“Escribí este libro para los fantasmas, que son los únicos que tienen tiempo porque están fuera
del tiempo.”
Roberto Bolaño,
Amberes
del tiempo.”
Roberto Bolaño,
Amberes
Los fantasmas existen, y vaya que existen.
Bolaño no erra al otorgarles ontología a los fantasmas.
Bolaño nos refiere al tiempo como la dimensión en la que los fantasmas pululan. Otra vez está en lo cierto.
El tiempo es una de las dimensiones fantasmales, los fantasmas habitan en el tiempo y sobre todo en el sentido más temporal que los humanos poseen: la memoria.
La memoria es la casa de los fantasmas.
Ellos deambulan por la memoria con asiduidad,
haciéndose presentes con inopinada recurrencia,
recordándonos de su existencia con frecuencias irregulares,
que como también sabemos
hay fantasmas y Fantasmas.
Goya nos dibujaba los monstruos de la razón; bueno, si la razón tiene monstruos, la memoria tiene fantasmas, por ende todo ser humano que la tenga en alta o baja estima, pero tenga memoria ostentará uno o unos cuantos fantasmas. Los sueños de la razón tienen monstruos, dice y graba, para ser más precisos Goya y Lucientes, y los fantasmas también se mezclan mucho en los territorios de lo onírico, ya que los sueños es otra inespacialidad que los fantasmas disfrutan de pasear. Las tramas de Morfeo son de las visitas fantasmales más vívidas que uno puede enfrentar, a veces con un palpable terror por lo rotundo, palpable e impresionable de la vivencia, ya que hay pocas realidades que ericen tanto la piel como un sueño recordado sobre todo si tuvo de invitado a un fantasma.
Intentando delinear las “cronografías” de los fantasmas, ya sabemos que son asiduos habitantes del tiempo, de la memoria, del sueño, pero también son atrevidos y se nos revelan en la realidad empírica, pero nunca como espectros visuales y menos vestidos de una sábana percudida, tampoco como una palpabilidad táctil o gustativa, sino que los fantasmas urden sus apariciones a través de olores y sonidos, dos armas que cual invisibles efluvios atomistas, toman contacto con sus respectivos sentidos otorgando la facultad de la presencia mediante evocación -otra vez la memoria, que casualidad-, ya que la memoria nos devuelve, y fantasma es por esencia sinónimo de pasado, pero el pasado no equivale a muerte, y en ese limbo entre el pasado y la muerte, presente y vida deambulan los fantasmas, devolviéndonos, retrotrayéndonos a un “aquel tiempo” presencial o figurativo donde aquel o aquella fantasma solían habitar y compartir y reír y gruñir y beber y escuchar y besar y mirar y carajear y follar y soñar en fantasmas y evocar y figurar, ya que ese fantasma alguna vez existió en tres dimensiones y seis sentidos y hoy ya no es, sino un fantasma, y si para Goya y Lucientes los sueños de la razón tienen monstruos, para mí los sueños y el pretérito tienen fantasmas, los cuales podrían ser monstruosos, pero a mi experiencia no lo son, son más bien entrañables primos de la nostalgia, amantes de la añoranza y de la lontananza; por su misma esencia inefables, tristemente inasibles, profundamente y disfrutablemente evocables y, ojalá, una inextinguible e irremplazable compañía.
Por todo eso y mucho más, los fantasmas existen y vaya que suerte que estáis.
Bolaño no erra al otorgarles ontología a los fantasmas.
Bolaño nos refiere al tiempo como la dimensión en la que los fantasmas pululan. Otra vez está en lo cierto.
El tiempo es una de las dimensiones fantasmales, los fantasmas habitan en el tiempo y sobre todo en el sentido más temporal que los humanos poseen: la memoria.
La memoria es la casa de los fantasmas.
Ellos deambulan por la memoria con asiduidad,
haciéndose presentes con inopinada recurrencia,
recordándonos de su existencia con frecuencias irregulares,
que como también sabemos
hay fantasmas y Fantasmas.
Goya nos dibujaba los monstruos de la razón; bueno, si la razón tiene monstruos, la memoria tiene fantasmas, por ende todo ser humano que la tenga en alta o baja estima, pero tenga memoria ostentará uno o unos cuantos fantasmas. Los sueños de la razón tienen monstruos, dice y graba, para ser más precisos Goya y Lucientes, y los fantasmas también se mezclan mucho en los territorios de lo onírico, ya que los sueños es otra inespacialidad que los fantasmas disfrutan de pasear. Las tramas de Morfeo son de las visitas fantasmales más vívidas que uno puede enfrentar, a veces con un palpable terror por lo rotundo, palpable e impresionable de la vivencia, ya que hay pocas realidades que ericen tanto la piel como un sueño recordado sobre todo si tuvo de invitado a un fantasma.
Intentando delinear las “cronografías” de los fantasmas, ya sabemos que son asiduos habitantes del tiempo, de la memoria, del sueño, pero también son atrevidos y se nos revelan en la realidad empírica, pero nunca como espectros visuales y menos vestidos de una sábana percudida, tampoco como una palpabilidad táctil o gustativa, sino que los fantasmas urden sus apariciones a través de olores y sonidos, dos armas que cual invisibles efluvios atomistas, toman contacto con sus respectivos sentidos otorgando la facultad de la presencia mediante evocación -otra vez la memoria, que casualidad-, ya que la memoria nos devuelve, y fantasma es por esencia sinónimo de pasado, pero el pasado no equivale a muerte, y en ese limbo entre el pasado y la muerte, presente y vida deambulan los fantasmas, devolviéndonos, retrotrayéndonos a un “aquel tiempo” presencial o figurativo donde aquel o aquella fantasma solían habitar y compartir y reír y gruñir y beber y escuchar y besar y mirar y carajear y follar y soñar en fantasmas y evocar y figurar, ya que ese fantasma alguna vez existió en tres dimensiones y seis sentidos y hoy ya no es, sino un fantasma, y si para Goya y Lucientes los sueños de la razón tienen monstruos, para mí los sueños y el pretérito tienen fantasmas, los cuales podrían ser monstruosos, pero a mi experiencia no lo son, son más bien entrañables primos de la nostalgia, amantes de la añoranza y de la lontananza; por su misma esencia inefables, tristemente inasibles, profundamente y disfrutablemente evocables y, ojalá, una inextinguible e irremplazable compañía.
Por todo eso y mucho más, los fantasmas existen y vaya que suerte que estáis.
“De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, solo deseo recuperar
la disponibilidad cotidiana de mi. . .”
Roberto Bolaño, Amberes
la disponibilidad cotidiana de mi. . .”
Roberto Bolaño, Amberes