Menudo y suculento contraste el que me
tocó leer a mi llegada a tierras ibéricas; por un lado cayeron en mis manos las
dos últimas novelas de la dominicana Rita Indiana, Papi (Periférica, 2011) y Nombres
y animales (Periférica, 2013), y por el otro Limónov (Anagrama, 2013), biografía ficcionada del indomable,
infatigable y contradictorio personaje soviético cuyo nombre adorna el título
del libro escrita por el francés Emmanuel Carrere. Pero hoy sólo me dará el
cuero para hablar de Rita, otro día le daremos voz a Eduard Veniaminovich
Savienk, alias “Limónov”.
Rita Indiana, cual intérprete musical que
es, escribe con un incesante ritmo tropical, mas semejante a un acelerado
merengue, de sus añorados Bonny Cepeda y el “Mayimbe” Villalona, que al de una
salsa. Es impresionante como la autora te saca a bailar con su prosa y aunque
no tengas los dotes de un gran danzarín te pliegas a la pluma de tu pareja y la
sigues paso a paso, contoneo a contoneo, quiebre a quiebre, porque ya eres
presa del embrujo de esta narración-megacanción.
En ambas novelas la innombrada narradora
es una niña que puede oscilar entre los 8 a los 14 años, ostentando visiones de
la realidad muy límpidas pero sumamente agudas, diáfanas pero sin un ápice de
ingenuidad, con una perspectiva para escudriñar en el detalle de las cosas tan
sabrosón y una mordacidad hasta algo hijaeputa, y una ligereza para empezar a
enumerar absolutamente todo lo enumerable, y todo siempre al son del compás.
Ya sea en Papi: “Mi papi tiene más carros que el dibalo. Mi papi tiene tantos
carros, tantos pianos, tantos botes, metralletas, botas, chaquetas, chamarras,
helipuertos, mi papi tiene tantas botas, tiene más botas, mi papi tiene tantas
novias, mi papi tiene tantas botas, de vaquero con águilas y serpientes
dibujadas en la piel, botas de cuero, de hule, botas...”
Ya sea en Nombres y animales “Desde que empecé a trabajar aquí he visto de
todo. Boxers cojos apellidados Windosr, huskys siberianos con dermatitis aguda,
papagayos cuyo pico srivió de almuerzo a una especie de hongos conocida sólo en
Tasmania, gatos angora a los que luego de ver El séptimo sello de Bergman les coge
con despertar a sus dueños todas las noches a las 3:33 de la madrugada,
terriers anoréxicos, collies miniaturas entrenados para marchar al ritmo de la
Patética de Beethoven, chihuahuas que se creen minotauros, rottweilers con
complejo de culpa y monitos entrados de contrabando por un danés que le cargaba
los bultos a Janis Joplin.”
En la abigarrada realidad de Rita
Indiana, hay cabida para el goce y la felicidad, así como la tristeza y el
desgarro, pero la existencia con su joie
de vivre siempre gana por exceso.
En Papi
nos cuenta las inquietudes, sensaciones y delirios imaginativos de la hija de
un narco todopoderoso, de un personaje que para su familia, sus amigos, su
comunidad es larger than life, a
quien la niña añora tener a su lado pero se le es inasible pero absolutamente
omnipresente, es su referencia, es su todo, pero nunca lo puede tener o
mantener a su lado.
“Pero en lo que más se parece papi a
Jason (el de Viernes 13) no es que se aparece cuando uno menos lo espera, sino
que vuelve siempre. Aunque lo maten.”
En Nombres
y animales, no cuenta las idas y venidas de una familia y su entorno
cercano a través de los ojos de la sobrina de un matrimonio que trabaja por el
verano en la clínica veterinaria de su tío Fin.
“Los gatos no tienen nombres, eso lo sabe
todo el mundo. A los perros cualquier cosa les queda bien, uno tira una o dos
sílabas y se le quedan pegadas con velcro: Wally, Furia, Pelusa, etc. El
problema es que sin un nombre los gatos no responden, ¿y para qué quiere uno un
animal que no viene cuando lo llaman?”
En ambas el humor de Rita está muy bueno,
pero en especial en Nombres y animales, donde es inevitable cada cierto tiempo
lanzar una carcajada mientras uno va eludiendo los vahos y olores y dramones de
la veterinaria, las chocheras y los recuerdos de la abuela y las
desternillantes historias de infantes bastardos con quince patitos como
protagonistas (el capítulo 6 del libro, de antología), todo adornado de
referencias a un universo pop del cual nadie que sea coetáneo de Rita (nacida en
1977) pueda abstraerse y no evocarlo, disfrutarlo y sentirte identificado por
angas o mangas.
“Mi mamá dice que lo que pasa con Tía
Celia es que nunca pudo tener hijos y toda la energía que debió poner en criar
y parir la pone en joder a la humanidad. Yo que casi nunca estoy de acuerdo con
mi mamá, estoy muy de acuerdo cuando ella dice “joder a la humanidad” y hasta
creo que Tía Celia por la noche cuando se acuesta ve letreros en neón en su
mente que dicen “joder a la humanidad” y creo que hasta le gusta”.
No como nuestro entrañable amigo "Oso" que con pavada de borrachera llegó a decirle papá al perro, pero si por todo lo anterior y por mucho más, no queda más
que rendirse al irrefrenable ritmo y buen rollo de Rita Indiana, y con ella a
movelnos papi, a movelnos.
*Publicado en El Desacuerdo, el 27 de octubre de 2013