viernes, diciembre 21, 2007

Bifurcaciones de esencia y presencia entre los más grandes fenómenos del deporte

Es muy temerario hacer afirmaciones del tipo “estos fueron los mejores de la historia”, pero lo cierto es que en esta ocasión no me importa ser temerario, ni ser juzgado como idiota por proferir semejantes aseveraciones, ya que incluso si no la hago no me da ni para comenzar el artículo de marras.

Dejando las digresiones, me tiro a la arena y profiero: los mejores deportistas de la historia (sin orden preferencial) fueron Michael Jordan, Diego Maradona, Mohammed Alí y Pelé. Sería demasiado largo e intrincado el explicar el por qué de la elección, vamos a dejarlo como un vulgar exabrupto dogmático expuesto por mi persona, que someramente podré justificar.

¿A qué quiero llegar con esta selección de estrellas del deporte? Que en esta selección distingo claramente, dos vertientes de deportistas, y que en esa esencia se bifurcan dos formas de seres humanos. Las antípodas estarían conformadas por un lado por Jordan y Pelé, y por el otro por Diego y Alí.

Creo que es indiscutible la grandeza que alcanzaron todos estos deportistas en sus respectivas disciplinas, Jordan redescubrió los aires del cielo con sus acrobáticos vuelos y su letal precisión en la muñeca cada vez que esta tiende a temblar, o como dice bien el dicho criollo “cuando las papas queman”, lo mismo que Alí enseñó a las mariposas otro ritmo de vuelo con más cadencia y desparpajo, así como a todos los insectos himenópteros que nunca un aguijón había de ser tan letal, Pelé hizo del gol una religión que real o hipotéticamente bordeó por arriba o por abajo el millar de feligreses y Diego permutó su pierna izquierda en un sombrero de mago, en una caja de sorpresas, en un diabólico instrumento con los únicos fines de marear a los contrincantes, seducir al balón y enamorar al arco. Todos fueron especiales, todos fueron monumentales, pero todos fueron diferentes, aunque unos más que otros.

Jordan y Pelé siempre fueron impolutos, al menos eso trataron de hacer ver siempre. Fueron ídolos del “mainstream” que los reconoció como hijos pródigos, intachables en su conducta y en la ejecución de su arte, fueron amados por casi todos, odiados por casi nadie, fueron abanderados de marcas que más que deportistas, buscan la amalgama de un modelo de vida vestido de deportista o viceversa, ambos se dedicaron a la empresa, a propagar su fama más allá de la cancha que los vio nacer, crecer y brillar, las multinacionales se convirtieron en sus primas hermanas, los gobiernos encontraron en ellos vehículos para tender un puente con su pueblo y tantas cosas más.

Diego y Alí nunca pudieron callarse, nunca alcanzaron todo lo que podrían haber alcanzado en la cancha como en el ring, nunca alcanzaron el consenso de las masas, jamás fueron peones de nadie, no traicionaron a nadie más que a ellos mismos porque nunca pactaron, su voz les restó gloria, fueron tan amados como odiados como denostados, su corazón fue tan grande como sus logros, pero nunca para nadie fueron indiferentes y nunca su voz dejó de escucharse retumbar.

Todo lo que en apariencia es ejemplar de Jordan y Pelé, me parece que no es ejemplar sino aparente, superficial y en el meollo falso. Todo lo que en Diego y Alí parece rebelde y desfachatado, politicamente incorrecto, mal ejemplo, hábito o actitud, puede ser bueno o malo, pero es en definitiva humano, por ende auténtico, no fabricado. Jordan y Pelé parecen sujetos de diseño con su inobjetable y recetable modus vivendi digno de un popurrí de revistas compuesto por Marie Claire, People y GQ. Diego y Alí hicieron cosas feas y perturbables, Diego se drogó, y no poco, sino muchísimo, mando a cagar al Papa y a docena de poderosos, Alí mando a tomar por culo a su gobierno y renegó de su nombre de origen aferrándose al Corán. ¿Bien hecho? Si . . ., no . . ., quizás, tal vez, como decía Larry Flint “las opiniones son como el culo, cada uno ostenta el suyo”, pero ellos siempre fueron de frente, obedecieron su ley, su instinto, ahí estuvo la clave de su éxito, ese fue su camino a la debacle.

Nunca se sabrá con claridad porque Jordan tuvo que dejar el baloncesto por año y medio en el pico de su carrera y si eso tuvo algo que ver con la muerte de su padre y con el mundo de las apuestas; nunca sabremos si Pelé se comportó como un degenerado detrás de bambalinas, puede que sí, puede que no, ¿qué pronósticos harían los apostadores británicos?. En cambio Diego la cagó, entre sus bravuconadas verbales, su irreverencia y su indisciplina con los tóxicos “privó” a Argentina de enfrentar la final de la Copa del Mundo contra Brasil en 1994; Alí, a su vez, estropeó el mejor momento de su carrera por ser un individuo contumaz y terco, en refrendar que no creía en la guerra al deberse al Islam y a su libro sagrado, en no acatar lo que el gobierno estadounidense decía y cagarse en su dictamen y por decir sin rubores “yo no tengo problemas con los Viet Cong . . . ellos nunca me llamaron negrata (nigger)” haciendo referencia, que sí, tenía problemas con muchos de sus vecinos y compatriotas.

El éxito deportivo de los cuatro es distributivo, no así lo que su vida fue fuera de los campos de juego, ahí triunfan, siempre en apariencia y según recetan las revistas de “Lifestyle & Living” o según Nike o los que hacen campaña contra la impotencia y la piratería, Jordan y Pelé, que son el epítome del decoro, la decencia, el aseo y la pulcritud. Según los que propagan que un deportista no puede ser un mal ejemplo, por ende no drogarse o no obedecer a su patriótica institución nacional, o no cagarse en los notables sólo por el hecho de que sean notables, Diego y Alí han fracasado, son el epítome de la decepción y el fracaso.

Al final queda lo que hicieron en el deporte, todo lo demás ya será de cada uno a evaluar. Yo ya sin dogma, sin imposición y con una mirada subjetiva mezclada de miopía con hipermetropía me quedo con Maradona y con Mohammed Alí, porque como todos nosotros, antes de ser buenos o malos, cojudos o pendejos, lindos o feos, deportistas o pataduras, son y serán humanos, “humanos demasiado humanos” y esa faceta débil, falible o fracasada que exhiben Diego y Alí, me provoca mucha más emoción y ternura, que la fachada que me presentan Pelé y Michael Jordan pulida, exitosa y por último, sumamente falsa.

3 comentarios:

Alfredo dijo...

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Iñaki Arbeloa dijo...

Hoy que vuelvo a tener ganas de leer, te digo Alvaro que cada vez escribes mejor. Buen artículo cabronazo...

Por cierto, ¿quién sería el quinto jinete del apocalipsis? Nadia Comaneci podría ser el epítome de todos ellos...

Un abrazo.

Alvaro G. Loayza dijo...

Alfredo, ya te di mi apoyo, saludos y nos seguimos leyendo.

Iñaki, la Nadia se las traía, pronto te escribo largo para contarte las vicisitudes de los últimos meses. Un fuerte abrazo al vasco de los cojones!!!!