viernes, marzo 28, 2008

El discreto encanto de la burla y Cia.


Suntuosos salones finamente decorados, vestidos y peinados chic de atemporal sofisticación, omelettes con salsa de trufas y jardineros de altísima jerarquía clerical, cómo no, cocaína y champagne, discursos dizque de mente muy abierta, severa paranoia encubierta con buenas maneras y lenguaje rebuscado, pulsiones asesinas y mucha muñeca* tanto en el ministerio como en el alto mando militar, amplios conocimientos respecto a la debida ingestión del martini dry, pesadillas infectadas de culpabilidad, risitas socarronas, mutuas adulaciones y, sobre todo, mucho, mucho apetito. ¿De quién estaremos hablando? ¿Será de la burguesía? Muy probablemente: en todo caso, esas características no forman parte del ideal-tipo de la vida monástica medieval o de la familia promedio del Tahuantinsuyo.


Buñuel decide entrar en las entrañas de esta nueva estirpe de sociedad que es, propiamente, la burguesía moderna: sin separar lo sociológico, psicoanalítico y humorístico del retrato. ¿La consecuencia? Una obra maestra llamada “El discreto encanto de la burguesía”: a mi juicio la mejor película francesa de Buñuel, quizás porque es la que más se acerca a mi etapa preferida de este autor, la mexicana, aquella de “El Ángel Exterminador” o “Ensayo de un crimen”. Sí, al igual que en esos dos maravillosos filmes, aquí las pulsiones se desbordan y transitan por trayectorias indiferentes a la realidad o al delirio. Como en el “Ángel” o en “Ese oscuro objeto de deseo”, aquí no hay explicación a los sucesos, ni siquiera una pista: el espectador se ve sumido, sometido a una imagen constantemente infectada por las mareas altas del inconsciente, escenario privilegiado de la violencia en la vida del burgués. La noción de fantasma, tan tentadora para el psicoanalista, aquí viene revestida de aquella que es también tentadora para el niño asustadizo… los muertos que subyacen. La ausencia de música acentúa el vacío y transfigura la banalidad en monstruosidad, la etiqueta en teatro burlesco y la famosa “distinción” en un albergue frágil contra las inclementes amenazas de lo(s) de afuera.


Qué hermoso es el cine de Buñuel, qué tejido maravilloso entre el absurdo, el delirio y la realidad (cruda realidad tanto para el burgués como para el olvidado): combinola inaccesible para aquel que carece de un humor contundente. Me impresiona como este genio ibérico es capaz de retratar lo bajo y lo grotesco sin caer en panfletarismos ni en politiquería. A veces algunos artistas confunden su función y piensan que el fin de la obra debe ser la denuncia cuando, a mi modo de ver, ésta, si se hace patente, solamente debe ser un efecto secundario del fin primero de toda obra de arte que es dilucidar la interioridad compleja del ser humano y, a través de imágenes bellas, hacernos viajar por ella, como nos enseña el maestro una y otra vez, en cada plano, en cada escena, en cada mirada.

*Para los que no son familiares con el término: Influencia ante una autoridad cuyo origen suele situarse más en el capital social que sobre la base de méritos individuales o principios de humanismo universal.

3 comentarios:

Charly dijo...

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Lorbada dijo...

Me descargué la película y venía en francés así que no pude disfrutarla pero he visto retazos y es increible. El otro día hablaba con un amigo de lo injusta que es la historia y como hoy en día poco se menciona al que posíblemente ha sido el mejor director que ha dado este país.
El Ángel Exterminador es una obra maestra comparable a las mas grandes de la historia del cine y Ensayo de Un Crimen tiene momentos sublimes en los que nos sugestiona con la realidad/irrealidad de varias imágenes. Si paráis en "pause" la escena del primer plano en la que quema el maniquí y os fijás detenídamente sabreis porque lo digo. No es un maniquí, es la actriz maquillada como el maniquí para que sin saber por qué nos angustiemos por un muñeco ardiendo. Puto genio.

Un blog buenísimo. Te he enlazado en el mío.

www.bunkersonico.blogspot.com

Saludos.

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Ensayo de un crimen es mi favorita del Maestro. Archivaldo de la Cruz encarna el héroe buñueliano por excelencia: cohibido por el super-yo de las reglas de la sociedad burguesa y explotanto, a la vez, de pulsiones. Lo del manequí no tiene nada que envidiarle a Lynch o a Gilliam. Habría que poner otro post sobre ese peliculón.

Gracias lorbada