En un Camp Nou como imponente marco, se
enfrentaron dos equipos que se están jugando cuerpo a cuerpo las mayores
glorias de la temporada (Liga y Champions); un Barça de corte clásico con esa
pléyade de estrellas que viene deleitando hace más de un lustro ante un enorme
e inopinado Atlético de Madrid, que pese a manejar presupuestos incomparables
con la de los dos gigantes españoles, se ha erigido como una escuadra sorprendente,
confiada, valiente, intensa, eficaz y ganadora, construida a imagen y semejanza
de su entrenador el “Cholo” Simeone.
El encuentro estuvo a la altura de las expectativas con los roles muy marcados, un Barça dominador y con el control del balón liderado por un Busquets sobresaliente haciendo de titiritero en el centro del campo y un Aleti ordenado, áspero y solvente con Miranda como puntal de una defensa casi infranqueable.
El primer tiempo se tuvo las tempranas bajas de Piqué para los baulgranas y de Diego Costa para los colchoneros, reemplazado por su tocayo Diego Ribas. El juego transcurrió al compás del Barça, pero el peligro sobrevoló el arco de Pinto con dos remates de Villa, uno afuera y el segundo paradón.
La segunda parte cuando recién se iba
armando el ajedrez, tras un pase de Gabi, Diego Ribas sacó un bombazo que se
clavó en el ángulo de Pinto, dejando estupefacto a un Camp Nou admirado, mudo y
pasmado.
El Barça no terminaba de agarrarle el pulso al partido hasta que acaecieron los cambios: entró Alexis, Neymar, que había naufragado hasta entonces, pasó a la banda izquierda, Iniesta se retrasó y la salida de Villa, replegó completamente a los atléticos. Poco tiempo pasó para que llegara el empate con un pase que cual mago se sacó Iniesta de la galera habilitando a Neymar que gatillo rapidísimo para vencer a Courtois, el cual parecía que era un gigante imbatible en la noche catalana.
Hoy no acudió a la cita Messi y Costa se
bajó malherido apenas empezada la contienda; ellos eran los invocados a ser los
abanderados del juego, pero en su ausencia surgieron Courtois con voladas
impresionantes, Gabi como un pulpo recuperando balones en el medio, Diego Ribas
con despliegue y un shot de
antología, y por los culés Iniesta, cuando no, dijo presente derrochando
talento, Busquets se comió la cancha y Bartra hizo que lo de Piqué pase a
cuenta de anécdota.
El resultado final deja con mejor sabor de boca a los madrileños, pero con una eliminatoria totalmente abierta que se define la próxima semana en el Vicente Calderón, con el antecedente de que este duelo de titanes se ha jugado cuatro veces esta temporada y hasta la fecha nunca han podido vencerse o, si se prefiere, derrotarse. Una incógnita se cierne sobre dos equipazos que seguro brindarán otra épica batalla el miércoles en Madrid allá en la ribera del Manzanares.
PD: Ya sin restricciones de espacio
quiero loar al Atlético de Madrid por haberle devuelto la ilusión a un fútbol
español que estaba sumido en un dualismo intocable y aburridísimo; los
colchoneros partido a partido se le miden a todo, están punteros en Liga, han
empatado en Camp Nou y siguen sin ser favoritos a ganar nada, no importa. Lo
que el “Cholo” Simeone y sus gladiadores vienen haciendo es la savia misma que
riega la esencia del fútbol, competidores máximos que cuando entran a la cancha
saben que son 11 contra 11, y sin entrar con calculadoras, ni con quinelas a
priori. Cada semana hacen una irreverente gambeta al escepticismo del triunfo
final, cada semana le otorgan oxígeno una liga asfixiada por la cómoda
predictibilidad con la que vive el fútbol español hace ya demasiados años,
refrendada por su cansina y forofa prensa deportiva. No sé hasta cuando y hasta
donde llegará esta gesta, cómo el Borussia Dortmund que el año pasado se atrevió
a medirse a todo y se quedó a nada de la gloria, pero son estos equipos, estas
epopeyas las que permiten recordarnos el por qué de nuestra incurable
enfermedad futbolera.
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