Cuando uno se enfrenta a un lienzo del paceño Antonio Mariaca, las dualidades sempiternas que se presentan en la historia del arte parecen estériles para clasificar lo que se tiene ante los ojos. Así pues las duplas vanguardia/clasicismo, figuración/abstracción, expresionismo/impresionismo, realismo/idealismo, no nos aclaran en absoluto el panorama respecto al lugar de la obra de este artista. Sin fallarle totalmente a la verdad, la susodicha obra corresponde a todos estas categorías o podría corresponder si nos limitamos al afán de clasificar y archivar el conocimiento. Sin embargo, ninguna de estas categorías describe a cabalidad el trabajo de Mariaca. Para captar la particularidad de este corpus gigantesco de cuadros es necesario remontarse a una instancia anterior a la gestación de estas dualidades con respecto a la cuestión de la modernidad en el arte. Ésta no consiste en otra cosa que en buscar el lenguaje – pictórico para el caso que nos ocupa – puro.
Con evidentes influencias de Picasso y del maestro expresionista Rimsa, el pintor inicia una travesía hasta encontrar su propio lenguaje, su propio sistema y, sin embargo, como buen modernista, busca, metódicamente, el lenguaje de lo pictórico, las armas puras de la representación mediante una técnica, tan infinita, plástica, compleja y elemental como es el óleo.
La piedra angular de la obra es el color y las emociones que se logran mediante su combinación. De esto se podría deducir que Mariaca se alinea en la escuela abstracta heredera de Kandinsky y sin embargo no estaríamos en lo cierto. En eso consiste la grandeza de este pintor: nunca sucumbió totalmente a la abstracción y, más bien, operó la alquimia pictórica de la transfiguración del objeto cotidiano en una auténtica fiesta de colores. En ese sentido Mariaca, nunca se apartó de los motivos de la pintura académica y tampoco se obsesionó con ninguno en particular (aunque tuvo motivos predilectos, cómo no): paisajes, naturalezas muertas, retratos, desnudos, etc. Él no apostó por alejarse del objeto para dedicarse exclusivamente al color sino que creyó posible que el color era capaz de transformar al objeto sin perder una pizca de su poder expresivo. He ahí la tensión.
Como buen vanguardista, rechazó los cánones del dibujo, el volumen y la perspectiva clásicos, dejando bien claro que, para el pintor, éstos son tan sólo instrumentos y, muchas veces, no los más útiles para llegar al éxtasis plástico. Esa postura le permite liberar ese niño interior que simplifica las formas para resaltar las emociones y, sin postura ideológica o filosófica, deja ver en su obra una mirada diáfana de la vida.
Como en la visión alucinada de un santo, la imagen de una simple iglesita de pueblo, al pie de un cerro deviene en una maravillosa amalgama de mensajes cromáticos que, si bien se entremezclan en una síntesis epiléptica de sensaciones, no dejan de poseer un orden musical que se derrite como el tiempo y, sin embargo, está ahí, fijo, intemporal, como un escrito en la piedra.
Quizás la fiesta sea la clave ética y estética de esta obra: el espíritu festivo propio de la religiosidad mestiza de los Andes pareció haberle inspirado para transfigurar la visión de la multitud en un sólo cuerpo cuya energía se manifiesta en una apoteosis de colores. Una embriaguez prístina que acerca al hombre a su creador a través de los elementos, parece motivar esa mirada sutilmente mística. Esa es pues la pintura como praxis: una embriaguez y una fiesta. El templo es un taller, las palabras son pigmentos y las plegarias son esos pigmentos plasmados y combinados en un lienzo. Oficiando día a día esa ceremonia, trabajando como pocos, Antonio Mariaca dejó más de mil cuadros de indudable hermosura y quedará como un maestro en la historia de la pintura boliviana: pocos han encarado el color como él porque pocos han entendido la vocación del pintor como él.
2 comentarios:
Maestro excepcional de la pintura. Cada dia se muestra mejor. Diego, en tu comentario debes insertar su increible cuadro titulado Autorretrato,
Qué macana Lucho, lo que pasa es que no dispongo de esa reproducción, es un cuadro que a mi también me gusta mucho. Sin embargo, esos lienzos que aquí se disponen, son primicias en internet.
Saludos.
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