jueves, noviembre 09, 2006

Luces en la oscuridad u otro paseo por Akilandia


Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.

Carlos Gardel, "Volver"




“Luces al atardecer” o “Lights in the dusk” (Luces en el crepúsculo), es el título de la última obra de Aki Kaurismaki, y cómo no, denota esa poética cariñosa, triste y melancólica de exigua esperanza. De por si el título nos confronta con esa dicotomía entre la luz y la palpable oscuridad, en la que alguna habrá de prevalecer, la luz como hálito de una esperanza denostada o en su defecto, la extinción de ese hálito a los dominios de la oscuridad; es quizás el viaje o la pesquisa que Kaurismaki propone en ésta película, y que con él emprende su personaje Koistinen, y nosotros, sus más empedernidos seguidores.

“Luces al atardecer” es el final de la trilogía de los trabajadores o de los perdedores como el la denomina, que empezó con “Nubes pasajeras (1996)” y continuó con la multipremiada “Un hombre sin pasado (2002)”, la primera de ellas tratando el desempleo, la segunda a los sin hogar y finalmente la que nos concierne, la soledad y el desamparo.

“Luces al atardecer” nos cuenta la historia de Koistinen, un guardia de seguridad que vaga por la vida en una pasmosa soledad, tratado con desprecio por sus colegas y condenado a una vida rutinaria sin esperanzas de mejora, cuando súbitamente conoce a Mirja, una atractiva joven de la cual cae enamorado y por la cual es manipulado, para que la banda de atracantes para la que ella opera, lleven a cabo un robo a costa del inocente Koistinen, que termina pagando los crímenes ajenos.

Con esa premisa narrativa Kaurismaki nos devuelve una vez más a su pequeño y magnífico universo, Akilandia (como nos diría la actriz Maria Järvenhelmi a como se conoce en Finlandia el mundo donde Aki presenta sus películas), un sitio con tiempo y lugares inexactos, pintados con la brocha de ese maravilloso fotógrafo e infatigable colaborador del director, Timo Salminen, acompañados con nostálgicos tangos de Carlos Gardel, “Volver” y “El día que me quieras” que abren y cierran la cinta, respectivamente otorgando un tono análogo y un paralelismo inevitable entre el invierno porteño con la primavera de Helsinki.

Al salir de la proyección le pregunté a un amigo crítico de cine qué le había parecido el filme y me respondió “bueno, te tiene que gustar Kaurismaki”, y en ese sentido debo decirles antes que después que a mi me encanta Kaurismaki, por lo cual no pretendo ser objetivo, más bien procurar el desentrañar un poco su mundo para que cuando sea tengan la oportunidad de enfrentarse con él, se sientan exhortados, aunque sea medianamente. Pero cabe aclarar que aunque mi amigo si porta razón al decir que uno tiene que gustar Kaurismaki, no creo que eso debe entenderse como algo reduccionista, ya que Kaurismaki te puede llegar a gustar por muchas cosas, ya que como todo gran cineasta o artista (y Aki de seguro lo es), se está codeando a su peculiar manera con asuntos universales que en el fondo nos conciernen a todos.

En el caso puntual de “Luces al atardecer”, nos topamos ante la más fría y descarnada representación dentro de la trilogía de los perdedores, ya que Kaurismaki tiene la extraordinaria facilidad para contarnos una historia tremendamente trágica y hacernos reír al unísono, en eso se le nota un parentesco que se remonta al mismísimo Chaplin, ya que otra cosa que es inevitable en sus películas es el hacernos sentir empatía, compasión y cariño por sus lacónicos “perdedores”, aunque en el caso presente es mas la compasión que las risas las que nos provoca el protagonista. Las risas ya las provocó el mismo Aki en la conferencia de prensa otorgada en Cannes en la presentación de la película cuando dijo "Mientras mas vieja sea la música, cuesta más barato. Y ante la mención de por qué hay tango en mi película es debido a que el tango fue llevado por marineros finlandeses a Argentina" y cuando se refirió a Almodóvar que también usa la canción “Volver” , “Pedro lleva toda su vida imitándome, yo ya no sé qué hacer. ¿Así que, también ha metido 'Volver' en su película...? Pues que se acuerde de Eurovisión: Finlandia gana, mientras que España saca poco más de ocho puntos"

Koistinen, es un perdedor de pura y dura estirpe kaurismakiana, pero el mundo que habita se presenta más hostil que el de sus colegas de continuas derrotas, la soledad parece ser un mal mayor dentro de un mundo que deviene cada vez más pesimista. En las dos películas antecesoras, si bien, la realidad era muy cruda, los personajes que rodeaban al principal hacían de una forma u otra más llevadera la situación. Koistinen, en cambio, es rechazado por casi todos y a los que no lo rechazan, él se encarga de mantenerlos alejados. Koistinen es como un perro abandonado que yerra por una ciudad crepuscular enfrentando a la vida con valores muy fuertes, fuentes de su encarnado estoicismo. “Solo como un perro” se menciona durante la película, y no parece ser otra cosa que la descripción del personaje principal, donde el perro ha sido sustituido como mejor amigo del hombre por el cigarrillo, que más bien podría denominarse como “el único amigo del hombre”.

Dentro de este corto relato, ya que la película dura poco más de 80 minutos, impresiona la facilidad que tiene el director de mostrarnos tantas cosas. Lo fácil que se le hace representar los oficios de las personas en un par de planos, cómo nos expresa las emociones de los personajes con dos miradas dentro de encuadres cerrados y con escasísimas palabras que generalmente nunca expresan esos sentires, sino frases inconexas y sin mucho sentido y por último ejemplo, las transiciones que más que elipsis cinematográficas, son interludios que nos dibujan un entorno que refleja en el fondo el ánimo del personaje.

Pese al desesperanzado y pesimista recorrido por los recovecos de Akilandia en ésta su última aventura fílmica, nos quedamos nuevamente con el alma encogida y enternecida, aunque sea por ese último fotograma que nos permite atisbar un hálito de esperanza en la vida y en el porvenir como canta el tango “guardo escondida/ una esperanza humilde/
que es toda la fortuna/ de mi corazón”, y también, porque como pocas cosas en la vida, y eso en un nivel muy personal, presenciar una película de Kaurismaki es una de esas pocas experiencias en las que siento que algún ser incorpóreo de paso, viniera y me diera una caricia al alma, y como no “Luces al atardecer”, no es la excepción.


Acaricia mi ensueño
el suave murmullo
de tu suspirar.
Como ríe la vida
si tus ojos negros
me quieren mirar.

Carlos Gardel, "El día que me quieras"

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Un 10 por Matilde Figueroa, y esa sensibilidad hacia el mundo animal. Creo que en este pais hace mucha falta todo ese tipo de iniciativas,para ir concienciendo a la gente . Dejemos de ostentar el triste y miserable record de ser el pais mas cruel de Europa cion los animales YA!