Las lágrimas llovieron en el césped del Ellis Park de Johannesburgo, Suárez se retiraba al vestuario ahogado en sollozos y en la vídeopantalla ve azorado y conmovido como Asamoah Gyan estrella el balón en el travesaño; Abreu tira el penal a lo Panenka y Uruguay se clasifica después de 40 años a semifinales; Gyan queda desconsolado llorando a mares por haber marrado lo que significaba el primer equipo africano en la historia en entrar entre los 4 mejores del mundo. Suárez se inmoló por la causa celeste, será largamente extrañado contra Holanda, pero el cartel de héroe lo ostentará por la historia del fútbol charrúa y de la épica futbolera mundial; Gyan, uno de los mejores jugadores de todo el mundial, queda como el ogro de todo un continente que lo respaldaba, el fútbol es así un electrocardiograma de emociones y hoy se vivió uno de los episodios más vibrantes, con héroes y ogros, injusticias desgarradoras y gestas impresionantes. Uruguay está más allá de los impensado, Suárez es su héroe, el escritor de la épica actual, pero la pregunta que se hace hoy los celestes es ¿por qué la mano de Suárez tendría que ser la Ítaca de la épica charrúa en Sudáfrica?
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