jueves, abril 24, 2008

Boletín de noticias descartadas

Perro produciendo un truño, Diego Loayza (puntabola)

1. Un caballo corre desbocado por la línea del horizonte. Un soldado del ejército perdedor sale a su encuentro e intenta detenerlo, pero el animal está como endemoniado. El soldado ve que de las alforjas sujetas a la montura se ha caído un papel. Se trata de una carta. El soldado rasga el sobre y un líquido de color violeta mana del interior. Pronto, aquella sustancia viscosa, casi sólida, devora todo el cuerpo del soldado y regresa al sobre arrastrándose lentamente. Tras unos segundos de digestión, la carta escupe los huesos del soldado. El sobre se cierra como si nunca hubiera sido abierto por nadie. El viento lo arrastra.

2. Un caimán calienta su sangre fría en las arenas del río. Bajo el agua hay una antigua ciudad sumergida. La oficina de correos es lo único que continúa funcionando, el último estertor de una civilización olvidada.

3. Interior del hotel Doña Panchita. Un hombre se asoma a la ventana. Por la calle pasa un desfile del ejército perdedor que regresa a casa para celebrar la derrota. El cajón del nochero a sus espaldas empieza a vomitar el líquido violeta.

4. Un automóvil negro se detiene frente al edificio del Gobierno Central. Alguien se acerca al vehículo y recibe un sobre de una mano que sobresale por la ventanilla entreabierta.

5. Un perro estreñido intenta cagar en un parque. Un anciano lo observa desde una banca. El perro sigue sin poder cagar. La cosa se prolonga demasiado. El anciano se incomoda y mira a otro lado. Finalmente, del culo del perro surge una delgada película del líquido violeta. El perro se aleja corriendo.

lunes, abril 21, 2008

Herzog, el hombre abismal y la naturaleza pornográfica

"[On the jungle]
We have to become humble in front of this overwhelming misery and
overwhelming fornication... overwhelming growth and overwhelming
lack of order. Even the - the stars up here in the - in the sky look like a mess.
There is no harmony in the universe. We have to get acquainted to this
idea that there is no real harmony as we have conceived it. But when I say this,
I say this all full of admiration for the jungle. It is not that I hate it,
I love it. I love it very much. But I love it against my better judgment."
Werner Herzog, "Burden of Dreams", Les Blank


Dentro de inmenso paisaje que es la filmografía del maestro alemán Werner Herzog, hay unas cuantas películas (probablemente algunas de sus más famosas) que he tenido la suerte de contemplar y admirar, contaminándome de sus más hondas e inquietantes preocupaciones y fascinaciones; me refiero a obras como “Aguirre, la ira (cólera) de dios”, “Fitzcarraldo”, “Cobra Verde”, o documentales como “My best friend”, el reciente “Grizzly Man” o el monumental “Burden of dreams” que sin ser suyo narra sus peripecias en el rodaje de “Fitzcarraldo”.

Creo que todas estas cintas tienen en común unos cuantos aspectos que son: la presencia desmesurada, abrasiva y omniabarcante de personajes abismales, seres que disfrutan caminar al lado del precipicio, columpiarse en el barranco, deambular por pantanos o arenas movedizas, coquetear con el infinito o sea con el fin y otro rasgo insoslayable la esencial, intrínseca y polémica relación con la naturaleza.

Los intérpretes vivenciales o fílmicos de este personaje u hombre abismal son Klaus Kinski, alterego fílmico de Herzog en toda su saga de “colonizadores”, Timothy Treadwell, el ecologista misántropo que amaba, veneraba a los osos pardos como para vivir entre ellos en “Grizzly man”, y por último el mismo Werner Herzog, azotado por sus sueños, pasiones, desmesuras y locuras en “Burden of Dreams”.


1. Me suscitó escribir esta líneas el hecho de haber visto hace poco “Grizzly Man”, un hermoso, peculiar y “salvaje” documental que cuenta las peripecias de Timothy Treadwell, que vivió durante trece veranos seguidos en Alaska con los osos pardos, lugar donde encontró su razón de ser pese a las constantes tribulaciones consigo mismo y con sus congéneres, encontrando una paz única y una suerte de inmolación en complicidad con sus amados compañeros de hábitat. “Grizzly Man” es un documental que Herzog elabora con una inmensa cantidad de material que Treadwell rodó durante sus viajes a Alaska, Herzog loa el innato talento para la narración documental que ostenta el “hombre oso” siendo el camarógrafo, director, actor, narrador y hasta montador en muchos casos, de su propia obra.

Obra en bruto que Herzog dibuja como una radiografía del hombre y de sus obsesiones matizada, sin maniqueísmos por la gente que lo conoció y que compartió su vida y su muerte. Pero lo más seductor de este trabajo, es que “Grizzly Man” parece una película de ficción de Herzog en clave documental en la que el inventó a un documentalista, ecologista y misántropo que con su indómito espíritu y su cámara trazó su propia vida y muerte. Herzog siente profundo parentesco con Treadwell en su faceta de documentalista y una admiración desbordante por su inestable personalidad y obsesión.

De ahí que Treadwell entra al panteón de seres brutales como Aguirre, Cobra Verde o el mismo Herzog de “Burden of Dreams”, hombres con montañas demasiado altas para trepar, hombres tan pertinaces que nada los hace descansar, obsesiones tan gigantes que siempre los terminan consumiendo por no decir extinguiendo, hombres que caen ante el insondable abismo de su propia ambición, equivalente esencial de su propia entidad o de su patológica personalidad.


2. En las deambulaciones fílmicas aludidas, Herzog siempre tiene como trastienda o escenario a la naturaleza, en su febril y avasalladora naturaleza (valga la redundancia). “Aguirre” y “Fitzcarraldo” discurren en las frondosas y aterradoras selvas amazónicas donde los personajes tienen entre sus más terribles adversarios a esa insondable y pertinaz bestia, que es el entorno que los irrita, los aflige y les condiciona sus sueños y anhelos.

“Grizzly Man” tiene como otro personaje no a los osos, sino la naturaleza que estos representan y cómo Treadwell ve en ellos y en la naturaleza, a los antagonistas del asqueroso e incomprensible mundo burocratizado de los hombre. La naturaleza para Treadwell tiene esa pureza prístina y primigenia que lo hace suspirar ante cada manifestación de ésta, como ser en las contundentes cagadas de los osos. Herzog se vale de la inocente mirada de Treadwell para insinuarnos su visión cruda y anti-romántica de la naturaleza, cuando Timothy observa los miembros de oseznos mutilados por el mismo padre para poder seguir fornicando a la madre. Herzog aludía que Kinski veía belleza y erotismo en las entrañas del amazonas, él no, veía obscenidad, pornografía, dolor, chillidos, fornicación. En resumen, muerte.

Lo que para Treadwell era una visión romántica, un tanto inexplicable, para Herzog es una matemática de dolor, supervivencia y muerte que lo fascina pero no lo embelesa, y creo que es por esa lúcida, atenta y escrutiñadora mirada que Herzog ostenta, que él es el único, de todos esos hombres aludidos que le ha tocado retratar e interpretar en cámara, que ha podido, sin desbarrancarse pasear al son de la obsesión y la locura por los diferentes abismos de su alma.


domingo, abril 13, 2008

Tiamat: Back in black

Aun recuerdo perfectamente cómo, allá por 1994, los cantos de unos pajarillos empezaron a emitirse al rodar la cinta del cassette de un grupo llamado Tiamat, extraño grupo, extraño disco: se trataba del Wildhoney. Los susurros cavernosos del cantante sobre fondos de melodías violáceas y mieles cósmicas, la emanación de vapores opiáceos, las dunas de inciensos nacarados en atardeceres prohibidos, qué se yo… Era un encuentro de esos que te cambia la vida, efectivamente: me cambió la vida.

Desde ese momento, Tiamat no ha cesado de marcar épocas de mi vida como un fiel acompañante sideral: el encuentro con Wildhoney me impulsó a conocer su brutal obra pasada donde escaseaba melodía y predominaba el terror de un doom satánico-astral. Luego vino la joya de las joyas: A Deeper Kind of Slumber en 1997. ¡Dios sea loado! ¡Qué disco inspirado! Y único, irreproducible, imperdible, peligroso, eterno, perfumado, sublime, visionario, todo lo que quieran y más. Luego hicieron un giro por la vibra de Sisters of Mercy y Cia. Sacaron a la venta, con mucho sentido del humor, el Skeletor Skeletron. En 2002 sale Judas Christ y marca nuevamente con una síntesis maravillosa de Tiamat; hasta ahora recuerdo, en una ensoñación de tierna melancolía, como escuchaba este fascinante álbum, sobre el techo de mi casa en Bruselas, susurrando la tibia brisa de principios verano y una botella de vino tinto. El penúltimo opus titula Prey y, a mi gusto, no concreta un espíritu de álbum pero eso no quita que tenga grandes temas (Clovenhoof, por favor) y que, de una manera u otra, haya marcado época.

Este 2008 es testigo del nacimiento de Amanethes, catorce años después del inicio de mi travesía Tiamatística me caigo de culo ante la sorpresa que me dio escuchar este nuevo proyecto. A los que creían que desde Wildhoney eran cosa del pasado en Tiamat las voces guturales, los riffs peso-pesado, las baterías aceleradas y los teclados de estirpe doom, se equivocaron. Johan Edlund ejerce tanto su libertad artística que es capaz de romper esquemas a propios y extraños. Sí, sí, sí, vuelven los temas satánicos, Amanethes es el esfuerzo de hacer de Tiamat un todo inseparable, un esfuerzo por re-integrar al Sumerian Cry, Astral Sleep, y Clouds a todo el sistema musical conseguido desde 1994. ¿El resultado? Alucinante. Lo más contundente y notorio en Amanethes es el riguroso trabajo vocal y el de la bateria. Edlund se ha dejado la garganta y logra un amplio registro que va desde estruendosos y venenosos gritos a lo Fernando Ribeiro de Moonspell, pasando por una voz ronca y gutural como la de Vorphalack de Samael, hasta llegar a la melódica onda que nos transmitió en "Heaven of High" o "Too far gone". Lars Skold también aportó mucho y revivió su savia blackmetalera pero con variantes rítmicas mucho más amplias.

El disco es tan variado que incluye canciones como "Equinox of the gods" o "Raining dead angels" que parecen haber hecho abstracción de todo lo que ocurrió después del Clouds: el aura doom, caótica, oscura y pesada es capaz de satisfacer a los más puros fans de Hypocrisy, Kovenant, etc. Al mismo tiempo existen temas como "Misantropolis" y su hermosa secuela "Amanitis" en las que la atmósfera melancólica emana como en las mejores épocas del Wildhoney o A Deeper Kind of Slumber. Entre esos dos extremos se asienta un disco oscuro y pesado que por momentos recuerda, con gusto, el rock purpúreo del Skeleton.

Tiamat es indudablemente una de las mejores bandas de rock del orbe; digo rock, porque han trascendido todos los subgéneros, incluido aquel que ellos han inventado y que nadie ha igualado durante ese maravilloso dúo de discos Wildhoney-Deeper. En una ocasión, inolvidable ocasión, nos tomábamos (más de) una cerveza con Johan Edlund y me dijo que a él le gustaba todo lo que se podía encontrar desde Pink Floyd hasta Morbid Angel, en este disco se nota la veracidad de su afirmación dado que esa es la gama que abarcan sus sonidos meticulosamente producidos: no tengo otro nombre para calificarlo que el de rock, puro, duro, sin concesiones. En su larga trayectoria Tiamat ha recorrido la historia del rock con un virtuosismo y una creatividad desbordantes. ¿Con Amanethes cerraron el círculo? Yo diría que no. Cerrar el círculo implica volver al principio, lo que está lejos de constatarse en el opus en cuestión. Yo pienso más bien que estos suecos ahondaron en una espiral de maravilloso colorido musical donde nada, nada, nada se desperdicia y lo más insospechado es susceptible de volverse oro renovado en sus manos.

Si quieren ver un excelente vídeo de este inigualable grupo no duden en echar un vistazo a:

http://www.pescotis.blogspot.com/

martes, abril 08, 2008

Paul Scholes, o la comidilla de los no consumidores de portadas


El otro día me fue muy grato el escuchar a un amigo, futbolero a rabiar, que recontaba unos comentarios que había oído referentes al apabullante triunfo del Man U. contra el Liverpool 3-0, la versión decía que mientras Cristiano Ronaldo llena todas las portadas de los diarios y revistas, los que saben de fútbol tienen la boca llena hablando de lo bueno que es Paul Scholes. Esas palabras me dejaron el gusto hecho miel y el alma apaciguada; no porque no admire los malabares de Ronaldo, su formidable atleticismo y su voracidad goleadora, lo que lo encarama, hoy, recalquemos, hoy, o a la fecha, como el mejor jugador del mundo.

Pero el tema con Scholes es diferente, el “Colorado” es de esos jugadores que no tienen precio, que están por encima de la fama y de la fortuna, pero de lo único que nunca están encima es del fútbol, porque los jugadores como Scholes, ellos son el fútbol. Hay tan pocos como él, esos silenciosos bregadores que lo hacen todo bien, que juegan, que luchan, que marcan, que pasan, que convierten y nunca se llevan los flashes y las portadas, pero para los que buscan en el fútbol algo más que glamour, golazos, filigranas o resúmenes de sportcenter, provocan admiración y devoción, por no decir que nos convierten en babosos como el perro de Pablov.

Cada pelota que pasa por los pies de Scholes se nutre de jerarquía, el plantel que lo ostenta reboza de consciencia de equipo, cada movimiento colectivo en el que participa rezuma nociones y dimensiones clarividentes de juego y la fortuna de todo esto acumulado lo vive el Manchester United, por años de años.

Scholes tuvo la suerte de tener maestros del calibre de Roy Keane (a mi entender uno de los tres mejores medio centros de los últimos veinticinco años) y Paul Ince; hoy en cambio, en palabras del mismísimo Vader, el ya no es un aprendiz sino el maestro y su legado no sólo llega a Carrick, Hardgraves o Anderson, sino que los frutos de su enseñanza ya están en los fueros futbolísticos más internos de Lampard y de Gerrard, que ni con sus inmensos dotes y categoría han podido hacer olvidar en el mediocampo de selección al pequeño carirrojo y su inconmensurable personalidad futbolística.

Lamentablemente Inglaterra perdió muy tempranamente para sus filas a Scholes como a Shearer, quizás dos de los jugadores que mejor entendieron que era vestir un escudo con tres leones, como en el pretérito no muy lejano fueron Gascoine, Ince y Adams.


Afortunadamente el Manchester United y Alex Ferguson lo siguen disfrutando, sano, recuperado de su lesión en el ojo, y con resultados más que comprobados que cuando él y su otro compinche de estirpe y trayectoria, Ryan Giggs, están en la cancha, el camino al triunfo siempre es más corto y expedito.

Pese a estar muy lejos de ser adepto de los muchachos de Old Trafford no puedo evitar mi insoslayable admiración por la gente que sin bombos y platillos engrandece con cada pase, con cada remate, con cada foul ese difuso sentimiento llamado fútbol, por eso hago esta loa al gran Paul Scholes, al cual no sin un afán polémico me atrevo a colocar entre los diez mejores jugadores que ha engendrado su historia futbolera la pérfida Albión. En la ruleta o en la cancha por siempre “Colorado” el dieciocho.

miércoles, abril 02, 2008

“Atajo” o lo nacional popular en Bolivia

“Morenada pa mi entierro sigan tocando, hasta que los músicos caigan borrachos,si alguien va llorar por esto, llore alegre, las lágrimas bailando se mezclan con el sudor.”

Morenada al corazón, Atajo.

René Zavaleta Mercado, tal vez el intelectual más importante que ha existido en Bolivia, (re)elaboró una noción esencial para entender nuestras tierras: lo nacional popular. Según él, Bolivia solamente podrá elucubrar un proyecto nacional desde las intermediaciones profundas de los mineros y los indígenas, en contraposición de las acciones de la élite señorial que sólo construye una mirada racista hacia adentro y subordinada y contemplativa hacia fuera.

Pero más allá de estas construcciones teóricas, en la obra de Zavaleta hay un trasfondo terriblemente interesante: la esperanza está en los cimientos centrales de esta patria que, paradójicamente, siempre han sido vistos como “inferiores” u “obstáculos” por la casta señorial: los indios y los proletarios; y no en el burdo progreso, la modernidad, el occidente.

“Atajo”, la más interesante banda boliviana de rock, se inscribe, tal vez sin darse cuenta, en esta corriente y elabora sus propuestas desde esa “Bolivia profunda”. Sus motivos son, pues, la savia fundamental de estas tierras: la identidad mestizo-indígena expresada en lo popular.

Así, en vez de tratar de imitar a Café Tacuba, Maná o Soda Stereo (como hacen la mayoría de las bandas de rock de Bolivia) ellos hacen su música desde las hermosas y contradictorias características de estas tierras: el caos como forma de orden, el conflicto como forma de ser visibilizado, el amor en los arbustos, el baile y el alcohol como redención, la coca como compañía vital…en fin: la vida en los márgenes de un mundo que pretende ser plano y homogéneo.



Creo que en el arte en Bolivia, en general las más interesantes propuestas han estado marcadas por estas propiedades tan particulares que significan vivir en estas tierras, por entender nuestras características populares e intentar acercarnos a ellas y expurgarlas en tanto obra. Esto se observa tanto en la música de Savia Andina como en la literatura de Jaime Saenz pasando por los cuadros de Borda o las fusiones de El Parafonista.

Sin embargo, tal vez la única asignatura pendiente ha sido el rock. En este ámbito casi todo lo producido ha sido una burda creación de productos artísticos que remiten a otras realidades, a otros motivos. Esto sucede, me parece, porque los músicos populares sólo podían enfocarse en la cumbia, el rock era un espacio para jóvenes blanquitos que expresaban a la casta señorial que mencionaba Zavaleta. Pero aparece Atajo y rompe estos muros, construye una propuesta que mezcla, tanto musical como narrativamente, los insumos propios del rock con las características populares de este país, con las intermediaciones nacionales populares que circulan por estas tierras infinitamente.

En medio de una de sus canciones más potentes y conocidas, hay un estribillo que entra en la canción e infla el corazón de emoción: “Atajo, sensación”. Directa referencia a las bandas de cumbia (la hermosa y gran propuesta artística y cultural de los dominios populares). Maroyu y David Castro mezclados con las características propias del rock. Un privilegio sólo posible en la lúcida propuesta de “Atajo”.

Paradójicamente, a pesar del profundo racismo que los gobernantes criollos tenían contra los indios, en todas las Exposiciones Mundiales no tenían otra alternativa que mandar indígenas ya que no había nada más interesante para mostrarle al mundo. Intuyo que en 1900 en París, en la primera gran Exposición Mundial, habrían estado estos músicos, pijchu en la boca y alcohol en la sangre, cantando y mostrando las cosas que hacen única a Bolivia.