jueves, febrero 01, 2007

La Femme Fatale en el reino de David Lynch


El cine negro, como género cinematográfico, vivió su mayor suceso y gloria durante los años que van desde principios de los 40 hasta mediados de los 50, dejando una verdadera y perdurable huella en el cine norteamericano, y que ha servido de profunda inspiración para muchos cineastas desde entonces. A fines de los ochentas y principio de los noventas hemos presenciado un renacimiento del Film Noir (término acuñado por los franceses para denominar a éste tipo de cine) o de un Neo Noir a partir de películas como “L.A. Confidential” y “The Usual Suspects” y de realizadores de la talla de Tarantino, los hermanos Coen y David Lynch, entre los más destacados.

Quentin Tarantino es uno de los cineastas que nos reintroduce en la intriga del cine negro con sus gangsters bañados de carisma, entrelazados en una trama policiaca de la cual nadie sale inmune. Películas como “Reservoir Dogs” o “Pulp Fiction” lo avalan como un gran cultivador del género no sin darle una impronta personal conjugando aspectos como ser la forma de tratar los diálogos del guión, las influencias orientales o el tratamiento diurno y desayunesco del noir (“Reservoir Dogs”). Pero son quizá los hermanos Coen quienes muestran con más claridad la influencia que ejerce el cine negro en sus películas, ejemplos como “Blood Simple” o “The Man Who Wasn´t There” son elocuentes en como éstos oriundos de Minnessota han mamado del Noir y como éste les ha servido de inspiración, por no mencionar otras cintas más de ellos como “Barton Fink” o la exitosísima “Fargo”. El cine negro está presente en casi toda su obra sobre todo como el esqueleto que sostiene sus tramas, autores tan renombrados dentro de la novela negra como ser Raymond Chandler y Dashiell Hammett son fuentes de inspiración de Joel y Ethan Coen, “The Big Lebowski” es una muestra de la impronta del primero situando la historia en un Los Angeles de rasgos muy chandlerianos con dos ajados sobrevivientes de fines de los 60 como protagonistas, y es en “Miller´s Crossing” donde se vislumbra toques de Hammett sobre todo en la forma de dialogar de los personajes. Pero es en “Blood Simple” y en “The Man Who Wasn´t There”, películas aludidas anteriormente, donde los Coen explotan a la Femme Fatale, personaje arquetípico y eje de muchos clásicos del género. Frances McDormand es quien interpreta en ambos casos el tan mentado ícono cinematográfico de la mujer fatal acarreando desgracia a cada paso y gesticulación que lleva a cabo, más no son los Coen quienes más han desarrollado y aprovechado de éste enigmático y apasionante rol de la mujer fatal dentro del cine actual sino que esa es una tarea del talento y genio de David Lynch.

El grandioso y peculiar David Lynch es quien revive el género con una fuerza y renovación inusitada valiéndose de la intrigante y paradójica mujer fatal para adentrarse en los confines más variopintos y pesadillescos del inconsciente humano. Son cuatro los ejemplos (y casualmente quizás los más originales y valiosos esfuerzos de la carrera del cineasta) en los que Lynch retrata a su manera el Film Noir, pero como todo maestro se ve el control que tiene sobre todas las reglas y estructuras del género para retorcerlas y transgredirlas como a él le plazcan. Pero una cosa no se le escapa de la evidencia, el que siempre es tan poco evidente, y es que para Lynch el motor del cine negro es definitivamente la mujer fatal, y las pruebas son apabullantes.

Blue Velvet el primer gran éxito de Lynch, curiosamente alabada en Estados Unidos, gira en torno a la contradictoria y enigmática Dorothy Valens (interpretada por Issabella Rossellini), una cantante de cabaret ataviada de terciopelo azul (el terciopelo y el satén como prenda por excelencia de la atrevida mujer fatal, sólo hace falta recordar la memorable escena de Rita Hayworth quitándose los guantes de terciopelo casi al epílogo de “Gilda”, uno de los clásicos del género, a la que Lynch posteriormente homenajeará en una de sus películas) que debido a su prohibido encanto sumerge a Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) a su mundo envuelto de un mal tangible y degenerado, creado por el psicópata Frank Booth (Dennis Hopper) quien se ve sumido a los encantos sexuales y masoquistas de la cantante, además de tener como fetiche el terciopelo que ésta viste. Aquí también se encuentra un rasgo fundamental en el ropaje conceptual de toda mujer fatal, y es el triángulo que ella crea a su alrededor, aquí son Frank y Jeffrey los que crean ese triangulo que es modificable desde la perspectiva que uno desee observar. Pero no será “Blue Velvet” el único filme que trate éste tipo de relaciones tan terribles como fascinantes, sino que en cada esfuerzo posterior Lynch dará distintos alcances a la fuerza de esos obsesivos triángulos creados por el amor o el desenfrenado deseo de más de uno de los miembros que lo componen, donde nunca podrá faltar esa mujer que es la que parece tirar los hilos de los acontecimientos y personas que están en su más próxima cercanía.

Otro rasgo fascinante de la Femme Fatale es su ambigua moralidad y lo contradictorio que resulta tanto su actuar como su personalidad, Dorothy es una amante degenerada que disfruta del sadismo de Frank, pero a la vez una madre que ama profundamente a su hijo. Es en “Twin Peaks: Fire Walk With Me” cuando el cineasta de Montana retoma a la Femme Fatale para hacer girar sobre ella toda una historia policíaca. Laura Palmer (Sheryl Lee), es quizás uno de los intentos más pretenciosos de retratar a una mujer en la pantalla, una mujer que Lynch pretende como omnicomprensiva, que cubra casi todas las facetas que alguna puede cumplir, la de niña, la de mujer rebelde, la de mujer enamorada, la de traidora, la de libertina, Laura, como no, es el reflejo de la constante contradicción y el personaje que mejor representa el juego de una doble moralidad. La fatalidad parece rodearla, ser su más íntima aliada, es una Femme Fatale llena de matices que parece conducir no sólo a ella y a los que la rodean y la pretenden, a un terrorífico final, sino que un pueblo entero es metafóricamente llevado a la perdición por Laura. Lynch desde siempre ha tratado con temas freudianos y psicoanalíticos, pocos cineastas han tratado tan bien lo onírico o los deseos como él, pero es en “Fire Walk With Me” donde se plasma extraordinariamente uno de los puntos fundamentales de las doctrinas psicoanalíticas de Young -el excelso epígono de Freud- el complejo de Electra deambula como una sombra durante toda la historia hasta llegar a hacerse patente sólo al final, Laura y Leland Palmer (Ray Wise) viven una tortuosa y traumática relación llena de un insatisfecho deseo paternofilial.

Lynch siempre ha parecido obsesionado por la Femme Fatale, pero ésta siempre viene acompañada por su antítesis, la mujer pura e inocente, la que ve todavía el mundo con ojos transparentes, le encanta esa contraposición, y Lynch lo suele hacer con heroínas, una morena y la otra rubia, de distintas cabelleras. En “Lost Highway”, Lynch no abandona la pretensión de contraponernos a dos mujeres, pero aquí resulta que una rubia y la otra morena, son la misma y en éste caso las dos llevan a la perdición, las dos llevan el signo de la fatalidad tatuado en la frente. Patricia Arquette es la encargada de personificar a esas dos Femmes Fatales, que son las que hunden a Fred Madison (Bill Pullman) y a su alter ego Pete Dayton (Baltasar Getty) en la muerte y la insanidad, jugando con ellos y de manera sutil introduciéndolos, en el caso del segundo, al salvaje mundo de un gangster y al primero a un asesinato provocado por los celos y la locura. Aquí cabe resaltar la influencia de un cineasta como Luis Buñuel, y sobre todo su filme “Ese Oscuro Objeto de Deseo”, donde al revés un hombre está locamente enamorado de una mujer que parece metamorfosearse ya que es interpretada por dos actrices. Si Freud siguiera hoy con vida y fuera fanático del cine, seguro que tendría a Buñuel y a Lynch entre sus directores más enaltecidos, como viejos y notables cultivadores de las obsesiones del vienés.

Otro punto fundamental es la aparición de un tercero para retorcer ese mundo terrible e inestable, retorcido de por sí, donde habita la mujer fatal. El papel del gangster malvado es observable tanto en “Blue Velvet” y en “Lost Highway”, tanto Frank Booth y Dick Laurent (Robert Logia que casualmente fue uno de los candidatos a interpretar a Frank Booth en Blue Velvet) son personajes que poseen un fuerte cariz freudiano, el del separador, ya que son quienes se interponen entre Jeffrey y Dorothy o entre Pete y Alice, o sea entre el sujeto y su objeto de irrefrenable deseo.

Lynch moldea en sus filmes la idea de dos mundos, en el caso de “Blue Velvet” y “Lost Highway” vemos como los personajes están a caballo entre un mundo estable, luminoso, esperanzador e incluso regado de pureza y otro oscuro, sórdido, bañado de una inalienable turbiedad. Jeffrey en “Blue Velvet” se adentra en el mundo maligno habitado por Dorothy y Frank pero finalmente logra escapar y quedarse con Sandy, la rubia inocente y pura que completa el otro lado del triángulo, la cual todavía sueña en un mundo con esperanza y con la ausente presencia del mal. En “Lost Highway” Pete Dayton se enfrenta ante la misma disyuntiva que Jeffrey, pero éste perdido por su deseo y su obsesión por Alice se sumerge de lleno en el mundo oscuro, donde el mal es tangible y el peligro se da a cada parpadeo, donde cada paso puede ser el último, un verdadero mundo negro, un reino de la Femme Fatale donde parece ser que cualquier derrotero que se tome llevará a un destino trágico, un truculento camino a la perdición. En “Mulholland Dr.” los dos mundos existentes serían: un mundo onírico e idealizado, donde el amor parece prevalecer ante todo y que se nos da la reminiscencia de un cierto paraíso, y al lado un paraíso perdido, el mundo real donde las cosas se vuelven más sinuosas y terribles, donde el verdadero amor no es correspondido y donde la angustia y el dolor parecen llevar a la locura y ésta sólo puede derivar en la desesperanza, la deseperación y en la muerte.

El intento más fino y conseguido de David Lynch, de sus dualismos y la elaboración de sus Femmes Fatales se da precisamente en “Mullholland Dr.”, una brillante pieza que trata de una historia de amor entre una mujer de identidad perdida y otra llegada a Hollywood para hacer realidad sus sueños. Betty o Diane (Naomi Watts) y Rita (clarísimo homenaje a “Gilda” de Charles Vidor) o Camila (Laura Elena Harring) se ven enmarañadas en una historia de intrigas, deseos, desencantos, amor y traiciones. Lynch nos ofrece las dos caras de éstas mujeres, un espectro que oscila entre un amor angelical y un odio asesino, la mujer o las mujeres vuelven a ser el desencadenante de toda una historia bañada de onirismo, que hace que uno cuestione, como casi siempre en Lynch, donde se encuentran los límites de la verdad y el sueño, así como la eterna pregunta del mundo Lynch de deonde fue que se rompió el hilo de Ariadna que nos deja sumidos en el laberinto con la exigua esperanza de salir airosos de ahí. Es parte fundamental del arquetipo de la mujer fatal el misterio que la envuelve, hay algo o mucho que no se dice, algo que no se sabe, algo que pasó en el pretérito, algo muy escondido, en Mullholland Dr. hay un enigma que rodea a Rita y a su pasado amnésico, clave desencadenante de la atracción desmesurada que Betty empieza a sentir por ella, como en todos los personajes que atraídos por lo misterioso y desconocido que encarna la mujer fatal se convierten en sus victimas o marionetas, como los ya mencionados Jeffrey Beaumont o Pete Dayton en anteriores filmes de Lynch. Pero es un “Mullholland Dr.” donde David Lynch sale más airoso que nunca, el amor y la fatalidad vuelven a llevar a la mujer y a quienes viajan y transgreden con ella a la desgracia, al paraíso perdido, al inequívoco hado que toda mujer fatal lleva en cada uno de sus sensuales movimientos, desde toda la historia, desde Eva en el principio de los días hasta los delirantes y erotizantes movimientos y sufrimientos de Diana Selwin en Mullholland Dr (sin obviar a las divinas Ava Gardner, Jane Greer, Marlene Dietrich, Mary Astor, Barbara Stanwyck, Lauren Bacall, Gloria Grahame y tantas otras perturbadoras bellezas).

Toda la esencia de la Femme Fatale se encuentra en el cine de Lynch, el enigma que la envuelve desde ese pasado misterioso y sino desconocido hasta el augurio de un destino trágico, Rita es el ejemplo más palpable de todo esto. Las mujeres fatales lyncheanas poseen ese encanto y belleza, y más que eso un aura misterioso e indescifrable que provoca deseos irrefrenables en los hombres (o mujeres) que los lleva a ser victimas de sus pasiones más extremas y retorcidas, como Dorothy en Blue Velvet. Los triángulos amorosos también son recurrentes como el conformado por Pete Dayton, Dick Laurent y Alice, que también puede mutar con un leve cambio de perspectiva y convertirse en un triángulo entre Pete, Alice y Sheyla, la ya abandonada ex-novia de Pete quien está consumido por el todopoderoso deseo que Alice le provoca. El deseo es la fuente incombustible que emana de la Femme Fatale y será el deseo el motor que llevará a los personajes a obrar, deseo bañado de enigma y de peligro, deseo en la mayoría de los casos prohibido o perverso que convierte así el deseo en algo patológico y que hará de engranaje, como mandan los cánones del género, de un desenlace nunca ausente de dolor y muerte. Es imposible obviar la influencia freudiana tan presente en las mujeres fatales desde el inicio del género, esa línea tan delgada entre el Eros (amor carnal) y el Tánatos (la muerte) es el lugar donde transitan los personajes embrujados por los encantos de la Femme Fatale, y es esa línea la más explicita evidencia de porque el deseo conduce casi inevitablemente al abismo. Lynch siguiendo también a Freud desde cierta perspectiva trata de quitar capas a la realidad, narra sus personajes a partir de lecturas transversales, las realidades parecen escindidas, lo onírico se mezcla con la realidad, existen ciertos vortex donde las pasiones de los personajes mutan para ser aprensibles, todo esto nos parece una especie de juego psicoanalítico donde el espectador parece ser guiado involuntariamente por el cineasta (un Teseo ¿intencionalmente? perdido) dentro de un laberinto del inconsciente cinematográfico, abriendo las puertas que nos muestran con un terror implícito un amor carnal y un deseo infinito en los personajes, así como un poderoso pero a veces irreconocible sentimiento de muerte que parece triunfar casi siempre.

13 comentarios:

Iveldie dijo...

Un artículo muy interesante. David Lynch es uno de mis directores preferidos, aunque a veces no me entere de lo que me está contando, su cine me atrapa.

Te pongo en mis favoritos, me gusta el blog, aunque no estaría de más hacerle un diseño más original.

Saludos!

cine de terror
cine de culto

Anónimo dijo...

Quizá lo haya dicho en otra ocasión, pero el cine de Lynch y en concreto, el dibujo que hace de sus mujeres, es verdaderamente cubista, en el sentido de tener diferentes perspectivas insertas en un mismo plano, sin la posibilidad de desmenuzarlo (bueno, si lo abstraemos en una reflexión a posteriori), como si se tratara de algo tremendamente fenomenológico. De ahí lo intrincado de sus tramas, lo abstractas que a veces pueden llegar a ser y, sobre todo, la complejidad psicológica de sus personajes que, como en el caso de Laura Palmer, puede llegar a rozar lo omnicomprensivo.
Sin ningún género de dudas, estoy más que de acuerdo con tu reflexión.

Saludos!

Alvaro G. Loayza dijo...

Iveldie, gracias por el comentario y la inclusión en tus favoritos. Es cierto que el diseño del blog no brilla por su originalidad pero de momento queremos asentarnos a nivel textos y luego, pasar a darle un nuevo look que creo es necesario.

Óscar, me encanta tu puntualización en relación a la faceta cubista de las mujeres de Lynch como la posible extrapolación de esa analogía a todo el cine del mismo (además de ser una herramienta tremendamente enriquecedora para un desentrañamiento de Lynch). Capas y capas que conjuntamente otorgan un sentido (aunque casi siempre difuso) y que si las vas sacando, una a una, y perdiendo su superimposición el sentido se va difuminando irremisiblemente, en ese caso me parece muy pertinente tu mención al método fenomenológico como fuente de un posible análisis de el a posteriori.
(Agradecer en este caso la capacidad de Lynch para poder dibujar un retrato cubista de una mujer sin tener que recurrir a Rossy de Palma como actriz).

Saludos a ambos!!!

Anónimo dijo...

creo que has llegado al mejor y mas innovador punto de tu analisis con el entre parentesis de R. de Palma!

Alvaro G. Loayza dijo...

jj me parece muy bien que salvaguardes la faceta humorística a el grave y minucioso análisis de la mujer fatal lyncheana.

Noa dijo...

Interesantísimo artículo, te felicito!
Voy a seguir buceando pro tu blog.

Un beso!

Alvaro G. Loayza dijo...

Gracias por tus palabras Noa, espero que tu tiempo de buceo entretenga en vez de ahogar, saludos!!

Cle dijo...

Laura Dern también retratada a lo cubista. El tema se desvía de la femme fatale, pero... Ayer vi Inland Empire y aún deliro :)

Alvaro G. Loayza dijo...

Tienes razón Cle, Laura Dern tiene matices cubistas, quizás un Picasso más mesurado. Y que decirte de "Inland Empire", que te tengo una envía tremenda, que suerte la tuya, cuéntame más si puedes, no con spoilers, pero me imagino que con esa película no hay spoiler que valga.
Saludos!!!!

Raven Z dijo...

Que buen recuerdo de peliculas esenciales que no recordaba.
Excelente perfi, que bueno conocer a alguien tan detallista, y creo apasionado del cine.
Saludos,

Alvaro G. Loayza dijo...

Gracias por tus palabras Cuerva, y a visionar d enuevo los clásicos lyncheanos. Saludos!!

M.M. dijo...

Estoy impresionada, de veras. Qué magnífico repaso a la obra de Lynch! Enhorabuena.
Sin embargo, hay algunos puntos que deberían también tenerse en cuenta. Por ejemplo, a diferencia de la femme fatale clásica, las mujeres "de Lynch" siempre tienen un ápice de debilidad, aunque, en ocasiones, quieran camuflarlo. La femme fatale clásica no tenía ni temores ni obstáculos insalvables, éstas sí los tienen.
Por cierto, el Eros no es exclusivamente el amor carnal!! el Eros es muchísimo más que eso...
Rubias, morenas, morenas, rubias, interesantes contraposiciones las de Lynch, desde luego.
Saludicos!!!

Alvaro G. Loayza dijo...

Nux, que buenos tus apuntes, todos por cierto ciertos, mas, me imagino más a Lula que a otra mujer lyncheana, antro sabroso de debilidades, más no ujer fatal, porque por ejemplo en Rita el olvido no es una debilidad sino una ventaja, por ejemplo.
Unos son maniqueistas, otros son rubiomorenistas, entre ellos el maestro Lynch. Larga vida David!!!
Saludos!!!!!