domingo, mayo 27, 2007

Marlowe, Fenner y el agente de la Continental: algunas notas sobre la novela negra


“Van Dyke había caído de rodillas tomándose el estomago. El pelo le caía sobre la frente mientras el saco, que tenía un solo botón abrochado, estaba inflado como una bolsa. - Déjemelo, Marlowe. - ¿Ahora que está blandito? No, compañero, no le pegue nunca a un hombre que está peleando con otro.” Osvaldo Soriano, Triste, solitario y final.

La fórmula, a priori, parece bastante simple: un asesinato, una intriga, un tipo duro, una mujer fatal, un cachiporrazo y un final que devele todos los misterios. La estructura, a priori, parece bastante simple: un encuentro con un personaje (casi siempre femenino) que plantea un dilema, la búsqueda a través de extraños sucesos y complejos personajes, el encuentro, repentino y extraño, con el hilo que desencadena la verdad de los sucesos. El tono, a priori, parece bastante simple: lenguaje parco, narración simple y dura, diálogos convincentes y ocurrentes. A priori, a priori.

Sin embargo, la novela negra relacionada a Chandler, Mcoy, Goodis, Hammet o Hadley Chase entre tantos otros tiene algunos componentes subterráneos que la hacen fascinante y sugestiva. Entre muchos, en este escrito se pretende abordar algunas características del protagonista (había pensado usar la palabra héroe, pero no me queda claro si es un epíteto que retrata a los actores centrales de las aventuras detectivescas) de este género: el detective.

Mucho se ha escrito sobre la novela negra, a veces me parece que sucede con ella un fenómeno parecido al fútbol: mucho tiempo pareció un espacio banal y simplón (hasta cierto punto despreciado por los intelectuales) para después ser “redescubierto” desde la academia como una fuente insondable de lucidez y encanto. Entre tantos escritos, alguna vez creo haber leído algún artículo de Piglia donde afirmaba que la novela negra era también un manifiesto político contra el orden establecido en los Estados Unidos, un alegato contra la dominación de la sociedad capitalista y uno de sus mecanismos más ríspidos de coerción: la policía. No recuerdo bien el artículo y la interpretación sea tal vez muy libre (aunque en el caso de Piglia, por razones prosaicas, eso no tiene mucha importancia) pero me parece posible poder deducir que el detective simboliza muchas veces un espacio de resistencia social, un ente libre ajeno al Estado, capaz de encontrar la solución a problemas que la incompetente policía no puede resolver. Por otro lado queda otro guiño político, la crítica a la burguesía gringa: su falta de transparencia, sus turbios secretos, sus hipócritas convenciones, sus deslealtades…en fin, su decadencia (tal vez acá sea importante acotar la pertenencia de Hammet al partido comunista norteamericano).

Pero tal vez el rasgo que más me seduce de estos protagonistas, el que pretendo reseñar modestamente en este escrito, más allá de sus conceptualizaciones como símbolos de intransigencia frente al Imperio, es la encriptada ternura con la cual realizan sus acciones. Hay en Marlowe, Fenner o el agente de la Continental (personajes de Chandler, Hadley Chase y Hammet respectivamente) una extraña devoción a su trabajo, una lealtad con ellos mismos y con sus clientes, un compromiso tácito en llevar a cabo el trabajo con entereza y honestidad, una preocupación extrema por el destino de sus contratantes, más allá de la búsqueda del misterio y la verdad. En ese sentido, encuentro una diferencia con exponentes de otra vena de la novela negra: Dupin y Sherlock Holmes (protagonistas de Poe y Conan Doyle), para ellos la búsqueda de la verdad es un juego de inteligencia, una postura personal e individual ante el misterio, más que una preocupación ética social frente a las vicisitudes de una persona en aprietos. Preocupación teñida de ternura que muestran Marlowe, Fenner y el agente de la Continental; veamos algunos peregrinos ejemplos.

Marlowe, en “Playback”: se observa como el cansancio y el aburrimiento del detective se van tamizando por el amor y la ternura; a pesar de que se ha dicho que por ser la última novela de Chandler el amor aparece más directamente, casi como un artificio, es innegable que la llamada de Linda al final de la novela (que se ha ido hace tiempo y cuyo recuerdo acecha como un fantasma las cavilaciones de Marlowe) y la reacción del detective terminando con un: “Estoy aquí. Igual que siempre” (planteándole que la esperará como y para siempre) sólo confirman rasgos que el personaje había mostrado antes con muchas mujeres fatales que daban rienda suelta a sus aventuras.

Fenner, en “El secuestro de Miss Blandís”, se inmiscuye desde palco al ver que la policía no entendía ni un poco de lo que estaba pasando, decide entrar al caso por una motivación ética más que monetaria: el sufrimiento de una hermosa dama secuestrada por una banda de rufianes que la someten a malignos vejámenes. Cuando la rescata, sabe que la muerte, por los traumas psicológicos, ya se ha apoderado del alma de la muchacha, la lleva a un hotel antes de que vea a su padre e intenta (desde la dureza que sólo tiene un detective privado) insuflarle un poco de consuelo y tranquilidad, sin embargo intuye que ya es tarde…poco después la mujer se lanza desde el balcón al vacío.

El agente de la continental, en “Cosecha Roja”, transita por Personville (mejor: Poisonville), una ciudad marcada por el crimen, los gangsters y el envilecimiento por el dinero. El entorno lo va marcando, convirtiendo su aséptica manera de entender un crimen en un odio profundo y planificado hacia el entorno. Sin embargo, aún en estas complejas demarcaciones hay algo puro: la fidelidad con el trabajo, el incipiente amor por Dina Brand y la toma de conciencia de la consecuencia de los duros en contraposición a la hipocresía de otras personas.

Estos son sólo algunos ejemplos para inferir un esbozo del proceder de los detectives duros, de la devoción a su trabajo, de sus convicciones particulares, de la ternura que, camuflada y subrepticia, dirige sus pasos por el misterio y la incógnita.

En una entrevista, allá por 1973, Onetti aseveró que era un ávido lector de novelas policiales. “A quién lee” le preguntaron. “Dashiell Hammet o Raymond Chandler” respondió. “¿Descubre al asesino?”. Pensó un poco, se arremolino en la silla y contestó: “Siempre. Basta con tener humildad”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mario, me gusto mucho tu articulo, aunque no sea muy amante del genero, de igual manera prometo desempolvar los de Vian y Simonese y hecharle un ojo a Marlowe.

Rosenrod dijo...

Estupendo artículo; y muy, muy sugerente esa mención a la particular ternura de estos personajes... Una reflexión muy acertada.

Un saludo!

Mario Murillo Aliaga dijo...

Anónimo: gasta unas horas en Chandler y Hammet, te hará muy bien. Un consejo sobre una debilidad particular: Handley-Chase. Gracias por tus comentarios.

Rosenrod: que bueno que hayas vuelto por este lar, me alegra mucho que te haya gustado el artículo.