jueves, octubre 11, 2007

Tímidos merodeos por el abigarrado y desmesurado universo de Kusturica

Hay directores hacedores de películas, ya sean muy buenas, buenas, regulares o malas, y hay otro tipo de directores, que no sólo crean películas, sino que construyen auténticos y personales universos. Ese es el caso del Yugoslavo, si es que hoy se puede usar este apelativo, Emir Kusturica. Durante una carrera que ya ha transcurrido cuarto de siglo, Kusturica ha elaborado ocho largometrajes de ficción, ganando casi todos los premios posibles en los máximos círculos festivaleros de Europa y calificativos tan audaces como lisonjeros, como el de ser el “nuevo” Fellini, o el Fellini de los Balcanes. No es una apreciación incorrecta el compararlo con el gigante italiano, ya que desde luego es una de las mayores influencias fílmicas de Kusturica, pero creo que el Bosnio ha logrado gambetear la sombra de uno de sus maestros y no ser un mero epígono, sino encaramarse en la escena cinematográfica con una visión de estampa propia.
El universo de Emir Kusturica debe ser uno de los más exhuberantes, excesivos y delirantes de la historia del cine. Kusturica goza de una gama de motivos recurrentes para llenar la gran pantalla que nos desbordan, nos hacen reír, nos embelesan, nos entristecen, en resumen nos llenan de emociones colmando nuestros sentidos. Bandas plagadas de músicos etilizados, diferentes animales revoloteando y urdiendo por toda la pantalla, personas voluntaria e involuntariamente colgadas, tahúres abatidos presas de sus incontrolables ludopatías, artefactos y personas voladoras, hermosas y feas novias, y bodas y más bodas, son a grandes rasgos parte del arsenal que Kusturica utiliza para trazar sus imágenes y para hilvanar sus tramas. Como dice Goran Gocic “(Kusturica) como todo gran artista, no sólo construye su propio mundo, sino los auténticos instrumentos para expresarlo”.
Y de este mundo tan abigarrado y exótico ¿qué es lo que nos puede fascinar a nosotros (los bolivianos) directamente? Creo que todo y aun más que a cualquiera. Kusturica es un cineasta que se ha nutrido de todas las artes: admirador incondicional de Buñuel, amante de la música gitana, heredero pictórico del judío ruso Marc Chagall y de Gabriel García Márquez entre tantos otros escritores latinoamericanos, todos estos autores que labraron su arte de una forma u otra “marginalmente” del epicentro cultural de occidente. Kusturica en su cine subsume todas estas vertientes artísticas, y nos entrega un cine marginal, un cine que se ubica a las afueras de un cine convencional, de un cine occidental, de un cine de recetas. Y lo extraordinario de las nutrientes artísticas que posee Kusturica, y del producto final que éste nos otorga a nosotros Bolivianos, es que pese a ser una persona nacida por no decir en las antípodas de nuestro país, su universo nos parece tan familiar, tan cercano, que casi nos hace pensar que lo que ocurre en la pantalla podría haberse dado con ciertos matices en una población a 45 minutos de La Paz, y esa fue la primera y más fuerte impresión que me embargó después de ver “Gato Negro, Gato Blanco” y que fue la primera que tuve el privilegio de ver entre todo el repertorio del Yugoslavo.
Para explicarme de forma mejor, quiero decir que pese a que vivimos en un mundo globalizado donde las grandes potencias económicas determinan todo y donde se pretende que un estándar rija sobre todos los países del mundo, tercer mundo incluido, es en los márgenes donde todo ese adoctrinamiento económico, cultural y estético cae, se desmorona. Y es que en los márgenes, léase Bolivia, o los balcanes gitanos, donde se crea una forma de resistencia a ese avasallamiento y donde tradiciones, cosmovisiones, y meras formas de vivir la vida, se hacen hermosamente incorruptibles, y es en esas incorruptibles tierras marginales, lejos del meollo de la crematística cultura occidental, donde se da un mágico encuentro, una asombrosa familiaridad, que se hace fascinante, por sobre todo, por la distancia geográfica y por las innumerables similitudes culturales de los mundos que finalmente se encuentran y se reconocen.
Entre todas las fascinaciones que el cine de Kusturica me produce, quizás este mágico encuentro, ajeno a las leyes de la lógica, como es en gran parte como opera su propio universo, es, creo, lo que nos hace sentir tan cercanos a Kusturica y a sus personajes, que más que ser héroes cinematográficos, son anti-héroes, que luchan y deambulan en un mundo maravilloso, donde la vida no es un milagro, como lo diría el mismo Kusturica, sino citando al poeta español Ramón de Campoamor “La vida es una gresca tragicomicoburlescajocososentimental”, nada mejor para resumir el inabarcable mundo de Kusturica.

Con Emir se me rebalsa el tintero, como a él el celuloide, por eso me vi impelido a realizar esta tímida e incompleta radiografía.

Continuará . . . tititiri tititiritatatara tatatara

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que siempre me gusto de Kusturica, fue justamente el trato que le da a la realidad, la capacidad de volverla magia y sueño, pero siempre desde una perspectiva latente de las vivencias que se dan en la periferia, esa creo que es la mayor relacion con lo que se vive en ciudades como la nuestra.

Saludos

Machi

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Lo interesante de haber creado los instrumentos para fabricar un universo personal, se ve en Arizona Dream, donde todas las fórmulas están presentes en un contexto sumamente ajeno al de los balcanes. Quise rendirle tributo a esa joya, de la que el gran Johnny no se pudo privar. Arizona Dream es la teta.

Gabriel Báñez dijo...

Sí, muy cierto que ha logrado la síntesis y que su lenguaje cinematográfico no se ha quedado en el epigonismo de tantos. El abrazo y mi reconocimiento por esta nota.

Alvaro G. Loayza dijo...

Machi, Kustu amalgama de una forma tan fascinante la cruda realidad con la magia y lo onírico, y eso lo realiza de una forma inigualable en "Tiempo de Gitanos".

Oneiros, Arizona Dream es una maravilla donde lo que emerge claramente es la recurrencia de sus motivos, los colgados, el vuelo, los animales, la "figura" paterna y tantas otras cosas que parecen, para él, trascender tiempo y lugar, ojalá haga pronto una película en latinoamérica, es un menester adeudado.

Gabriel, el epigonismo de Emir es como su mismo cine, se desborda por los costados creando una catálisis extraña, auténtica y sumamente emocionante y disfrutable.

Gracias por los comentarios, y un abrazo a todos.

Rosenrod dijo...

Es cierto todo lo que dices de Kusturica, por más que en sus últimas películas quizá la fórmula chirríe demasiado, por excesivamente usada. Y curiosamente, a mí me gusta una de las suyas más denostada, su única incursión en Hollywood: "El sueño de Arizona". Brillante, excesiva, irregular... pero ¿acaso no son esos los términos que mejor le vienen a alguien como él?

Un saludo!

Alfredo dijo...

Kustu entra de lleno en la categoría de genio absoluto. Autétnico creador de un cosmos tremendamente original y con un sentido del humor genial. Y todo eso se refleja también en su música con la No Smoking Band, música electrizante, divertida, con un humor negro corrosiva.

Sin duda un grande al que le has dedicado un magnífico comentario.

Saludos!!

Alvaro G. Loayza dijo...

Rosenrod, estás en lo cierto cuando dices que las últimas (más bien te hablo de la penúltima, "La vida es un milagro" que no da la talla) ya suenan a trillada, pero eso no resta la genialidad demostrada en sus películas anteriores. "Arizona Dream" como tu y oneiros dicen, es una maravilla, yo secundo unánimemente la afirmación.

Alfredo, Kustu es un monstruo, un todoterreno y aunque me encanta la No Smoking, prefería las bandas sonoras cuando las hacía Goran Bregovic, otro monstruo balcánico.

Abrazos y saludos a ambos!!!