martes, septiembre 11, 2007

Flaquezas y deambulaciones en el mundo de la alta "Cultura": sobre la última novela de Gabriel Báñez


“Cultura” (Sudamericana, 2006), novela del escritor platense Gabriel Báñez, nos presenta un tinglado en las esferas de la “alta” cultura institucional, protagonizado por Ibáñez, un esquizofrénico cobaya y yonqui de otra sacra institución -la psiquiátrica-, funcionario él, que nos narra entre otras cosas las idas y correrías de la “Gorda Vietnamita” o “Rojiza del Sudeste Asiático” que es la Secretaria de Cultura que con su orondo porte y su omnisciencia organizacional comanda la CULTURA (con mayúsculas, por favor) además de ser provocadora de suculentas cachileras y arrechuras dependiendo a cual de los Ibáñez se les pronunciaran.

“La gordura era una afirmación endocrina de sus conocimientos” es una afirmación de tantas que van marcando el tenor hilarante de la narración, donde nada puede tomarse en serio, exceptuando los funcionarios mismos que merodean por la trama, urdiendo todo tipo de estrategias en pos de la cultura que derivan en guerras estéticas entre instituciones culturales, todas con los más churriguerescas siglas que subsumen en su apelativo la inefable esencia de su ínclito organismo. Siglas como ser MACARACO (Museo Artístico de las Comunicaciones Argentinas para la Realización de Actividades Coreográficas y Orquestales), MUPIPA (Museo de Pintores Paisajistas), CORFUFA (Centro Orgánico de Fotografías Urbanas del Foro Artístico), CATA (Club de Arquitectos Teóricos Anónimos) o PEDIN (Polo Estratégico de Desarrollo Indistrual), parecen salidas o ideadas en el PREMUDE (Primera Escuela de Embrutecimiento) lugar donde transcurriría la fallida novela del “disociado” protagonista Ibáñez. Toda esta sarta de banal y ridícula sacralización institucional, se nos hace tan familiar en Bolivia, que la parodia que nos cuenta Báñez parece la contemplación de un telediario nuestro a la hora de la comida con todos los condimentos, excluyendo el epíteto de las guerras de la novela permutándolo por “antiestéticas”.

Nuestra experiencia con la alta cultura y su infinita ridiculez es algo muy temprano, quizás remontado a la epifánica aparición de la profesora de música de primaria con sus divinos firuletes de diva trasnochada trayendo bajo el caluroso sobaco las partituras empastadas de magníficos himnos de niñez como "Señor Sol", "Toda Mojada de Lluvia" o "Niño Latinoamericano", y Báñez riega nuestros recuerdos ensanchándonos la vivencia. No podemos evitar descojonarnos ya sea con las insignes siglas onomásticas, o el celebérrimo culto que tiene el autor por ese menospreciado arte nominológico que es el justo asestamiento de un cabal apodo (para añadir algunos más cabe mencionar “Mujer de Indochina”, “Mariposa adorable” , “Globalizada Vietnamita”, “Funcionaria Vietcong” o por último “Cetáceo Taiwanés”), o las increíbles escenas perpetradas en aras de la mayor gloria de la CULTURA como ser “Un día con la familia Bach” cuyo fragmento transcribimos a continuación:

El Pensador Errante había llegado de Capital, de donde la Operadora Asiática lo había repatriado de sus huestes más mercenarias y de onda: Recoleta, el ICI, el Museo de Arte Moderno. Dictaba cursos sobre teoría del arte a las excresencias del barrio norte, septuagenárias que pronunciaban Lyotard y Pontalis sin que se les cayera un solo colgajo de cirugía. De sus periplos reflexivos, uno de los hallazgos más soberbios que rescato el pensador errante fue el espectáculo “Un día con la familia Bach”, por el que se invirtieron varios miles de dólares.
- Ramírez . . .
- ¿Sí?
- ¿No es música culta la de Bach?
- En miligramos me cuesta creerlo.
El hallazgo consistía en representar un día completo en la vida del compositor Juan Sebástian Bach, para lo que se improvisaron un tingaldo en el patio central del Pasaje, unas callejuelas adoquinadas y mampostería de telgopor y acuarela. Una semana estuvo trabajando la sección Mantenimiento para reproducir lo que era la aldea de Eisenach. El proyecto tenía como objetivo introducir lúdicamente los conceptos de la música en el público infantil, así como incentivar pedagógicamente a los más chicos en un módulo de la currícula que la Secretaría de Cultura consideraba esencial para la formación del individuo: la integración artística en el periodo de sociabilización infanto-juvenil.
- Ningún arte atraviesa nuestra conciencia como lo hace la música, la música es la dimensión refractaria de nuestro propio yo.
- El Rivotril, Ibañez.
El Pensador Errante había implementado una estrategia mix, según sus palabras: la presentación luz y sonido en la Casa de Tucumán, y una exhibición en pantalla, con una computadora central que reproducía las partituras y armonías más difundidas del obeso. El engendro incluía muñecos tipo Disney que caminaban entre el público y repartían un turrón junto a una historieta con el guión de la obra. Se cursaron invitaciones a sociólogos, pedagogos, docentes y psicologos sociales para participar de la puesta en vivo. Un folleto explicaba, en el lenguaje del gerenciamiento cultural, la interrelación dinámica de los distintos miembros que conformaban la red familiar del clan Bach.
El punto más alto de la obra fue cuando desde una de las ventanas superiores de una casita tirolesa se asomó la madre de Bach, gritando como una energúmena:
- ¡Juan Sebástian, Juan Sebástian, el té está servido!
El así pronunciado Juan Sebástian apareció entre los cortinados con una panza descomunal, caminando a los saltitos y con un arco de violín en una mano:
- ¡Ya voy madre, ya voy, en cuanto termine esta composición profana subiré a merendar!
El coro de los más chicos no tardó nada:
- ¡Gordo puto, pelotudo! – le gritaron desde todos los rincones.
Bach resultó ser una sufrida mujer que trabajaba en protocolo del municipio, una vieja militante del feminismo barrial y de las ollas Essen que, harta de los discursos en réplica, los últimos años los había dedicado a colaborar en cuanto acto solidario se organizaba. La pobre terminó con el bisoñé escupido y el chaleco por el piso. El Pensador Errante admitió que el arco de violín había sido un referente inadecuado pero insalvable debido a la falta de recursos. Arcángeles Cepeda, sin embargo, con brillantez de funcionaria concluyó que el proyecto había sido movilizador en el sentido funcional del término. Claro que la sanción política no se hizo esperar: a las dos semanas al cazador de ideas lo echaban a patadas en el culo. No obstante, tanto a Ibáñez como a mí ese fracaso inicial de la nueva gestión nos conmovió por su ingenuidad. “Mariposa adorable”, anotó él. Fue, creo, nuestra primera muestra de debilidad.

Así paulatinamente, van sucediéndose las desfachatadas iniciativas y personajes del mundo cultural, sin que nuestras carcajadas mermen un ápice, ya sea por la “homilías y reconvenciones” del “espléndido y rotundo” monseñor Humberto Rega, las cuales se publicaban en suplementos dominicales con títulos como “El aborto bastardo”, “Modernidad y relajo” o “Aberraciones de la cultura fornicaria”, o por las traducciones en papel biblia del bardo Máximo J. Firestone, que en letra diminuta rezaba que estaban publicadas por las universidades de Oxfordt o Cambridget, o la concienzuda revisión por parte de Ibañez de “un libro necesario”, imprescindible se podría decir de título “Perspectivas ambientalistas de la identidad barrial y sociopolítica de la periferia urbana” .

La novela de Báñez es una finísima burla de todo tópico sacro que toca y nos hace patente cuan absurdamente solemne, fútil y burda (y entre paréntesis risible) puede ser la burocracia institucional en cualquiera de sus facetas (sobre todo en paises tan bien adiestrados en este lastre como ser los latinoamericanos, donde Bolivia se encuentra en una situación vanguardista), aunque en el caso particular de la novela, citando a nuestra querida y actual Ángeles Cepeda, el Mamotreto de la Conchinchina, “. . . la cultura es la mariposa de la aldea global”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por este remember del gran Ibáñez. Lo he leído y reído a mares.

Bárbara

Alvaro G. Loayza dijo...

Gracias por le comment Bárbara, me alegra que te hayas echado unas risas, lo que surge como enigma es a cuál de los Ibáñez te refieres, al escritor y editor, o al editor y escritor.

Saludos y espero que nos visites con frecuencia!!!

Anónimo dijo...

Al editor escritor y al editor escritor, Alvaro. Te sigo.


Bárbara