
Aun recuerdo perfectamente cómo, allá por 1994, los cantos de unos pajarillos empezaron a emitirse al rodar la cinta del cassette de un grupo llamado Tiamat, extraño grupo, extraño disco: se trataba del Wildhoney. Los susurros cavernosos del cantante sobre fondos de melodías violáceas y mieles cósmicas, la emanación de vapores opiáceos, las dunas de inciensos nacarados en atardeceres prohibidos, qué se yo… Era un encuentro de esos que te cambia la vida, efectivamente: me cambió la vida.
Desde ese momento, Tiamat no ha cesado de marcar épocas de mi vida como un fiel acompañante sideral: el encuentro con Wildhoney me impulsó a conocer su brutal obra pasada donde escaseaba melodía y predominaba el terror de un doom satánico-astral. Luego vino la joya de las joyas: A Deeper Kind of Slumber en 1997. ¡Dios sea loado! ¡Qué disco inspirado! Y único, irreproducible, imperdible, peligroso, eterno, perfumado, sublime, visionario, todo lo que quieran y más. Luego hicieron un giro por la vibra de Sisters of Mercy y Cia. Sacaron a la venta, con mucho sentido del humor, el Skeletor Skeletron. En 2002 sale Judas Christ y marca nuevamente con una síntesis maravillosa de Tiamat; hasta ahora recuerdo, en una ensoñación de tierna melancolía, como escuchaba este fascinante álbum, sobre el techo de mi casa en Bruselas, susurrando la tibia brisa de principios verano y una botella de vino tinto. El penúltimo opus titula Prey y, a mi gusto, no concreta un espíritu de álbum pero eso no quita que tenga grandes temas (Clovenhoof, por favor) y que, de una manera u otra, haya marcado época.
Este 2008 es testigo del nacimiento de Amanethes, catorce años después del inicio de mi travesía Tiamatística me caigo de culo ante la sorpresa que me dio escuchar este nuevo proyecto. A los que creían que desde Wildhoney eran cosa del pasado en Tiamat las voces guturales, los riffs peso-pesado, las baterías aceleradas y los teclados de estirpe doom, se equivocaron. Johan Edlund ejerce tanto su libertad artística que es capaz de romper esquemas a propios y extraños. Sí, sí, sí, vuelven los temas satánicos, Amanethes es el esfuerzo de hacer de Tiamat un todo inseparable, un esfuerzo por re-integrar al Sumerian Cry, Astral Sleep, y Clouds a todo el sistema musical conseguido desde 1994. ¿El resultado? Alucinante. Lo más contundente y notorio en Amanethes es el riguroso trabajo vocal y el de la bateria. Edlund se ha dejado la garganta y logra un amplio registro que va desde estruendosos y venenosos gritos a lo Fernando Ribeiro de Moonspell, pasando por una voz ronca y gutural como la de Vorphalack de Samael, hasta llegar a la melódica onda que nos transmitió en "Heaven of High" o "Too far gone". Lars Skold también aportó mucho y revivió su savia blackmetalera pero con variantes rítmicas mucho más amplias.El disco es tan variado que incluye canciones como "Equinox of the gods" o "Raining dead angels" que parecen haber hecho abstracción de todo lo que ocurrió después del Clouds: el aura doom, caótica, oscura y pesada es capaz de satisfacer a los más puros fans de Hypocrisy, Kovenant, etc. Al mismo tiempo existen temas como "Misantropolis" y su hermosa secuela "Amanitis" en las que la atmósfera melancólica emana como en las mejores épocas del Wildhoney o A Deeper Kind of Slumber. Entre esos dos extremos se asienta un disco oscuro y pesado que por momentos recuerda, con gusto, el rock purpúreo del Skeleton.
Tiamat es indudablemente una de las mejores bandas de rock del orbe; digo rock, porque han trascendido todos los subgéneros, incluido aquel que ellos han inventado y que nadie ha igualado durante ese maravilloso dúo de discos Wildhoney-Deeper. En una ocasión, inolvidable ocasión, nos tomábamos (más de) una cerveza con Johan Edlund y me dijo que a él le gustaba todo lo que se podía encontrar desde Pink Floyd hasta Morbid Angel, en este disco se nota la veracidad de su afirmación dado que esa es la gama que abarcan sus sonidos meticulosamente producidos: no tengo otro nombre para calificarlo que el de rock, puro, duro, sin concesiones. En su larga trayectoria Tiamat ha recorrido la historia del rock con un virtuosismo y una creatividad desbordantes. ¿Con Amanethes cerraron el círculo? Yo diría que no. Cerrar el círculo implica volver al principio, lo que está lejos de constatarse en el opus en cuestión. Yo pienso más bien que estos suecos ahondaron en una espiral de maravilloso colorido musical donde nada, nada, nada se desperdicia y lo más insospechado es susceptible de volverse oro renovado en sus manos.
Si quieren ver un excelente vídeo de este inigualable grupo no duden en echar un vistazo a:
“Morenada pa mi entierro sigan tocando, hasta que los músicos caigan borrachos,si alguien va llorar por esto, llore alegre, las lágrimas bailando se mezclan con el sudor.”
Morenada al corazón, Atajo.