sábado, junio 12, 2010

Breves apuntes mundialistas (día 2)

  • Nunca falta el uruguayo enfermito (Lodeiro) que pega una patada que no viene a cuento y a remar con 10 hombres.
  • Domenech sigue a la cabeza en la carrera de convertirse en el peor técnico del mundial, aunque no muy a la saga ya le vienen unos cuantos.
  • Higuaín le apuntó al arquero nigeriano en dos ocasiones y acertó (la primera le apuntó al cartel de Sony y también acertó), esperamos a Milito contra Corea del Sur.
  • El karma inglés sigue entre los tres palos, se vivió la paradójica sensación de echar de menos a "Calamity" James, ya que Green regaló un gol increíble y dejó a Inglaterra desconcertada y falta de reacción.

viernes, junio 11, 2010

El primer golazo del mundial y un fragmento de Kapuscinski sobre África (día 1)



Formidable gol de Tshabalala para Sudáfrica, inaugurando la Copa del Mundo en el continente de ébano y a continuación un fragmento de Kapuscinski sobre las vicisitudes del ser africano.

"Al caer la noche el silencio bajo el árbol sólo es aparente. En realidad lo llenan muchas y muy diversas voces, sonidos y susurros que llegan de todas partes: de las altas ramas, de la maleza circundante, de debajo de tierra, del cielo. Es mejor que en momentos así nos mantengamos unidos, que sintamos la presencia de otros, presencia que nos infunde ánimo y valor. El africano nunca deja de sentirse amenazado. En este continente la naturaleza cobra formas tan monstruosas y agresivas, se pone máscaras tan vengativas y terroríficas, coloca tales trampas y emboscadas, que el hombre, permanentemente asustado y atemorizado, vive sin saber jamás lo que le traerá el mañana. Aquí todo se produce de manera multiplicada, desbocada, histéricamente exagerada. Cuando hay tormenta, los truenos sacuden el planeta entero y los rayos destrozan el firmamento haciéndolo jirones; cuando llueve, del cielo cae una maciza pared de agua que nos ahogará y sepultará de un momento a otro; cuando hay sequía, siempre es tal que no deja ni una gota de agua y nos morimos de sed. En las relaciones naturaleza—hombre no hay nada que las suavice, ni compromisos de ninguna clase, ni gradaciones, ni estados intermedios. Todo -y durante todo el tiempo— es guerra, combate, lucha a muerte. El africano es un hombre que desde que nace hasta que muere permanece en el frente, luchando contra la -excepcionalmente malévola- naturaleza de su continente, y ya el mero hecho de que esté con vida y sepa conservarla constituye su mayor victoria."

Ryzard Kapuscinski, Ebano.

martes, junio 08, 2010

el lar, la Copa del Mundo y el inicio del manifiesto anti-Materazzi

El acaecimiento de la Copa del Mundo es de por si un motivo de celebración, quizás el más grande que tiene el homo sapiens sapiens como especie, y además para el lar de los conformes disconformes tiene su peculiar celebración y significancia; ya que hace cuatro años, debido al marcado hito del cabezazo de Zidane a Materazzi, se inauguró como blog este espacio que en julio cumplirá cuatro años transcurriendo su propio y particular devenir como bitácora.

A raíz de estas dos motivaciones que merecen ser agasajadas, el lar por cinco semanas va mutar en un lugar muy diferente al que nos tiene acostumbrados, ya que dedicará todo ese tiempo al festejo de la Copa del Mundo, ocupando su atención y su mirada al ruedo del balón y a todas las manifestaciones circundantes a éste, así como las emociones irracionales y epidérmicas que esto provocará, con una frecuencia mucho mayor a la de los largos y analíticos posts tradicionales de este blog.

Entonces, por poco más de un mes el lar no sólo cambiará y dirigirá puntualmente el enfoque de su mirada, sino también alterará el formato de lo que entiende como post o entrada bloguera en la lógica conforme disconforme, dejando que la anarquía futbolera haga mella en los contribuyentes y que éste se vuelva, para el lector, un lugar de visita asidua durante estos febriles días de obsesión futbolera.

Cubiteleros

Índice (hasta la fecha)

Paren la masacre

Hoy en la mañana, al hacer la rutinaria exploración cibernética de los quehaceres mundanos y mundialistas, nos llevamos uno, y ya van cuantos, chascos. Nani se perderá el mundial. Debido a la diferencia horaria entre La Paz y África, cada mañana nos agarra una zozobra que reza “¿Quién será el siguiente?”, ya que un mundial está compuesto por escuadras que enarbolan sus tradiciones y legados locales, pero cada escuadra goza además de individuos que son los que enriquecen y hacen más fascinante esta vorágine de pasiones llamada Copa del Mundo. Que sería de la historia de la Copa del Mundo sin Brasil, Alemania o Hungría, pero que sería de Brasil sin Pelé, Garrincha, Jairzinho o Rivaldo, de Alemania sin Fritz Walter, Gerd Müller o Jürgen Klinsman, o de Hungría sin Ferenc Puskas y Sándor Kocsis; ya que son las casacas y los héroes que las visten los que forjan los ilustres anales del mundial.

Está tan bien llamado mundial, o Copa del Mundo, no porque intervengan 32 representativos llegados de diversos rincones del orbe, o porque en la fase eliminatoria de la Copa del Mundo hayan participado todos los afiliados a la FIFA, sino porque este evento tiene una relevancia, trascendencia y sensación epidérmica que llega a todos, sin dejar a uno solo, los países y rincones del mundo, sembrando ilusiones, expectativas y esperanzas, que en la gran mayoría de los casos devendrán en desencantos; y aunque a uno le toque ser de un país que no conforma la nómina de 32, no por eso está apático a este evento, sino que lo sigue con una fruición particular y se apropia por gustos y empatías a uno o a varios equipos participantes. Muchas veces, sino las mas, la vinculación con unos colores no viene de los mismos, sino por quién es el titán o el héroe que enarbolará la bandera de su país.

El hecho de que se lesionen Ballack, Pirlo, Essien, Suazo, Obi Mikel, Robben, Nani, Skertel y en último caso Drogba, no sólo le resta calidad futbolística al mundial, sino le arrebata su espíritu y va mellando el alma y las ilusiones de los millones de fanáticos periféricos que soñamos (quizás sin razón) por una Copa del Mundo plagada de emociones, de gritos incontinentes y del surgimientos de un héroe supremo que pague esa idolatría insobornable.

Todos los jugadores lesionados arriba mencionados son talismanes en las estructuras de sus seleccionados, son pilares insustituibles de las estructuras futbolísticas de su escuadra, y en la mayoría de los casos los responsables y encargados de cuantioso peso de portar la lanza que permita el éxito a sus cuadros. Drogba, Essien y Mikel no solo tenían que liderar a Costa de Marfil, Ghana y Nigeria, respectivamente, sino que junto a E´too y Pienaar, tienen o tenían la onerosa carga de llevar a un continente, África, a la victoria en la primera cita que se da en su suelo natal. Las desilusiones provocadas por sus lesiones son incontables, aunque la tenue llama de la esperanza aun añora que la ciencia y la quasi sobrehumana fisiología de Drogba le permita sobrevenir una fractura de brazo para que a punta de goles dejen, él y sus elefantes, una marca indeleble en la Copa del Mundo.

Esperemos que pare la masacre que está afectando a éste mundial más que nunca y que la FIFA en conjunto con las organizaciones continentales para proteger a quienes engrandecen el espectáculo en la cancha: los jugadores. Jugar sesenta partidos al año, es un desgaste tremendo para cualquiera, aunque sea un superatleta. Indiferentes a credos, preferencias y empatías, las ausencia desacreditan y dañan esta añorada cita, y para cualquier amante del fútbol no contar con el talento de Robben, Pirlo o Nani, o el liderazgo de Ferdinand, Ballack o Skertel, o los goles de Suazo y Drogba, es una cuestión de merma y no tan mitigada amargura.

Ojalá nuestras mañanas sudamericanas no tengan más disgustos y que los galenos, las plegarias de los devotos hinchas y las ciencias ocultas alrededor del globo, permita recuperar a los caídos curables y que se mantengan sanos los que quedan incólumes.

martes, mayo 25, 2010

5 grandes esperanzas para la Copa del Mundo

Didier Drogba

Un verdadero titán futbolístico, Drogba parece que mientras los años pasan él se va volviendo más poderoso e intratable. Tuvo una temporada fabulosa en el Chelsea con el que volvió a ser campeón y terminó de goleador en la Premier, y fue injustamente omitido como el mejor jugador del año en Inglaterra. Ahora le toca liderar a los Elefantes Marfileños en su cruzada mundialista. No la tendrán nada fácil, Brasil y Portugal en su grupo ratifican que Costa de Marfil no tiene estrella en los sorteos, pero además de Drogba cuentan con gente importante como los hermanos Toure, Kalou, Eboue y otros jugadores de talento para hacerse notar. Pero será Drogba, el ariete más poderoso del mundo, el que tenga que cargarse la mochila de héroe y lograr pasar la fase de grupos a punta de goles, más allá del sorteo y de Sven Goran Erickson, que es algo inverso al rey Midas convirtiendo todo lo que toca en bosta, Didier es el único capaz de arrebatarle al sueco ese nefasto don.

Cesc Fabregas

Cesco sería figura y líder indiscutido de cantidad de selecciones, como Argentina, Brasil, Italia o Alemania, pero dadas las contingencias le toca desempeñarse en una glamurosa España, plagada de estrellas como Xabi, Iniesta, Villa, Torres, Silva y un largo etc., donde no tiene ni si quiera asegurado el puesto de titular. El maravilloso volante tendrá que ganarse un puesto en el once de Del Bosque y a partir de su fabulosa lectura del juego, su vocación de cara al gol y su liderazgo, para ser protagonista de una campaña que promete ahuyentar definitivamente los fantasmas eternos de la selección ibérica y encaramar a ésta generación como la mejor de la historia de España con Fabregas como una de sus máximas insignias. Ojalá las lesiones no atenten contra su innegable talento y capacidad, la roja y los amantes del fútbol jugado con inteligencia y brillantez lo aguardan.

Steven Gerrard y Frank Lampard

Dos megacracks del centro del campo, prototipos de esa legendaria casta de volantes ingleses que juegan en 60 metros del campo, defendiendo aguerridamente, llevando el juego y el equipo a sus espaldas, y disparando a puerta con auténticas bazukas; Gerrard y Lampard vienen desplegando su fútbol por años a gran nivel, pero tienen una gran deuda en la Copa del Mundo. Alemania 2006 los vio despedirse sin pena ni gloria, con mínimos atisbos de buen fútbol. El peso de ser el líder de Inglaterra recae en el robusto y despiadado Wayne Rooney, pero el equipo isleño no podrá lograr ninguna proeza si es que estos dos multifacéticos volantes no demuestran a nivel de selección el descollante nivel que sábado a sábado muestran en Anfield Road y Stanford Bridge. Capello y el equipo de los tres leones confía en que ellos tengan la llave de algo que no ocurre desde 1966.

Diego Milito

Poco más se puede decir de Diego Milito después de su monstruosa actuación en la final de la Champions League el fin de semana pasado, donde “tocó” cinco balones, con dos goles magistrales, y tres pases gol para compañeros. Pero lo de Milito se remonta a más atrás, desde que se inició la temporada, y en cada partido decisivo que le tocó enfrentar, sea el Barcelona, la Roma o el Bayern, fue sobresaliente y letal. Todos hablan de Mourinho y de su impenetrable muro defensivo, pero sin goles en el fútbol no se puede ganar, y con un endiablado Milito adelante cualquier empecinado amurallamiento podrá encontrar réditos en la puerta contraria. Maradona no lo tiene entre sus titulares (todo indica que será Higuaín el punta de lanza), pero ojalá sepa darle al ex-Racing una oportunidad y una ubicación para que Argentina pueda sacar los dividendos que el Inter ha disfrutado durante toda la temporada. De sus compañeros Argentinos sólo Samuel se pinta en el onceno titular, esperemos que Maradona no haga del banco para Milito, lo que está haciendo del televisor para Zanetti y Cambiasso, quienes no sólo deberían estar convocados sino ser titulares indiscutibles de la escuadra albiceleste.

Julio César

Para los amantes incondicionales del “jogo bonito” parecerá una iniquidad lo que se va decir a continuación, pero creo que sólo se hace alusión a la verdad, ya que el mejor jugador que hoy tiene Brasil no ostenta ni la 10, ni la 9, ni la 7, ni es para nada brillante con los pies, sino que juega mejor con las manos y es quizás (con permiso de Casillas, Buffon y Cech) el mejor arquero del mundo y el máximo baluarte de la barricada “verdeamarelha”, su nombre: Julio César. El portero del Inter ha salvado a su equipo y a su selección en cantidad de ocasiones, para dar ejemplos puntuales impidió un gol imposible que le atajó a Messi en las semis de la Champions o la atajada a Robben en la final, y por recordar un partido el que jugó en Quito contra Ecuador donde el resultado debió ser parecido al 6-1 de Bolivia contra Argentina, pero Julio César no es Carrizo, y el partido acabó 1-1, gentileza del golero de Brasil. Sus lugartenientes Maicon y Lúcio serán junto a él los bastiones que tiene Dunga para encumbrarse como el Brasil más antiestético de la historia en ganar la Copa del Mundo.

sábado, mayo 15, 2010

Sobre el terror en el cine


"¿Si las pesadillas fueran grietas del infierno? ¿Si en las pesadillas estuviéramos literalmente en el infierno?¿Por qué no? Todo es tan raro que aun eso es posible."

Jorge Luis Borges

La figuración de aquello que aterra es un dato de porte universal. La paradoja es que aquello que aterra, a través de la alquimia que implica la representación y la puesta en escena, genera fascinación y, en muchos casos, culto. La monstruosidad es algo tan humano como el lenguaje o el juego: todos tienen en común las raíces miméticas, el hecho de imitar algo, de poner algo en lugar de otra cosa. ¿En lugar de qué aparecen todas las fantásticas representaciones que los pueblos elaboran de la monstruosidad en sus diversos bestiarios? Esa pregunta es probablemente vana si se aísla estas imágenes (muy banalizadas y casi anecdóticas en algunos casos) y no nos remontamos a un estadio arquetipológico más abstracto aún, donde se contemplen constelaciones simbólicas interrelacionadas: allí se podría disponer a esta fauna maravillosa en un contexto mitológico donde principios dinámicos como la caída, la noche oscura, las fauces dentadas, las profundidades del mar, el hormigueo caótico o la sangre menstrual sirven como vectores semánticos universales y lazos entre una memoria medular de la especie y la memoria individual o colectiva de corto plazo. En ese sentido, esas imágenes, no solamente son irracionales sino que representan la irracionalidad y la manera de aprehender aquello que no es lógico ni claro ni distinto; se trata de representar el mal, independientemente del contenido de éste. Justamente por eso, estas imágenes apelan más al sistema nervioso que al intelecto, tienen que ser sentidas antes que pensadas.

De entre las estructuras arquetípicas fundamentales de lo que aterroriza al hombre hay una que destaca por su aspecto casi matemático y ésta es la doblez, simplemente por el hecho de que el doble de la vida, que es todo lo que conocemos, es la muerte, de la que ignoramos mucho y sin embargo, como bien veía Georg Simmel, no solamente afecta nuestra vida en el momento en que ocurre sino que siempre modela nuestro estar-en-el-mundo y es tan determinante en nuestra relación con el tiempo como los límites epidérmicos de nuestro cuerpo lo son en nuestra relación con el espacio. La muerte, como la sombra, nos acompaña desde nuestro nacimiento. Lovecraft hizo hincapié, como nadie, en el aspecto innombrable de lo espantoso. Eso se debe a que todo lo nombrable está de este lado, la vida, del otro ya no podemos afirmar nada. La imaginación, poderoso talismán humano, permite a través de la figuración de lo innombrable, la aceptación mental de la contradicción, contrariamente a la pulcra lógica aristotélica.


El cine, desde su aparición hasta sus múltiples ramificaciones audiovisuales, se ha caracterizado por ser un vehículo privilegiado hacia el espíritu del hombre y, a su vez, ha modificado este último considerablemente. Como en todas las culturas y cosmovisiones, no tardaron mucho en aparecer colectivos que se dediquen a realizar películas dedicadas a figurar la monstruosidad: de hecho, no es una hipótesis descabellada afirmar un lazo privilegiado entre el impulso de figurar per se y el impulso de figurar la monstruosidad, lo innombrable. Esto hace referencia a la máxima de Francis Bacon: “Si lo puedes decir, para qué pintarlo”.


Nosferatu y Caligari son dos ejemplos mayores de esa voluntad de aprehender, a través del celuloide, aquello que a la razón le es prohibido. Sin embargo, el cine, al ser industria también ha adquirido características propias de aquello que es mercancía. Al ser mercancía, algo, lo que sea, deviene en objeto y, en eso consiste el desencanto de la modernidad, nada de carácter “objetivo” escapa a la razón, a la clasificación, al nombre y a la etiqueta. Tal es la búsqueda de claridad en una sociedad de rasgos esquizoides.



Los géneros cinematográficos aparecen en correlación directa a una industria que ofrece mercancía a sus potenciales clientes con gustos diferenciados. Asimismo, Hollywood, por ejemplo, ha generado vetas (multimillonarias) a través del establecimiento de géneros, público para y reglas para los mismos. En el club de video o de compras uno puede orientarse basándose en las etiquetas: ciencia ficción, drama, suspenso, erótico, western, etc.


Tan antiguo como el establecimiento mismo de los géneros es el género que denominamos “terror”. La cantidad y el éxito de películas que se han realizado para asustar a las audiencias son sociológicamente significativos. Los motivos han variado, eso sí; hemos visto desde aberraciones científicas, vampiros, zombies, niños endiablados hasta llegar al famoso (y odioso) thriller psicológico de nuestra era agnóstica. Sin embargo, el problema del “terror” como género es que, al estar comprendido en una categoría, ser una categoría, no corresponde al concepto de innombrable lovecraftiano y se hace víctima de una maquinaria simbólica que es capaz de encerrarlo, como a una bestia en un zoológico. La audiencia de una película de terror sabe a lo que se va a enfrentar, lo que ayuda al proceso de racionalización de las imágenes, por más perturbadoras que sean. El género contribuye a la desacreditación de lo que se está mostrando y es, por excelencia, la reafirmación sistémica del triunfo del orden de la razón y del intelecto. Cuando vemos una película de terror sabemos que estamos entrando en el terreno de lo monstruoso: ese “sabemos” es el que hace que lo monstruoso pierda sus cualidades semánticas profundas y es una suerte de domesticación imaginaria que reafirma (por lógica de opuestos) la omnipresencia del orden y la supremacía del intelecto en la vida “real”.


Como muestra el maestro Poe en sus cuentos, no hay mayor terror que la ausencia de explicación intelectual para los sucesos: en una línea sutil entre lo verosímil y lo absurdo, entre lo onírico y lo crudamente real, entre lo mitológico y lo científico, entre lo subjetivo y lo objetivo se desarrolla una historia inquietante en medio de una atmósfera inquietante. Un relato de terror que, en el desenlace explica el origen del mal, aclara los hechos y nos reconforta, está separando claramente el bien y el mal, la luz de la oscuridad, lo horrible de lo bello y podemos salir tranquilos de la sala. Cualquier licencia ante esa tensión fundamental y la historia cae en la caricatura o en el moralismo. Además de eso y por eso mismo, el género para ser lo que es, suele portar en su seno un armamento de estereotipos que no son sino códigos culturales (a diferencia del arquetipo que jamás cede a ser codificado). El estereotipo, a pesar de ser imagen, responde totalmente a un lenguaje codificado: su manera de hacer sentido es escasamente polisémica y hace referencia a un significado muy particular, casi como una lengua saussuriana. La abundancia de filmes de vampiros que ha parido el cine es un gran ejemplo de la propensión al estereotipo de un género: las pocas grandes películas que se han hecho en este terreno son las que se han deshecho de ese armamento de imágenes pre-pensadas (como en un fast-food simbólico) o las han tergiversado para darles nuevos significados.


A continuación vamos a analizar brevemente tres películas que trascienden las reglas y los estereotipos del “terror” para apuntar más lejos en la psiquis de la audiencia. Pertenecientes o no al género, los siguientes filmes de diferentes épocas no se congracian con ningún esquema pre-establecido y son capaces de disgustar tanto a los seguidores del cine de terror por su exceso cerebral así como a los fans del “cine de autor” por su matrimonio con lo macabro y lo fantástico (su carencia cerebral). Se trata de tres propuestas diferentes pero terriblemente oscuras y desoladoras: “The Tenant” (1976) de Roman Polanski, “Possession” (1981) de Andrzej Zulawski y “Lost Highway” (1997) de David Lynch. Veremos que las tres comportan isotopías simbólicas y una manera específica de tratar las imágenes.

Las tres películas corresponden al estado límite del ser humano ante lo innombrable: puede ser locura, pesadilla, seres del más allá o demonios o nada de eso, lo que importa es la atmósfera y lo que se presenta ante los personajes que es, como en los sueños, una prótesis de los personajes mismos, una proyección de las interioridades veladas.

En “The Tenant” Polanski dispone, como pocas veces se ha visto en el cine, un arsenal de símbolos de la pesadilla y el desconcierto. Muy en el tono de “Rosemary´s baby” (1968), estamos ante un “experimento sociológico-metafísico” donde un personaje debe sufrir una ordalía de eventos perturbadores hasta sucumbir de una manera aún más perturbadora. La luz y el espacio – crudamente capturados por Sven Nikvist – determinan el significado de las imágenes y las orientan a las profundidades sombrías del espectador. “The tenant” es un funambulesco intento de coquetear tanto con la comedia negra como con el terror tradicional sin ceder ante ninguno, el resultado es macabro y, por momentos, escalofriante. Esa Paris lóbrega y plagada de gente antigua se hace pretexto para entrar en los oscuros cuartos de la mente. La soledad no es la ausencia de personas, la soledad la producen las mismas personas que nos rodean. Zulawski nos mete en un mundo frío como Cronenberg en “Dead Ringers” (1988) o Zulueta en “Arrebato” (1980), el movimiento de la cámara y el uso del gran angular nos transmiten un sentimiento molesto que es la paradójica combinación de soledad acompañada de presencias, genios ambiguos e invisibles. Esa ambigüedad crece en la medida que el ritmo combina histéricamente momentos de silencio con instancias de espantoso frenesí pocas veces visto. Es curioso que la diva rebelde Isabelle Adjani participe en estas dos pesadillas, nunca se la podrá ver igual. “Lost Highway”, en estos afanes, es todo un manifiesto: es un viaje a las profundidades de la noche más oscura del corazón humano. Los interiores, filmados en clave simbólica, remiten incesantemente al laberinto y al espejo. Como sugiere Borges, bastan dos espejos para generar un laberinto. Estamos ante un ensayo catóptrico del cine que ahonda en los terrores especulares plasmados con maestría en “Vertigo” (1958). Las tres obras están empapadas de un algo más que terror que las hace más impenetrables y herméticas: es la atmósfera, los ángulos, las luces y las sombras. Además, en las tres obras se evoca una profunda melancolía que, al combinarse con la espera del espanto, remite de una manera muy plástica, a la dinámica simbólica de Edgar Allan Poe (probablemente más que en los tímidos ensayos de adaptar al maestro de Virginia al cine).


La ruptura y el desorden entre los principios masculino y femenino son el motor de los eventos mórbidos. En “Lost Highway” y “Possession”, se ve directamente, la desintegración física, psíquica y espiritual del amor entre marido y mujer, sin distinguir los niveles. “The tenant” muestra ese colapso dentro de un personaje que es empujado a devenir en alguien más, en su opuesto que se va apoderando de la identidad y de la sexualidad: la imagen de un Roman Polanski transvestido por sí sola es lo suficientemente pesadillesca. El mal aparece vestido de deseo y de amor carnal, en ello radica su ambigüedad fundamental. Es interesante como el castellano confunde en el concepto de fantasma, tanto al espectro como a la pulsión inconsciente. Probablemente no sea una carencia idiomática, sino más bien una revelación: la mente está habitada por fantasmas igual que la casa. La casa, en este cine auténticamente perturbador y reminiscente del caos fundamental, es más que un lugar, es un símbolo, un espacio mental donde los horrores acaecen. El Hombre Misterio de “Lost Highway” recalca: “I´m at your house” y añade que no suele visitar hogares donde no lo invitan. Ese ente es portador de una gran carga de ambivalencia simbólica ya que está y no está, es andrógeno y toma partido de acuerdo a sus conveniencias. Los vecinos de Trelkovsky en el filme de Polanski y la cosa en “Possession” no aparecen en cualquier lugar sino en esos interiores en franca decadencia y en momentos de una tensión narrativa difícilmente soportable.


La casa es un símbolo femenino por excelencia. Es una hipertrofia imaginaria del útero, hasta en el sentido de que, por la noche, impide el ingreso de las bestias y los espíritus indeseables cual entidad protectora. Cuando falla esta función, es decir, se hace permeable al acecho exterior, la casa se invierte como símbolo. La casa es, en esencia, un símbolo ambivalente y fácilmente capaz de devenir en su opuesto. Es, cuando deja de amar el corazón humano que se arruina aquel "palacio dorado", dejando en su lugar un lúgubre habitáculo poblado por ángeles enfermos. La función de hogar del espacio habitado, está supeditada al amor de pareja o familiar que es una extrapolación del amor maternal. La doblez del espejo recuerda inmediatamente al estanque de la casa Usher y a la patética rapsodia de Roderick. Así como todos los valores de protección e intimidad nos reconfortan, en ausencia del amor, el útero deviene en tumba y la intimidad en prisión.


El terror de esta trilogía proviene probablemente del impacto inconsciente que generan esas imágenes en una humanidad traumada por una incompletud existencial que se pretende satisfacer a través del placer ilimitado – el consumo desmesurado no es sino una canalización “civilizada” de saciar deseos y necesidades que son una metáfora moderna del deseo sexual – que, al ser ilimitado, nunca provee suficiente saciedad. Esos sombríos planos muestran hombres completamente perdidos ante su rol masculino e insanamente aterrados por la mujer que es un fantasma, con todas las de la ley. La mujer, ignorante de sus poderes, se hace víctima y verdugo en tramas que tienen toda la (falta de) lógica de la pesadilla más afiebrada de la especie. Estamos ante una profunda crisis de la identidad sexual que, como elemento estructural, altera todo y deviene en crisis familiar, física, social y, sobre todo, espiritual. La fuerza de un “mundo invisible” tan familiar para tantas culturas premodernas se hace maligna en esta cultura que la niega ontológicamente. Esas presencias están ahí aunque sean incomprensibles: los sueños, que tampoco tienen derrotero ontológico en nuestra cara modernidad, están ahí, no cesan de transmitirnos algo.


Estas películas comportan de aterrador otro hecho que no debería serlo o, al menos, no lo es en todas las culturas y cosmovisiones: el misterio. Nuestra mente positivista está tan estructurada como tal que no hacemos sino desprestigiar el carácter misterioso de la vida. Como sugiere René Girard, el pensamiento científico transforma todo misterio en enigma y no hay enigma, por más difícil que sea, que no tenga solución. Esta herencia hace que lo misterioso o nos asuste o nos parezca absurdo y carente de rigor lógico. Estas tres visiones, si algo tienen en común, es que no ceden ante la facilidad del enigma sino que se mantienen, rigurosamente, en la sutil línea del misterio sin sucumbir al facilismo absurdista. Un verdadero desafío.

jueves, mayo 06, 2010

Después de The Sopranos: Episodio 86 (mayo 2010)

“Otra vez estoy solo y quiero estarlo:solo con el cielo puro y el mar infinito; otra vez reina la tarde a mi alrededor.

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

Siento que la inquietud existencial de nuestra época es una coágulo de energía del tamaño de la noche, trancada en la garganta de la humanidad, que se ahoga en su propio grito de auxilio. Siento la tensión de un desenlace supracósmico: un tiempo de revelaciones antecediendo a un tiempo de transmutaciones.

Y, al mismo tiempo, no siento nada.

Detrás del barullo espantoso se escuchan cantos antiguos, cantos de invocación y de reminiscencia de otros tiempos. A ciertas horas el tiempo deja de serlo. Lo que ya sospechamos, como un estremecimiento, será verdad absoluta y los sueños se adueñarán de la tierra. Bailaremos con los muertos en un crepúsculo que no será sino perpetuo amanecer, en una fiesta de colores hasta entonces desconocidos.

Y el silencio, tan elegante, estará acompañanando esa música hecha filigrana en los pétalos del cielo.

Ya lo dijo el mago antes de la guerra final: lo avisó en una imagen plagada de estática: el otro está debajo de la cama: no hay nada que temer: el espejo no es lo que parece: todo es absolutamente necesario.

Y sin embargo no siento nada. Siento los dulces fotones del sol de tardecita revoloteando en un cerebro otoñal. Parece que no pasara nada, ni ese tibio vientecito, y, sin embargo, del otro lado de la pantalla…

Golpe seco. Disparo. Nada primordial. El árbol que cae en el bosque. La sonrisa de Khaibit.

Y de dudar ni hablar, eso es lo importante. No dejes de creer.

¿Quién estará listo para la salida del sol de las entrañas del Hombre? Ese fuego que a su vez es mano creadora y semen fecundador, esa luz que lastima y enceguece, magia que marea. Hoy nos toca esperar, mañana será de enfrentar. ¡Salud y buen provecho!



viernes, abril 30, 2010

El secreto de los Oscares

La fórmula para fabricar un blockbuster que gane el Oscar de la Academia de Hollywood, y de paso una buena cantidad de billetes, es filmar la historia de un amor complicado en un ambiente social sórdido y corrompido. Los elegidos se salvan luego de cruzar el Purgatorio.

“El Secreto de Sus Ojos”, la pelicula recién galardonada con el codiciado trofeo, tiene un lejano parentesco con "Slumdog Millonaire", también premiada con un Oscar. No es casualidad. La fórmula del amor complicado es impactante.

El director Campanella es un viejo zorro del cine que conoce todos los trucos para hacer buenas películas. Por buenas películas se debe entender a las que reconfortan al espectador, que se siente bien, sin poner en riesgo su seguridad existencial. Para ello la trama más convincente son las que generan los “amores complicados”, o sea relatos que no terminan al estilo Cenicienta, donde la chica buena triunfa sobre las adversidades y consigue el Principe soñado.

"El Secreto de sus Ojos" narra la historia del amor que siente un empleado judicial, pobre y de clase baja, por una abogada aristócrata y graduada en el extranjero. La tensión se enfoca en la pasión secreta, e indomable, que siente Benjamin Esposito por la doctora Irene Menéndez Hastings.

La anécdota, o sea la relación disfuncional entre Espósito y Menéndez Hastings, transcurre en el ambiente sórdido que impuso la dictadura militar en la Argentina durante la década del 70. Un período tétrico, por el costo que significó para esa sociedad. El escenario principal de la película es un juzgado, con escritorios repletos de legajos amontonados, apolillados por la falta de atención. Los legajos son la evidencia de una sociedad carcomida por la dejadez y el derrumbe.

Entre los funcionarios de la Corte hay un juez que es cómplice del sistema represivo, que decide la vida o la muerte de las personas que considera un estorbo. Obviamente Espósito es candidato al cadalso por su obsesión en investigar un crimen ocurrido años antes, cuyo autor resulta ser un asesino psicópata que trabaja para la Triple A, el aparato represivo de la dictadura.

Pero el bueno de Espósito tiene un hada madrina que lo protege, la abogada Menéndez Hastings, que por relaciones familiares y posición social no tiene nada que temer de la represión. Ella le consigue un trabajo en Jujuy, donde su familia es dueña de la provincia. Luego de varios años de acumular angustias Espósito retorna a Buenos Aires para esclarecer el crimen que lo obsesiona. De paso mirar a la chica para transmitirle el secreto de sus ojos.

La pareja, luego de sobrevivir el Purgatorio, admite que entre ellos hay un asunto “complicado” que deben resolver. Para hacerlo cierran la puerta de su oficina y ahí acaba la pelicula. Al espectador le queda sobreentendido que por lo menos se besan. No termina en un baile frenético.

El relato esta salpicado con simpáticas narraciones del folklore urbano porteño, como la de los hinchas de Racing, que con su sapiencia futbolera ayudan en el esclarecimiento del crimen que investiga Espósito. Hay que citar a Guillermo Francella, que en una actuación memorable hace de un empleado judicial alcohólico, que resulta ser el héroe de la historia.

Desde el punto de vista técnico la película es impecable, y desde el punto de vista comercial, mejor aún. Campanella compagina bien la manera en que la industria norteamericana hace cine con el lenguaje estético del cine argentino. Es obvio que la habilidad de Campanella es fundamental para que el experimento no sea un bodrio.

"El Secreto de sus Ojos" me recordó a la película Slumdog Millonaire, que es la historia del amor entre dos personas separadas por barreras infranqueables. En ese ambiente dickensiano, de una sociedad caótica y corrompida, la suerte de los inocentes está en manos de un presentador de la televisión, como en la de un juez corrompido en caso el El Secreto.

Esta simplificación es el mensaje destinado a las audiencias de los países modernos y prósperos, a las que la fórmula les permite sentirse bien, felicitarse por vivir en una sociedad civilizada en la que la justicia funciona y los poderes se contrabalancean unos con otros para evitar los excesos brutales que ocurren en las sociedades oprimidas en las que el amor suele ser una aventura complicada.

Luis Minaya

jueves, abril 08, 2010

Julio Cordero Castillo: Del instante al arquetipo (parte II)


Concentraremos el presente texto en una fotografía específica de 1915* que el autor bautizó “Libando está”, mentando, con mucho humor, el clásico de la música nacional “Nevando está”. Es inmensa e inmensamente significativa la colección de retratos, paisajes y eventos que aportó este ojo implacable y plagado de arte. Ese hecho hace imposible o inadecuado abarcar semejante obra en un pequeño ensayo. La toma en cuestión resume y enaltece como pocas la contribución de este titán de la imagen.

La fotografía, por su veracidad, nos hace olvidar que es, ante todo, una imagen, como un cuadro abstracto o un monolito. La fotografía, representa, está en lugar de algo o alguien. Lo que hay que estudiar en realidad son las propiedades de la fotografía en su manera de ser imagen. A diferencia del retrato clásico en lienzo, la toma fotográfica retrata y nos sugiere el concepto de instante. El pintor, cuando retrataba un noble o un clérigo, hacia abstracción del instante en que lo pintaba para proponer al espectador una imagen de la esencia, de lo permanente del sujeto, en otras palabras, proponía una idea de aquel que representaba. La modernidad de la pintura también implicó una nueva aproximación del sujeto: Degas, Seurat o Lautrec se empeñaron, en capturar instantes de la vida cotidiana. Sin embargo, esa labor recayó, sobre todo, en la fotografía por su velocidad en la toma, su propia mecánica y su veracidad.


El instante es, por excelencia, la idea de una totalidad espacio-temporal. El instante, como dijimos antes, no existe en los hechos. Es una construcción mental y el arte fotográfico es un soporte privilegiado de esa construcción. Sin embargo, la gama de posibilidades en la fotografía es tan amplia como en la pintura. Desde esas construcciones abstractas y oníricas en estudio de Joel Peter Witkin (aunque no se pueda creer, el mismo Cordero tiene una serie sumamente semejante a la de este tenebrista y muchas décadas antes) hasta la vertiginosa imagen fuera de foco o en movimiento de los fotógrafos de guerra, podemos barajar una cantidad inmensa de posibilidades que se pueden obtener a través de la “escritura con luz” con relación a la captura de un instante irreproducible. “Libando está” puede considerarse en el medio justo entre esos dos extremos. Por un lado, vemos que la locación es al aire libre y el evento es una chupa-asado campestre. Todo eso genera una buena cantidad de condiciones no manipulables. Sin embargo, por otro lado, vemos que la disposición de las personas y el encuadre sugieren una puesta en escena, una construcción.

La fuerza de esta imagen radica en esa tensión. De alguna manera, nos evoca la espontaneidad, la alegría, la ligereza y hasta la banalidad de un momento cualquiera en una reunión de ocio cualquiera. Sin duda, las copas que ingieren los extraordinarios personajes, colaboran a ese ambiente laxo y a ese aire de naturalidad en el retrato. Por un lado vemos un instante, claro, uno en medio de una secuencia infinita de instantes. Lo que equivale a pescar, al azar, un segmento en una lógica diacrónica. Y, a pesar de eso, por la disposición, la imponencia del paisaje y el encuadre, también estamos frente a una visión que trasciende el momento, retrata una época, una sociedad, un tipo de hombre, como hacía Velásquez, siglos antes, en “Las Meninas”.

Sí, así es como estas personas pasan a ser personajes y más aún: arquetipos, del boliviano, del hombre. Cada gesto, postura y acción delata, revela una condición que escapa a toda perspectiva diacrónica para hablarnos de nosotros mismos a través del tiempo, independientemente del tiempo. De repente, la magia de esta disciplina que es arte y ciencia (probablemente esa sea la naturaleza de toda magia) se manifiesta y deja ese vértigo fantasmal que no cesa de sorprendernos por más que estemos más familiarizados con la fotografía que con el aire que respiramos. Esa magia radica pues, en una paradoja.

Son la coincidencia y la tensión entre la inmediatez y la permanencia idealista de la imagen de Cordero que le dan un valor simbólico único, y una poética conmovedora. Al estar, a la vez, posando y distraídos a la toma o, mejor dicho, atentos a otros sucesos que la toma, los sujetos de la foto se asemejan a esos personajes que pintaba Ingres en “La apoteosis de Homero”. Asimismo, el paisaje, abismal, de la hoyada paceña (un valle inhóspito aún) no aparece como una objetividad sino que más bien consta de un cariz simbólico que remite a los cuadros religiosos del renacimiento. La presencia fantasmal del Illimani, esa “bestia solemne y rígida” sugiere incluso una cierta metafísica, un otro reino respecto del reino temporal y efímero de la sociedad y de la vida del ser humano. En ese sentido, el encuadre sugiere un ordenamiento similar al del “Entierro del Conde de Orgaz” del Greco, donde las dos realidades están bien delimitadas.

Entre los personajes, como en las grandes obras, vemos arquetipos humanos: el vividor, el desconfiado, el artista, el glotón, el soñador, los amigos, etc. Asimismo, vemos un retrato cautivador de la sociedad boliviana: machista, estratificada y hedonista (por no decir alcohólica) pero no desprovista de un poderoso espíritu gregario y de una saludable cohesión microsocial. En este aspecto es menester rescatar la posición de la duendesca imagen del único aymara de la foto, al pie, cómo no, encarnando como nadie la metáfora de la “pirámide” social. Vistiendo harapos, porta una bandeja vacía a no ser por la humilde copa de alcohol que le toca beber. Su mirada es de las pocas que fija en la cámara, más aún, fija en nosotros, en el futuro. Mientras los otros disfrutan el instante y se olvidan del problema esencial de nuestro ser en la tierra, como en una Vanitas, el indio encara como nadie la visión de la cámara y, como por intuición, nos reta, reta al tiempo. Todos ellos son fantasmas y por ende, la mirada del aymara lo confirma, nosotros también somos fantasmas. He ahí lo fantástico y aterrador de una fotografía: frena el tiempo y, al contrastar ese hecho con el flujo de la vida, nos sugiere la muerte. Como la luz de una estrella apagada, vemos a los ojos a los muertos, que somos nosotros.

Cordero lleva su arte a profundidades místicas. “Libando está” es sólo un ejemplo del poder alquímico de la fotografía fija que, a diferencia de la cinematografía – que imita la vida –, remite misteriosamente a la muerte. Mientras más pasa el tiempo, más espesor cobran esas miradas, esos gestos que, aunque hace casi cien años, son también los nuestros. La memoria lo es todo y no es nada. Vivimos en el pasado igual que esas luces y sombras plasmadas en el celuloide del maestro, pues sólo somos eso: luces y sombras viajando hacia un destino común.

*Se recomienda al lector admirar la foto, ya que la disponemos en altísima resolución (cortesía de Gordo Colapsos).

viernes, marzo 19, 2010

Johnnie To, Hong Kong, violencia y "Vengeance": una elegía

Dícese que la industria cinematográfica que se aloja en Hong Kong, después del Bollywood hindú, es la fábrica más prolífica de celuloide en la tierra. Para que tal despliegue de nuevas cintas tenga sustento se aglutina en la ex colonia británica una voraz audiencia amante de los géneros cinematográficos típicos de la región, como ser los wuxia o cine de espadachines, las artes marciales, comedias ligeras, los heroic bloodshed, el cine de gangsters o thrillers de acción, etc. Tanto ha sido el efecto creado por los géneros anteriormente citados, que Hong Kong ha pasado de ser un cine endógeno y autárquico para exportar y prestar desde hace ya años atrás su cine y sus géneros a occidente; desde “Enter the Dragon” del mitiquísimo Bruce Lee, pasando por el rotundo éxito del director John Woo, su actor fetiche Chow Yun-Fat y los espectaculares acróbatas Jackie Chan y Jet Li, sin olvidar los éxitos festivaleros y críticos de Wong Kar-Wai, además de películas wuxia tan taquilleras como “Tigre y Dragón” y “Hero” de Ang Lee y Zhang Yimou respectivamente (aunque ambos directores son de la China continental), llegando a Stephen Chow con su “Shaolin soccer” o su “Kung Fu-Hustle”, sin olvidarnos que Martin Scorsese ganó su primer Oscar gracias a “The Departed” (Infiltrados) que es casi una mera copia de “Infernal Affairs” de Andrew Lau, mostrando con esto solo algunos retazos de la brutal influencia del cine hongkonés en occidente. Dentro de ésta vorágine fílmica uno de los cineastas que ha emergido hace un tiempo, pero que no hace más de un lustro que ha hecho impacto en occidente con su prolífico cine es el versátil Johnnie To que conjuga lo comercial con lo intimista para crear un cine apto a su paladar.

Johnnie To surge como una figura importante en el círculo de grandes festivales gracias a “Election” de 2005 que versa sobre el mundo de las triadas de la mafia hongkonesa, que tuvo una buena recepción crítica. El pasado mayo To ya estaba presentando su última obra en la Sección Oficial de Cannes, el título de la misma es “Vengeance” (Venganza) interpretada por el actor francés Johnny Hallyday, encarnando una suerte de matón reconvertido en chef, que por porte y rostro nos evoca una amalgama entre Harvey Keitel con la elegancia de los gangsters de Jean Pierre Melville, más al tipo “Le samoraï” (El silencio de un hombre). Es Hallyday quien va a Macao en pos de vengar a su hija (única y milagrosa sobreviviente), yerno y nietos, que han sido brutalmente baleados sin motivo aparente. Para eso Hallyday emprende una cruzada de justa venganza, elemento crucial entre los códigos de los delincuentes, en la que deberá adentrarse en el mundo criminal de Macao y Hong Kong, además de luchar contra su paulatina pérdida de memoria debido a una bala que se aloja en su cabeza desde los años que ejercía de sicario.

Johnnie To a pesar de realizar películas de diferentes géneros, es un amante del cine negro, de retratar a la mafia de las triadas, vendetas y los códigos éticos que se esconden detrás del violento y brutal comportamiento de los miembros de dichos grupos, “Vengeance” se enmarca dentro de este tipo de propuestas. El cine de To ha sido contrastado con el de su reputado paisano John Woo; éste último es uno de los directores que impulsó el éxito del género heroic bloodshed que podría ser traducido como “derramamiento de sangre heroico”, donde los héroes o fugitivos amparados en un férreo código de conducta se ven envueltos en una orgía coreografiada de tiroteos, donde la cámara lenta, la iluminación y la musicalización son factores esenciales para resaltar la destreza, heroísmo y brutalidad a través de la sangrienta puesta en escena. “The killer” o “Hard boliled” son dos ejemplos paradigmáticos del heroic bloodshed dentro de la filmografía hongkonesa de Woo. Acusado de glamorizar la violencia, a Woo se lo sitúa en el otro extremo de To, quien es más seco en su representación de la misma, aunque yo no me atrevería a oponerlos sino a situarlos en una misma vereda donde la violencia estilizada, aunque de manera diferente, se convierte en una parte sustancial de su propuesta formal.

El vengador Hallyday llamado en el filme Costello, para conseguir su objetivo contrata a cambio de todas sus posesiones a un triada de gangsters a sueldo, con los cuales crea rápidamente un inviolable vínculo de amistad y complicidad, y con su ayuda se embarca a la caza de los despiadados acribilladores. Durante la peripecia se darán varios secuencias de violencia las cuales producen los momentos más impresionantes y memorables de “Vengeance”, donde como ya decíamos, se estiliza la violencia, con un fondo musical brillante, y con recursos de visuales sublimes como la mezcla de la lluvia, los neones y los paraguas para hilvanar una escena extraordinaria, eleágica. Pero en vez de evocarnos el estilo de John Woo, no remite a la guisa más cruda, salvaje y poética del maestro Sam Peckinpah, donde el honor y el compromiso va casado a la sorna por la vida, a un desprendimiento por lo corporal que convierte a la violencia en un hecho etéreo, trascendental de contenido espiritual, moral e incorpóreo.

Si a todo esto le sumamos un casting de rostros indelebles, permanentes y no exagerados guiños de humor, un excelente trato de los matices de la amistad y la lealtad, opacando con creces las serias falencias de guión, el conjunto no solo funciona, sino que emociona, porque en las entrañas de “Vengeance”, lo que Johnnie To nos está desvelando son esos componentes cinematográficamente formales y epidérmicamente humanos que hacen que una mera película devenga en un peliculón.


sábado, marzo 13, 2010

Julio Cordero Castillo: Del instante al arquetipo (parte I)

“Así pues cualquiera que hable de extinción es culpable de gran idolatría pues con ello afirma la existencia presente o pasada de algo distinto de Él. Que Allah, ¡Alabado sea Su Nombre!, les guíe a ellos y a nosotros por el verdadero camino.”
Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Antiguo daguerrotipo

Como una borrachera de sentimientos, aprendizajes y sucesos, sin saber bien el por qué de la mayoría de las causas fundamentales de nuestra presencia, la vida pasa y la permanencia, en esta cancha, es sólo una apariencia, una ilusión del espíritu: todo corre y muta al ritmo frenético o calmo, como se quiera, de un titán muy poderoso que llamamos tiempo. La base del asunto. Las reglas del juego.

El hombre siempre ha buscado cabalgar al misterioso monstruo, domar al uroboros del tiempo como ha domado otras bestias. Sin embargo, de entre las bestias, ésta es la más implacable y se necesitan las mayores fuerzas del espíritu para vulnerarla en su furia: la pintura rupestre, las pirámides de Egipto y América, la enorme gama de manifestaciones musicales del orbe, los cantos y poemas de las naciones, los monumentos y museos de las grandes capitales, el budismo, la Constitución Política del Estado, el carnaval de Oruro y de Rio de Janeiro, la astrología, todo, todos son intentos de neutralizar al coloso, de encantarlo como a una serpiente (para muchos se trata, efectivamente, de una serpiente supracósmica) y vislumbrar, como en una reminiscencia, lo permanente y, en algunos casos, lo inmortal.

La fotografía juega un papel muy importante en la relación que el hombre ha ido estableciendo con el tiempo. La aparición de esta práctica de cierto cariz alquímico ha modificado las profundidades psíquicas de la especie, los sueños y la idea de lo que somos y de lo real. Hoy en día, que estamos invadidos de imágenes, símbolos y visiones artificiales, se ha generado un efecto inflacionario en la imagen simbólica y esto ha conllevado a una pérdida de “valor” simbólico, emocional y estético de la imagen creada por el hombre.

Retrato de August Sander

Dentro de esta tendencia, la fotografía misma ha perdido importantes roles que se había ganado merecidamente durante el siglo pasado. Por ejemplo, el rol que tenía esta práctica en tanto que “portadora de verdad” o estampa de un hecho, se ha perdido al menos en el campo del peritaje: con la tecnología de manipulación y la ausencia de soporte material que cunde entre los miles de “fotógrafos” de hoy, la imagen fotográfica se ha convertido en una evidencia no muy de fiar. Asimismo, aquel solemne rol que tenía de mediador de la memoria, se ha visto víctima del efecto inflacionario arriba mencionado; esto de tal manera que ha perdido la cualidad mágica de evocación. Es tal el exceso de imágenes que tenemos de nosotros mismos y de los demás, del cuerpo y del espacio, de lo lindo y de lo feo y de lo real y lo irreal; y además el acceso a ellas es tan fácil que el fenómeno se ha banalizado y, en muchos casos, hasta la insignificancia.

Bolivia, a pesar de su condición tercermundista, no ha dejado de ser afectada por este efecto cultural masivo que han generado los nuevos medios electrónicos de información e imagen. La red, el conjunto orgánico de medios que sintetizan la información, está presente en todos los estratos sociales: la asociación entre teléfono, cámara, Internet, Facebook, Photoshop, etc., está presente en la vida de muchos y lo estará en la de muchos más aún. La relación que estas generaciones establecen con la imagen no es la que establecían nuestros padres cuando examinamos esos álbumes familiares y, menos aún, la de nuestros abuelos que invertían en la fotografía como invertían los nobles en hacerse inmortalizar por los más hábiles retratistas. Es en esas épocas, en la pubertad de la práctica fotográfica, cuando en Bolivia aparece un monstruo, un hombre que debiera considerarse entre los artistas y personajes de mayor aporte a la cultura y a la historia nacional: Julio Cordero Castillo.

viernes, marzo 05, 2010

Rasgos del cine de Kaurismäki y “Un hombre sin pasado”: Un mundo triste y hermoso. Una top 10 de la década según "el lar"


“Si vais a la felicidad llevad sombrilla”

Gregería, Ramón Gómez de la Serna

Debo reconocer en Aki Kaurismäki a uno de mis directores predilectos. Y quizás la mejor manera de introducir su cine debería ser el quedarme callado observando el firmamento fijamente con una cerveza en la mano y una dama a mi siniestra, y después de un largo lapso de meditación y silencio soltar una inopinada frase como ser “Ayer me fui a pasear a la luna, y estaba aburrida, es que era domingo”. Así es el beodo finés Aki Kaurismäki y su cine, paciente, seco, inexpresivo, inopinado y a mi parecer hilarante.

Sus diálogos parecen Greguerías salidas de un libro del escritor español Ramón Gómez de la Serna, autor de frases tales como “los nudistas llevan en la mano un diario por si llega una visita”, “el jabalí es el cerdo que defiende sus jamones” o “tenía tan mala memoria que se olvidó que tenía mala memoria y comenzó a recordarlo todo”. Así es el humor que maneja Kaurismäki, desconcertante, ingenioso, irónico e ilógico, tanto en sus diálogos como en los sucesos que les ocurren a sus personajes. Personajes que pululan en un mundo que les es, en la mayoría de los casos, adverso y hostil, pero no por eso los hombres y mujeres de las películas del finlandés, se desmoronan ni pierden su humanidad y hosca calidez.

Dentro de un universo cinematográfico tan seco y con personajes tan inexpresivos y lacónicos, es una paradoja que exista tan diverso abanico de cálidos sentimientos humanos, es posible que ahí se encierre el secreto de la grandeza de este director. Es inevitable no sentir simpatía por sus personajes, sentirse abatido por sus desgracias, y con una risa resignada acompañarlos en los avatares que les suceden, ya que la realidad en el cine del finés está muy alejada de la estereotípica opulencia en que creemos que viven los países escandinavos, ya que se centra en la vida del atribulado proletariado de su país. No sabría decir si el cine de Kaurismäki es una tragicomedia o una comitragedia, eso depende también de las particularidades de cada película, pero por regla general Kaurismäki mezcla el humor como bálsamo que permite sobrellevar los ineludibles castigos de la vida, una vida muy triste pero dotada de un aura de esperanza y de belleza.

No es por nada, que en “Un hombre sin pasado” (Mies vailla menneisyyttä), la película más laureada del director, la paleta de colores que utiliza, la forma minimalista de su puesta en escena y sus escasos movimientos de cámara nos describan un mundo precario pero bello, donde las carencias materiales son enmendadas por otro tipo de atributos humanos. Filme que se llevó injustamente el “Gran Premio del Jurado” en Cannes 2002, ya debió alcanzar la “Palma de Oro” por sobre “El Pianista” de Roman Polanski, narra las vicisitudes de un obrero (Markku Peltola) que es brutalmente golpeado y sembrado al filo de la muerte, y que posteriormente “sanado” pierde toda memoria de su pretérito rehaciendo una nueva vida en los pobres arrabales de Helsinki ayudado por los desempleados del lugar y una mujer (Kati Outinen) que trabaja haciendo caridad para los desposeidos. En esta película, particularmente, Kaurismäki nos introduce sutilmente a una realidad escatológica o celestial, y nos describe lo que sería el paraíso a sus brillantes e irónicos ojos, quizás mucho más cercano al paraíso que Jesús nos vino a profesar, que al que el Génesis nos narró hace ya tantos miles de años. Cabe hacer alusión a la subtrama musical de ésta pieza y por ende a los tonos que acompañan al hermoso colorido technicolor de la pantalla, a través de una ingenua y parsimoniosa banda que oscila entre el folk y el rock exhortados por nuestro desmemoriado personaje.

Según muchos si, según muchos no, la década ha culminado, y por ende es momento de hacer listas y listas, el pasado decenio ostenta en “Un hombre sin pasado” una de sus joyas más preciadas y si de mi dependiera sería un bastión seguro en cualquier top 10 y por que no pensar en la mejor película de estos últimos diez años. Ojalá hayan o vayan a disfrutar de esta pequeña obra maestra de este magnífico director que parece querer decirnos con su cine, robándole las palabras a su colega y amigo Jim Jarmusch, “este es un mundo triste y hermoso”


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