Muy
probablemente lo vi por primera vez cuando interpretó a ese mozalbete jailón y
colorado en “Scent of a Woman” que dejó en vereda al protagonista antes de que
Al Pacino diera uno de esos discursos efectistas que tanto inspiran a las
audiencias estadounidenses, ya asomaba maneras. Luego su presencia se hizo recurrente, Brad, el mayordomo del verdadero Big
Lebowski, actor fetiche del inmenso Paul Thomas Anderson persiguiendo como
chiquilla enamorada y babosa al sobredimensionado Dirk Digler, cuidando como
enfermero al viejo moribundo en “Magnolia”, lanzando vozarrones por doquier en
“Punch Drunk Love” o adoptando en su secta a Joaquin Phoenix en “The Master”.
También urdiendo un atraco perfecto que deviene en parricidio junto a Ethan
Hawke y a su espectacular mujer, Marisa Tomei, a las órdenes de Sydney Lumet,
luchando en leotardos por interpretar a Jesús y no a Judas en la obra
Jesuscrist Superstar mientras malaconseja a su amigo Ben Stiller, poniendo voz
de tipludo interpretando a Truman Capote,
o viviendo ese automartirio en la tremenda “Happiness” de Todd Solondz.
Un actor
bestia, un intérprete desproporcionado, un histrión de talento inagotable. Con
un físico regordete, con mofletes y nariz de tono rojo cirrosis, de cabellera
rubio platinada, y una apariencia que siempre denotaba más años de los que él
tenía (murió a sus 46 años solamente), apariencia que para cualquier otro no
hubiera alcanzado para pasar de un eterno segundón en películas de medio pelo, Philip
Seymour Hoffman nos dejó un legado en la pantalla, un catálogo de personajes
impresionante y maravilloso, que en mi visión subjetiva y sesgada, se erigió
como el mejor actor de los últimos 20 años en el cine mundial, nada más, nada
menos.
Un monstruo en
la pantalla, una voz y una presencia escalofriante, capaz de sembrar matices y
dejar improntas allá donde aparecía. No por nada el catálogo arriba mencionado
y tantas otras películas poderosas y enriquecidas siempre, por el mero hecho,
de contar con Hoffman y con su inabarcable presencia. Lo hemos perdido pero perdurará
su legado plagado de su inherente gracia y autoparodia, su fuerza y patetismo, y
tantos y tantos otros rasgos y detalles que lo hicieron ser ese gigante en
35mm.
Me he tomado
el tiempo de contar cuantas pelis había visto de Philip Seymour, y resultó que
eran 22, la verdad es que es un montón, no sé de cuantos actores pude haber
visto tantos filmes, apostaría que de ninguno, y en todas, aunque fuera por
minutos, se robaba el show, Hoffman siempre ponía el listón ahí arriba, donde sólo
él brillaba haciendo cualquier película mejor. Adios, Philip Seymour, te
echaremos mucho de menos, gracias por las risas, por las lágrimas que nos
tragamos, por las memorias, y por lo que huelga decir. En la sabiduría popular del gran René Higuita, una vez escuche que decía "en esta vida no hay niño feo, ni muerto malo", en este caso el muerto no es malo, en este caso el muerto era el mejor. The Master.
2 comentarios:
Uno de los actores con más talento de su generación. El pasado año con Gandolfini y este Seymour Hoffman. DEP
Si Lorbada, se nos están yendo muchos cracks antes de tiempo, dentro de la tragedia afortunadamente siempre nos quedará su legado fílmico. Como tu bien dices, que ambos DEP
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