When the shadows get long I’ll be dead
. . .I left Texas to follow Lu(cinda)
Now I’ll never see heaven or home”
Lu(cinda), Orphans, Tom Waits
En el pretérito, cuando el mar eran vastas aguas de un infinito inexplorado, cada vez que un navío zarpaba, los marinos envueltos en sus terrores y esperanzas debían lidiar con la contradicción y aspirar encontrar tierras inhóspitas plagadas de especias, tesoros, perfumes y riquezas, pero con la inseparable zozobra espiritual de toparse con un monstruo marítimo como el Kraken o el Leviatán que trunquen su ilustre vida al unísono de su ilusión de un solo aletazo. He ahí la esencia del viaje: la contradicción (paradoja).
Todo viaje es una apuesta, un pasaje, una puerta a la fortuna o a la desventura, a lo inhóspito e imprevisible. Cada viaje es una búsqueda ¿búsqueda de qué? Se busca encontrar, el qué ya es una redundancia. Uno viaja por países, reinos, imperios, contornos, sentimientos, brechas, pliegues, mares, añoranzas y barrancos. Viajar es mutar, es tornar en espacial una transformación de los fueros internos, es mirarse al espejo con una puesta en escena cambiada por ende con una desnudez imparangonable. Un viaje es una suerte de desentrañamiento, un enfrentamiento de fuerzas vivas que desencadena bienaventuranzas o traza aciagos desenlaces.
Dentro de las cosas impagables en la vida están los buenos compañeros de viaje, marinos de arrugas hendidas, preciosos especimenes en extinción; aquellos que comparten la peripecia, que deambulan el mundo junto a uno, que escuchan nuestras ahogadas tribulaciones, que su sabiduría hace del devenir de la travesía algo mucho más llevadero. Una suerte de imposible, un ente de exageración abstracta capaz de involucrarse en la necesaria reyerta, la enconada discusión y por último la eventual separación y consiguiente separación de derroteros.
En mi último viaje he tenido un compañero inestimable, baúl infinito de experiencias y máximas, de carácter afable y maleable para como aparecer cuando se lo requiere y ausentarse como a pedido. Ese “imposible” que suscribo no es otro que Orphans: Bawlers, Brawlers and Bastards, el último disco de Tom Waits, que más que un álbum es un recorrido, un largo, profundo y poco apacible paseo por los meandros del alma humana. Y no es descabellado que sea Tom Waits el compañero ideal de navegación, hombre conocedor de diferentes avernos, guía espiritual de seres sin retorno, heraldo del balsámico desagarro de la derrota existencial, hombre con luz en los ojos, monstruo de envenenadas cuerdas vocales y por último, sabio gurú de los huérfanos sin destino y sin retorno.
“The best friend you’ll have is a railroad track” es la frase de un innato itinerante, que sabe que el camino casi inequívocamente te lleva a extravío, a quedar “lost at the end of the world”, a no retornar a casa y si es que lo logras el camino será la analogía de una larga y sinuosa cicatriz. Pero Waits no es sólo un errante sino un interlocutor; sabe que la cura es la música, el canto gutural, la plegaria y la confesión, por eso te lo expresa, te lo dice, te lo reza y con él el mundo viene y va, uno viene y va; él calla, te escucha y te contagia como es él, impenitente y castigado, con sorna, cigarro y buen humor.
Y así con ojos vidriosos de mirada displicente, voz aguardentosa de garganta nicotinizada, corazón indómito de “little man”, paradoja viviente, te dice y te oye, vuelve y se va, te mira y te desdeña y te quiere y por último con un rosado velo perfumado de una doncella ausente se sopla la nariz y lo guarda como pañuelo en la solapa, se arregla el saco, arquea la ceja y rectifica el sombrero como diciendo adiós, como diciendo hasta la próxima . . . como fuere, sea cual sea el desenlace, con Tom cuando sea, a donde sea.
Todo viaje es una apuesta, un pasaje, una puerta a la fortuna o a la desventura, a lo inhóspito e imprevisible. Cada viaje es una búsqueda ¿búsqueda de qué? Se busca encontrar, el qué ya es una redundancia. Uno viaja por países, reinos, imperios, contornos, sentimientos, brechas, pliegues, mares, añoranzas y barrancos. Viajar es mutar, es tornar en espacial una transformación de los fueros internos, es mirarse al espejo con una puesta en escena cambiada por ende con una desnudez imparangonable. Un viaje es una suerte de desentrañamiento, un enfrentamiento de fuerzas vivas que desencadena bienaventuranzas o traza aciagos desenlaces.
Dentro de las cosas impagables en la vida están los buenos compañeros de viaje, marinos de arrugas hendidas, preciosos especimenes en extinción; aquellos que comparten la peripecia, que deambulan el mundo junto a uno, que escuchan nuestras ahogadas tribulaciones, que su sabiduría hace del devenir de la travesía algo mucho más llevadero. Una suerte de imposible, un ente de exageración abstracta capaz de involucrarse en la necesaria reyerta, la enconada discusión y por último la eventual separación y consiguiente separación de derroteros.
En mi último viaje he tenido un compañero inestimable, baúl infinito de experiencias y máximas, de carácter afable y maleable para como aparecer cuando se lo requiere y ausentarse como a pedido. Ese “imposible” que suscribo no es otro que Orphans: Bawlers, Brawlers and Bastards, el último disco de Tom Waits, que más que un álbum es un recorrido, un largo, profundo y poco apacible paseo por los meandros del alma humana. Y no es descabellado que sea Tom Waits el compañero ideal de navegación, hombre conocedor de diferentes avernos, guía espiritual de seres sin retorno, heraldo del balsámico desagarro de la derrota existencial, hombre con luz en los ojos, monstruo de envenenadas cuerdas vocales y por último, sabio gurú de los huérfanos sin destino y sin retorno.
“The best friend you’ll have is a railroad track” es la frase de un innato itinerante, que sabe que el camino casi inequívocamente te lleva a extravío, a quedar “lost at the end of the world”, a no retornar a casa y si es que lo logras el camino será la analogía de una larga y sinuosa cicatriz. Pero Waits no es sólo un errante sino un interlocutor; sabe que la cura es la música, el canto gutural, la plegaria y la confesión, por eso te lo expresa, te lo dice, te lo reza y con él el mundo viene y va, uno viene y va; él calla, te escucha y te contagia como es él, impenitente y castigado, con sorna, cigarro y buen humor.
Y así con ojos vidriosos de mirada displicente, voz aguardentosa de garganta nicotinizada, corazón indómito de “little man”, paradoja viviente, te dice y te oye, vuelve y se va, te mira y te desdeña y te quiere y por último con un rosado velo perfumado de una doncella ausente se sopla la nariz y lo guarda como pañuelo en la solapa, se arregla el saco, arquea la ceja y rectifica el sombrero como diciendo adiós, como diciendo hasta la próxima . . . como fuere, sea cual sea el desenlace, con Tom cuando sea, a donde sea.
Ver: Lie To Me, "Orphans: Bawlers, Brawlers and Bastards", Tom Waits
Glosario
Huérfanos
Todos los seres de la extensa mitología de Tom Waits. Entre ellos errantes, alcohólicos, reos, almas penitentes, chulos, extraviados, tatuados, sentimentales, melancólicos y las tres nuevas adquisiciones que se desglosan a continuación.
Berreadores
Energúmenos de roncas voces que pueblan las diferentes tabernas del orbe, canturreando excesos, arengas futboleras, penas y desamores.
Bronqueadores
Facinerosos con ninguna pulga en el cuerpo, dispuestos a destrozar el vaso de cerveza en la crisma de cualquier cristiano por la razón más nimia del mundo y quedarse ufanos para pedir la siguiente copa.
Bastardos
Hijos naturales, seres de destino neblinoso y mirada nostálgica, solitarios y siempre sentados en la esquina ulterior de la barra recontando los tumultuosos avatares del recinto.
Todos los seres de la extensa mitología de Tom Waits. Entre ellos errantes, alcohólicos, reos, almas penitentes, chulos, extraviados, tatuados, sentimentales, melancólicos y las tres nuevas adquisiciones que se desglosan a continuación.
Berreadores
Energúmenos de roncas voces que pueblan las diferentes tabernas del orbe, canturreando excesos, arengas futboleras, penas y desamores.
Bronqueadores
Facinerosos con ninguna pulga en el cuerpo, dispuestos a destrozar el vaso de cerveza en la crisma de cualquier cristiano por la razón más nimia del mundo y quedarse ufanos para pedir la siguiente copa.
Bastardos
Hijos naturales, seres de destino neblinoso y mirada nostálgica, solitarios y siempre sentados en la esquina ulterior de la barra recontando los tumultuosos avatares del recinto.
Escuchar: Sea of Love, "Orphans: Bawlers, Brawlers and Bastards", Tom Waits
2 comentarios:
hola
saludos y gracias por pasar por mi blog, este lo encuentro muy interesante, buenas reflexiones
espero seguir el contacto
saludos desde chile
alfredo
Gracias por tu visita y esperamos tenerte como un fijo, saludos y a seguir danod la talla!!
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