Es a partir de Jorge Sanjinés cuando surge la verdadera peripecia del cine boliviano, es de su cine profundamente comprometido política e ideológicamente, que anexado a una formalidad plagada de carencias y limitaciones, logra con sus filmes una gran potencia y crudeza cinematográfica acentuando en la precariedad fílmica que utiliza, lo tremendo, valioso y sobresaliente que había en las historias que contaba. Más de cuarenta años han transcurrido desde que el maestro Sanjinés empezara haciendo películas, y pese a ser una referencia invaluable e ineludible en nuestro cine, hasta, podría decirse, una suerte de norte para todos los que venimos después de él, hay que tener claro que el tiempo ha transcurrido y el mundo ha cambiado mucho. El mundo bipolar de la guerra fría ha fenecido, el mito de la panacea comunista se ha desvanecido, el sueño de la revolución con la metralleta al hombro hoy ya no tiene lugar, los ideales que en los 60 plagaran las esperanzas e ilusiones de los jóvenes que se veían capaces de cambiar el mundo se han debilitado de gran manera. Todo esto ha repercutido en las artes; como toda la fruición ideológica, política y revolucionaria influyó en su momento y provocó el Tercer Cine sudamericano con Sanjinés y Rocha a la cabeza, y que tantos otros cineastas en diferentes latitudes del orbe concentraran sus esfuerzos en narrar y denunciar una realidad política, ideológica y social. Hoy vivimos en un mundo de desazón política, la utopía se ha desbaratado casi en su totalidad, aunque en Bolivia muchos difusamente han vuelto a creer en ella.
No creo que la desazón política deba implicar el dejar de hacer un cine con una fuerte sustancia política o con una subyacente o patente crítica social, todo arte debe detentar contra algo, debe tener el sino de la insatisfacción y la perpetua búsqueda de algo. Pero creo que hoy hacer un cine marcadamente político que devenga en ideológico está obsoleto. El arte tiene la dicha de la metáfora y la metáfora puede ser el camino para abordar cualquier preocupación y abordarla sin tener que filmar un panfleto.
Pienso que las preocupaciones deben expresarse en otros términos, y ya no entre el maniqueo mundo de izquierdistas reaccionarios y derechistas revolucionarios, sino en un mundo diverso y complejo donde cada cineasta debe proponer su óptica y sus preocupaciones tratando de expresarlas de la forma más honesta y adecuada posible sin caer en burda politiquería o ideología que no se pliega a los tiempos que corren. El arte desde siempre ha sido un bálsamo, tanto para el artista como para el que se nutre del arte de otros, una manera de expurgación que pretende liberar. Las formas de liberarse mediante el arte son infinitas y eso tendrá que encontrarlo, en este caso, cada cineasta por su cuenta, entendiendo y canalizando cual es la efervescencia que lo impele a hacer cine, y hoy creo que estamos muy lejos de que la ideología sea la preocupación más importante, ya que además es patente que la ideología tiene la gran facilidad de bifurcar y de confrontar en vez de fusionar o unir.
Hoy estamos a la búsqueda. Nuestras pesquisas son dos, dos cosas que Sanjinés halló otrora y las conjuncionó maravillosamente en su cine, y son el qué y el cómo. Para fortuna de un país de escasos recursos, la aparición de la tecnología del video digital es un magnífico regalo. A partir del emergente cine digital uno puede prever la aparición de una nueva estética entre los cineastas bolivianos, cosa que todavía no se está dando claramente. Hay algunos géneros emergentes, pero no algo que se entienda como una nueva estética juvenil. En los últimos años en que se ha estado experimentando con el instrumento digital, las suertes han sido muy dispares y lamentablemente, la mayoría con un éxito muy escaso. Creo que uno de los pocos logros importantes del cine boliviano último y que justamente, va ligado con una nueva estética de “cine digital”, es “Lo más bonito y mis mejores años” de Martín Bouloq, donde se observa una excelente conjunción entre forma y contenido. Pese a que muchos buscan hacer un cine a la vieja usanza a través del digital, creo que hay que entender que tenemos entre manos un utensilio distinto al viejo y hermoso celuloide. Bouloq se desembaraza de todo contenido y prejuicio ideológico y formal para narrarnos una historia desgarrada de personajes alienados que buscan encontrar ese algo que dé sentido a sus pálidas vidas. ¿Es o no es acaso un tema acuciante de nuestros días? A mí si me lo parece y de ahí la valía del filme tanto en qué y en cómo esta contado.
En nuestra búsqueda de una nueva estética cinematográfica, asumo que son necesarias dos cosas. Primero rodar y experimentar mucho para conocer nuestra nueva herramienta y conjugar las capacidades que ésta nos permite con todo nuestro arsenal de ideas y propuestas narrativas. Segundo, asentar una cultura de cine en Bolivia, a lo que no creo que debe darse únicamente por la vía de las escuelas de cine, sino por muchos y diversos derroteros, que lo que provoquen en la gente sea un interés creciente a ver todo tipo de cine, buscar tener acceso a éste, poder discutirlo hasta saciar, comentarlo y analizarlo, creando así una “cultura cinematográfica” que permita a los nuevos realizadores de lactar de todo lo hecho antes para poder instrumentalizarlo en su favor, ya que no creo que haya mejor escuela de cine, que ver y ver mucho cine, y muy diferente desde Godard hasta John Waters, pasando por Howard Hawks y llegando a Zhang Yimou.
Por la irrupción de las nuevas tecnologías el cine aparece como una moda entre lo jóvenes, además de la irrupción de nuevas escuelas de cine, lo cual no se ha cristalizado todavía en verdaderos grupos o movimientos de creación cinematográfica como lo fueron la “Nouvelle Vague” en Francia o el “Cinema Novo” en Brasil, aunque dada la coyuntura eso es hoy en día posible. Los movimientos son una de las pocas vías de explosión y expansión cinematográfica, al aunar preocupaciones comunes, y esto sumado a la actual facilidad económica de realizar productos audiovisuales con nuevas tecnologías, debería ser la aspiración y búsqueda del cine boliviano como conjunto; el crear orgánicamente uno o dos movimientos que le insuflen a nuestro cine de un nuevo talante, energía y vanguardia en cuanto a contenido y continente.
En cuanto al producto audiovisual en sí, han cambiado muchas cosas y otras no tanto con la avalancha digital. El alcance a cámaras e islas de edición de una calidad aceptable ha permitido que mucha gente experimente con las nuevas tecnologías, además de poder animarse a realizar proyectos, lo cual ha dado mayor amplitud a los productos surgidos en los últimos años. Lo que no ha cambiado es que el cine sigue siendo un arte muy intrincado y que requiere, aunque no siempre, sí en la mayoría de los casos, un equipo técnico, logístico y artístico que le permita al director plasmar su visión con la mayor precisión posible, para lo cual se requiere un alto estándar técnico, por ende un equipo capaz. Muchas veces damos por descontado que el trabajar en video es más fácil de lo que hubiera sido en cine, eso es cierto si hablamos de cifras, no así de un resultado estético acerca del producto. No creo que Winterbottom o von Trier, pese a estar grabando en video, tomen más a la ligera producciones como “24 hour party people” o “Dogville” en relación a cuando filmaban en celuloide. El fácil acceso a nuevos formatos ha influido en la cantidad de material producido, y esto ha derivado en mayor difusión del material rodado acá, y en lo que se ha visto un decrecimiento del nivel de la producción, en el sentido de ver propuestas de calidad muy baja presentadas en el cine, lo cual es una señal de alerta. Experimentar, rodar mucho material y realizar muchos proyectos me parece excelente (como dije anteriormente rodar es una de las dos mejores vías para aprender el oficio), pero tanto los directores, creadores, así como nuestro entorno cercano y el entorno grande del cine, debemos ser críticos y autocríticos, analizar y cribar muchas cosas, sobre todo antes de emprender un proyecto que pretenda alcanzar la gran pantalla. Yo puedo querer rodar una peli de mi perro, mis monólogos dedicados a la luna o mi peregrina idea nihilista de destruir la sociedad, pero no debo pretender que la gente pague para ver tales cosas, para eso lo cuelgo en Youtube y que lo vea a quien le apetezca. Si algo es exhibido en el cine, se espera que al menos haya habido una cierta selección de calidad narrativa y técnica, por ende un trabajo que permita que tal producto sea proyectado en las salas comerciales. El hecho de que algo nacional tenga la duración como para el cine no quiere decir que cumpla los requisitos para ser proyectado en tal medio, es como en el fútbol, el ser joven y nacional no te hace ser buen futbolista, si eres buen futbolista tendrás un sitio en cualquier equipo, sino, no. En el cine es igual, si haces una buena película, es justo que ésta se exhiba, sino no. Abogo por la ayuda a los realizadores bolivianos, pero no a costa de producir y proyectar cualquier bazofia hecha por alguien nacido acá, ahuyentando a la gente de las salas, además de emparentar injustamente al cineasta boliviano con malas películas lo cual sería una condena tanto para el cine nacional como para la gente con buenas propuestas.
Por eso hay que luchar por un creciente aprendizaje de hacer cine y de un concienzudo trabajo de directores y de equipos, tanto creativo, técnico como crítico para fortalecer nuestra producción. Muy pocas veces más quiso decir mejor, apostemos por la calidad, no por la cantidad, así que quienes entiendan sus intereses comunes y sus vocaciones conjuntas luchen por un nuevo cine boliviano, lleno de movimientos y proyectos plagados de ideas y de propuestas narrativas, ya que lo digital ha llegado en auxilio de nuestras carencias económicas, no así para solventar nuestro vacío creativo.
* Esta ponencia fue expuesta el jueves 12 de abril en La Paz, Bolivia en el marco del Encuentro de Cineastas Sub-40: visiones e inquietudes organizado por el CEDOAL y el CONACINE, donde Diego y Alvaro Loayza fueron invitados en representación de Cubitel Producciones; próximamente se subirá la ponencia de Diego Loayza.
No creo que la desazón política deba implicar el dejar de hacer un cine con una fuerte sustancia política o con una subyacente o patente crítica social, todo arte debe detentar contra algo, debe tener el sino de la insatisfacción y la perpetua búsqueda de algo. Pero creo que hoy hacer un cine marcadamente político que devenga en ideológico está obsoleto. El arte tiene la dicha de la metáfora y la metáfora puede ser el camino para abordar cualquier preocupación y abordarla sin tener que filmar un panfleto.
Pienso que las preocupaciones deben expresarse en otros términos, y ya no entre el maniqueo mundo de izquierdistas reaccionarios y derechistas revolucionarios, sino en un mundo diverso y complejo donde cada cineasta debe proponer su óptica y sus preocupaciones tratando de expresarlas de la forma más honesta y adecuada posible sin caer en burda politiquería o ideología que no se pliega a los tiempos que corren. El arte desde siempre ha sido un bálsamo, tanto para el artista como para el que se nutre del arte de otros, una manera de expurgación que pretende liberar. Las formas de liberarse mediante el arte son infinitas y eso tendrá que encontrarlo, en este caso, cada cineasta por su cuenta, entendiendo y canalizando cual es la efervescencia que lo impele a hacer cine, y hoy creo que estamos muy lejos de que la ideología sea la preocupación más importante, ya que además es patente que la ideología tiene la gran facilidad de bifurcar y de confrontar en vez de fusionar o unir.
Hoy estamos a la búsqueda. Nuestras pesquisas son dos, dos cosas que Sanjinés halló otrora y las conjuncionó maravillosamente en su cine, y son el qué y el cómo. Para fortuna de un país de escasos recursos, la aparición de la tecnología del video digital es un magnífico regalo. A partir del emergente cine digital uno puede prever la aparición de una nueva estética entre los cineastas bolivianos, cosa que todavía no se está dando claramente. Hay algunos géneros emergentes, pero no algo que se entienda como una nueva estética juvenil. En los últimos años en que se ha estado experimentando con el instrumento digital, las suertes han sido muy dispares y lamentablemente, la mayoría con un éxito muy escaso. Creo que uno de los pocos logros importantes del cine boliviano último y que justamente, va ligado con una nueva estética de “cine digital”, es “Lo más bonito y mis mejores años” de Martín Bouloq, donde se observa una excelente conjunción entre forma y contenido. Pese a que muchos buscan hacer un cine a la vieja usanza a través del digital, creo que hay que entender que tenemos entre manos un utensilio distinto al viejo y hermoso celuloide. Bouloq se desembaraza de todo contenido y prejuicio ideológico y formal para narrarnos una historia desgarrada de personajes alienados que buscan encontrar ese algo que dé sentido a sus pálidas vidas. ¿Es o no es acaso un tema acuciante de nuestros días? A mí si me lo parece y de ahí la valía del filme tanto en qué y en cómo esta contado.
En nuestra búsqueda de una nueva estética cinematográfica, asumo que son necesarias dos cosas. Primero rodar y experimentar mucho para conocer nuestra nueva herramienta y conjugar las capacidades que ésta nos permite con todo nuestro arsenal de ideas y propuestas narrativas. Segundo, asentar una cultura de cine en Bolivia, a lo que no creo que debe darse únicamente por la vía de las escuelas de cine, sino por muchos y diversos derroteros, que lo que provoquen en la gente sea un interés creciente a ver todo tipo de cine, buscar tener acceso a éste, poder discutirlo hasta saciar, comentarlo y analizarlo, creando así una “cultura cinematográfica” que permita a los nuevos realizadores de lactar de todo lo hecho antes para poder instrumentalizarlo en su favor, ya que no creo que haya mejor escuela de cine, que ver y ver mucho cine, y muy diferente desde Godard hasta John Waters, pasando por Howard Hawks y llegando a Zhang Yimou.
Por la irrupción de las nuevas tecnologías el cine aparece como una moda entre lo jóvenes, además de la irrupción de nuevas escuelas de cine, lo cual no se ha cristalizado todavía en verdaderos grupos o movimientos de creación cinematográfica como lo fueron la “Nouvelle Vague” en Francia o el “Cinema Novo” en Brasil, aunque dada la coyuntura eso es hoy en día posible. Los movimientos son una de las pocas vías de explosión y expansión cinematográfica, al aunar preocupaciones comunes, y esto sumado a la actual facilidad económica de realizar productos audiovisuales con nuevas tecnologías, debería ser la aspiración y búsqueda del cine boliviano como conjunto; el crear orgánicamente uno o dos movimientos que le insuflen a nuestro cine de un nuevo talante, energía y vanguardia en cuanto a contenido y continente.
En cuanto al producto audiovisual en sí, han cambiado muchas cosas y otras no tanto con la avalancha digital. El alcance a cámaras e islas de edición de una calidad aceptable ha permitido que mucha gente experimente con las nuevas tecnologías, además de poder animarse a realizar proyectos, lo cual ha dado mayor amplitud a los productos surgidos en los últimos años. Lo que no ha cambiado es que el cine sigue siendo un arte muy intrincado y que requiere, aunque no siempre, sí en la mayoría de los casos, un equipo técnico, logístico y artístico que le permita al director plasmar su visión con la mayor precisión posible, para lo cual se requiere un alto estándar técnico, por ende un equipo capaz. Muchas veces damos por descontado que el trabajar en video es más fácil de lo que hubiera sido en cine, eso es cierto si hablamos de cifras, no así de un resultado estético acerca del producto. No creo que Winterbottom o von Trier, pese a estar grabando en video, tomen más a la ligera producciones como “24 hour party people” o “Dogville” en relación a cuando filmaban en celuloide. El fácil acceso a nuevos formatos ha influido en la cantidad de material producido, y esto ha derivado en mayor difusión del material rodado acá, y en lo que se ha visto un decrecimiento del nivel de la producción, en el sentido de ver propuestas de calidad muy baja presentadas en el cine, lo cual es una señal de alerta. Experimentar, rodar mucho material y realizar muchos proyectos me parece excelente (como dije anteriormente rodar es una de las dos mejores vías para aprender el oficio), pero tanto los directores, creadores, así como nuestro entorno cercano y el entorno grande del cine, debemos ser críticos y autocríticos, analizar y cribar muchas cosas, sobre todo antes de emprender un proyecto que pretenda alcanzar la gran pantalla. Yo puedo querer rodar una peli de mi perro, mis monólogos dedicados a la luna o mi peregrina idea nihilista de destruir la sociedad, pero no debo pretender que la gente pague para ver tales cosas, para eso lo cuelgo en Youtube y que lo vea a quien le apetezca. Si algo es exhibido en el cine, se espera que al menos haya habido una cierta selección de calidad narrativa y técnica, por ende un trabajo que permita que tal producto sea proyectado en las salas comerciales. El hecho de que algo nacional tenga la duración como para el cine no quiere decir que cumpla los requisitos para ser proyectado en tal medio, es como en el fútbol, el ser joven y nacional no te hace ser buen futbolista, si eres buen futbolista tendrás un sitio en cualquier equipo, sino, no. En el cine es igual, si haces una buena película, es justo que ésta se exhiba, sino no. Abogo por la ayuda a los realizadores bolivianos, pero no a costa de producir y proyectar cualquier bazofia hecha por alguien nacido acá, ahuyentando a la gente de las salas, además de emparentar injustamente al cineasta boliviano con malas películas lo cual sería una condena tanto para el cine nacional como para la gente con buenas propuestas.
Por eso hay que luchar por un creciente aprendizaje de hacer cine y de un concienzudo trabajo de directores y de equipos, tanto creativo, técnico como crítico para fortalecer nuestra producción. Muy pocas veces más quiso decir mejor, apostemos por la calidad, no por la cantidad, así que quienes entiendan sus intereses comunes y sus vocaciones conjuntas luchen por un nuevo cine boliviano, lleno de movimientos y proyectos plagados de ideas y de propuestas narrativas, ya que lo digital ha llegado en auxilio de nuestras carencias económicas, no así para solventar nuestro vacío creativo.
* Esta ponencia fue expuesta el jueves 12 de abril en La Paz, Bolivia en el marco del Encuentro de Cineastas Sub-40: visiones e inquietudes organizado por el CEDOAL y el CONACINE, donde Diego y Alvaro Loayza fueron invitados en representación de Cubitel Producciones; próximamente se subirá la ponencia de Diego Loayza.
8 comentarios:
En la susodicha convención se tocaron muchos temas y desde ángulos bastante interesantes. Lo que quedó pendiente, aunque fue sugerido por la representante argentina Daniela Goggi fue que la vocación de contar una historia es una condición necesaria pero no suficiente para hacer cine ni para justificar el uso indiscriminado de la tecnología digital: el artista debe determinar si su derrotero narrativo es efectivamente el cine (representación audiovisual del movimiento) u otro como ser: el teatro, el guión, el cuento, la novela, la fotografía, la fotonovela, el comic, la fotografía, la pintura (que si bien son estáticas pueden sugerir una historia, o poseer cualidades narrativas). El cine no es la única sino una de las miles de maneras de plasmar la pulsión narrativa. Para querer hacer cine hay que querer contar una historia en cine, es decir, con imágenes y sonidos orgánicamente relacionados para crear significado.
mirá nomás la coincidencia
http://diseccionandomusas.blogspot.com
al final de cuentas sí eran mellizos
Estupendo, caballeros. CRÍTICA. Tan sencillo y a la vez tan difícil de hacer. CRÍTICA.
existen los tal loayzas o son un mito; pienso que el creador de estos personajes tiene ganas de divertirse con los ingenuos que le creen
Favor gemita de no dudar de la mitologica existencia de los tal loayzas, ya que igual de mitologica es la capacidad de mucha gente de divertirse con la gente considerada ingenua
Gil Berto,
parece ser que tenemos bastantes cosas en común con los diseccionadores aparte de look de los respectivos blogs, no sé si tanto para ser mellizos, pero hay parecidos temáticos innegables.
J.S.,
la CRITICA (en mayúsculas como tú la usas) es agarrar al toro por las astas, lo cual es esencial si queremos realmente producir cine de calidad, algo que si hacemos un balance general, nos deja todavía en deuda.
Gemita,
tus especulaciones ontológicas en relación a los loayzas me han hecho reir tremendamente, creo que es el comentario más divertido, original, revelador e intrigante que se ha publicado en el blog hasta hoy. Lo cierto es que debido a la riqueza inquisitiva que propones, es mejor dejar la respuesta al abrigo de la duda y dejar la respuesta entre la incontrovertible existencia de los loayzas, o en su defecto, y corroborando tu hipótesis, que sean la creación de un macabro, taimado y bellaco timador, que con su tosca y grotesca escritura y su alucinada y florida imaginación, pretenda divertir y divertirse a costa de los ingenuos a los que tu refieres.
Saludos y espero verlos con asiduidad!!!
¡Cuánto tiempo, my friend!
Serafino Gubbio, personaje operador de Pirandello rechazaba el séptimo arte por su mecanicismo, su inercia y frialdad.
Hoy el cine es o puede ser literatura con patas, es movimiento estético, es contenido de fragmentación poética de la identidad y de la falta de ella. es la intención, el engaño, la ambigüedad, la ironía, la lente múltiple de las historias mínimas y de los grandes proyectos.
¿Cómo cocer todo ello en una dimensión Latinoamérica, boliviana, etc...? Keine idee. El complejo de inferioridad es prolífico, ¿porqué no apostar por adaptar nuestra literatura clásica, callejera o vanguardista con un tono distinto? ¿Porqué no aludir a los secretos de la pachamama inmersos y encapsulados en la gran urbe? la polisemia de las ciudades dan mucho juego. Por lo menos en Brasil y Argentina, la vanguardia de los autores más jóvenes está dispuesta a explorar este filón creativo, primero en el papel, para luego exportarlo a la gran pantalla.
Aún es pronto. ¿Qué más da? la linealidad es escasa en la celulosa y en la vida real (y si quieres, en la realidad pixelada). Mientras tanto, estoy sentada en el sofá con algo mejor que palomitas a la espera de alguna recomendación de una película paisana tuya.
K.R. vernáculamente aludida: "for if the flies..."
Que bueno saber de tí K., y oir tu pensar acerca de nuestro menesterosa labor como narradores de lo que tu bien dices "polisémica" realidad.
Es deber el encontrar formas, inventar, excavar y evidenciar historias.
Ahora me encuentro en Oruro y veo que aquí, pocos pero muy denodados personajes hacen eco de todas tus reflexiones y buscan con ahínco el hallazgo de ese meollo expresivo que permita poco a poco, que el cine no sea un arte en deuda en nuestro contiente.
Besos y saludos desde una telúrica locación (vernáculamente aludido)!!!!
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