“Sigue andando como un buey, sigue siendo voz tu ley, persiguiendo, vas a encontrar”
Como un buey, Las Pelotas.
Como un buey, Las Pelotas.
En realidad, este artículo iba a ser sobre otra cosa. Pensaba hablar sobre el espíritu, misterioso e inasible, del cacho; intentar invalidar las burdas creencias de que este hermoso juego es una cuestión de suerte y argumentar, en base a premisas metafísicas, que eso no es cierto. Pensaba hablar de “Rounders” (la película), de Garrincha, de la mirada eterna de mi abuelo, de la filosofía de la derrota. Pero la vehemente exhortación de una persona que quiero mucho me hizo entender que debía ir por otros rumbos. Así, este escrito irá por otros derroteros. Dejaré la argumentación por el testimonio, contaré mi experiencia personal en relación al cacho, más específicamente en relación a los campeonatos que hace casi diez años estamos jugando un grupo de apasionados y tercos amigos. Si me paso, pido disculpas anticipadamente por el exceso de emoción.
No sé bien porqué, pero esos campeonatos condensan para mí (y también para muchas otras personas) todos los sentimientos extremos que existen en la vida. La emoción más exultante cuando el dado va rodando y completa la grande que necesitas para ganar la partida, la alegría infinita de pasar de ronda ganándole a la suerte, la tristeza escalofriante de ver como los rivales te superan en las tablas, el dolor, sombrío y profundo, de eliminarte, quedarte fuera, y tener que presenciar como otros siguen vivos detrás de la gloria. Ese es para mí el sentido más importante y sorprendente del cacho, la capacidad para movilizar el corazón de manera tan radical y mostrarte los momentos más trascendentales de la existencia a través de dados rodando sobre una mesa. Todo está ahí, todo se escenifica a través de un juego: la vida, la muerte, la plenitud, la desolación.
Como en Moby Dick, donde el capitán Ahab, patrón del ballenero Pequod, busca sin tregua, desesperada y ávidamente, a la gran ballena blanca que le arrancó una pierna a la altura de la rodilla, yo voy buscando el campeonato, la gloria, la emoción absoluta. Pero si Moby Dick es en el fondo la búsqueda y el enfrentamiento contra el mal incomprensible y obstinado, la cruzada cachera es en el fondo mi búsqueda por la emoción existencial, por los faros que le dan luz a mis tránsitos, por plenitudes más allá de los convenciones: dinero, estabilidad…en fin, todo lo que significa hacerse maduros, viejos, muertos. El trofeo del campeonato de cacho es pues mi ballena, mi manera particular de intentar encarar de otra manera la duración en esta vida.
Pero para mí queda aún otra herencia colectiva, los campeonatos de Cubitel aglutinan a un grupo de gente que está buscando sus propias ballenas, un grupo de gente que muestra que el mundo puede ir por otro lado. El campeonato es, entonces, también la manifestación objetiva de un grupo de amigos, de compañeros, de similares perdedores. Jugar el campeonato es también encontrarse, reunidos todos, con los que a uno le hacen bien, con los bálsamos personales que uno posee. Por eso los dados se transmutan en vasos de singan, en botellas de cerveza, en bailes ochenteros, en cumbias olvidadas, en relatos sobre medios centros, sobre goles imposibles, sobre amores nunca olvidados. Cuando ya todo se acabe, sólo quedarán los amigos jugando cacho, matando unos singanis, relateando hasta el infinito.
Son más de veinte campeonatos, yo nunca he faltado a ninguno, nunca el destino me ha planteado el cruel dilema de tener que elegir entre ir o no ir. Tengo la certeza malsana de que algún día no podré estar presente en una de las grandes contiendas cubiteleras, sé que algún día la vida (o la muerte) no me dejarán formar parte de los dados y el bullicio, pienso en eso y siento un temblor desesperanzado, sin embargo recuerdo el espeso tintineo de los dados rulando sobre la mesa y miro al Dieguex, al Mono, al Alva, al Curta, al Colina, al Chubi, al Manolo, compañeros de grandes batallas, y sé que el próximo domingo estaremos juntos, juntos jugando cacho, detrás de la búsqueda de la gloria y la alegría infinita
4 comentarios:
Me gustaron las palabras alusivas al mundo cachero, el cual nos acompaña en esas noches de cubitel y de reuniones en diversos lares de dudosas reputaciones, felicidades frichi, me gusto mucho la foto de antaño!
Saludos
Machi
Linda foto, buenos momentos
Si tan solo la vida fuera como "el dia del campeonato"....
Nostalgias
Besos
OSO
Tus palabras hicieron que recordara buenos momentos!
Tambien escribo para felicitarte por tu cumple es pero que lo disfrutes y que tengas un buen dia, semana, ano.
Muchas felicidades a la distancia.
Mile
Gracias hermanos por el comentario. Ustedes son dos de los grandes acompañantes en tan jodidas gestas cacheras. Un abrazo.
Gracias, Mile, por el comentario y la felicitaciòn. Yo tambièn espero que todo vaya bien con esa parte tan importante del cuerpo humano, es esencial para la existencia.
Mario.
Publicar un comentario