jueves, octubre 18, 2007

Ivan Aivazovsky o cómo ver los agitados mares interiores

La décima ola, 1850

Según Gaston Bachelard, el poeta de las aguas densas, incontrolables y oscuras es, por excelencia, el maestro Poe. Su capacidad de leer las aguas marinas tormentosas, los estanques, el terror de alta mar y la oscura calma consiguiente, desde una perspectiva subjetiva, deviene, ante los ojos del filósofo francés, una senda directa al inconsciente y a la atracción hacia esa madre-muerte que es la mar, la mar de sueños, de mitos, la mar encantada. La atracción hacia la materialidad de esas aguas oscuras deviene en una “dipsomanía de la muerte”. Bajo la idea de esta subjetivización de la materia subyace la filosofía y la epistemología bachelardiana que consiste en que la naturaleza tiene, valga la redundancia, doble naturaleza y esto dentro de un estadio ontológico equivalente: las cosas de la naturaleza tienen cualidades objetivas como ser peso, volumen y densidad. A estas se añaden cualidades más sutiles, emocionales, subjetivas: cualidades oníricas, poéticas, divinas. Toda la naturaleza está inevitablemente atravesada por estás dos formas que no son sino formas de ver desde el ser humano. Dentro de las cosas de la naturaleza hay algunas que invitan más fácilmente a la objetivación y otras a la ensoñación, que no es otra cosa que una comunicación con los niveles más profundos de nuestro ser (para los que no nos gusta abusar del término de inconsciente por ser demasiado categórico, casi digital). El mar, de todas esas cosas de la naturaleza debe ser la más difícil de captar en sus cualidades objetivas. Su inmensidad, atemporalidad, ondulación y cadencia, color, profundidad y densidad son tales que hasta para el espíritu más positivista debe de ser difícil concebir esas gigantescas masas de agua como algo meramente objetivo. El mar, invita, casi inmediatamente, a la introspección. El mar, inevitablemente, nos activa algo de la memoria de la especie, una nostalgia y un terror que se entremezclan en la sensación más absoluta de pequeñez e insignificancia. Desde una perspectiva esotérica, donde todo paisaje exterior es una ventana hacia un paisaje interior, me pregunto qué querrá decirnos el mar. Arthur Gordon Pym encarna al héroe de Poe por excelencia: insaciable aventurero en búsqueda del naufragio y de la catástrofe marítima, repetidos bajo todas las variables posibles. El agua, al ser uno de los cuatro elementos poéticos, es una matriz de la imaginación humana; no hay un agua imaginaria sino varias: aguas claras, aguas densas, aguas corrientes, aguas estancadas, aguas calmas, aguas furiosas, lluvia, pantanos, etc, etc. Dentro de todas las posibilidades, las aguas de alta mar son las que mejor reflejan la potencialidad mortal e incontrolable de la materia y del deseo inconsciente que tenemos por ella, eso en nuestros sueños y, cómo no, en nuestras pesadillas.

Tormenta, 1854

La vida y obra de Poe, como las de todo gran visionario, representan un tránsito, un puente. En este caso se trata del tránsito entre dos tendencias importantísimas en la historia del arte que son el romanticismo y el simbolismo. En el espíritu romántico (Goethe, Mahler) subyacía la sólida intuición de aquello que cientos de años después Bachelard formularía bajo conceptos epistemológicos y psicológicos: la naturaleza comunica; empero el código, el canal, el medio, no es el de la experiencia objetiva que, para ser efectiva, debe neutralizar la imaginación creadora. La naturaleza es exaltada no en sus capacidades pasivas sino activas en el espíritu: la naturaleza vista no como cantidad (de volumen, de peso, etc.) sino como símbolo, en un intento desesperado de ver bajo la lupa arcaica del mundo pre-moderno, antes del desencanto weberiano.

En el simbolismo, la noción de espíritus de la naturaleza, subyacente ya en el romanticismo, deviene explícita: contra toda la corriente positivista en auge, estos artistas volvieron a dotar de duendes, ninfas y diantres a sus composiciones. El debate sobre los ángeles y la angelología en general, habían sido filosóficamente zanjados del panorama occidental: milagrosamente, esta cosmovisión animista, seguía viva y con una energía renovada en las notas, pinceladas y versos de los simbolistas.

El tema epistemológico esencial consiste en la percepción de la naturaleza. Llevando el espíritu romántico a sus límites, Poe hizo del agua el elemento matriz de su poesía, y no cualquier agua sino la más densa, la más salvaje que puebla nuestro mundo interior y de la cual las furiosas masas líquidas de alta mar no son sino el reflejo vivo. Así mismo pensé respecto a Ivan Aivazovsky (1817 - 1900), pintor crimeo de origen armenio, un artista empapado de l´air du temps: verdadero paradigma del espíritu del romanticismo y del tránsito al simbolismo. Su predilección por los paisajes marinos lo hace uno de esos artistas elementales en el sentido puro de la palabra: su arte busca la significación poética, subjetiva del elemento agua y, esto, en su presentación más dramática, grandilocuente, monstruosa y fascinante a la vez que es el mar.

El Mar Negro, 1881

El hecho de que este genial artista pintara sus paisajes de memoria o emanados directamente de su imaginación no es de sorprender al constatar el poder onírico de sus lienzos que, por su dramatismo e intensidad cromática, trascienden los mares objetivos (observables) para llegar a dialogar con los mares interiores y los estados emocionales que estos vehiculan en nuestra memoria secreta del universo. Una naturaleza transmutada, a eso llega la pincelada meticulosa de este pintor sin par que conoce el elemento objetivamente (la relación de proporciones, sus propiedades ópticas, su relación con la luminosidad ambiente, su morfología) para transportarlo al reino imaginal y convertirlo en símbolo, lo que es decir, subjetivo: agua absolutamente humana y por ende, generadora de una secreta empatía entre el espíritu humano y los espíritus de la naturaleza. La tormenta, el atardecer, la calma, la noche y la luz de luna, el puerto, la orilla, el naufragio, la furia y la muerte, el reflejo: todo lo que acaece en el mar acaece en el alma y en el cuerpo del ser humano, también un "planeta" a escala menor.

Contemplar un Aivazovsky es viajar, viajar muy lejos. Las aguas del mar son la invitación al viaje por excelencia. Parece paradójico que sea un boliviano el que haga una perorata sobre las aguas del mar; paradójico para un espíritu chato dado que, como bien decía Caye, prostituta callejera en "Princesas", largometraje de Fernando León Aranoa: “Las cosas existen porque alguien piensa en ellas”. ¿Cuánto más pensaremos los bolivianos en el mar sabiendo que una frontera artificial nos separa en los hechos de él? ¿Cuánto más lo tendremos presente en sueños? No es de olvidar que, desde una perspectiva bachelardiana, tiene que existir, en dimensiones aun mayores, un mar onírico, un mar de sueños, más bien. Un mar escondido en el que muchos oriundos de esta tierra nos damos un chapuzón de cuando en cuando. Un mar sin fronteras... como el olvido.


La ola, 1889

Para más información:
http://www.abcgallery.com/

Un pequeño homenaje en:
http://www.pescotis.blogspot.com/

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente Diego, tus mares interiores, como los de Poe y Aivazovsky por momentos aterrorizan y dan vertigo pero no puedes evitar que te atraigan, te cautiven y te apresen en sus densas aguas.Antonio

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Para vivir una experiencia total correspondería rodearse de lienzos de Aivazovsky en una noche fría de otoño, disponerse en un cómodo y melancólico sofá, prepararse un buen ajenjo (por qué no), leer Gordon Pym, escuchar The Journey, octava sinfonía del gran compositor finés Rautavaara y partir... muy lejos Gracias Antonio por el comentario que es alimento del alma para este bloggero sin remedio.

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Mi ley es el dolor. No sabré complacerte, ocuparte.
Sufro sin dolor, sufro porque estás ahí. Y yo soy un perro. Bestia de bestias.

Tu adios me aterra y al mismo tiempo…

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Que fino que está este cuate

nois de lean dijo...

gracias por acercas los cuadros de aivazovsky, ahora mismo estoy buscando más y en la mejor calidad posible

saludos