1. Una noche, al calor de unos buenos vinos argentinos y de unos calamares a la romana (cortesía de Edipo Von Kirki Carvallo), me embarqué en una titánica discusión con mi hermano sobre un tema que nos concierne a todos. Les comento. Yo sostenía (no sin cierta osadía requeteneoplatónica) que todo y todos tenemos un arquetipo, y desde las cosas más singulares como ser: el camba, el estronguista, el cine negro, Mario, el loro de Frigo o el gato llamado Grumo; todo y todos poseemos (me enterqué en el asunto) nuestro modelo prístino y luminoso. Un modelo primordial… A lo que mi hermano refutaba, junto al recién llegado Agapito, que el Arquetipo, justamente, es una figura primordial depurada de todo contexto socio-histórico. El arquetipo desde su perspectiva se constituía ante todo en una imagen formadora y no formada: El Héroe, la Bruja, el Descenso Infernal, La Noche Iluminada, La Noche Oscura, el Monstruo, el Ángel, todo ese ejército supralunar de entes de luz. Mi lucha es a cara e´perro respecto a los derechos arquetípicos del ser singular. Empero, a continuación nos regiremos por la segunda posición para tratar a una de esas imágenes primordiales, capaces de ser tanto figuradas en diferentes culturas como ser abstraídas del estado latente en ellas mismas, eso sí – y allí radica su belleza – de manera irreductiblemente singular.
2. ¿Quién carajos escribe William Wilson? Qué macabra sensación cuando, al terminar la pequeña joya que nos regaló Poe, me puse a pensar: ¿Si Wilson muere al fin de la narración cómo puede contarnos la historia? Además, las últimas palabras no son las de Wilson perdulario, tramposo e inmoral sino las de Wilson taciturno, correcto y acosador: el Otro. Joe Gillis, en Sunset Boulevard, muchos años más tarde nos dará una lección similar: ¿Cuál será esa lección?
3. Borges, en El Libro de los Seres Imaginarios, incluye tanto a la Pantera (el más sutil de los felinos) y a los Elfos como al Doble. No es un libro teórico sobre los mitos o los arquetipos sino un catálogo de animales imaginarios: un bestiario. Allí empieza mi cuestionamiento sobre la delgada e inexistente línea entre los mundos sutiles y los mundos materiales. Pensé que, como en una estructura fractal, los animales imaginarios son seres de tránsito entre una especie singular y un arquetipo universal, unos más para un lado y otros más para otro. El Doble es ambos: un Arquetipo abstracto, casi una matemática de la esencia humana, así como un ser de carne, monstruo, bicho que merodea, que espera detrás de la puerta.
4. La teoría lacaniana, si bien para muchos es pedantería estructuro-oscurantista llevada a la caricatura, comporta un elemento primordial y sumamente dilucidador sobre nuestra TRAGEDIA COMO SERES DE LENGUAJE. El niño se reconoce como ser distinto y portador de una ipseidad (condición de lo que es mismo) en el momento en que se reconoce delante del espejo en una imagen, ilusión, o sea, en el momento de asimilar la mirada del otro a través de una concordancia de movimientos y de proporciones. Pero esto no es suficiente en absoluto, el niño confirma esa intuición cuando reconoce la mirada de un tercero en el espejo que verifica esas coincidencias formales: el niño deviene el otro para ser él mismo. Para ser yo mismo debo de verme desde fuera, para ser uno debo ser dos y sino no puedo ser.
5. El Otro puede ser idéntico como William Wilson en William Wilson o lo absolutamente contrario como lo que aparece en el lienzo del retrato de Dorian Gray. Puede ser hombre o mujer, puede estar dentro de tus sueños u oculto detrás de la cortina de la ducha. Puede ser uno o pueden ser dos. Puede ser tú o puede ser yo.
6. Spider adulto está presente en la misma habitación que Spider niño en el opus de Cronenberg; magnífico tratado sobre la esquizofrenia: considerada en occidente como una patología. En La Nación Cladestina de Jorge Sanjinés, ese desdoblamiento del héroe Mamani-Maisman, jamás es enfocado como una patología sino más bien como una cosmovisión. La esquizofrenia es una “enfermedad” moderna y positivista.
7. La política occidental siempre fue la siguiente: a los crios, educarlos; a los locos, encerrarlos; a los salvajes, colonizarlos (o jugar tiro al blanco con ellos). ¡Qué brutos! No sabían (y no saben aún) de lo que se estaban perdiendo: ¿Qué tiene en común la visión de los niños, los locos y los salvajes? Que el Doble no les da miedo. Es tan natural como hacer pis o caca. Y al Doble, como a todo ser animado del mundo material, intermedio o sutil, hay que serle respetuoso o te muerde. Es real pero misterioso, una matemática viscosa incomprensible por la lógica identitaria de Aristóteles y menos por la dicotomía cartesiana. Mayor sabiduría hay en encontrar las continuidades entre el mundo de la vigilia y el de los sueños que reforzar los candados de las puertas que hemos construído para separarlos.
8. ¿Cuál es el Doble de la vida?
2. ¿Quién carajos escribe William Wilson? Qué macabra sensación cuando, al terminar la pequeña joya que nos regaló Poe, me puse a pensar: ¿Si Wilson muere al fin de la narración cómo puede contarnos la historia? Además, las últimas palabras no son las de Wilson perdulario, tramposo e inmoral sino las de Wilson taciturno, correcto y acosador: el Otro. Joe Gillis, en Sunset Boulevard, muchos años más tarde nos dará una lección similar: ¿Cuál será esa lección?
3. Borges, en El Libro de los Seres Imaginarios, incluye tanto a la Pantera (el más sutil de los felinos) y a los Elfos como al Doble. No es un libro teórico sobre los mitos o los arquetipos sino un catálogo de animales imaginarios: un bestiario. Allí empieza mi cuestionamiento sobre la delgada e inexistente línea entre los mundos sutiles y los mundos materiales. Pensé que, como en una estructura fractal, los animales imaginarios son seres de tránsito entre una especie singular y un arquetipo universal, unos más para un lado y otros más para otro. El Doble es ambos: un Arquetipo abstracto, casi una matemática de la esencia humana, así como un ser de carne, monstruo, bicho que merodea, que espera detrás de la puerta.
4. La teoría lacaniana, si bien para muchos es pedantería estructuro-oscurantista llevada a la caricatura, comporta un elemento primordial y sumamente dilucidador sobre nuestra TRAGEDIA COMO SERES DE LENGUAJE. El niño se reconoce como ser distinto y portador de una ipseidad (condición de lo que es mismo) en el momento en que se reconoce delante del espejo en una imagen, ilusión, o sea, en el momento de asimilar la mirada del otro a través de una concordancia de movimientos y de proporciones. Pero esto no es suficiente en absoluto, el niño confirma esa intuición cuando reconoce la mirada de un tercero en el espejo que verifica esas coincidencias formales: el niño deviene el otro para ser él mismo. Para ser yo mismo debo de verme desde fuera, para ser uno debo ser dos y sino no puedo ser.
5. El Otro puede ser idéntico como William Wilson en William Wilson o lo absolutamente contrario como lo que aparece en el lienzo del retrato de Dorian Gray. Puede ser hombre o mujer, puede estar dentro de tus sueños u oculto detrás de la cortina de la ducha. Puede ser uno o pueden ser dos. Puede ser tú o puede ser yo.
6. Spider adulto está presente en la misma habitación que Spider niño en el opus de Cronenberg; magnífico tratado sobre la esquizofrenia: considerada en occidente como una patología. En La Nación Cladestina de Jorge Sanjinés, ese desdoblamiento del héroe Mamani-Maisman, jamás es enfocado como una patología sino más bien como una cosmovisión. La esquizofrenia es una “enfermedad” moderna y positivista.
7. La política occidental siempre fue la siguiente: a los crios, educarlos; a los locos, encerrarlos; a los salvajes, colonizarlos (o jugar tiro al blanco con ellos). ¡Qué brutos! No sabían (y no saben aún) de lo que se estaban perdiendo: ¿Qué tiene en común la visión de los niños, los locos y los salvajes? Que el Doble no les da miedo. Es tan natural como hacer pis o caca. Y al Doble, como a todo ser animado del mundo material, intermedio o sutil, hay que serle respetuoso o te muerde. Es real pero misterioso, una matemática viscosa incomprensible por la lógica identitaria de Aristóteles y menos por la dicotomía cartesiana. Mayor sabiduría hay en encontrar las continuidades entre el mundo de la vigilia y el de los sueños que reforzar los candados de las puertas que hemos construído para separarlos.
8. ¿Cuál es el Doble de la vida?
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