lunes, marzo 26, 2007

Lo kafkiano en el cine: Pesadilla, metamorfosis y absurdo existencial en la pantalla (Parte I)


“Tengo la impresión de que el animal quiere amaestrarme; si no qué propósito puede tener retirarme la cola cuando quiero agarrarla,
y luego esperar tranquilamente que ésta vuelva a
atraerme, y luego volver a saltar”
Franz Kafka
kafkiano, na.
1. adj. Perteneciente o relativo a Franz Kafka o a su obra. Las novelas kafkianas
2. adj. Característico de este escritor checo o de su obra. Visión kafkiana del mundo
3. adj. Dicho de una situación: Absurda, angustiosa.

La tercera acepción del término según nuestro ilustre diccionario se refiere a la imaginería plasmada en “El Proceso”, “La Metamorfosis” y otros relatos más pequeños. Kafka es de los pocos creadores que, prácticamente, ha abierto la compuerta a toda una arquetipología hasta entonces desconocida o, al menos, desconocida desde una perspectiva tan auténtica, genial y aterradora: sí, se trata quizás de un sistema simbólico heredero del desencanto de la modernidad y del fracaso de la razón. Empero el señor K. no es el único en manifestar dicho desencanto; hay algo más puntual que especifica su obra y la diferencia de las demás: quizás algo inexplicable racionalmente, un aire, una sensación de indescriptible absurdo, incomodidad, miedo y hasta asco. Sí, una pesadilla sin cielo ni infierno, plana y sin sentido: ¿La peor de las pesadillas? Quizás. O quizás la más chistosa. Se trata de una nueva lógica de la monstruosidad en relación a la visión dantesca o bosquiana en donde los símbolos cobran sentido por oposición: de ese modo, lo reconfortante es que cada imagen monstruosa tiene su contraparte luminosa y viceversa (ángel-demonio, cielo-infierno, profundidades del abismo-verticalidad celestial). En Kafka, el sistema de la pesadilla funciona de diferente manera: lo cotidiano, visto bajo el lente de la extrañeza, es más monstruoso que el más horrible de los monstruos y más desolador que el más patético de los exilios. A ello se aumenta que, en el sin-sentido, tampoco hay un sentido de pelea, en el universo kafkiano no hay a quien vencer, no hay un San Jorge ni tampoco un dragón. O, mejor dicho, hay una amalgama horripilante de dos seres devenidos una entidad absurda y asquerosa, carente de fuerzas para vivir y de fuerzas para morir: hedionda y babosa mezcla de armadura metálica con escamas de reptil tratando de aniquilarse a sí misma, con mitad del cuerpo perdido en la oscuridad de la gruta y la otra mitad perdida fuera de ella, bajos los laberínticos rayos de un sol pálido.

En ese sentido, probablemente ese arquetipo del que hablamos, el arquetipo al que Kafka le da una perspectiva completamente innovadora y profunda, es el Laberinto: esa casa que intrigaba enormemente a Borges al haber sido “hecha para que la gente se pierda”: ¿Será el lenguaje? ¿Será el código mismo el que nos pierde y en el que nos perdemos? ¿Será la mente humana? El hecho es que, si bien el laberinto era efectivo en tanto que metáfora de esa realidad interior enrevesada y “sin salida”, en la modernidad, y Kafka lo vio mejor que nadie, esa metáfora dejó de serlo y se cristalizó a nivel exterior, palpable a través del Estado Nacional, la burocracia, el carnet de identidad, el certificado de nacimiento, el número de tarjeta de crédito, códigos y códigos y más códigos encerrados en redes de códigos encerradas en redes de códigos más grandes, todos supuestamente lógicos y racionalmente organizados… todos enmarañados y constantemente susceptibles de fallar y de manera categórica, absoluta (el error de un elemento implica error en todo el sistema). El mundo moderno, al exteriorizar, abstraer y cristalizar las formas de socialización (concepto caro al gran filósofo Georg Simmel) literalmente dio a luz a un laberíntico sistema abstracto que domina al individuo y lo guía por trayectorias a cual más absurda y deshumanizada, donde él no parece decidir nada, donde muere la idea de Sujeto y cunde la idea de Error.

La pesadilla kafkiana nace de la extrañeza de lo cotidiano o en lo cotidiano de la extrañeza, que, llevados al extremo, no difieren mucho. Los personajes que pueblan este mal sueño no parecen lo suficientemente espantados como para gritar de pavor ante el hecho de convertirse en un insecto o de engendrar un monstruo: es la naturaleza pasiva del héroe ante la monstruosidad la que genera ese terror especial y desolador que caracteriza lo kafkiano. Es un terror sin opciones e imprevisible en su nivel de absurdo: no se trata de una descripción “realista” u “objetiva” del inhumano mundo de la ley y de la sociedad sino más bien del caos interior que estos generan dentro del individuo. Es decir, el universo de Kafka no es solamente absurdo sino absurdísimo, brutalmente absurdo, a tal punto que deviene aterrador y jocoso a la vez y esto más aun dado su parecido con ciertas situaciones reales (si Kafka fuera mi contemporáneo yo apostaría que le interesaría una beca para una maestría en situaciones absurdas impartida en mi querida patria Bolivia).

Lo kafkiano, en fin, lo kafkiano… tipitos de sombrero y gabardina andando como hormigas sin ton ni son por la ciudad, absurdos recorridos a través de inmundas buhardillas que hospedan a la Justicia Estatal, animales híbridos y juguetones para siempre inalcanzables en este mundo como en el de los sueños, inverosímiles y grotescas formas arquitectónicas tatuadas de polvo, niñas burlonas y diabólicas musas de artistillas, venidos a menos de nacimiento… lo kafkiano, es muy difícil de decir pero es tan contundente cuando se siente, cuando se manifiesta en el espíritu (y en el cuerpo)… es un aire, escaso pero aire… ¿Quién sabe?... Para tratar (vanamente) de delinear lo kafkiano vamos a apelar a una serie de películas “posmodernas” que, en algo (unas más que otras) evocan, sugieren, contienen esa sensación tan ominosa y lúcida a la vez que nos regaló el genio de Praga. Si la mayoría de los filmes en cuestión son prácticamente contemporáneos es porque probablemente el espíritu kafkiano no ha podido encontrar eclosión en el cine sino a partir de la decadencia de ciertos patrones narrativos y morales (Welles es una de las pocas excepciones): ha sido necesario todo un proceso cultural para que “lo kafkiano” como tal pueda verse y comprenderse sin restricciones ni limitaciones en la pantalla grande como se dejó leer en “El Proceso”. He aquí la lista:

  • Gilliam: Brazil, 12 monkeys
  • Lynch: Eraserhead, Lost Highway
  • Cronenberg: Naked Lunch, Crash, Existenz, The Fly
  • Tati: Mon Oncle, Playtime, Traffic
  • Coen: Barton Fink, The Hudsucker Proxy, The Big Lebowsky
  • Gutierrez Alea: La Muerte de un burócrata
  • Fincher: Fight Club
  • Goscinny/Uderzo: Les douze travaux d´Asterix
  • Jarmusch: Dead Man
  • Kaurismaki: The man without a past
  • Widrich: Copyshop
En la Parte II:

En una especie de falsa matriz a doble entrada dispondremos esos filmes dentro de conceptos que parecen detectarse en el complejo sistema simbólico del gran Franz Kafka y veremos si así, poco a poco, vamos adentrándonos en lo kafkiano del asunto: . . .

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran artículo Diego, Kafka en mi creterio plasma en su obra el absurdo, la desesperación y la resignacion ante el dolor del abandono y del olvido basta con preguntar a una cucaracha llamada gregorio Samsa

Saludos

Fernando

Alfredo dijo...

La frase tan manida de que la realidad supera a la ficción es totalmente cierta.

Kafkiano es tener que ir a enfrentarse con cualquier tipo de burocracia, algo de lo que los pueblos germánicos saben un rato largo, porque estás allí y no entiendes nada de lo que ocurre mientras deambulas por pasillos, oficinas y tipos con cara de asesino en serie, mientras piensas qeu Michael Douglas en Un día de furia es un héroe contemporáneo.

Artículo muy bueno. Un saludo desde España!

M.M. dijo...

Desde luego, la influencia kafkiana es arrolladora no sólo en toda la literatura posterior sino también en otras artes como el cine o la pintura.

En cuanto al cine, la primera relación que establezco con Kafka es Lynch. La psicología "averiada" de sus personajes y lo inverosímil de muchas escenas corresponden (con variaciones) al esquema expuesto por Kafka.

En fin, un tipo fascinante.

Saludicos!!!

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Gracias muchachos por los comentarios. Es complejísimo y maravilloso el firmamento de constelaciones simbólicas que se formaron (y se formarán) a lo largo de la historia de las artes. Mientras más se adentra uno en ese mundo maravilloso del símbolo a través de la manifestación artística, más ve hermandades entre creadores de contextos artísticos, técnológicos y socioeconómicos totalmente ajenos en el tiempo y en el espacio. Así cada artista es también una coordenada donde se juntan muchos artistas, así mismo, cada obra de un es una coordenada más precisa donde se cruzan muchas obras. Sería injusto decir que Lynch, los Coen, Cronenberg o Tati son LOS cineastas kafkianos por excelencia ya que cada uno de ellos ha logrado obtener su propio "iano" y con toda legitimidad. Simplemente, como en un alquímico juego de espejos, cada artista refleja la luz de los que alguna vez lo iluminaron, pero, eso sí, lo hace a su manera, desde su singularidad profunda. Cronenberg utiliza la metáfora del telepod de "La Mosca" para explicar el proceso creativo de Naked Lunch: Ponen a Cronenberg en uno, al viejo Burroughs en el otro, y lo que sale es Naked Lunch, no es Cronenberg ni es Burroughs, es Naked Lunch (una de las palículas más kafkianas de la historia).
Esas "variaciones" a las nüx tan lúcidamente se refiere, en el caso preciso de la obra de Lynch, son todos esos elementos que han hecho que su universo se gane el título de lynchiano y no se quede en kafkiano: un enano bailando jazz en una sala roja, una oreja cortada en un descampado, una mujer hermosa que no sabe quién es, perdida en Los Angeles, un detective del FBI que no le teme a la diabetes…
Los símbolos tienen su curso propio, misterioso; una energía que tiene leyes sumamente herméticas de dinámica: las palabras que utilizamos para comprender estos símbolos solo detienen esa energía artificialmente, justamente para que podamos "comprender" (abrazar, aprehender) esa energía que de otra manera se nos escaparía (¿Como en los sueños?). Los artistas, a la imagen propuesta por el mismo Lynch, son pescadores que se las arreglan para penetrar ese mundo (invisible) de los símbolos y lo traducen a este mundo (aparente) de las cosas,

Eso creo, en fin, Salud(os)!

En la Parte II se desarrollarán algunas ideas sobre los “entrecruzamientos” simbólicos que ocurren entre las películas mentadas y el mundo K. No duden en proponer otras pelis que les sugieran esa sensacioncilla.

adrian piaf dijo...

El verdadero terror del que parten las pesadillas kafkianas es la mente. Pues es aquella la que nos hace pasar los malos ratos que nos enloquecen. Pero no cualquiera puede padecer ciertas pesadillas, ya que por lo regular estas pesadillas las tienen personas que le dan gran importancia a ciertos hechos, como una megalomanía en la cual el sujeto se siente propenso al peligro por parte del más insignificante objeto.

Anónimo dijo...

el mundo de las pesadillas Kafkianas, el mundo de la tecnología, de un saber práctico, especializado orientado hacia el control de la naturaleza; el mundo de las máquinas cuyo riesgo-según reza el sentido común-consiste en la deshumanización , eliminación de lo que es propio y característico de la acción humana.
(racionalidad y tradición).

Anónimo dijo...

El unicornio de louis malle