domingo, abril 15, 2007

Pesquisas de un texto entre las fronteras del buen gusto y la alta cultura

"Hablando con propiedad, embriagábase más de sobriedad que de alcohol."
Witold Gombrowicz, Ferdydurke



En uno de esos inhabituales paseos mentales o inopinados extravíos por los laberintos cerebrales, al recordar los pululamientos que tuve por distintas facultades de filosofía en algunos rincones del orbe, así como otras frecuentes visitas a los macabros y sombríos conciertos de thrash metal bautizados como “unders” en diversas chicherías y cementerios, empecé el cuestionamiento siguiente: después de tan intrépidas e inexplicables incursiones ¿qué texto podía ser un verdadero ejemplo, paradigma o guía para explicitar y subsumir mis pensamientos y aprendizajes en templos tan sobresalientes del arte, la cultura y el buen gusto? Ya que si nos ponemos serios y sesudos, es indudable que debe haber, uno o varios textos o canciones que hayan sido fuente de iluminación, conocimientos y desvelamiento durante tantas temerarias aventuras en esos recintos. A través de los años que me tocó realizar esas distintas peripecias algunos textos he enfrentado, no demasiados, he de ser sincero, pero intuyo que alguno más que los veinte dedos que con fortuna todavía soy capaz de ostentar. Sopesando las idiosincrasias y los modus vivendi de los lugares antes mencionados y de la enseñanza que he procurado de aquellos me devanaba el cerebelo en la analítica pesquisa de tratar de sintetizar en un texto la conjugación de lo “aprendido”, “vivido” y “digerido”, o sea un acercarse a una suerte de desentrañamiento de mi autoparódica condición.

Pues días después de la incómoda empresa mental en la que me hallaba despistadamente subsumido, cual grotesca epifanía un libro de mi estantantería empezó a realizar todo tipo de extravagantes morisquetas. Siempre he referido a que un libro me está viendo feo cuando parece observarme con el tremendo afán de ser leído por mí, éste caso era diferente, el volumen parecía un niño gordo que con gestos y cabriolas pretende ser elegido por los capitanes de los sendos equipos de fútbol, tratando de suplantar con su ridícula gracia sus deficiencias en el complejo arte del balompié y la caricia al cuero. De esa índole era el espectáculo al que me enfrentaba, y despistado yo, por no decir opa, no cabía en comprender que esas muecas exaltadas eran ni más ni menos que la solución a todas mis infructuosas cavilaciones.

El libro que tan elocuentemente se me manifestaba era: Ferdydurke del polaco Witold Gombrowicz, un escrito inasible, irreverente, irreductible, inenglobable y, por supuesto, hilarantemente grotesco. Entonces, no sin escasa lucidez comprendí que allí, en uno de sus capítulos se encontraba la respuesta a mi honda cuestión. El texto buscado titula “Filifor forrado de niño” y es el 5to capítulo de la novela.

A manera de resumen particularizado cabe decir que lo que cuenta el episodio es el eterno e irresoluble duelo entre Filifor y su archienemigo Anti-Filifor, dos mentados y reputeados profesores que no tienen otro sino en su vida que perseguir y ser perseguidos por su insaciable y respectivo antagonista, para batirlo con sus más sofisticadas y pérfidas armas. Filifor tenía como munición un concentrado talento sintético listo para inducir a Anti-Filifor o su amante ante cualquier descuido. Por su parte el arsenal del segundo estaba dotado de una pléyade de municiones analíticas capaces de descomponer, o hacer trizas, cualquier ente o concepto que se precie de supremo. ¡Pavada de contienda! En nuestro texto de marras los dos sujetos se enzarzan en una encarnizada lucha gesticulofilosófica tratando por un lado de compendiar al rival como en su opuesto tratar de fragmentarlo al máximo. Las armas poco pragmáticas, la lucha poco habitual y caballerosa y las respectivas damas vilipendiadas. En su conjunto un zafio y despreciable combate entre dos sujetos corruptamente incorruptibles que en su irrenunciable obsesión nos otorgan una de las más sabrosas, memorables, gozosas y risibles diatribas que el mundo de la filosofía educada y del thrash metal virtuoso recuerde.

Releyendo las actas escritas por los doctas eminencias que presenciaron el duelo, soy ahora capaz de confirmar con vehemencia y garbo que “Filifor forrado de niño” de Gombrowicz es el texto que representa la pesadez de mi ligero andar por esos fascinantes y extraños reductos sembrados entre los hirsutos arbustos de la Avenida Complutense y las satánicas chicherías de la Tejada Sorzano.


A continuación un pequeño fragmento del elocuente y balsámico capítulo que hoy nos compete:

He aquí el transcurso sucesivo del incidente, según el protocolo:
1. La profesora Filifor, muy entrada en carnes, gorda, bastante majestuosa, se hallaba sentada, sin pronunciar palabra, ensimismada.
2. El profesor doctor Anti-Filifor plantóse frente a la señora con su objetivo cerebral y empezó a observarla con una mirada que la desvestía hasta lo más íntimo. La señora Filifor tembló de frío y de vergüenza. El doctor profesor Filifor la cubrió en silencio con la manta de viaje y fulminó al insolente con una mirada llena de inmenso desprecio. Sin embargo, mostró al hacerlo signos de inquietud.
3. Entonces Anti-Filifor dijo quedamente:–Oreja, oreja–, y estalló en risa sarcástica. Bajo la influencia de esas palabras la oreja apareció inmediatamente en toda su desnudez y se hizo indecente. Filifor ordenó a su esposa que se cubriera las orejas con el sombrero; esto, sin embargo, no sirvió de mucho porque Anti-Filifor murmuró entonces como para sí mismo: –Dos orificios de la nariz–, desnudando así los orificios de la nariz de la venerable profesora de modo a un mismo tiempo impúdico y analítico. La situación se tornó grave ya que no pudo ni hablarse de la ocultación de los orificios.
4. El profesor de Leyden amenazó con llamar a la policía. La balanza de la victoria comenzó a inclinarse claramente hacia Colombo. El maestro de Análisis dijo con intensa cerebración: –Los dedos de la mano, los cinco dedos–. Por desgracia la robustez de la profesora no era suficiente para ocultar el hecho que, repentinamente, apareció a los reunidos en toda su inaudita vivacidad, es decir el hecho de los cinco dedos de la mano. Los dedos estaban allí, cinco de cada lado. La señora Filifor, totalmente profanada, trató con los restos de sus fuerzas de ponerse los guantes pero ¡cosa absolutamente increíble!, el doctor de Colombo-le hizo al momento el análisis de orina y, riendo desmedida y estruendosamente, exclamó victorioso: – ¡H20C4, TPS, un poco de leucocitos y albúmina!–. Se levantaron todos, el doctor profesor anti-Filifor se retiró con su amante que soltó una risa vulgar, mientras que el profesor Filifor, con ayuda de los abajo firmados, llevó sin demora a su esposa al hospital. Firmado: T. Poklewski, T. Roklewski y Antonio Swistak, testigos.


W. Gombrowicz – Ferdydurke (1946). Argos. Buenos Aires.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué puedo decir...estoy conmovido hasta las lágrimas (pero entretanto mi culo no deja de manifestar sus estridentes opiniones). En una lucha Gombrowicziana, mi cuerpo se debate entre la solemnidad de las lágrimas y las grotescas fanfarrias rectales.

Anónimo dijo...

q gusto LEER LO :)

Alvaro G. Loayza dijo...

Señor Cárdenas permítame hacerle una sugerencia para evitar la lucha Gombrowicziana que usted padece: pasemos a una metodología intermedia entre el ferdydurkismo y el sanchopanzismo, o sea envestir contra vuestras valientes posaderas a fieros papirotazos hasta conseguir el causal proceder desde los azotes a vuestro fanfárrico orto culminando en vuestros fluidos lagrimones.

Señorita JJ me alegro que vuesa merced disfrute de mi zafia y decadente prosa a pesar del rubor que me provoca.

Anónimo dijo...

Me cuesta creer que tres palabras, transformadas en cuatro incoherentes signos, puedan provocarle a usted tal reacción psicosomatica!
En cualquier de los casos, le confirmo mi disfrute.

Anónimo dijo...

Esto ya es el colmo. Se me cita para un honorable duelo de muecas, regurgitaciones y aerofágicos versos y ¿qué me encuentro? !A nuestro celebérrimo poeta ferdydurkista ligando con las fans que entran a comentar sus ocurrencias! Estoy por creer que el señor Loayza sólo escribe estas cosas para granjearse afectos entre su público feminoide (aclaro que uso este término porque en la red uno nunca sabe a ciencia cierta de qué sexo puede ser el interlocutor).

Anónimo dijo...

Señor Cardenas le aclaro que nunca he alcanzado el estado psicologico de "fan" por ningun ente hablante o cantante. Por otro lado le puedo asegurar que el señor Loayza acertó con la designación de "señorita", hecho que hace con que su palabra "feminoide" suene un poco deselegante. Claro está que también le puedo considerar perteneciente al genero "machoide", teniendo en cuenta el duelo a que se le aconseja.
Mis más sinceros saludos,
jj

Anónimo dijo...

Señorita JJ, me gustaría creerle, pero la vehemencia con que intenta reafirmar su identidad sexual no hace más que fortalecer mi teoría sobre su feminoidad. Le propongo una cita a ciegas; así ambos podremos corroborar nuestras afirmaciones con pruebas fehacientes.

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Jóvenes, sabemos de la libidinosidad subyaciente a toda actividad bloggera pero no deschapen pues así, quita la magia... Lo de feminoide y machoide me fascina en estos tiempos los nuestros donde nadie sabe que es apendice o cavidad...

Gabriel Báñez dijo...

Bueno, Alvaro, creo que en buena hora los comments se han llenado de formas ferdydurkianas. Witoldo no podría estar más halagado, él, justo él, que de las formas hizo un banquete Kotlubaj y todo un cosmos auscultando tanto su delicuescencia como su degradación. Filifor tiene una teoría al respecto, pero no hay que darla en voz alta. "Cuando usted me cruce -pedía Witoldo- si le gustó lo que escribí no me diga nada, hágame una señal, tóquese la oreja derecha, por ejemplo, y yo sabré que le gustó".

Alvaro G. Loayza dijo...

Pasmado me veo al regresar después de uno días de retiro cibernético y encontrar éste humilde, solemne y hasta ahora recatado espacio bloggero convertido en una merienda de negros.
Parece que mis tenues rubores, mis soslayados requiebros y mis tímidas morisquetas han repercutido en toda una suerte de retos, duelos, enfrentamientos y suspicacias entre los contertulios, provocando que cunda el descontrolor, degradando los modales hasta llegar al más recalcitrante esceptisismo sexual, a la más impúdica apología de la flatulencia y a la descarnada desacreditación de la cortesía y el donaire confundiéndolo por viles tácticas de ligoteo. Me encuentro sin asidero para enmendar los entuertos provocados por un texto tan inocuo, al menos en su concepción, y como no me puedo reponer de la confusión de la cual soy presa a causa de todos ustedes, no me queda más que muy cautamente tocarme la oreja derecha y guiñar el ojo izquierdo sin procurar ser muy grotesco.

Anónimo dijo...

Para continuar con las excrecencias virtuales y metáforas blogueras, diré que me cago de la risa y cagando leches iré al Fnac a comprar el jodido libro dichoso, que tan dichoso te hizo, y después se me ocurre un artículo que colgar en el blog para que se me cuelguen las minas del cuello, pues a fin de cuentas es mejor modo este de ligoteo que el de pagar cuentas tales en restaurantes, como tú y yo sabemos, cómo tantas veces hemos hablado. Así que amigo mío, dejate de milongas, hostias o parecidos, que tú no tocas la guitarra en parrilladas pero tienes un blog muy chulo y cierto aire chulesco. ¿Reminiscencias madrileñas?

Alvaro G. Loayza dijo...

Bueno, parece que llegamos a la cresta de la hola y es tiempo de aparcar, lo que en palabras de Rubem Fonseca serían las "Secreciones, excreciones y desatinos", así que a los que no hayan quedado saciados de éste tipo de diatriba Witoldiana, lo remito al post del amigo Gabriel Bañez sobre el implicado donde se tratan temas ambidiestroides, que pueden ir de alguna manera en la senda de nuestro debate entre machoides y feminoides y otro tipo de ligoteos menos enrevesados.

Saludos a todos y les dejo el vículo a continuación:

http://cortey.blogspot.com/2007/04/carta-de-witoldo.html