“Nadie lo podrá impedir
esta noche iré hasta el fin
con los locos, los borrachos
con las putas y los guachos.
Al zaguán de un mundo liberado
al placer de un mambo marginal
al rincón de un juego desquiciado
hasta tumbar en plenitud,hasta tumbar.”
El viejo de arriba, Bersuit Vergarabat
Convengamos que, en general y para la mayoría, el mundo es una mierda. Una mierda en dos niveles esenciales: en el ámbito de los circuitos emocionales de la vida cotidiana y en el ámbito de las necesidades materiales para vivir con un poco de dignidad (si utilizáramos la burda traducción que la ortodoxia realizó de la teoría de Marx podríamos hablar de “superestructura y estructura”). Por un lado, en general, en el fondo, la vida de los humanos está signada por el tedio, por la acción maquinal e inocua, la existencia sólo es una larga construcción de nostalgias y melancolía, una espera larga y heroica de la triste noticia que llegará un día, encarnada en uno mismo o en las personas que mas uno quiere. Por otro lado, los humanos transitan la existencia buscándose la forma de encontrar mendrugos y objetos: cincuenta años de contar y repartir billetes que nunca tendrán, de construir casas que nunca habitarán, de vender cuerpos y amores que nunca alcanzarán. Una vida entera de actividades horribles y poco placenteras para poder existir materialmente. ¿Por qué, entonces, seguimos existiendo? Por los resquicios.
La persona que te hace temblar cuando se te aparece en un momento mágico, el cobijo tibio de la compañía labrada a través de años de amistad, el olor a ternura que despide tu hijo pequeño cuando está durmiendo, el grito atragantado en la garganta cuando por fin esa pelota se cuela entre las redes después de años y años de saborear el infortunio, la canción que se filtra entre tus huesos desde lejos mientras compartes alcohol y palabras, el momento en que tu piel se eriza y te vas por fluidos y sensaciones, el discurso que lanzas cuando tu hijo es bachiller y parece que todo el laburo hará que el futuro sea diferente en otra persona, el pasajero que sube y te dice que te pagara cinco veces la carrera si llegas en quince minutos al destino lejano. Eso, resquicios.
Me parece que el cine de Fernando León de Aranoa, uno de los más interesantes y sugerentes directores contemporáneos, se podría definir como un cine expresivo de esos resquicios, de esos espacios que permiten que toda una existencia de dolor y sufrimiento valga la pena. En “Princesas”, “Barrio” pero principalmente en “Los lunes al sol” (una película terriblemente hermosa, imperdible), observamos vidas jodidas (tanto a nivel sentimental como a nivel material) que encuentran en la amistad, los sueños y la comunidad de pares la posibilidad de esperanza, de redención, de sentido.
Las historias que construye el magistral realizador español esbozan esos resquicios condimentadas con otros aspectos esenciales: el humor y la emotividad. El tránsito de sus personajes encuentra otra posibilidad de redención (tanto para ellos como para el espectador) en el humor, en las conversaciones absurdas, en lo irónicamente contradictoria que es la vida muchas veces. Y, por otro lado, construye como muy pocos, momentos emotivos terriblemente impactantes, lo hace, además, sin artificios ni lugares comunes. Momentos donde el aliento se corta y parece que en el mundo ya no queda ningún lugar que posea algo de vida. Una mujer que entra a un cuarto de hotel donde recibirá la paliza de su vida, el cuarto de un alcohólico donde ya no queda nada para vender o disfrutar, un callejón oscuro en las afueras de la ciudad donde un niño entiende que la ausencia de su hermano se debe a la heroína. Las películas de León de Aranoa se mueven entre ese tránsito entre la emoción, el dolor, el humor y la ternura.
Si queda resquicio para la esperanza, si queda la posibilidad de un futuro mejor, si queda la fuerza para que esto no se vaya a la verga, habrá que acordarse de los personajes de este director español y de ver a lo lejos como vienen caminando unas putas solidarias, unos desempleados militantes y unos niños que sueñan con poder vacacionar alguna vez en una playa soleada.
5 comentarios:
Bueno! Mario: mientras sigas escribiendo de esa manera mucho mas vivencial y personal, realmente tus articulos personalmente gustan mas y mas ganas dan de ver las otras de Aranoa, felicidades y un gran saludo.
Machi
¡Bien caché tu articulo! el lar es uno de esos resquicios del buen funcionario
princesas es la más flojita, no?
Coincido en señalar a los Lunes al sol como una película de las que hay que ver, pero con los pantalones bien puestos, porque es dura de narices, y no sobliga a enfrentarnos, como bien dices, con todas las miserias que rodean nuestra cotidianidad, dificilmente soportable, sino fuera por esas pequeñas cosas que consiguen que nos olvidemos de las sombras.
Un saludo!
Machi: que bueno que te haya gustado tanto el texto, en realidad creo que tienes razón acerca del estilo, de alguna manera el blog es un refugio para escaparle a la Academia y la tecnocracia. Intuyo que por ahí tambiñen va el cometario del cholo (a quien también agradezco).
Txe: totalmente de acuerdo contigo, es la más floja de las pelis de León de Aranoa. Sin embargo tiene momentos jodidos y sublimes (el hotel, la música, los personajes y algunos diálogos) aunque no tiene el nivel de "Barrio" y, sobretodo, "Los lunes al sol". Gracias por visitar el blog.
Alfredo: de verdad hay que ver "Los lunes al sol" con los panbtalones bien puestos, con el llanto y la risa atragantados cada instante de la película. Si no la has visto, échale una mirada a "Barrio", también está muy buena. Gracias por el comentario y la visita al blog.
Saludos,
Mario.
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