"There are few things fetching as a bruised ego on a beautiful angel. (Hay muy pocas cosas tan atractivas como el ego magullado de un hermoso ángel)"
Stuntman Mike, Death Proof, Quentin Tarantino
Stuntman Mike, Death Proof, Quentin Tarantino
Quentin Tarantino desde que hiciera Jackie Brown allá por 1998, se está convirtiendo más que en un cineasta original en un gran ensayista del cine, ya que cada película o experimento que ha sacado desde entonces, está más cerca de un ensayo fílmico, un palimpsesto plagado de referencias cinematográficas, guiños autorales, diferentes puestas en escena genéricas mezcladas en un todo y otros rasgos de cinéfilo erudito, complementado y enriquecido, eso si, con su prodigiosa facilidad para moverse entre cámaras, actores y bandas sonoras.
Así llegamos a Death Proof, su último ensayo fílmico, parte del proyecto Grindhouse, que realizó en conjunto con su pana mexicano Robert Rodríguez (quien dirigió el “segmento” Planet Terror), que constaba de dos cintas de serie B como las que se solían proyectar a par en Estados Unidos durante los 70s y 80s en las salas de cine conocidas como Grindhouse, así como también en los auto cinemas. Los cines Grindhouse fueron desapareciendo paulatinamente, debido mayormente, a la industria del vídeo casero hasta que en los 90s ya se habían extinguido por completo, a lo cual el dúo de amigos quería servirle un provechoso homenaje.
Debido a que el proyecto de a par Grindhouse no resultó en taquilla según lo esperado, se decidió estrenar las películas por separado en el resto del mundo, lo cual nos permite referirnos en éste texto únicamente a la parte correspondiente a nuestro reservoir dog.
Death Proof es una vintage movie (película añejada), cuya imagen y estética kitsch nos evoca y nos sitúa en los años setenta, aunque se lleva a cabo en nuestros días. El hermoso (DeLuxe) color, el montaje desfasado y las frecuentes rayas que “adornan” la pantalla son una inigualable máquina del tiempo con la que juega Tarantino para llevarnos de nuevo a los muy permisivos y pecaminosos auto cinemas de antaño.
La trama se divide en dos historias vinculadas por un personaje de aciaga calaña, Stuntman Mike (Kurt Russell), quien maneja un recauchutado coche negro “a prueba de muerte” con una calavera en el capó y persigue bellas jovencitas con diversas técnicas que oscilan entre la más fina seducción a los más criminales embistes automovilísticos. En la primera historia conocemos a un grupo de amigas, lideradas por la DJ Jungle Julia (Sydney Poitier) y su amiga Butterfly (Vanessa Ferlito) en una movida noche de bares. La segunda nos narra un día libre de cuatro amigas que trabajan en el mundo del cine que tienen la intención de manejar un coche idéntico al que condujera el mítico Kowalski en el clásico del género automotriz Vanishing Point (digresión: a la cual la banda Primal Scream le ha dedicado un tema extraordinario e imprescindible titulado “Kowalski”)
En la certera intención de dibujarnos una película de género, que podríamos definir como “terror sobre ruedas”, Tarantino no puede con su genio*, y nos empieza a plagar con su fecundo imaginario: los garitos llevan nombres como “Güeros” o “Texas Chilli Parlor”, la atmósfera del filme pende del (siempre) magistral manejo de la banda sonora acompañadas de las contoneantes y generosas curvas de las damas en sensuales danzas, aunque ésta vez exagera en su culto a la rockola de acetatos, y los diálogos muestran algunos momentos de gran agudeza e insidia tarantiniana; la gentileza de la sangre es estrictamente perteneciente al género.
El problema reside no en los conocidos y elogiables hábitos del ensayista, sino en que frecuentemente cae en el vicio de autocitarse demasiado, en Death Proof encontramos las sonadísimas “Big Kahuna Burgers” o los cigarrillos “Red Apple Tans”, escuchamos la tonada silbada en Kill Bill, así como vemos a los comisarios tejanos de la misma, una protagonista negra que parece la hermana melliza de Samuel L. Jackson, sobre todo por su entonación y sus maneras procaces, sus masajes de pies mencionados hasta saciar (aunque esta vez acompañados de un fetichismo de pies del cual el mismísimo Buñuel podría sentirse celoso u opacado) el emblemático plano visto desde la maletera y para acabar nuestra incompleta enumeración, un plano secuencia bastante lánguido y quasi intrascendente que emula el desayuno de apertura en Reservoir Dogs, lástima que sin la enjundia o sazón que provee la virginidad de la diva Madonna. Demasiadas referencias onanistas para el probado talento del director, que a su vez se entremezclan con otro sinfín de alusiones a otros gurús del género que por la época y sitio geográfico que me vio nacer difícilmente puedo identificar con certeza.
Pese a todo esto, el popurrí fílmico triunfa, es entretenimiento salvaje provisto de una atmósfera de deliciosa condimentación cinematográfica, y aunque se esfuerce (o no) en ser cutre, Tarantino tiene uno o dos dedos de Rey Midas chapado a lo gringo que siempre le da frutos y el permite sacar varios conejos del tongo. Pero, pese al disfrute que nos otorga, creo que es necesario humedecer su dedo y pasar la página a su etapa ensayística (o quizás mejor dicho, hombre de citas o citador), y mostrarnos no cuantos westerns spaguetti, mangas, explotation films o cintas nouvelle vague ha visto y que conoce de memoria y que puede imitar cuando quiere, sino que la próxima, aunque la espera sea prolongada, nos entregue una dosis de Tarantino embotellada y precintada en un envase que en la etiqueta se lea únicamente en letras claras y rutilantes “Quentin”, esperemos que este anhelo no sea una pura ficción.
Así llegamos a Death Proof, su último ensayo fílmico, parte del proyecto Grindhouse, que realizó en conjunto con su pana mexicano Robert Rodríguez (quien dirigió el “segmento” Planet Terror), que constaba de dos cintas de serie B como las que se solían proyectar a par en Estados Unidos durante los 70s y 80s en las salas de cine conocidas como Grindhouse, así como también en los auto cinemas. Los cines Grindhouse fueron desapareciendo paulatinamente, debido mayormente, a la industria del vídeo casero hasta que en los 90s ya se habían extinguido por completo, a lo cual el dúo de amigos quería servirle un provechoso homenaje.
Debido a que el proyecto de a par Grindhouse no resultó en taquilla según lo esperado, se decidió estrenar las películas por separado en el resto del mundo, lo cual nos permite referirnos en éste texto únicamente a la parte correspondiente a nuestro reservoir dog.
Death Proof es una vintage movie (película añejada), cuya imagen y estética kitsch nos evoca y nos sitúa en los años setenta, aunque se lleva a cabo en nuestros días. El hermoso (DeLuxe) color, el montaje desfasado y las frecuentes rayas que “adornan” la pantalla son una inigualable máquina del tiempo con la que juega Tarantino para llevarnos de nuevo a los muy permisivos y pecaminosos auto cinemas de antaño.
La trama se divide en dos historias vinculadas por un personaje de aciaga calaña, Stuntman Mike (Kurt Russell), quien maneja un recauchutado coche negro “a prueba de muerte” con una calavera en el capó y persigue bellas jovencitas con diversas técnicas que oscilan entre la más fina seducción a los más criminales embistes automovilísticos. En la primera historia conocemos a un grupo de amigas, lideradas por la DJ Jungle Julia (Sydney Poitier) y su amiga Butterfly (Vanessa Ferlito) en una movida noche de bares. La segunda nos narra un día libre de cuatro amigas que trabajan en el mundo del cine que tienen la intención de manejar un coche idéntico al que condujera el mítico Kowalski en el clásico del género automotriz Vanishing Point (digresión: a la cual la banda Primal Scream le ha dedicado un tema extraordinario e imprescindible titulado “Kowalski”)
En la certera intención de dibujarnos una película de género, que podríamos definir como “terror sobre ruedas”, Tarantino no puede con su genio*, y nos empieza a plagar con su fecundo imaginario: los garitos llevan nombres como “Güeros” o “Texas Chilli Parlor”, la atmósfera del filme pende del (siempre) magistral manejo de la banda sonora acompañadas de las contoneantes y generosas curvas de las damas en sensuales danzas, aunque ésta vez exagera en su culto a la rockola de acetatos, y los diálogos muestran algunos momentos de gran agudeza e insidia tarantiniana; la gentileza de la sangre es estrictamente perteneciente al género.
El problema reside no en los conocidos y elogiables hábitos del ensayista, sino en que frecuentemente cae en el vicio de autocitarse demasiado, en Death Proof encontramos las sonadísimas “Big Kahuna Burgers” o los cigarrillos “Red Apple Tans”, escuchamos la tonada silbada en Kill Bill, así como vemos a los comisarios tejanos de la misma, una protagonista negra que parece la hermana melliza de Samuel L. Jackson, sobre todo por su entonación y sus maneras procaces, sus masajes de pies mencionados hasta saciar (aunque esta vez acompañados de un fetichismo de pies del cual el mismísimo Buñuel podría sentirse celoso u opacado) el emblemático plano visto desde la maletera y para acabar nuestra incompleta enumeración, un plano secuencia bastante lánguido y quasi intrascendente que emula el desayuno de apertura en Reservoir Dogs, lástima que sin la enjundia o sazón que provee la virginidad de la diva Madonna. Demasiadas referencias onanistas para el probado talento del director, que a su vez se entremezclan con otro sinfín de alusiones a otros gurús del género que por la época y sitio geográfico que me vio nacer difícilmente puedo identificar con certeza.
Pese a todo esto, el popurrí fílmico triunfa, es entretenimiento salvaje provisto de una atmósfera de deliciosa condimentación cinematográfica, y aunque se esfuerce (o no) en ser cutre, Tarantino tiene uno o dos dedos de Rey Midas chapado a lo gringo que siempre le da frutos y el permite sacar varios conejos del tongo. Pero, pese al disfrute que nos otorga, creo que es necesario humedecer su dedo y pasar la página a su etapa ensayística (o quizás mejor dicho, hombre de citas o citador), y mostrarnos no cuantos westerns spaguetti, mangas, explotation films o cintas nouvelle vague ha visto y que conoce de memoria y que puede imitar cuando quiere, sino que la próxima, aunque la espera sea prolongada, nos entregue una dosis de Tarantino embotellada y precintada en un envase que en la etiqueta se lea únicamente en letras claras y rutilantes “Quentin”, esperemos que este anhelo no sea una pura ficción.
*Índole o condición según la cual obra alguien comúnmente
Escuchar: Down in Mexico, "Death Proof OST", The Coasters
Escuchar: Hold Tight!, "Death Proof OST", Dave, Dee, Dozy, Beaky, Mick and Tich
5 comentarios:
Muy buen articulo referido a esta ultima obra de Tarantino, definitivamente tiene cosas muy buenas, como cagamos de risa y disfrutamos esas dos escenas!!, pero como dices, la citacion se hace aburrida y hasta clichera, pero bueno hay que recomendar esta peli.
Saludos
Machi.
¡Se nota que hoy por hoy Tarantino trabaja con clichés y antes no, basta con comparar a Jackie Brown con la golfa del poster!
Machi, nunca hay que subestimar el poderoso elemento risible que es una buena zancadilla, aquí Tarantino la borda.
Oneiros, Quentin está clichesero, pero tendrías que comparar a la silueta de Pam Grier haciendo sus blaxplotation films en los 70s y el de la buena de "Butterfly" hace no te tirarías contra la segunda.
Saludos!!!
Esta vez sólo tengo palabras de elogio para la crítica del señor Loayza. Y claro, para refrendar lo que, en diversos tonos y ocasiones, hemos venido diciendo: necesitamos algo nuevo. No más pasaventismo!!!!
Señor Cárdenas, gracias por sus palabras, sabemos como compartimos esas pesquisas menesterosas. Espero me comente de aquellos relatos y si es que siguen bajo la luna del Dr. o bajo la barita de Don Enrique.
Un fuerte abrazo!!!!
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