jueves, abril 24, 2008
Boletín de noticias descartadas
lunes, abril 21, 2008
Herzog, el hombre abismal y la naturaleza pornográfica
domingo, abril 13, 2008
Tiamat: Back in black
Aun recuerdo perfectamente cómo, allá por 1994, los cantos de unos pajarillos empezaron a emitirse al rodar la cinta del cassette de un grupo llamado Tiamat, extraño grupo, extraño disco: se trataba del Wildhoney. Los susurros cavernosos del cantante sobre fondos de melodías violáceas y mieles cósmicas, la emanación de vapores opiáceos, las dunas de inciensos nacarados en atardeceres prohibidos, qué se yo… Era un encuentro de esos que te cambia la vida, efectivamente: me cambió la vida.
Desde ese momento, Tiamat no ha cesado de marcar épocas de mi vida como un fiel acompañante sideral: el encuentro con Wildhoney me impulsó a conocer su brutal obra pasada donde escaseaba melodía y predominaba el terror de un doom satánico-astral. Luego vino la joya de las joyas: A Deeper Kind of Slumber en 1997. ¡Dios sea loado! ¡Qué disco inspirado! Y único, irreproducible, imperdible, peligroso, eterno, perfumado, sublime, visionario, todo lo que quieran y más. Luego hicieron un giro por la vibra de Sisters of Mercy y Cia. Sacaron a la venta, con mucho sentido del humor, el Skeletor Skeletron. En 2002 sale Judas Christ y marca nuevamente con una síntesis maravillosa de Tiamat; hasta ahora recuerdo, en una ensoñación de tierna melancolía, como escuchaba este fascinante álbum, sobre el techo de mi casa en Bruselas, susurrando la tibia brisa de principios verano y una botella de vino tinto. El penúltimo opus titula Prey y, a mi gusto, no concreta un espíritu de álbum pero eso no quita que tenga grandes temas (Clovenhoof, por favor) y que, de una manera u otra, haya marcado época.
Este 2008 es testigo del nacimiento de Amanethes, catorce años después del inicio de mi travesía Tiamatística me caigo de culo ante la sorpresa que me dio escuchar este nuevo proyecto. A los que creían que desde Wildhoney eran cosa del pasado en Tiamat las voces guturales, los riffs peso-pesado, las baterías aceleradas y los teclados de estirpe doom, se equivocaron. Johan Edlund ejerce tanto su libertad artística que es capaz de romper esquemas a propios y extraños. Sí, sí, sí, vuelven los temas satánicos, Amanethes es el esfuerzo de hacer de Tiamat un todo inseparable, un esfuerzo por re-integrar al Sumerian Cry, Astral Sleep, y Clouds a todo el sistema musical conseguido desde 1994. ¿El resultado? Alucinante. Lo más contundente y notorio en Amanethes es el riguroso trabajo vocal y el de la bateria. Edlund se ha dejado la garganta y logra un amplio registro que va desde estruendosos y venenosos gritos a lo Fernando Ribeiro de Moonspell, pasando por una voz ronca y gutural como la de Vorphalack de Samael, hasta llegar a la melódica onda que nos transmitió en "Heaven of High" o "Too far gone". Lars Skold también aportó mucho y revivió su savia blackmetalera pero con variantes rítmicas mucho más amplias.
El disco es tan variado que incluye canciones como "Equinox of the gods" o "Raining dead angels" que parecen haber hecho abstracción de todo lo que ocurrió después del Clouds: el aura doom, caótica, oscura y pesada es capaz de satisfacer a los más puros fans de Hypocrisy, Kovenant, etc. Al mismo tiempo existen temas como "Misantropolis" y su hermosa secuela "Amanitis" en las que la atmósfera melancólica emana como en las mejores épocas del Wildhoney o A Deeper Kind of Slumber. Entre esos dos extremos se asienta un disco oscuro y pesado que por momentos recuerda, con gusto, el rock purpúreo del Skeleton.
Tiamat es indudablemente una de las mejores bandas de rock del orbe; digo rock, porque han trascendido todos los subgéneros, incluido aquel que ellos han inventado y que nadie ha igualado durante ese maravilloso dúo de discos Wildhoney-Deeper. En una ocasión, inolvidable ocasión, nos tomábamos (más de) una cerveza con Johan Edlund y me dijo que a él le gustaba todo lo que se podía encontrar desde Pink Floyd hasta Morbid Angel, en este disco se nota la veracidad de su afirmación dado que esa es la gama que abarcan sus sonidos meticulosamente producidos: no tengo otro nombre para calificarlo que el de rock, puro, duro, sin concesiones. En su larga trayectoria Tiamat ha recorrido la historia del rock con un virtuosismo y una creatividad desbordantes. ¿Con Amanethes cerraron el círculo? Yo diría que no. Cerrar el círculo implica volver al principio, lo que está lejos de constatarse en el opus en cuestión. Yo pienso más bien que estos suecos ahondaron en una espiral de maravilloso colorido musical donde nada, nada, nada se desperdicia y lo más insospechado es susceptible de volverse oro renovado en sus manos.
Si quieren ver un excelente vídeo de este inigualable grupo no duden en echar un vistazo a:
martes, abril 08, 2008
Paul Scholes, o la comidilla de los no consumidores de portadas
miércoles, abril 02, 2008
“Atajo” o lo nacional popular en Bolivia
“Morenada pa mi entierro sigan tocando, hasta que los músicos caigan borrachos,si alguien va llorar por esto, llore alegre, las lágrimas bailando se mezclan con el sudor.”
Morenada al corazón, Atajo.
Pero más allá de estas construcciones teóricas, en la obra de Zavaleta hay un trasfondo terriblemente interesante: la esperanza está en los cimientos centrales de esta patria que, paradójicamente, siempre han sido vistos como “inferiores” u “obstáculos” por la casta señorial: los indios y los proletarios; y no en el burdo progreso, la modernidad, el occidente.
“Atajo”, la más interesante banda boliviana de rock, se inscribe, tal vez sin darse cuenta, en esta corriente y elabora sus propuestas desde esa “Bolivia profunda”. Sus motivos son, pues, la savia fundamental de estas tierras: la identidad mestizo-indígena expresada en lo popular.
Así, en vez de tratar de imitar a Café Tacuba, Maná o Soda Stereo (como hacen la mayoría de las bandas de rock de Bolivia) ellos hacen su música desde las hermosas y contradictorias características de estas tierras: el caos como forma de orden, el conflicto como forma de ser visibilizado, el amor en los arbustos, el baile y el alcohol como redención, la coca como compañía vital…en fin: la vida en los márgenes de un mundo que pretende ser plano y homogéneo.
Sin embargo, tal vez la única asignatura pendiente ha sido el rock. En este ámbito casi todo lo producido ha sido una burda creación de productos artísticos que remiten a otras realidades, a otros motivos. Esto sucede, me parece, porque los músicos populares sólo podían enfocarse en la cumbia, el rock era un espacio para jóvenes blanquitos que expresaban a la casta señorial que mencionaba Zavaleta. Pero aparece Atajo y rompe estos muros, construye una propuesta que mezcla, tanto musical como narrativamente, los insumos propios del rock con las características populares de este país, con las intermediaciones nacionales populares que circulan por estas tierras infinitamente.
En medio de una de sus canciones más potentes y conocidas, hay un estribillo que entra en la canción e infla el corazón de emoción: “Atajo, sensación”. Directa referencia a las bandas de cumbia (la hermosa y gran propuesta artística y cultural de los dominios populares). Maroyu y David Castro mezclados con las características propias del rock. Un privilegio sólo posible en la lúcida propuesta de “Atajo”.
Paradójicamente, a pesar del profundo racismo que los gobernantes criollos tenían contra los indios, en todas las Exposiciones Mundiales no tenían otra alternativa que mandar indígenas ya que no había nada más interesante para mostrarle al mundo. Intuyo que en 1900 en París, en la primera gran Exposición Mundial, habrían estado estos músicos, pijchu en la boca y alcohol en la sangre, cantando y mostrando las cosas que hacen única a Bolivia.