viernes, noviembre 27, 2009

Las cadencias del último filme de Jim Jarmusch

“Los límites del control” (Limits of Control) versa sobre una suerte de sicario (Isaach De Bankolé) casi mudo obsesionado por poner en paralelo dos tazas de expreso, que a través de una búsqueda sucesiva mediante mensajes en cajas de fósforos cumple una misión entre enigmática y disparatada, conociendo en su camina una pléyade de personajes que le sueltan diversas peroratas que oscilan entre el cine, la bohemia y las moléculas.

Todo esto es solo un entramado para que el siempre circunspecto Jim Jarmusch nos entregue otra de esas minijoyas de orfebrería que se ha acostumbrado a fabricar a través de los años, una piecita pequeña y exquisita, donde lo visual empatado con los silencios crea sensaciones tan sutiles como placenteras que nos recuerdan porque nos gustan tanto películas como “Dead Man”, “Ghost Dog” o “Pemanent Vacation”.
Jarmusch da rienda suelta a su instinto y a su inspiración, a sus intuiciones artísticas ya sean para elegir un plano junto a Chris Doyle, escribirle sobre la marcha las líneas a Tilda Swinton o para optar por una u otra pintura del museo Reina Sofía para que sean parte del intrincado desarrollo de los hechos; ya que “Los límites del control” no gozan de ataduras, ni espaciales, ni temporales, ni temáticas, la película discurre con soltura tomándose los respiros que considera necesarios, optando por las arbitrariedades que le plazcan al realizador o a alguno de los personajes, y todo funciona de una forma sutil casi somnolienta, y engrana justamente por la libertad y la falta de limitaciones que Jarmusch se impone, que a su vez deben ser muchas.

Finalmente el filme se entiende como una oda a la imaginación, a la libertad e inspiración creativa, al arte como catarsis y fuga de un mundo opresivo y controlado, y como un autotributo involuntario, y nada petulante, a la cadencia y sutileza que sólo él tiene para hacer cine.

sábado, noviembre 14, 2009

Fútbol, Ken Loach, Cantona, Jesús…


“I´m not a man, I am Cantona”
Cantona

La “toma de consciencia” que implica la modernidad respecto al ser humano en tanto que autor de artificios es tan grande y confusa que los artificios más grandes, y artificiales, que son el arte y el deporte, han oficiado – con su cojeras y hermosuras – de religiosidad, de nexo con lo indecible. Mucho más allá de la religión, en todo caso.


El cine y el fútbol son dos manifestaciones mayores – por no decir las manifestaciones mayores – del siglo xx culturalmente, sin embargo, su unión siempre ha sido rugosa y encajada como con calzador: el cine mueve demasiado dinero y el fútbol mueve demasiado dinero; a pesar de eso, ambos logran obras magnas de la especie, logran conmover a millones como la religión no lo hace buenos siglos (al menos en occidente). Lo grave es que, juntas las dos disciplinas, la amalgama capitalista se vuelve tan omni-ominosa que ni los genios godardianos del cine, ni los espíritus garrinchianos del fútbol habían logrado una simbiosis semi-potable (con breves excepciones considerando la magnitud cultural de ambas en nuestro putísimo día a día). Sin embargo, alguién lo logró.


Looking for Eric es, me atrevo a decirlo, un cuento de hadas, un mito similar a los que transmitieron Dante y Avicena en su mística travesía, un relato épico, un viaje iniciático a través de las inmensas mareas de la interioridad humana, y, todo, plasmado en celuloide. Sólo Ken Loach podía lograrlo, no Hollywood, no Cinecittà, no Von Trier o González Iñárritu, no un agudo documentalista sociológico o un mañudo editor de fotogramas deportivos: sólo algo humilde y cariñoso, algo honesto, desinteresado y dilucidador como el cine de Ken Loach o la marihuana, algo, por ende, mágico y plagado de ternura por la humanidad podía lograrlo. 10/10.

viernes, noviembre 06, 2009

"Anticristo" de von Trier, un católico alegato anti-sexual

Hace algunos años atrás, después de ver “Dogville”, me puse a pensar en el rol de Lars von Trier en el panorama del cine contemporáneo. Mis devaneos me llevaron a compararlo, con todos los matices pensables, con un Godard actual, ya que el danés además de haber realizado excelente películas, a través de gran parte de su filmografía nos ha otorgado un cine experimental, de intenciones vanguardistas e innovadoras. Cabe pensar en las poderosas imágenes que mezclan el blanco y negro con el color de la excelente “Europa”, el pueblo trazado solo con tiza y sin paredes de “Dogville”, la crudeza de la imagen y la cámara en mano en amalgama con las cuidadísimas escenas genéricas de danza en “Dancer in the dark” (Bailar en la oscuridad) o la creación de la revolucionaria tendencia fílmica que instauraron junto a Thomas Vinterberg, conocida como Dogme 95, cuyo manifiesto incluía un voto de castidad expresado en 10 reglas limitativas que no deben violarse para que una película sea categorizada y aprobada como Dogma, su aporte fílmico fue la perturbadora “Los idiotas”, tratando de que el cine sea lo más cercano posible a la realidad.

Todo el bagaje cinematográfico anterior nos señala a un personaje con tremendas ambiciones de encontrar recovecos formales y expresivos a su arte, como lo hizo y lo sigue haciendo el monstruo francés Godard. En cuanto a las temáticas abordadas por von Trier, uno puede percatarse de su visión trágica y pesimista de la realidad, donde por ejemplo sus heroínas Emily Watson (“Breaking the waves”, Rompiendo las olas), Björk (“Dancer in the dark”) o Nicole Kidman (“Dogville”) son llevadas a situaciones extremas de paulatino dramatismo donde el dolor y la desdicha va in crescendo hasta llegar a desenlaces sin redención posible (quizás con la excepción de Kidman en “Dogville”); von Trier incluso parece solazarse en el dolor y en el castigo padecido por sus protagonistas femeninas, como si el sufrimiento acumulado sea una especie de castigo teleológico e insondablemente merecido debido a una honda culpa. El director de cine se convierte en un Yahvé omnipotente, cruel y vengativo.

Muchos rasgos en la trayectoria fílmica de von Trier, como la anterior alusión, a sus perversidades de director mesiánico, evocan un profundo sentimiento católico, en el cual la culpa y el castigo tienen un rol esencial. En su último esfuerzo “Anticristo” von Trier retoma los motivos católicos para producir una película, que según sus propias aseveraciones, que lo salve de la profunda depresión en la que se encontraba mientras la filmó. “Anticristo” en su estreno en Cannes causó grandes revuelos y polémicas, debido a perturbadoras imágenes sexuales. Como siempre pasa con películas muy polémicas, unos las denostan y otros las loan.
En mi visión particular de la película, creo que en el “Anticristo”, aflora otra profunda concepción católica que es el rechazo y la repugnancia a todo lo no utilitario del sexo, por lo que me parece que von Trier procura expresar con ésta película es un alegato anti-sexual. El prólogo del filme, bellamente filmado en cámara lenta, blanco y negro y con música de ópera, nos muestra el apasionado coito que tiene posesos a una mujer y un hombre (los protagonistas de la película), mientras su pequeño hijo salta de su cuna, trepa a una mesa y se lanza de la ventana provocando su muerte. Este hecho desencadena una traumática relación entre la pareja, donde la más convulsionada es la mujer, y en la que el hombre pretende ayudarla ejerciendo su oficio de terapeuta profesional, lo cual los llevará a una casa perdida en el medio del bosque denominada “Edén” (otra alusión cristiana) donde procurarán curar los traumas de la mujer. Durante todo el metraje, la comunicación entre la pareja parece imposible, exceptuando los momentos de arrebatos carnales, generalmente iniciados por ella. La incomunicación va llevando la relación hasta un punto de desborde donde en el enésimo encuentro sexual termina por presenciarse las tan controvertidas imágenes de una eyaculación de sangre y una ablación en primer plano. La liberación de la mujer sólo llega cuando en estado de transe o de locura se libra de todas sus ataduras sexuales, machuca brutalmente los genitales del hombre, se deshace de su propio órgano del placer, paraliza de forma sádica la motricidad de su esposo y así sana las culpas de la muerte de su vástago provocadas por ese demonio carnal que es el sexo. La brutalidad e irracionalidad con que actúa la mujer, nos otorga otro rasgo de mirada peyorativa hacía la mujer, lo cual nos remite a esa misoginia subyacente que siempre suele presentar von Trier, otra faceta más de catolicismo reaccionario.

Finalmente, lo que sería una película atrevida e impresionante, ésta vez no pasa de ser una pifia completa de Lars, su intento de ser trágico al principio y descarnado y brutalmente explícito al final, quedan como muestras de una película muy fallida, que tienda más a lo hilarante por la banalidad de sus imágenes y de su narrativa, que de una película polémica, alevosa e incomprendida. Los prejuicios católicos del director, su evidente alegato anti-sexual y su gratuita y casi cómica explicitud, hacen del “Anticristo” un fútil y fracasado cóctel que no creo que ni cure depresiones ni indigestiones ni que provoque ninguna de las dos.