Poco se puede decir del triunfo de Uruguay. Fue merecido e incuestionable pero no holgado, estrelló dos pelotas en los palos que no le permitieron definir antes el encuentro. Sobresalieron por su esfuerzo Diego Pérez, un león en el centro del campo y Luis Suárez, combativo y despierto en el ataque aunque no le llegaron ocasiones de gol; Diego Forlán es un jugador especial, inteligente y desequilibrante, pero la fortuna de cara al gol no le sonríe todavía en éste sudamericano, lo cual no le quita su importancia y trascendencia como gozne de todo el ataque oriental.
La ristra de resultados que acumulan Uruguay y Argentina conlleva que en cuartos de final veremos un partido que muchos hubieran anticipado como posible final, ambos se quedaron cortos en partidos que pudieron ganar, pero el pecado es más por parte de Argentina que, en un grupo mucho más endeble y accesible, apenas pudo sumar 5 unidades. Uruguay tampoco estuvo demasiado acertado, sobre todo a la hora de vulnerar el arco opuesto, pero las dos selecciones rioplatenses auguran que sus atacantes tienen todavía muchas balas en la recámara. Eso lo veremos con total atención el sábado en un clásico, en una batalla que seguro premiará al más efectivo de los dos.
De México –dos veces finalista de ésta competición- cabe apuntar que tuvo una performance bochornosa, no tanto por sus 0 puntos, o por lo propuesto en la cancha, sino por esa lamentable y denigrante decisión de llevar un plantel sub-22 a foguearse a la Copa América, tirando por la borda todo el prestigio logrado con anterioridad. La Copa América no es un lugar de fogueo, o de preparación, es sino el Torneo de Selecciones más antiguo del mundo, uno de los más prestigiosos del orbe, donde jugaron Pelé, Garrincha, Di Stéfano, “Tucho” Méndez, Ugarte, Obdulio Varela, Sivori, Spencer, Teófilo Cubillas, Maradona, Valderrama, Ronaldo, Rivaldo y tantos otros monstruos del fútbol mundial, como para que México y Costa Rica decidan mandar seleccionados alternativos (para eso mejor la hombría de Japón de claudicar antes de enviar un elenco de segunda), y peor aún, que la Conmebol lo permita, devaluando su ínclito y afamado certamen, al cual deberían proteger de éste tipo de desubicaciones y mediocridades en vez de permitirlas y consensuarlas.
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