jueves, octubre 26, 2006

A Marcelo Bielsa


En un partido por las eliminatorias del Mundial del 2002, cuando era técnico de la selección argentina de fútbol, Marcelo Bielsa salió a la cancha del Estadio Monumental minutos antes de un partido contra Colombia; observó las tribunas colmadas de gente, escuchó los gritos aliados con el viento y se quedó por unos momentos concentrado en el césped inerte del campo de juego; volvió al vestuario y les dijo a sus jugadores: "En las peleas callejeras hay dos tipos de golpeadores. Está el que pega, ve sangre, se asusta y recula. Y está el que pega, ve sangre y va por todo, a matar. Muy bien, muchachos: vengo de afuera y les juro que hay olor a sangre".

Bielsa no hablaba mucho con los jugadores, no repartía muchas charlas técnicas, pero siempre antes de cada partido empleaba breves minutos para insuflar en sus jugadores la vehemencia, el orgullo y la búsqueda de la gloria. Estos momentos estaban marcados por un aspecto central: “el espíritu amateur” expresado de la siguiente manera por Bielsa a sus jugadores minutos antes del inicio del partido final contra Boca el 91: “Nosotros tenemos que reconstruir una sensación, algo muy profundo: remitirnos a los 14 años, cuando en el barrio nos tocaba jugar contra aquellos rivales a los que les teníamos bronca y no nos importaba nada más que eso, ni el lugar, ni la hora, nada. Porque lo único que nos interesaba, justamente, era jugar”. En esta declaración está presente uno de los puntos centrales del devenir del fútbol contemporáneo: la razón del juego. En momentos donde el sentido parece ser solamente el dinero o el prestigio disfrazado de autos y putas de lujo, Bielsa plantea una motivación distinta, esencial y central, como eje sobre el cual debe seguir rulando el fútbol; una concepción ética distinta que plantea las bases de una acción distinta.

La acción resultante de esta postura es una obsesión por buscar el arco contrario, usando la belleza y el buen juego como motores de esa búsqueda. La obsesión está marcada por la necesidad de ser protagonista, por la necesidad de atacar en base a la creatividad y la imaginación. Alguna vez opinó al respecto: “Yo soy un obsesivo del ataque. Yo miro videos para atacar, no para defender. ¿Saben cuál es mi trabajo defensivo? “Corremos todos”. El trabajo de recuperación tiene 5 o 6 pautas y chau, se llega al límite. El fútbol ofensivo es infinito, interminable. Por eso es más fácil defender que crear. Correr es una decisión de la voluntad, crear necesita del indispensable requisito del talento” (Escucho esto y no puedo dejar de imaginarme a Capello o Domenech analizando mil veces partidos y partidos para ver qué más pueden hacer en su triste tarea de no dejar que nadie les haga un gol; para ellos es al revés: le dicen a su delantero centro “tú, corre y haz lo que puedas”, lo que les importa es mantener la valla en cero).

Estas dos construcciones, el espíritu amateur y la obsesión por el ataque, que Bielsa por tanto tiempo había ido reflexionando, muestran las características de un ser absolutamente sui generis dentro del ámbito futbolístico. Un hombre reflexivo que intenta “mitigar el poder del azar” dentro de un juego como el fútbol, en base a la inteligencia y al análisis. Dentro de su entorno más próximo se puede entender su excepcionalidad, su accionar como técnico no está basado en la intuición fundada en la experiencia, centro bajo el cual se construyen los conocimientos de los Veiras, los Merlos, los Pasarellas. Bielsa entiende el juego desde otro lado, tal vez porque sólo fue jugador por un par de temporadas, sin ningún éxito, o tal vez porque en su familia “era forzoso leer continuamente, tener algo con sentido para decir, ser rápido y filoso en las respuestas, despreciar los bienes materiales, menospreciar las tentaciones, apreciar las normas del clan, y mirar el mundo desde la altura de quien tiene su camino fijado, y no hay nada ni nadie que pueda apartarlo de él” (palabras de su hermano, Rafael).

Bielsa entiende el juego desde la experiencia que significa mirar cien veces seguidas un partido del Ajax de Cryuff o Van Gaal para ver cómo se construyen espacios en un terreno cada vez más empequeñecido por los perros de caza seguidores de Capello; desde los libros de Machado, de Arlt, de Soriano, donde se entiende que cuando se pierde lo mejor que se puede hacer es seguir a muerte lo que uno cree desde siempre, honestidad brutal e ingrata; desde la ideología de convencer a todos los jugadores que la causa no es el dinero sino la gloria, el respeto por los que aman los colores que llevas en el pecho cuando sales a la cancha; desde el afán de tener la pelota, de quitarla rápido presionando con una enfermiza vehemencia, de preocuparse por llevarla, abriendo la cancha, moviéndose todos al mismo tiempo, al arco contrario; en fin, una mirada signada siempre por una preocupación elemental, central en el juego, que ahora cada vez es más exigua: ganar jugando bien.

De ahí que sus equipos jueguen distinto al resto de los clubes y selecciones del mundo, o por lo menos lo intenten. Su vehemente selección argentina jugaba con dos extremos bien abiertos en las puntas, cuando hace tiempo el gordo Soriano se lamentaba porque con la muerte de los wines había muerto también un estilo de vida; su selección apretaba al rival hasta desesperarlo, todo el partido, cuando la mayoría de los equipos del mundo esperan a sus rivales, atiborrando de volantes el centro del campo, soñando con quitar la pelota para lanzar un mísero contragolpe; su defensa juega con un jugador más de la cantidad de delanteros que tenga el equipo contrario, nunca tiene un esquema fijo al respecto, “porque es mucho más fácil defender (destruir), que atacar (crear)”.

Bielsa es una isla extraña en el mundo del fútbol. Un hombre que, desde un banco de suplentes, alía el conocimiento, la cultura y el amor por el lenguaje, con el fútbol. Un hombre que intenta estudiar las miles de variantes que propone el juego para redescubrirlo, reinventarlo y reabrir nuevas rutas al gol. Un hombre que no cede ante el ignorante monopolio mediático de TyC Sports, liderado por un tal Niembro y que decide que para él es lo mismo asistir a un programa de la gran cadena deportiva que al de una modesta radio del Norte argentino. Un hombre que tiene preocupaciones distintas a la mayoría de los asquerosos jerarcas del fútbol: dirigentes, técnicos glamorosos y jefes de hinchadas. Un hombre que saca varias veces campeón a un equipo “del interior” que hace tiempo estaba peleado con la victoria, muriendo y matando a su modo, presionando en la Bombonera, jugando con tres delanteros, buscando la victoria en vez de asegurar los penales (Domenechs, Lippis, Capellos y tantos otros maricones: abstenerse).

Tenemos tanto que agradecerle a Bielsa. Agradecerle por resucitar un poco a Corbatta y a Houseman en los pies del burrito Ortega, por las declaraciones profundas e instructoras en las usuales nimias conferencias de prensa, por la tristeza y la sabiduría de la maldita derrota de primera fase del Mundial de Corea y Japón, por la búsqueda de la felicidad a través de un equipo de fútbol, por la transparencia y la consecuencia, pero sobretodo porque todavía existan equipos que jueguen en base al espíritu amateur y la preocupación enfermiza por jugar bien, evocando el sentimiento, difundido a lo largo del mundo, que motiva a un niño a correr desesperado detrás de una pelota de fútbol.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Fascinante escrito. Un saludo desde Mexico

Anónimo dijo...

No se quien sos pero es como si hubieras podido sacar de mi cabeza todo lo que pienso textualmente y plasmarlo en ese escrito. Realmente me hiciste poner la piel de gallina y me da orgullo encontrar gente que piense en las virtudes de Bielsa-persona y Bielsa-DT sin estar condicionado por el triste aparato periodistico con el que cuenta este miserable pais exitista. Un caluroso abrazo desde Rosario.

Anónimo dijo...

M. Bielsa......el tiempo te dara la razón ....CARAJO!!!!!