡Dios sea loado! ¡Qué disco inspirado! Y único, irreproducible, imperdible, peligroso, eterno, perfumado, sublime, visionario, todo lo que quieran y más. Luego hicieron un giro por la vibra de Sisters of Mercy y Cia. Sacaron a la venta, con mucho sentido del humor, el Skeletor Skeletron. En 2002 sale Judas Christ y marca nuevamente con una síntesis maravillosa de Tiamat; hasta ahora recuerdo, en una ensoñación de tierna melancolía, como escuchaba este fascinante álbum, sobre el techo de mi casa en Bruselas, susurrando la tibia brisa de principios verano y una botella de vino tinto. El penúltimo opus titula Prey y, a mi gusto, no concreta un espíritu de álbum pero eso no quita que tenga grandes temas (Clovenhoof, por favor) y que, de una manera u otra, haya marcado época.

Este 2008 es testigo del nacimiento de Amanethes, catorce años después del inicio de mi travesía Tiamatística me caigo de culo ante la sorpresa que me dio escuchar este nuevo proyecto. A los que creían que desde Wildhoney eran cosa del pasado en Tiamat las voces guturales, los riffs peso-pesado, las baterías aceleradas y los teclados de estirpe doom, se equivocaron. Johan Edlund ejerce tanto su libertad artística que es capaz de romper esquemas a propios y extraños. Sí, sí, sí, vuelven los temas satánicos, Amanethes es el esfuerzo de hacer de Tiamat un todo inseparable, un esfuerzo por re-integrar al Sumerian Cry, Astral Sleep, y Clouds a todo el sistema musical conseguido desde 1994. ¿El resultado? Alucinante. Lo más contundente y notorio en Amanethes es el riguroso trabajo vocal y el de la bateria. Edlund se ha dejado la garganta y logra un amplio registro que va desde estruendosos y venenosos gritos a lo Fernando Ribeiro de Moonspell, pasando por una voz ronca y gutural como la de Vorphalack de Samael, hasta llegar a la melódica onda que nos transmitió en "Heaven of High" o "Too far gone". Lars Skold también aportó mucho y revivió su savia blackmetalera pero con variantes rítmicas mucho más amplias.

El disco es tan variado que incluye canciones como "Equinox of the gods" o "Raining dead angels" que parecen haber hecho abstracción de todo lo que ocurrió después del Clouds: el aura doom, caótica, oscura y pesada es capaz de satisfacer a los más puros fans de Hypocrisy, Kovenant, etc. Al mismo tiempo existen temas como "Misantropolis" y su hermosa secuela "Amanitis" en las que la atmósfera melancólica emana como en las mejores épocas del Wildhoney o A Deeper Kind of Slumber. Entre esos dos extremos se asienta un disco oscuro y pesado que por momentos recuerda, con gusto, el rock purpúreo del Skeleton.

Tiamat es indudablemente una de las mejores bandas de rock del orbe; digo rock, porque han trascendido todos los subgéneros, incluido aquel que ellos han inventado y que nadie ha igualado durante ese maravilloso dúo de discos Wildhoney-Deeper. En una ocasión, inolvidable ocasión, nos tomábamos (más de) una cerveza con Johan Edlund y me dijo que a él le gustaba todo lo que se podía encontrar desde Pink Floyd hasta Morbid Angel, en este disco se nota la veracidad de su afirmación dado que esa es la gama que abarcan sus sonidos meticulosamente producidos: no tengo otro nombre para calificarlo que el de rock, puro, duro, sin concesiones. En su larga trayectoria Tiamat ha recorrido la historia del rock con un virtuosismo y una creatividad desbordantes. ¿Con Amanethes cerraron el círculo? Yo diría que no. Cerrar el círculo implica volver al principio, lo que está lejos de constatarse en el opus en cuestión. Yo pienso más bien que estos suecos ahondaron en una espiral de maravilloso colorido musical donde nada, nada, nada se desperdicia y lo más insospechado es susceptible de volverse oro renovado en sus manos.

Si quieren ver un excelente vídeo de este inigualable grupo no duden en echar un vistazo a:

http://www.pescotis.blogspot.com/

martes, abril 08, 2008

Paul Scholes, o la comidilla de los no consumidores de portadas


El otro día me fue muy grato el escuchar a un amigo, futbolero a rabiar, que recontaba unos comentarios que había oído referentes al apabullante triunfo del Man U. contra el Liverpool 3-0, la versión decía que mientras Cristiano Ronaldo llena todas las portadas de los diarios y revistas, los que saben de fútbol tienen la boca llena hablando de lo bueno que es Paul Scholes. Esas palabras me dejaron el gusto hecho miel y el alma apaciguada; no porque no admire los malabares de Ronaldo, su formidable atleticismo y su voracidad goleadora, lo que lo encarama, hoy, recalquemos, hoy, o a la fecha, como el mejor jugador del mundo.

Pero el tema con Scholes es diferente, el “Colorado” es de esos jugadores que no tienen precio, que están por encima de la fama y de la fortuna, pero de lo único que nunca están encima es del fútbol, porque los jugadores como Scholes, ellos son el fútbol. Hay tan pocos como él, esos silenciosos bregadores que lo hacen todo bien, que juegan, que luchan, que marcan, que pasan, que convierten y nunca se llevan los flashes y las portadas, pero para los que buscan en el fútbol algo más que glamour, golazos, filigranas o resúmenes de sportcenter, provocan admiración y devoción, por no decir que nos convierten en babosos como el perro de Pablov.

Cada pelota que pasa por los pies de Scholes se nutre de jerarquía, el plantel que lo ostenta reboza de consciencia de equipo, cada movimiento colectivo en el que participa rezuma nociones y dimensiones clarividentes de juego y la fortuna de todo esto acumulado lo vive el Manchester United, por años de años.

Scholes tuvo la suerte de tener maestros del calibre de Roy Keane (a mi entender uno de los tres mejores medio centros de los últimos veinticinco años) y Paul Ince; hoy en cambio, en palabras del mismísimo Vader, el ya no es un aprendiz sino el maestro y su legado no sólo llega a Carrick, Hardgraves o Anderson, sino que los frutos de su enseñanza ya están en los fueros futbolísticos más internos de Lampard y de Gerrard, que ni con sus inmensos dotes y categoría han podido hacer olvidar en el mediocampo de selección al pequeño carirrojo y su inconmensurable personalidad futbolística.

Lamentablemente Inglaterra perdió muy tempranamente para sus filas a Scholes como a Shearer, quizás dos de los jugadores que mejor entendieron que era vestir un escudo con tres leones, como en el pretérito no muy lejano fueron Gascoine, Ince y Adams.


Afortunadamente el Manchester United y Alex Ferguson lo siguen disfrutando, sano, recuperado de su lesión en el ojo, y con resultados más que comprobados que cuando él y su otro compinche de estirpe y trayectoria, Ryan Giggs, están en la cancha, el camino al triunfo siempre es más corto y expedito.

Pese a estar muy lejos de ser adepto de los muchachos de Old Trafford no puedo evitar mi insoslayable admiración por la gente que sin bombos y platillos engrandece con cada pase, con cada remate, con cada foul ese difuso sentimiento llamado fútbol, por eso hago esta loa al gran Paul Scholes, al cual no sin un afán polémico me atrevo a colocar entre los diez mejores jugadores que ha engendrado su historia futbolera la pérfida Albión. En la ruleta o en la cancha por siempre “Colorado” el dieciocho.

miércoles, abril 02, 2008

“Atajo” o lo nacional popular en Bolivia

“Morenada pa mi entierro sigan tocando, hasta que los músicos caigan borrachos,si alguien va llorar por esto, llore alegre, las lágrimas bailando se mezclan con el sudor.”

Morenada al corazón, Atajo.

René Zavaleta Mercado, tal vez el intelectual más importante que ha existido en Bolivia, (re)elaboró una noción esencial para entender nuestras tierras: lo nacional popular. Según él, Bolivia solamente podrá elucubrar un proyecto nacional desde las intermediaciones profundas de los mineros y los indígenas, en contraposición de las acciones de la élite señorial que sólo construye una mirada racista hacia adentro y subordinada y contemplativa hacia fuera.

Pero más allá de estas construcciones teóricas, en la obra de Zavaleta hay un trasfondo terriblemente interesante: la esperanza está en los cimientos centrales de esta patria que, paradójicamente, siempre han sido vistos como “inferiores” u “obstáculos” por la casta señorial: los indios y los proletarios; y no en el burdo progreso, la modernidad, el occidente.

“Atajo”, la más interesante banda boliviana de rock, se inscribe, tal vez sin darse cuenta, en esta corriente y elabora sus propuestas desde esa “Bolivia profunda”. Sus motivos son, pues, la savia fundamental de estas tierras: la identidad mestizo-indígena expresada en lo popular.

Así, en vez de tratar de imitar a Café Tacuba, Maná o Soda Stereo (como hacen la mayoría de las bandas de rock de Bolivia) ellos hacen su música desde las hermosas y contradictorias características de estas tierras: el caos como forma de orden, el conflicto como forma de ser visibilizado, el amor en los arbustos, el baile y el alcohol como redención, la coca como compañía vital…en fin: la vida en los márgenes de un mundo que pretende ser plano y homogéneo.



Creo que en el arte en Bolivia, en general las más interesantes propuestas han estado marcadas por estas propiedades tan particulares que significan vivir en estas tierras, por entender nuestras características populares e intentar acercarnos a ellas y expurgarlas en tanto obra. Esto se observa tanto en la música de Savia Andina como en la literatura de Jaime Saenz pasando por los cuadros de Borda o las fusiones de El Parafonista.

Sin embargo, tal vez la única asignatura pendiente ha sido el rock. En este ámbito casi todo lo producido ha sido una burda creación de productos artísticos que remiten a otras realidades, a otros motivos. Esto sucede, me parece, porque los músicos populares sólo podían enfocarse en la cumbia, el rock era un espacio para jóvenes blanquitos que expresaban a la casta señorial que mencionaba Zavaleta. Pero aparece Atajo y rompe estos muros, construye una propuesta que mezcla, tanto musical como narrativamente, los insumos propios del rock con las características populares de este país, con las intermediaciones nacionales populares que circulan por estas tierras infinitamente.

En medio de una de sus canciones más potentes y conocidas, hay un estribillo que entra en la canción e infla el corazón de emoción: “Atajo, sensación”. Directa referencia a las bandas de cumbia (la hermosa y gran propuesta artística y cultural de los dominios populares). Maroyu y David Castro mezclados con las características propias del rock. Un privilegio sólo posible en la lúcida propuesta de “Atajo”.

Paradójicamente, a pesar del profundo racismo que los gobernantes criollos tenían contra los indios, en todas las Exposiciones Mundiales no tenían otra alternativa que mandar indígenas ya que no había nada más interesante para mostrarle al mundo. Intuyo que en 1900 en París, en la primera gran Exposición Mundial, habrían estado estos músicos, pijchu en la boca y alcohol en la sangre, cantando y mostrando las cosas que hacen única a Bolivia.

viernes, marzo 28, 2008

El discreto encanto de la burla y Cia.


Suntuosos salones finamente decorados, vestidos y peinados chic de atemporal sofisticación, omelettes con salsa de trufas y jardineros de altísima jerarquía clerical, cómo no, cocaína y champagne, discursos dizque de mente muy abierta, severa paranoia encubierta con buenas maneras y lenguaje rebuscado, pulsiones asesinas y mucha muñeca* tanto en el ministerio como en el alto mando militar, amplios conocimientos respecto a la debida ingestión del martini dry, pesadillas infectadas de culpabilidad, risitas socarronas, mutuas adulaciones y, sobre todo, mucho, mucho apetito. ¿De quién estaremos hablando? ¿Será de la burguesía? Muy probablemente: en todo caso, esas características no forman parte del ideal-tipo de la vida monástica medieval o de la familia promedio del Tahuantinsuyo.


Buñuel decide entrar en las entrañas de esta nueva estirpe de sociedad que es, propiamente, la burguesía moderna: sin separar lo sociológico, psicoanalítico y humorístico del retrato. ¿La consecuencia? Una obra maestra llamada “El discreto encanto de la burguesía”: a mi juicio la mejor película francesa de Buñuel, quizás porque es la que más se acerca a mi etapa preferida de este autor, la mexicana, aquella de “El Ángel Exterminador” o “Ensayo de un crimen”. Sí, al igual que en esos dos maravillosos filmes, aquí las pulsiones se desbordan y transitan por trayectorias indiferentes a la realidad o al delirio. Como en el “Ángel” o en “Ese oscuro objeto de deseo”, aquí no hay explicación a los sucesos, ni siquiera una pista: el espectador se ve sumido, sometido a una imagen constantemente infectada por las mareas altas del inconsciente, escenario privilegiado de la violencia en la vida del burgués. La noción de fantasma, tan tentadora para el psicoanalista, aquí viene revestida de aquella que es también tentadora para el niño asustadizo… los muertos que subyacen. La ausencia de música acentúa el vacío y transfigura la banalidad en monstruosidad, la etiqueta en teatro burlesco y la famosa “distinción” en un albergue frágil contra las inclementes amenazas de lo(s) de afuera.


Qué hermoso es el cine de Buñuel, qué tejido maravilloso entre el absurdo, el delirio y la realidad (cruda realidad tanto para el burgués como para el olvidado): combinola inaccesible para aquel que carece de un humor contundente. Me impresiona como este genio ibérico es capaz de retratar lo bajo y lo grotesco sin caer en panfletarismos ni en politiquería. A veces algunos artistas confunden su función y piensan que el fin de la obra debe ser la denuncia cuando, a mi modo de ver, ésta, si se hace patente, solamente debe ser un efecto secundario del fin primero de toda obra de arte que es dilucidar la interioridad compleja del ser humano y, a través de imágenes bellas, hacernos viajar por ella, como nos enseña el maestro una y otra vez, en cada plano, en cada escena, en cada mirada.

*Para los que no son familiares con el término: Influencia ante una autoridad cuyo origen suele situarse más en el capital social que sobre la base de méritos individuales o principios de humanismo universal.

miércoles, marzo 19, 2008

De regresos, pillerías y gestas modélicas

Antes que nada pretendo enmendar mi vulgar y cobarde huida despavorida aunque, eso sí, involuntaria de este refugio literariocibernético conocido como “el lar”. Ya van algunos meses sin publicar si quiera una línea y he tenido, por ya bien asumida, la hombría tarea de volver a las lides.

Dado tan confuso retorno a las andanzas pseudoliterarias, se me empezaron a ocurrir la cantidad de andanzas o desplantes, irreverencias o travesuras, maleantadas o gamberradas que uno realiza en su tierna y nonc tan sancta juventud. Sería imprudente de mi parte enumerar y narrar al detalle las malacrianzas y atropellos que con mi grupo de amigos propagamos por las calles de mi ciudad, hoy ante la lupa de algunas familias establecidas, hijos en franco crecimiento, respetables empleos, vida pública e impecables y recatadas conductas. Éramos en aquel otrora embajadores del descontrol cundido y eso alimentaba de excitación a nuestros ambiguos y volubles preceptos morales empachados de tanta y aburrida catequesis infundada de típico y obsoleto colegio católico.

Recordando todas las barrabasadas o vandalismos de aquel tiempo, empecé a preguntarme, ¿qué acto reprobable para la alta moral, cultura y costumbres hubiese querido perpetrar en esos años de rabia inmotivada?

Suerte fue la mía que entre el afán, cayó entre mis manos un libro de Greil Marcus de título “Rastros de carmín” donde en una de sus partes se narra una gesta cometida por un grupo de amigos que responde a la tan intrincada pregunta formulada por mi persona. La peripecia queda evidenciada en el texto siguiente:

A las once de la mañana del 9 de abril de 1950, cuatro jóvenes –uno de ellos vestido de pies a cabeza de monje dominico- entraron en Notre-Dame de París. Era en plena misa de Pascua; en la catedral había diez mil personas procedentes de todo el mundo. “El falso dominico”, como le denominó la prensa- Michael Mourre, de veintidós años- aprovechó una pausa que siguió al rezo del credo y subió al altar. Comenzó a leer un sermón escrito por uno de los conspiradores, Serge Berna, de veinticinco años.

Hoy día de Pascua del Año Santo
Aquí
En la insigne iglesia de Notre-Dame de Paría
Acuso
A la Iglesia católica universal de infectar el mundo con su moralidad fúnebre
De ser la llaga que se extiende en el cuerpo descompuesto de Occidente

En verdad os digo: Dios ha muerto
Vomitamos la agonizante insipidez de vuestras plegarias
Pues vuestras plegarias han sido el humo pringoso de los campos de batalla de nuestra Europa.

Sumergíos pues en el trágico y exaltante desierto de un mundo en el que Dios ha muerto
Y labrad esta tierra con vuestras manos denudas
Con vuestras manos ORGULLOSAS
Con vuestras manos sin plegarias

Hoy día de Pascua del Año Santo
Aquí en la insigne iglesia de Notre-Dame de Francia
Proclamamos la muerte de Cristo-dios, para que el hombre
Pueda vivir por fin.

El cataclismo que siguió fue más allá de todo cuanto pudiesen haber esperado Mourre y sus seguidores, quienes al principio simplemente habían planeado soltar unos cuantos globos rojos. El organista, advertido de que podía tener lugar una irrupción de ese tipo, ahogó las palabras de Mourre justo después de que éste pronunciase las palabras mágicas: “Dios ha muerto.” El resto del discurso jamás llegó a pronunciarse: la guardia suiza de la catedral desvainó sus sables, acometió contra los conspiradores e intentó matarlos. Los camaradas de Mourre subieron al altar para protegerle: a uno de ellos, Jean Rullier, de veinticinco años, le rajaron la cara de un sablazo. Los blasfemos escaparon –con el hábito veteado con la sangre de Rullier, Mourre alegremente bendijo a los fieles mientras se dirigía a la salida- y fueron capturados, o mejor dicho, rescatados, por la policía, ya que tras perseguirles hasta el Sena, la multitud a punto estuvo de lincharlos. Un cómplice aguardaba con un coche en marcha listo para emprender la huida, pero ante la visión de aquella multitud enardecida, no les esperó. Marc, O y Gabriel Pomerand, presentes en la catedral, lograron escabullirse y fueron directamente a Saint-Germain-des-Prés a divulgar la noticia.

Es indudable que una hazaña o provocación de este calibre hubiese sido la guinda de la torta de toda una carrera de golfos criados bajo la tutela de la compañía de Jesús, una suerte de, en palabras de Vila-Matas, “suicidio ejemplar” irrealizado, una carrera por la vida, una dinamita adrenalínica que posee hasta el matiz del amigo cobarde que huye ante las fauces de una multitud dispuesta a todo y finalmente un sublime y temerario acto liberador de patanería blasfémica, que idealmente o como lúdico anhelo hubiese sido la punta del iceberg del curríclum vitae de una panda de pillos juveniles.

miércoles, marzo 05, 2008

Homenaje a Paula Modersohn - Becker


Su apellido de casada era Modersohn, lo que evoca, dentro de mi conocimiento escaso de lenguas de origen germánico a Madre – Hijo, su motivo predilecto era la maternidad, además de que murió muy joven y de manera trágica tras sufrir complicaciones dando a luz a su primer bebé. Su legado es, a mi juicio, menospreciado por la historia de la modernidad pictórica dada la magna revelación que se presentó ante mis ojos cuando conocí su obra: tan sensible, tan profunda y dulce, tan cruda, íntima y vital. Conocer a una artista de ese calibre ha sido un bálsamo para el individuo que se permite estas letras, más aun en estas épocas tan turbulentas para el espíritu, el cuerpo y la sociedad.


Lo que me impactó fue la sensibilidad de la pincelada: tan decidida y contundente como suave y tierna, innegablemente femenina. También me conmovió el manejo altamente expresivo de los colores combinado con un espíritu sobrio, casi pudoroso. Inmediatamente pensé en Van Gogh pero también, y eso es lo sorpresivo, en Gauguin: sí, pensé en estos dos pilares de la modernidad en artes plásticas que sin embargo, a pesar de haber sido muy apegados como individuos, tenían principios pictóricos muchas veces inconciliables.


Van Gogh es el pintor expresivo, expansivo por excelencia: la intensidad, tanto en el ritmo como en la viscosidad de la pincelada, transportan al observador a una suerte de trance cromático y figurativo similar al que puede provocar la pérdida de la consciencia a través de un desmayo o de la ingestión de una sustancia onírica como la Ska Pastora. No en vano Gilbert Durand hacía hincapié en el carácter epileptoide de la pintura vangoghiana para ilustrar las estructuras místicas de la imaginación. Su lección primordial aprendida del impresionismo es, quizás, la importancia de la textura exuberante del óleo en el significado estético y expresivo de la composición. Empero el holandés tenía un imperativo místico en la confección de su obra; él no adhirió al espíritu casi científico de los impresionistas franceses que descubrieron en la descomposición analítica de los colores una veta sumamente innovadora y fértil de figuración. Gauguin, en cambio, si algo asimiló de l´air du temps, fue justamente eso. Aunque de éste último tampoco se puede decir que haya sido un impresionista canónico a lo Pisarro, Monet o Seurat. Gauguin guarda en su pintura una nostalgia romántica por lo ajeno a la modernidad, una mirada sensible, exótica y detallista; plagada de esa indagación experimental en el campo de las relaciones entre color y figura que determinó su época. La superposición liberada y, por ende, arriesgada de tonalidades en las carnaciones y paisajes, genera una impresión (vaya coincidencia) de íntima y onírica luminosidad que evocan el “paraíso perdido” de la cosmovisión del niño y lo acercan al famoso realismo mágico (término que no me agrada mucho) más practicado en América Latina o Europa del este.


Quizás lo que tenían en común Van Gogh y Gauguin era que, de maneras muy diferentes, ambos trascendieron el movimiento impresionista a pesar de haber nacido del mismo. A parte de eso no es tan fácil encontrar puntos de encuentro entre estos dos maestros. Por eso me sorprendió tanto conocer a Paula Modersohn-Becker que además corona el intimismo y misticismo de su composición empapándola de femineidad que, en su esencia más pura, es maternidad. En eso se adelanta a una Frida Kahlo, mostrando a la mujer desde la mujer y en tanto que mujer; dejando la primera el mundo cuando la segunda a penas nacía en el continente de enfrente. Pero además, Modersohn-Becker tiene esa frialdad propia de su tierra (interior como exterior), que más que frialdad es esa sublime contemplación de la melancolía que tienen los pueblos destinados al inverno (casi) perpetuo*. ¡Qué vida marcada! Esa mujer tenía un destino sabido, intuido por las fuerzas uterinas de su alma. Su obra es una búsqueda de dilucidación de ese destino, lo que es también una búsqueda de la esencia que la determinaba desde un más allá que no tardó en hacerse patente. A los veintinueve años, allá por 1907, Paula Modersohn-Becker dejó de estar entre los vivos, como más tarde le tocaría a su hermosa y cultísima Dresden natal.


¿Expresionista? ¿Realista? ¿Sobria? ¿Exuberante? ¿Intimista? ¿Cósmica? El mejor calificativo que subsume la obra de esta maestra es: Femenina. Ya verán como todos los anteriores conceptos se ordenan y son comprendidos por este último. Quizás solamente esa capacidad sintética del espíritu femenino es capaz de llevar a cabo esa gigantesca tarea de reunir la obra de los amigos Vincent y Paul aportando además esa fría dulzura que caracteriza a la madre nórdica, a través de un testimonio antropológico profundo, digno de enviarse al espacio estelar para caracterizar a la especie en caso de un encuentro con otras civilizaciones probablemente no tan mamíferas.

Gracias mamita (nunca mejor dicho), te estamos recordando y admirando desde estos mundos inferiores…


* En Alemania el 2007, el verano cayó en Jueves.

domingo, marzo 02, 2008

Panfleto contra la literatura profesional


Entre los comentarios a un artículo de Antonio Caballero, publicado en la edición digital de la revista colombiana Semana, encuentro esta historia:

RICARDO JOSE

SOY POLICÍA Y MARCHARÉ-POR CAMBATIR A LOS PARAMILITARES EN SUCRE ME ECHARON DE LA POLICIA NACIONAL. SOY POLICIA EN EL GRADO DE AGENTE-EN EL AÑO 1998 COMBATI CONTRA UN GRUPO PARAMILITAR EN PAJONAL, SAN ONFRE-SE DIERON DE BAJA CUATRO PARAMILITARES, SE DECOMISARON VARIOS FUSILES Y GRAN MATERIAL DE GUERRA E INCLUSO MURIO UN PATRULLERO-ME CONDECORARON CON LA MEDALLA AL VALOR, MEJOR POLICIA DE SUCRE- Y LUEGO ME VOTARON PORQUE ESTABA INCAPACITADO FISICAMENTE PARA SEGUIR EN LA POLICIA, PUES DE HECHO PERDDI UN OIDO, PARTE DE LA VISION, LA CARA ME QUEDO DESFIGURADA POR LAS ESQUIRLAS DE GRANADAS, EN SI QUEDE CASI INUTIL PARA LABORAR, PERO LA POLICIA ME DIO UNA MERMA LABORAL DE 37% Y ME RETIRO DEL SERVCIO ACTIVO SIN UNA PENSION- ES MAS PARA QUE ME CENCELARAN LA INDENIZACION TUVE QUE INSTAURAR UNA TUTELA CONTRA EL DIRECTOR DE LA POLICIA-LUEGO PRESENTE UNA DEMANDA POR CONSIDERAR INJUSTO MI RETIRO Y PORQUE ESTABA GRAVE DE SALUD Y EXISTIAN VARIAS LESIONES QUE NO ME VALORARON Y PORQUE ME ECHARON DE LA POLICIA SOLO POR COMBATIR A LOS PARAMILITARES- LA DEMNDA LA PERDI POR DESCUIDO DEL ABOGADO Y ME QUEDE SIN NADA- ES MAS PERDI EL DERECHO A LA VIVIENDA MILITAR PORQUE ME HACIA FALTA UN AÑO PARA GANARMELA Y COMO RETIRARON YA NO TENIA DERECHO- EL ESTADO-GOBIERNO-POLICIA NACIONAL ME CASTIGO POR COMBATIR A LOS PARAMILIATERS EN SUCRE-ES MAS PERDI MI SUBSIDIO A UNA UNA VIVIENDA POR DAR DE BAJA EN COMABTE A CUATRO PARAMILITARES.- POSTERIORMENTE Y LUEGO DE HABER PERDIDO TODA ESPERANZA Y POR LA INHUMANIDAD DEL ESTADO Y DE LOS MANDOS POLICIALES, YA QUE NI LOS AUDIFONOS MENENTREGARON PARA CALMAR MI SOREDRA E INCLUSO ME QUITARON EL SUMNISTRO DE DROGAS PARA SIQUIATRIA, TODO ELLO POR HABER DADO DE BAJA A CUATRO PARAMILITARES EN SUCRE.- SINEMBARGO INSTAURE TUTELA Y ASI LOGRE QUE EL TRIBUNAL DE SUCRE TUTELARA MIS DERECHOS-MENTIRA DEL GOBIERNO- LOS POLICIAS QUE COMBATIMOS Y QUEDAMOS CON LESIONES SOMOS DISCRIMINADOS, LA FAMILIAS DE LOS LOS POLICIAS CAIDOS EN COMBATE PIERDEN EL 50% DE PENSION, SOLO LE RECO...


Contar para sobrevivir. Contar desde la indignación, desde la desesperación, desde la rabia, desde el desamparo, en últimas, desde el margen. Si no escribimos así, si la literatura no está alentada por idénticos motivos a los que llevan a este hombre a insertar su historia en los comentarios a un artículo, si las artimañas formales no obedecen a los mismos motivos que han llevado a este hombre a elegir las mayúsculas en lugar de las minúsculas, mejor no escribamos. Si de lo que se trata es de profesionalizar las técnicas para satisfacer el (cada vez más alienado) espectro de los placeres estéticos, mejor no escribamos. Si de lo que se trata es simple y llanamente de "ser" un escritor, como cualquier otro eficiente agente productor de la sociedad, mejor no escribamos.
No se puede profesionalizar la literatura sin transformarla en una rama de la publicidad, esto es, en un conglomerado de técnicas de adulación estética destinadas a ensalzar una marca: la marca del autor-editorial y sus respectivos eslogans, logotipos fácilmente reconocibles...Es decir, el arte al servicio del vacío autoreferencial de la marca. Realpolitik: el arte por el arte es en realidad el arte por la marca.

Y aún así, el combate real no tiene lugar afuera, atacando el marketing con anti-marketing (el marketing siempre acaba reutilizando las formas del anti-marketing en su propio beneficio). El combate real se da adentro, en el texto. El texto, como sigue ocurriendo en Cervantes, en Joyce, en Kafka, en Guimaraes Rosa, debe ser un escenario de entrecruzamientos, de líneas de fuga, de aporías, un escenario donde las palabras chocan unas con otras como huesos dentro de una caja, un espacio electrificado donde el lenguaje es capaz de superar su fase de domesticación representacional para empezar a vibrar, amenazando en todo momento con diluirse en la pura vibración.

martes, febrero 26, 2008

Historia del vendedor de helados


Después de haber paseado durante horas, vencidos por el sofoco del mediodía, entramos a la primera cafetería que encontramos abierta. Era domingo y la ciudad estaba como adormecida por el calor. Mi abuela pidió un vaso de avena fría y yo, dos bolas de helado de maracuyá.

— El helado no quita la sed— me recordó ella.

Lo cierto es que dos días atrás había estado en ese mismo lugar con una amiga y ya conocía bien el helado.

— ¿Querés probarlo? —le dije cuando vi que me miraba con curiosidad.

— No. No me gusta.

— Dale, abuela, probalo que está riquísimo— insistí.

La vieja se encogió de hombros y mientras enterraba la cucharita en una de las bolas volvió a decir que no le gustaba el helado, pese a lo cual se llevó a la boca una buena cantidad. Por un momento creí que iba a vomitar, los ojos inyectados y la repentina expresión de perplejidad. El asco. Me reí a carcajadas.

— Yo ya había probado estos helados— dijo con una gravedad tan desmesurada que por un rato no pude parar de reírme.

— Ya los había probado— repitió.

En la cafetería no había más clientes que nosotros pero mi abuela no dejaba de recorrer todo el local con la mirada, como si se le hubiera perdido algo.

En ese momento se escucharon voces al fondo del local, más allá de los grandes refrigeradores que custodiaban la entrada a la trastienda y cuya vibración era perfectamente audible en medio de ese silencio tórrido y perezoso. Poco después vimos aparecer a la mesera que nos había atendido, seguida de cerca por un viejecito que la reprendía cariñosamente:

— La próxima vez me pregunta primero…

De inmediato la mesera se puso a limpiar meticulosamente el cristal de un mostrador que exhibía tortas heladas. El viejecito, todavía dirigiéndose a la mujer con tono paternal y bonachón, pasó junto a nuestra mesa. La sola visión de mi abuela logró cortarle la frase por la mitad. Por un instante dudó si debía o no detenerse ante nosotros, pero acabó por afrontar el asunto.

— Doña Paulina, qué gusto verla.

Mi abuela no contestó de inmediato pero le estrechó la mano.

— El gusto es mío, don Tomás.

— ¿Este es su nieto? —preguntó.

— Sí.

— Qué grande.

Entonces yo también le estreché la mano y aproveché para elogiar los helados. Me pareció que la abuela y el viejo se miraban como dos viejos amantes, o al menos como dos cómplices.

— ¿Y a usted, doña Paulina, le gustan los helados?

— La receta no cambia.

El anciano sonrió complacido y pidió permiso para retirarse. En las puertas de la cafetería lo esperaba un taxi.

Poco después pagamos la cuenta y cuando salimos de nuevo al calor de la calle mi abuela empezó a hablar:

— Este hombre se llama Tomás Echandía. Antes, te hablo de hace décadas, tenía la heladería en el barrio Valencia, a dos cuadras de mi casa. Nosotros solíamos comprar en su tienda porque ahí vendían de todo, no sólo helados. Piola, alambre, tornillos, hojas de plátano para envolver tamales y hasta una chicha de piña muy buena que le gustaba a mi mamá Barbarita. Antes incluso de que mataran a Gaitán, el tipo empezó a hacerle trabajos a la policía chulavita. A tu abuelo lo tuvo retenido varios días en la estación que había junto al Hotel Monasterio, dizque para interrogarlo. Lo sapió, a pesar de que se conocían del barrio, y luego lo estuvo torturando horas y horas, le arrancó las uñas, le dio con bolillo de caucho en todo el cuerpo, lo dejó colgado boca abajo y no sé cuántas barbaridades más. Se cebó con él. Si un amigo de mi hermano no llega a intervenir, seguramente Echandía lo hubiera matado porque el abuelo, terco como era, no iba a decir ni pío. En esa época descuartizaban a la gente era con machete y éste tenía fama de hacerlo muy bien, limpiecito sacaba el brazo, la pierna, la cabeza. Según dicen, el tipo no tardó en perder la cuenta de la gente que había matado. No tenía remordimientos. Yo creo que ya no tenía conciencia, ni alma.

Sólo una vez estuvo a punto de volverse completamente loco y fue con un enano que se llamaba Jorge Eliécer Múnera, liberal, buen hombre como ninguno, que se ganaba la vida arreglando bicicletas. Resulta que un mal día, me imagino que para amedrentarnos, se le ocurrió a Echandía matar al pobre enano en plena calle, a la vista de toda la gente que pasaba por ahí a esa hora. Vaya a saber por qué, pero al tipo éste le costó matar al enano. Como que al principio no se decidía o no sabía muy bien cómo entrarle con el machete. Y es que, claro, no debe de ser lo mismo matar a un enano que a una persona normal. El pobre Múnera agonizó durante horas en el suelo de la calle, dando alaridos horribles, mal matado como le había quedado al Echandía, que de la vergüenza prefirió dejar el trabajo hecho a medias y se fue para su tienda. Unos días después, Echandía se despertó en plena noche con ganas de orinar y cuando salió de la pieza en dirección al baño, se encontró de bruces con el enano Múnera, que se le apareció montado en una bicicleta chiquita, como de niño, en la que solía andar por la calle. El enano volvió, pues, a recoger los pasos. Y como era de esperarse, Echandía casi se vuelve loco con el visitante. Parece que el tipo armó tal alboroto aquella noche que su mujer y sus hijas le cogieron miedo y hasta prefirieron irse temporalmente a Santa Rosa, donde tenían una finca. Dicen que durante un tiempo dejó de matar gente para los conservadores. Le daba pánico salir a la calle. Pero claro, eso no duró mucho. Lo que cuentan también es que Echandía consultó a un brujo que le aconsejó comer de la carne del muerto para deshacerse del fantasma. No tengo ni idea si habrá hecho o no lo que el brujo le dijo. Al final estos son puros cuentos que me han llegado y no hay forma de averiguar hasta qué punto son ciertos. Echandía volvió a las andadas unos meses después con ímpetus renovados…en fin, mijo, que por eso no me gusta el helado.

miércoles, febrero 20, 2008

Ferrufino y la cita fantasma


"Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos".

La cita proviene de Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, de Patricio Ferrufino S.J., libro que alcanzó cierta popularidad en algunos países de América Latina en los años sesenta, cuando la desaparecida editorial caraqueña Espíritu Santo lo comercializó en fascículos ilustrados que se adquirían en los puestos de revista. Ignoro cuál de mis familiares hizo la colección entera. Lo más probable es que fuera César Villaquirán, un tío-abuelo aficionado a los asuntos paranormales. Sea como fuere, los fascículos siempre estuvieron a mi disposición en la biblioteca de mis padres, con sus coloridas imágenes de animales fabulosos y sus historias fantásticas. Tal vez debo apresurarme a decir que esta impudicia autobiográfica y la concesión casi voluptuosa a las fuentes plebeyas, como se irá viendo, están más que justificadas por la pertinencia de la cita.

Tengo a mano la edición en dos tomos de la Leyenda Dorada y los Ensayos completos y por más que me he esforzado en la búsqueda, no he hallado referencia alguna a esta historia ni en Montaigne ni en Santiago de la Vorágine, mucho menos una cita cruzada del primero al segundo. Todo apunta a que el padre Ferrufino habría abusado por partida doble del recurso de autoridad para hacer verosímil una invención, su caída en la tentación literaria. En otras palabras, creo que nos hallamos ante un fraude, si se quiere nada reprochable en una publicación tan poco prestigiosa, pero sí digno de atención por sus implicaciones para el tema que nos ocupa.

Ahora bien, en uno de sus ensayos Montaigne sí describe a un niño monstruoso bastante parecido al que menciona Ferrufino, pero sólo para concluir en un antiguo argumento de inspiración platónica:

"Los que llamamos monstruos no lo son para Dios, que ve en la inmensidad de su obra la infinitud de las formas que en ella ha comprendido; y es de creer que esta figura que nos asombra refleje y dependa de alguna otra figura del mismo género desconocido para el hombre. De su infinita sabiduría nada sale que no sea bueno y común y ordenado; más no vemos nosotros ni la armonía ni la relación" (Ensayos, Cátedra, 2003).

Cabe recordar que esta idea, paráfrasis moderna de una vieja premisa mística, cara a la teología negativa, que afirmaba el carácter a la postre inescrutable de los designios divinos, sirvió durante siglos como argumento a favor de los milagros, las apariciones y otros fenómenos sobrenaturales. Veamos lo que el propio Santiago de la Vorágine nos cuenta al respecto:

"El maestro Silo rogó encarecidamente a uno de sus compañeros de claustro gravemente enfermo, que si moría no dejase de venir del más allá a comunicarle en qué situación se encontraba su alma. Unos días después de su fallecimiento, el difunto, vistiendo una hopalanda de pergamino interiormente guarnecida de llamas y plagada en el exterior de frases sofísticas escritas sobre la vitela, se presentó ante Silo, el cual, como no lo reconociera, le preguntó:

— ¿Quién eres?

El aparecido contestó:

— El mismo a quien pediste que después de muerto viniese a verte. Te prometí que lo haría; aquí, pues, me tienes, cumpliendo mi promesa.

— ¿En qué situación se encuentra tu alma en la otra vida? —inquirió el maestro.

El difunto le respondió:

— Fíjate en la capa que llevo puesta; esta vestidura me oprime y me aplasta con su insoportable peso más que si llevara sobre mí una torre de piedra. Me cubrieron con ella en cuanto llegué al otro mundo y me ordenaron que la llevase encima de mi alma para que recordase continuamente los éxitos que cuando vivía obtuve con mis sofísticos argumentos (…).

— Paréceme a mí —dijo Silo— que esas penas que te han impuesto son fácilmente tolerables.

— ¿Fácilmente tolerables, dices? —replicó el difunto con viveza—. ¡Anda! ¡Tócame con tu mano y comprobarás por ti mismo que el suplicio que padezco no es tan liviano como piensas!

Alargó el maestro su brazo, mas retirólo al instante porque, antes de que las yemas de sus dedos hubiesen llegado a tocar la capa de su compañero, sintió en su mano un vivísimo dolor al caer sobre ella una gota de sudor desprendida del rostro del difunto. Pasmado quedó Silo al advertir que aquella mera gota de sudor, cual si hubiese sido un dardo, habíale perforado la mano y traspasado la encarnadura de la misma y dejádole en ella un agujero, en un imperceptible instante" (La leyenda dorada, Alianza 1982, traducción de Fray José Manuel Macías).

Más allá de que aparezca típicamente como el emisario aleccionador, voz de la conciencia, azote de las pretensiones racionales humanas, lo más llamativo de este espectro es, por una parte, la definición que proporciona de sí mismo, una definición aplicable también al cuerpecillo fantasma del cuento de Ferrufino: "El mismo a quien pediste que después de muerto viniese a verte", que en la traducción inglesa de William Caxton (1483) adopta una forma más acorde con el carácter del aparecido y que acaso se adelanta a las sofisterías del fantasma de Hamlet: "I am such one that am come again to thee", algo así como: "soy ese mismo que ha venido de nuevo hasta ti". El fantasma, pues, sería en primer lugar aquello que no deja de volver, lo que se repite, lo que no acaba de morir ni de resucitar, lo que está siempre-por-venir, siempre de paso y por tanto se encuentra, como las partículas elementales, en un estado incierto y paradojal del tiempo, del espacio y la materia.

Y es precisamente ese carácter material del fantasma el otro aspecto destacable de las dos historias. Como ha señalado Jean-Claude Schmitt, "lejos de relacionarse únicamente con el espíritu del soñador o del visionario, [los aparecidos] también pueden actuar sobre un cuerpo; lejos de ser totalmente inmateriales, pueden poseer una cierta corporeidad; lejos de estar totalmente desapegados del cuerpo del muerto, pueden, en el caso de la aparición de un muerto, mantener relaciones con el cadáver". (Les revenanats. Les vivants et les morts dans la société médiévale, Galliamard, 1994). Dicha materialidad, en el caso de Ferrufino, se manifestaría en un movimiento de inversión de lo real a través de lo que podemos describir como un deseo sin objeto, propio, según Freud, del pathos melancólico. En este sentido, no podemos pasar por alto el aporte de Giorgio Agamben en Estancias, su admirable genealogía del fantasma en la cultura occidental. Después de trazar un itinerario que lo lleva desde el demonio meridiano, hasta los procedimientos psíquicos del fetichismo en Freud, pasando por la melancolía dureriana, Agamben concluye que "la pérdida imaginaria que ocupa tan obsesivamente la intención melancólica no tiene ningún objeto real, porque es a la imposible captación del fantasma a lo que dirige su fúnebre estrategia. El objeto perdido no es sino la apariencia que el deseo crea al propio cortejar del fantasma y la introyección de la líbido es sólo una de las facetas de un proceso en el que lo que es real pierde su realidad para que lo que es irreal se vuelva real" (Estancias, Pre-textos, 1995).

A estas alturas ya podemos concluir que el cuento de Ferrufino, incluso en su propia confección, apoyada en una cita siamesa inexistente, reúne con asombrosa capacidad de síntesis un buen número de atributos fantasmáticos. Se trataría, por tanto, de una historia falsa pero plausible, fraudulenta pero verosímil, una singular coincidencia de forma y contenido, el contrabando de un diminuto organismo fantasma dentro de un estudio erudito concebido para el consumo popular.

viernes, febrero 08, 2008

El ilustrador de anatomía (NOVELA)


Siento la ausencia de un órgano vital y las funestas consecuencias que acarrea este hecho. No sé cuando lo perdí, cuál era su ubicación en mis entrañas, cuál su función. Sólo sé que el susodicho órgano era vital y que sin él, el único destino es la muerte; de ahí el adjetivo que le acolo sin la menor exageración. A veces paso las noches a esbozar con lápiz – mi talento de dibujante me llevó a ilustrar el noventa por ciento de los libros de anatomía que se publican en el país – las diferentes figuras que me vienen a la cabeza para delinear a este elemento tan crucial para el funcionamiento de mi ser: a veces lo hago parecer a una vejiga tornasolada con escamas en espiral, pero inmediatamente me decepciono ya que el órgano, si bien puede contraerse y extenderse con mayor facilidad y alcance que cualquier vejiga conocida, posee un tamaño fijo y pre-determinado. A veces pienso que es verdoso y fosforescente y otras que se trata más bien de una válvula semi-ósea llena de espinas que se encargan de la faena de protección contra otros órganos que envidian su condición supralunar. Estoy convencido de que este órgano tiene algo que ver con los sueños y lo que los provoca así como con la transpiración y la búsqueda del más allá. Otras veces, la mayoría, lo imagino como un sentido nuevo que tiene un funcionamiento sólo comparable a lo que sería un arrecife de coral ígneo e interestelar. Un sentido más bien emanante que percibidor. Un sentido raro. Empero es imposible saber cuál era su plaza exacta en el organismo y sólo se la puede deducir negativamente, a partir de su ausencia. Un curandero me dijo que su posición real estaba en la entrepierna o en los hombros; un médico naturalista que se podía regenerar uno completamente nuevo comiendo lagañas de perro sofritas en plata derretida, todos los amaneceres durante un mes lunar específico, cuando, por última vez, se contempla el aura del sol sin que sus rayos ataquen la vista. No les creí porque nunca me dijeron el nombre que le correspondía ni quién me lo había extirpado. Ahora sólo espero paciente el fin. Los dolores, según aquellos que experimentaron semejante ablación, se harán persistentes y, en algún momento, insoportables. Aquí, en la habitación que da a la cordillera, los esperaré con bravura. De hecho, en algunas ocasiones, cuando pernocto en una disposición específica, siento el espacio que le correspondería pero al intentar palparlo, reaparecen los riñones, corazón, pulmones, testículos e intestinos: todos ellos se encargan de tapar su ausencia no sin cierta solidaridad – yo vivo de ellos y ellos de mi – pero todos sabemos que sin él moriremos y no una sino dos o tres veces, quizás un millón.