lunes, julio 30, 2007

Las carcajadas soteriológicas de un perdulario en estado de desnudez

























No sé si el cacho es, para mi, la manifestación lúdica llevada a la ultranza del azar y el ocio, o más bien un sentido y obligado derrotero para satisfacer mis afanes y oficios, o la diáfana suplantación de mis fracasados intereses en las bodas y funerales; puede que lo sea todo o no sea ninguno, de todas formas estoy divagando, ya que lo que se cuece dentro de un cubilete cuando suena el cascabeleo de los endemoniados dados es algo inasible, asunto de deidades profanas y pertinaces, dispuestas a ahogar tus pulsiones con sus carcajadas más estruendosas, y ¿por qué? lo cierto es que no tengo la menor puta idea, ya que como cualquier plan teológico es críptico, cruel y sumamente entretenido para los contempladores de arriba, o de abajo o de donde carajos sean; y bueno, ¡qué más da! Lo cierto es que ahí estaré, sentado en una mesa con tapete manchado y frente a dos personajes que no acaban de comprender el meollo de mis maledicencias y el tenor de mis furores, y mi compañero con el cuchillo entre los dientes blasfemando u orando contra o por mi alma para que mi muñeca se pronuncie con la combinación ganadora, y todo esto es parte de una parafernalia extravagante intrínseca a mi espíritu de tahúr, que me devuelve a mi risible ser y me permite vivirme como una instancia existencial sumamente autoparódica por el mero hecho de que por ganar me desvivo, aunque por extraños y bien conocidos motivos, no lo logro jamás.

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