viernes, agosto 17, 2007

Roberto Bracelli, el mago de las preguntas


"Bajamos del coche y nos asomamos a lo que había sido la calle principal, que salía de la estación y moría tres cuadras más allá en el alambrado de un campo. Coluccini me señaló un almacén con barrotes en las ventanas y fue a echar un vistazo a través de un vidrio roto.

- Nadie - dijo- . Se fueron todos a Bolivia."

Osvaldo Soriano, Una sombra ya pronto seràs.


Conjunción.

1

Soy argentinófilo. Desde siempre. Me seduce su música: el pelado Cordera cantando al peyote y a Garrincha antes de hacerse famoso, los dos pedazos que fueron uno antes de que el inmigrante se mate alcohólico después de dejar la heroína; me seduce su literatura: la búsqueda de esa enciclopedia inexistente, los inventos que nunca dan fama, el calígrafo que parte hacia Sudamérica con el corazón de Voltaire en un frasco, la heroica resistencia en un aguantadero en Montevideo, el boxeador amigo muerto en un tren por el camino de la dictadura; me seduce su fútbol: el gol sorprendente y hermoso del turco Asad cuando el humilde Velez le quitó la gloria mundial al Milán, la carrera eterna de Dios en una cancha cerca del cielo, la absurda y maldita derrota del estandarte de Bielsa.

Podría citar miles de casos más para cada uno de esos espacios sagrados…música, literatura, fútbol. El hecho es que soy argentinófilo.

2

Encontrarse con algo excepcional sin que nadie te lo muestre. Ese es un privilegio que la vida te regala de vez en cuando y es un privilegio que cada vez sucede menos. Uno se agarra de la belleza casi siempre a través de pistas que te da la existencia: la opinión de un amigo, el consejo de un profesor, una reseña en el periódico, un libro, la red. Sin embargo, de vez en cuando uno tiene la posibilidad de encontrar algo desde la hermosa naturalidad de la ignorancia. Cuando tenía 14 años descubrí en el estante de la biblioteca de mi abuelo “Un mundo para Julius” de Bryce Echenique, no volví a salir de la casa hasta haberlo terminado. Después me enteré que Echenique no era tan bueno (algunos poseros de la literatura dirán que es light, palabra que no entiendo) pero el embrujo siguió existiendo: la relación de Julius con los criados, la belleza inasible de Susan, el llanto contenido que producen los que se van, los que ya no volverán. El embrujo sigue existiendo: “donde el sol brilla hasta cegar a gente del pueblo que pone su carota en la ventanilla y ve al presidente de cerca y esta noche se va a emborrachar en alguna cantina y en algún momento va a llorar. ¡Viva el Perú carajo! ¡En las olimpiadas del treinta y seis no nos dejaron campeonar en fútbol porque éramos negros!” (Alfredo Bryce Echenique, Un Mundo para Julius).

Ahora sí, conjunción.

Bueno, hace dos días caminaba por la absurda Feria del Libro de La Paz. Absurda por dos razones: 1) No sé dónde leí que las ferias del libro son como los mundiales: los que no se interesan mucho por el fútbol se mueren de emoción en los mundiales; los que no leen nunca, se mueren de emoción en las ferias. 2) En La Paz, la Feria es una juntucha de todas las librerías de la ciudad, nada nuevo llega como dice Cortazar en casa tomada. Caminaba por esa Feria y en el espacio de libros usados me encontré con “Caras, caritas y caretas” de Rodolfo Braceli. Braceli, el hombre que escribió el mejor libro sobre fútbol que yo conozco: “De fútbol somós”.

Soy argentinófilo y la suerte (¿existe esa palabra?) me regala un libro de uno de los mejores entrevistadores que existe conversando con una sarta de disímiles personajes argentinos: el Diego, Charly, Bioy Casares, Borges, Monzón…Y Braceli nos lleva por cada uno de ellos de la mano de una inteligencia absoluta y un humor exacerbado y parece que no todo el periodismo es un ejercicio de estupidez.


Así, podemos contemplar los últimos días del gran puntero Corbatta, añorando entre el alcohol y el cigarro una vuelta a los grandes estadios, podemos aprehender la inmensa red de conocimientos que dominan las palabras de Bioy Casares, podemos perdernos entre el monólogo absurdo y lúcido de Charly Garcia, podemos escuchar el oceánico conocimiento y el humor delirante de Borges desde otro punto de vista. Y en el fondo, todos estos “tipos ideales” sirven para ir esbozando una figura de lo que significa ser argentino. Que más, un manjar de palabras y retratos para un argentinófilo.

No hay desperdicio, cada pregunta es oro y cada respuesta es vida. Si de algo sirve este escrito (sirve de algo algún escrito?) ojalá que sea para que le echen una ojeada a Braceli, cuentán que es un buen poeta y un excelente escritor de teatro, pero como entrevistador es una joya. Búsquense “De fútbol somós” y “Caras, caritas y caretas”; llorarán con el gran Corbatta, delirarán con Fangio, sufrirán con Maradona, pero más allá de eso verán a través de los profundos ojos de Rodolfo Braceli.


1 comentarios:

Varios dijo...

Compañero, entiendo perfectamente la patología: "lo argentinófilo". Vicio compartido, tranzado. Quería recomendarte el excelente libro de Bracelli (Borges-Bioy: conversaciones) en el que hace entrevistas a los padres de Isidro Parodi, son geniales (aunque el adjetivo no diga mucho). Y son geniales porque son apócrifas, una apuesta por la mentira y el trazo imaginario, todo para hacer más borgeano al fasto.

Del dato que lanzas en el que se compara al mundial con las ferias del libro, leí esa comparación en un texto de Juan Pablo Varsky. El texto lo escribió cuando terminó el mundial y concluía que ante tanto mundial mediocre quedaba la esperanza del Barza...

Un abrazo, Mario.

(También comparto el detalle de la Feria del libro: UN ESPANTO MEDIOCRE. ¿Para qué sirven las ferias del libro?)

¡Qué lindas fotos, che!