domingo, enero 12, 2014

Alí, el epítome de las fuerzas vivas



“N´golo era una palabra congoleña que significaba fuerza, fuerza vital. Podía aplicarse al propio ego, a la posición social, a la fuerza física o al impulso sexual. Era indudable que Alí se sentía despojado de la parte que en justicia le correspondía. Durante diez años la prensa había estado estafando a Alí en relación con el n´golo. No importaba que poseyera tanto como cualquier otro norteamericano; él quería más. No es el n´golo que se posee, sino aquel que le niegan a uno, lo que suscita las más violentas histerias del alma. Por consiguiente, en modo alguno podía permitirse el lujo de perder aquel combate. Caso de perderlo, escribirían los epitafios de su carrera, y los muertos no poseen n´golo. Los muertos se están muriendo de sed, según reza un antiguo proverbio africano. “  Norman Mailer, El combate


Desde mis primeros años de vida vengo oyendo de una leyenda llamada Muhammad Alí, que luego aprendí que era un boxeador. Dicho peleador previamente se había llamado Cassius Clay, antes de cambiar de nombre y religión para pasarse al credo del Islam, quien además se negó a ir a una guerra en Vietnam, por lo cual le usurparon el título mundial de los pesados en la época dorada de su deporte. Oyendo de refilón a los mayores también supe que este sujeto tan contestatario había sido parte de muchos de los mejores combates bosxísticos de todos los tiempos.

Ya muchos años después, me tocó ver un documental titulado “When We Were Kings” que narraba todos los avatares que rodearon a una de las peleas más memorables de la historia, el “Rumble in the Jungle”, que enfrentó a Muhammad Alí, el retador y a George Foreman, campeón del mundo.


El documental de Leon Gast es un complemento audiovisual perfecto al libro de Norman Mailer “The Fight”, traducido como “El combate” (Contra, 2013), ya que ambas se enfocan de lleno en el evento que encumbró a un nivel de leyenda eterna a Muhammad Alí.

El entorno de la pelea es fabuloso, enclavada allá en 1974 en la tórrida Kinshasa, capital del ex-Congo belga, en ese momento de la dictadura de Mobutu Sese Seko denominado Zaire entonces, y hoy rebautizado como la República Democrática del Congo. País situado en el corazón de África era el anfiteatro de un combate que parecía que iba ser el descarnado adiós a Alí,  a su incontenible orgullo y verborrea y a sus aspiraciones a mayor gloria deportiva.  

Alí volvió en 1970 a los cruadriláteros después de más de tres años suspendido por su negativa de “servir” a su país yendo a Vietnam, y perdió su invicto contra Joe Frazier en 1971 en el combate titulado como “The Fight of the Century”, narrado también por Norman Mailer en un libro llamado “En la cima del mundo” (451 Editores, 2009). Desde entonces Alí pese a su inconmensurable talento , ya no fue considerado un luchador invencible, tanto a así que fue derrotado también por Ken Norton en 1973, aunque en sendas revanchas se vengaría tanto de Frazier como de Norton.

El ocaso de Alí se vislumbraba, ya que enfrentaba a un brutal Foreman que había destrozado tanto a Frazier como a Norton. Un peleador bestial que demolía a todo contendiente que se le pusiera enfrente. Una máquina de triturar carne, a quien todo el mundo le auguraba un triunfo ante el envejecido Alí. Mailer, nos refiere a los campeones de peso completo como quizás el más aterrador de los asesinos desarmados, y contrapone a ambos púgiles de la siguiente manera “uno de los motivos por los que Alí inspiraba amor (y relativamente por respeto hacia  su fuerza) era el hecho de que su personalidad sugiriera invariablemente la idea de que no sería capaz de causar daño a un hombre corriente, sino que se limitaría a zafarse de cada ataque mediante un mínimo movimiento, y que pase el siguiente. Foreman, en cambio, era una amenaza real. En cualquier pesadilla de matanza, atacaría y atacaría”. 

Tanto el documental de Gast, como la crónica de Mailer, te van adentrando en todo un novelesco envoltorio de la pelea, donde siempre sobresale la irrefrenable locuacidad de Ali que es la única emisión optimista (además del entrenador del mismo, Angelo Dundee) que refrenda que él vencerá a Foreman; todos los expertos, la prensa especializada y los entornos cercanos a los púgiles parecían estar convencidos de que Foreman terminaría con Alí sin demasiada dificultad.   

En sendas narraciones, ambas magníficas, a uno se le van desvelando detalles de lo que se cocía en torno a la pelea, las singularidades de los luchadores y de sus respectivos entornos, las peculiares rutinas de entrenamiento, los miedos soslayados de un lado y el derrochador optimismo del otro lado, la guerra mediática entablada por egos más poderosos que los mismo músculos y todas las fuerzas y ritmos atávicos de la mágica África negra, donde según la filosofía Bantú se cuenta que “los muertos se están muriendo de sed”.   

El preludio del combate tiene como trasfondo los lugares de entrenamiento, y Mailer lo define diciendo: “De sobra era sabido que un campo de entrenamiento se propone el objetivo de manufacturar un producto: el ego de un púgil”, y para labrar esa buena condición física para afrontar la pelea, esta era entendida por el mismo autor como “el principal misterio del boxeo. Se trata de un insólito estado del cuerpo y de la mente que permite a un peso pesado poder moverse a alta velocidad por espacio de quince asaltos. Lo cual no puede lograrse por un simple acto de voluntad”. Además de referirse a la personalidad de un campeón de peso completo explicitando a que “no habría muchos psicópatas capaces de soportar la disciplina del boxeo profesional.”

Alí y sus descargas dialécticas trataban en todo momento de herir el ego y la vanidad de Foreman, Mailer nos aclara que “no existe actividad más vanidosa que el boxeo. Un hombre sube al ring para provocar admiración. Por consiguiente en ningún deporte puede verse uno más humillado.” Y de ahí que Alí contrapusiera su estilo estético y danzarín con los patosos movimientos de momia que tenía Foreman: “Alí se esforzaría al máximo con el fin de que Foreman se sintiera torpe. Si, cuando resultaba más temible, Foreman se parecía a un león, y luchaba como un león, en sus peores momentos se asemejaba a un buey.”

Gast nos deja arrobados con todas las ráfagas musicales que daban un aura más que teatral al combate con los ritmos de James Bown y Miriam Makeba, y Mailer también nos divierte con las bufonescas apariciones de los estrambóticos y carismáticos esbirros de Alí y Foreman, Drew “Bundini” Brown y Elmo Henderson, ambos entrelazados en una pugna de metralla verbal, aporreándose con atronadoras palabras como palos para humillar al jefe de uno y otro mientras se cruzan en un corredor. Bundini decía no saber leer, ni escribir, pero se solazaba en afirmar que sí, sabía hablar (tanto así que a él se atribuye la frase “baila como una mariposa, aguijonea como una abeja.”). La batalla no tenía cuarteles, se destilaba en todos los confines de Kinshasa, nadie sabia el desenlace, pero todos lo intuían. 

El relato de Mailer tiene además la magia de la intimidad, el de haber estado ahí y haber sido parte del tinglado; por ejemplo haber corrido con Alí por las calles de Kinshasa pocas noches antes del combate, el tomar partido hacia Mohammad e irlo declarando cada vez menos de soslayo hasta afirmar de no querer pasarle su kencherio al púgil de su preferencia o el relato de la resentida actitud de niño malcriado que exhibió Bundini en el vestuario previo a la pelea porque Alí no quiso usar la bata que este le hizo confeccionar para la pelea, la cual combinaba con el atuendo de Bundini, y como Muhammad consoló y reanimó los espíritus de uno de los talismanes de su esquina.

El combate llegó el 30 de octubre de 1974 a las 4 de la madrugada en el estadio 20 de Mayo de Kinshasa, y rompió todos los pronósticos, todos los vaticinios y todas las aproximaciones que se habían realizado: Alí salió a agredir a Foreman de entrada y de forma atrevida y arriesgada disparando directos de derecha, confundió y desconcertó a su rival,  luego en vez de bailar, como el mismo reiteró incontables veces que lo iba a hacer, el de Kentucky se fue hacia las cuerdas y allí espero a Foreman, inclinado y apoyado en estas recibió golpe tras golpe de su cruel rival resistiendo los impactos con codos y puños, transmitiendo a las cuerdas y no a las piernas los impactos, para que en cada desconcentración de George, lanzar contraataques punzantes. Todos entendieron esto como una locura, pero como subraya con agudeza Mailer sobre esto: “¿qué es la genialidad sino el equilibrio al borde de lo imposible”. La confusión y la suma de impactos bien asestados fue mermando las fuerzas, la moral y la resistencia de Foreman. El quinto asalto fue el más memorable en el que ambos luchadores tuvieron momentos grandiosos y propinaron ristras de golpes colosales; después de dicho asalto la desconfianza y escepticismo de los comentaristas Jim Brown y Joe Frazier, quienes no daban un duro por las posibilidades de Alí, fueron mutando y como rascándose los ojos se iban percatando de que lo imposible se iba tornando en realidad. La incredulidad curándose con el ver para creer.

“Un hermoso final perduraría en la leyenda, mientras que una victoria anodina y sin brillo lo dejaría a medio camino de la leyenda –sus amigos lo ensalzarían en exceso y sus enemigos lo pondrían en tela de juicio–, siendo esta la situación que más suele afligir a la mayoría de los héroes”, pero Alí después de una trompada magistral y sin golpear de nuevo a Foreman para no entorpecer la maravillosa estética de su derrumbe, se alzó de nuevo en el campeón del mundo por knock out (primera y única vez que Foreman fue knockeado en su ilustrísima carrera de 81 combates y casi 30 años de duración), haciendo carne de lo imposible, habiendo diagramado una estrategia secreta que no entendieron ni propios ni extraños, y erigiendo su leyenda hasta la estratósfera para ser considerado el mayor boxeador de todos los tiempos y uno de los deportistas más colosales que haya pisado la faz de la tierra.


Años después constaté que la epopeya del “Rumble in the jungle” es una de las cumbres de la épica deportiva, y el hecho que Leon Gast y Norman Mailer nos hayan entregado dos testimonios tan emotivos como vívidos de un evento semejante no hacen más que justicia a un combate, a una época, pero sobre todo a un personaje que en palabras de su propio idioma siempre será larger than life.





jueves, diciembre 19, 2013

Grimes: melodías minimalistas para una noche de fin de verano


“Visions”, el último álbum de Grimes, propone ante todo una atmósfera, una sutil maquinaria de sensaciones delicadas como filigrana. El viaje musical que despliega esta excéntrica teenager canadiense parece más susurrado que cantado, las notas flotan en un aura de noche de verano, como efímeros destellos de aurora boreal entremezclados con resplandores desenfocados de luces de neón y semáforos y luminarias intermitentes de ciudad aletargada.

Grimes posee esa cualidad, tan escasa entre los artistas, de sugerir inmediatamente un aire familiar en la mente de quien escucha; esas insólitas reminiscencias que nos evocan algo conocido y que, sin embargo, cuando revisamos en la memoria no remiten a nada concreto. “Visions” posee una esencia arquetípica de la música electrónica postpunk, en esas misteriosas melodías se encuentra la presencia de clásicos como Kraftwerk, Depeche Mode, Gitane Demone, DÖF o Visage, además de productos más recientes en el quehacer electrónico como Apoptygma Berzerk o Wolfsheim. También es innegable la evocación de producciones “celestiales” como This Mortal Coil, The Gathering o Julee Cruise así como de propuestas frontalmente poperas como Madonna, Kylie Minogue o Suzanne Vega.

El resultado, a pesar de sugerir un desfile de “influencias”, no tiene parangón en la música de ayer y hoy. La propuesta de Claire Boucher aporta algo inefablemente nuevo y refrescante. La atmósfera que consolida “Visions” es íntima, minimalista, coqueta, a la vez lúcida e ingenua, y portadora de una nostalgia sumergida en el Zeitgeist que determina la era crepuscular que nos toca vivir. Entre la melancolía prerrafaelista de la herencia gótica y el travieso espíritu blasé del más colorido pop contemporáneo, el álbum en cuestión nos transporta como la etérea brisa de una noche templada, hacia un pequeño refugio en el intersticio purpureo que separa la noche del día, la algarabía de la melancolía, la ensoñación del sueño profundo, el presente oscuro del pasado diáfano: un bonzai musical donde la vanidad y la profundidad abismal de la vida se reconcilian en un affaire efímero y extravagante pero portador de una innegable belleza.

Así es Claire Boucher, así es Grimes, así es “Visions”. 


lunes, noviembre 25, 2013

Jarmusch triunfa, otra vez, en su versión de hematófago

No es que sea un fanático del género de vampiros, y mucho menos del terror, diría que con unas cuantas excepciones, este último es un género que trato de evitar, pero si Jim Jarmusch decide filmar una película de vampiros, ahí me tienes.

Pese al auge zombi, los vampiros se han puesto de moda nuevamente con deplorables sagas como las de Twilight, o con series poco serias como True Blood de HBO, todas plagadas de toneladas de metrosexualidad. El no ser víctimas de la mortandad es una ventaja que ostentan los vampiros, lo cual les otorga una vigencia que podríamos declarar permanente, y bueno a Jarmusch se le ha dado por filmar una de chupasangres, titulada Only Lovers Left Alive.
Sin entrar en muchos detalles, la cinta va de dos vampiros, apasionados amantes desde tiempos inmemoriales, que se encuentran viviendo en las antípodas del orbe, uno en Detroit, Adan, (Tom Hiddleston) y otra en Tanger, Eve, (Tilda Swinton), que se reúnen imantados por su amorosa pasión. Ambos ancestrales en edad, expertos en el sigilo y la templanza y peritos en sus conocimientos sobre las artes. El primero músico, fetichista, coleccionista, sedentario, y depresivo, quasi suicida, la otra literata, extrovertida, intuitiva, sabia y audaz; y por último la hermana (Mia Wasikowska), insoportable y de voraz animalidad.  

Esos serían lineamientos básicos de una película cuya trama, como casi toda la filmografía de Jarmusch, está muy lejos de ser lo principal; lo que el realizador estadounidense logra es hacer hincapié en las sensaciones, las situaciones y los ritmos que transmite el filme.

La cadencia de los movimientos de cámara, así como el constante y formidable uso de la música, enarbolan un tono a la película de constantes sensaciones y emociones que nos permiten empatizar con el peculiar carácter de los protagonistas y de sus circunstancias. La música podría considerarse el cuarto personaje de Only Lovers Left Alive, ya que desde un inicio de antología los acompaña de forma diegética o como banda sonora. Por eso se sitúa en la mayor parte del metraje en Detroit, como un tributo a esta decadente, trasnochada y melómana urbe norteamericana; el trato que el director realiza de la ciudad evoca en versión nocturna cierta plástica del New Orleans de  Down By Law.
La elegancia y la sofisticación, es otro rasgo distintivo de la película, que ya de por si ostenta a un director muy elegante siempre en su puesta en escena, pero ahondado ahora por unos protagonistas con el colmo de distinción y gusto, lo cual brinda al conjunto una deliciosa textura, con ciertos dejos de snobismo. Un enorme aplauso a Yorick Le Saux, director de fotografía de la obra, que es una de las películas de escenografía más abigarrada de todas las hechas por Jarmusch.

En fin, la exploración de Jarmusch a un género, casi tan antiguo como el cine mismo, trae un matiz de autor al nutrido universo de títulos, mediante el magnífico trazo del cineasta, además del cariño que pone en los planos, personajes, canciones y situaciones. Lo anterior puede situar no sólo a su película entre los mejores acercamientos a los primos de Drácula, sino que nos encontramos ante una joya que seguro estará entre las mejores películas del año.

Me podrán acusar de fetichista, pero no por los pálidos  hematófagos, ni por las eternas historias de amor, sino por el canoso cineasta de Ohio que vez tras vez firma una auténtica maravilla en 35mm.

jueves, octubre 17, 2013

Sobre Rita Indiana y sus libros, sus gatos, sus papis, sus tías, sus perros y todos los demás


Menudo y suculento contraste el que me tocó leer a mi llegada a tierras ibéricas; por un lado cayeron en mis manos las dos últimas novelas de la dominicana Rita Indiana, Papi (Periférica, 2011) y Nombres y animales (Periférica, 2013), y por el otro Limónov (Anagrama, 2013), biografía ficcionada del indomable, infatigable y contradictorio personaje soviético cuyo nombre adorna el título del libro escrita por el francés Emmanuel Carrere. Pero hoy sólo me dará el cuero para hablar de Rita, otro día le daremos voz a Eduard Veniaminovich Savienk, alias “Limónov”.

Rita Indiana, cual intérprete musical que es, escribe con un incesante ritmo tropical, mas semejante a un acelerado merengue, de sus añorados Bonny Cepeda y el “Mayimbe” Villalona, que al de una salsa. Es impresionante como la autora te saca a bailar con su prosa y aunque no tengas los dotes de un gran danzarín te pliegas a la pluma de tu pareja y la sigues paso a paso, contoneo a contoneo, quiebre a quiebre, porque ya eres presa del embrujo de esta narración-megacanción.


En ambas novelas la innombrada narradora es una niña que puede oscilar entre los 8 a los 14 años, ostentando visiones de la realidad muy límpidas pero sumamente agudas, diáfanas pero sin un ápice de ingenuidad, con una perspectiva para escudriñar en el detalle de las cosas tan sabrosón y una mordacidad hasta algo hijaeputa, y una ligereza para empezar a enumerar absolutamente todo lo enumerable, y todo siempre al son del compás.

Ya sea en Papi: “Mi papi tiene más carros que el dibalo. Mi papi tiene tantos carros, tantos pianos, tantos botes, metralletas, botas, chaquetas, chamarras, helipuertos, mi papi tiene tantas botas, tiene más botas, mi papi tiene tantas novias, mi papi tiene tantas botas, de vaquero con águilas y serpientes dibujadas en la piel, botas de cuero, de hule, botas...”
Ya sea en Nombres y animales “Desde que empecé a trabajar aquí he visto de todo. Boxers cojos apellidados Windosr, huskys siberianos con dermatitis aguda, papagayos cuyo pico srivió de almuerzo a una especie de hongos conocida sólo en Tasmania, gatos angora a los que luego de ver El séptimo sello de Bergman les coge con despertar a sus dueños todas las noches a las 3:33 de la madrugada, terriers anoréxicos, collies miniaturas entrenados para marchar al ritmo de la Patética de Beethoven, chihuahuas que se creen minotauros, rottweilers con complejo de culpa y monitos entrados de contrabando por un danés que le cargaba los bultos a Janis Joplin.”

En la abigarrada realidad de Rita Indiana, hay cabida para el goce y la felicidad, así como la tristeza y el desgarro, pero la existencia con su joie de vivre siempre gana por exceso.

En Papi nos cuenta las inquietudes, sensaciones y delirios imaginativos de la hija de un narco todopoderoso, de un personaje que para su familia, sus amigos, su comunidad es larger than life, a quien la niña añora tener a su lado pero se le es inasible pero absolutamente omnipresente, es su referencia, es su todo, pero nunca lo puede tener o mantener a su lado.

“Pero en lo que más se parece papi a Jason (el de Viernes 13) no es que se aparece cuando uno menos lo espera, sino que vuelve siempre. Aunque lo maten.”

En Nombres y animales, no cuenta las idas y venidas de una familia y su entorno cercano a través de los ojos de la sobrina de un matrimonio que trabaja por el verano en la clínica veterinaria de su tío Fin.

“Los gatos no tienen nombres, eso lo sabe todo el mundo. A los perros cualquier cosa les queda bien, uno tira una o dos sílabas y se le quedan pegadas con velcro: Wally, Furia, Pelusa, etc. El problema es que sin un nombre los gatos no responden, ¿y para qué quiere uno un animal que no viene cuando lo llaman?”
En ambas el humor de Rita está muy bueno, pero en especial en Nombres y animales, donde es inevitable cada cierto tiempo lanzar una carcajada mientras uno va eludiendo los vahos y olores y dramones de la veterinaria, las chocheras y los recuerdos de la abuela y las desternillantes historias de infantes bastardos con quince patitos como protagonistas (el capítulo 6 del libro, de antología), todo adornado de referencias a un universo pop del cual nadie que sea coetáneo de Rita (nacida en 1977) pueda abstraerse y no evocarlo, disfrutarlo y sentirte identificado por angas o mangas. 

“Mi mamá dice que lo que pasa con Tía Celia es que nunca pudo tener hijos y toda la energía que debió poner en criar y parir la pone en joder a la humanidad. Yo que casi nunca estoy de acuerdo con mi mamá, estoy muy de acuerdo cuando ella dice “joder a la humanidad” y hasta creo que Tía Celia por la noche cuando se acuesta ve letreros en neón en su mente que dicen “joder a la humanidad” y creo que hasta le gusta”.

No como nuestro entrañable amigo "Oso" que con pavada de borrachera llegó a decirle papá al perro, pero si por todo lo anterior y por mucho más, no queda más que rendirse al irrefrenable ritmo y buen rollo de Rita Indiana, y con ella a movelnos papi, a movelnos.

*Publicado en El Desacuerdo, el 27 de octubre de 2013

domingo, junio 30, 2013

David Luiz, Golden Goal



Era vox populi que los dioses del fútbol habían bendecido a sus fieles con un soberbio partido enfrentando a Brasil y a esta magnífica España en el histórico feudo de Maracaná; el menú difícilmente podía ofrecer algo más apetecible.

Pero antes de ponernos cómodos en nuestros asientos, Brasil, con una efectividad que fue una constante durante toda la copa, asestó el primer golpe a España, cuyo libreto era, fiel a su idiosincrasia, tener el balón y manejarlo a placer. Dicho libreto se vio truncado de inicio y España tuvo que ir en busca de una remontada, lo cual no es habitual en su reciente historia futbolística.

Brasil, además del gol se mostró impetuoso de entrada, prevaleciendo en el juego físico, ganando las pelotas divididas casi siempre y golpeando mucho aunque de forma poco visible, con Paulinho como abanderado de ese juego brusco que el irónico Lugano  tuvo el acierto de remarcar.

España tardó en encontrar fluidez con la pelota y siempre estuvo un poco timorata ante algún letal contragolpe a pies de Neymar quien, además de mostrar todo su brillo, tuvo la ventaja de estar marcado por un esperpéntico  Arbeloa que todo lo que se podía hacer mal, lo hizo mal –Del Bosque no debió aguardar a que terminara el primer tiempo con dos goles abajo para prescindir del lateral madridista–.

Cuando España, promediando el primer tiempo,  empezó a sentirse más precisa con la circulación del balón e Iniesta lanzaba pinceladas de su deslumbrante talento, en una jugada rápida hilvanada por tres jugadores que habían estado muy bajos, Torres, Mata y Pedro, dejaron a la península ibérica con el grito ahogado en la boca, ya que después de tres pases precisos y una definición de manual, apareció un inconmensurable David Luiz que con persistencia, pericia y gotas de fortuna, logró evitar el gol cuando Julio César estaba tirado como botella de picnic. Ahí se torció el partido.

Un partido que a priori iba ser reñidísimo se empezó a volcar muy favorable a los locales, cuando éstos volvieron a impactar en momentos cruciales del cotejo, a un minuto del final del primer tiempo, Neymar con un zurdazo bestial venció a Casillas, ante la siempre condescendiente y bobalicona mirada de Arbeloa.

Del Bosque habrá usado su mejor retórica para reavivar a los suyos en el medio tiempo, pero de poco sirvió, ya que apenas empezado el segundo tiempo, otra daga del mortífero Fred dejó knock out  a los campeones del mundo.  Lo que quedó, más allá del penal y algún otro avatar, fue de relleno. Fred había decretado campeón de la Copa Confederaciones al Brasil de un rebosante Felipão que llegó con mil incertidumbres, pero que se va con un título y pocas pero muy reconfortantes certezas para afrontar el gran reto de ganar un mundial en casa. Pero nada me quita de la cabeza, que el Golden Goal, la jugada del partido y por ende del campeonato fue la milagrosa salvada del pelucón David   Luiz que con su enjundia e impronta es el abanderado del campeón y el jugador que mejor identifica el estilo canarinho de Felipão.

viernes, diciembre 07, 2012

Kiss me deadly, brillante noir


Kiss me deadly (El beso mortal), es un noir de Robert Aldrich que aparece en 1955, cuando ya se atisbaban los epílogos de este fabuloso género fílmico. La película irrumpe brutalmente con una joven y linda rubia sólo cubierta por su gabardina, que completamente atribulada trata de parar algún auto en medio de una carretera en busca de auxilio; ella casi se lanza sobre un coche deportivo el cual derrapa y casi se estrella, pero cuyo conductor finalmente decide darle el aventón. Así arranca este clásico que tiene como protagonista a Mike Hammer, un cínico investigador privado, especialista en casos de divorcio, galán y chantajista, que cuenta con Velda su polifuncional secretaria, side-kick y amante, con quien hilvana todos sus casos.
El hecho detonador de la película es el aventón a la misteriosa rubia llamada Christina, en homenaje a la poetisa Christina Rosetti (hermana de Dante Gabriel Rosetti), quien es misteriosamente torturada y asesinada por una panda de anónimos pistoleros haciendo pasar el crimen como si fuera un accidente de coches, mientras transitaban la carretera junto a Mike en busca de una estación de buses.
Mike, muy pertinaz él, después de sanarse después del accidente automovilístico que acarreó la muerte de Christina, impetuoso se larga a la carga con el fin de aclarar el misterio que envuelve a la misteriosa rubia. En su camino comprobaremos que Hammer es tipo de estirpe marlowesca, con mayores tintes de gigoló, en una trama escrita por A.I. Bezzerides que rezuma el confuso y magnético estilo chandleriano plagado de personajes y de giros de trama, con todos los motivos que le puedes pedir a un noir de casta: femmes fatales, matones con cachiporra en mano, personajes chantajeados y amedrentados, secuestros, asesinatos, sombras, muchas sombras, luces, pocas luces, y así tantos recovecos que hacen del cine negro algo tan seductor.
La pesquisa es sumamente borrosa, confusa, y toda la trama gira en torno a un McGuffin formidable. Como en muchas excelentes historias el viaje es más importante que la conclusión, pero en este caso ambos son igualmente fascinantes, ambiguos y desconcertantes. Todo esto ornamentado por la maravillosa fotografía de Ernst Laszlo plagada de planos picados y cenitales que le dan un vértigo especial a la narrativa, además de acompañamiento de música clásica de Chopin, Schubert y Brahms que le otorga un guiño bastante solemne y distintivo a todo el entorno noir.
Para definir este oscuro clásico, sólo amerita una palabra: brillante.  

lunes, octubre 01, 2012

Un burdo threesome al cliché: Oliver Stone y su último filme "Savages"



Mi primer recuerdo de Oliver Stone se remonta a mi tierna infancia cuando fanatizado por las películas bélicas, evoco con amargura que mis padres se negaron a llevarme a ver "Platoon" (Pelotón), a lo cual siguió tal indignación de mi parte que el año siguiente inopinadamente me enviaron al cine junto a mi hermano y mi abuelo a ver "Full Metal Jacket" (Nacido para matar), la cual era incluso menos apropiada para un niño de 10 años que la de Stone. 

Mi segunda memoria sobre Oliver se remonta a la adolescencia, en los albores de salir del colegio, cuando en patota con los amiguetes vimos "Natural Born Killers" (Asesinos por naturaleza) la cual nos impactó tremandamente y provocó en uno de los changos la frase "vamos a patear taras", arrebato que provocó en mi una desproporcionada vergüenza ajena bajando los decibeles de la impresión que había causado en mi el filme mencionado. 

Muchos años después, Oliver Stone no es precisamente un director en forma, incluso es fácil encasillarlo entre los realizadores fuera de forma por lo que viene haciendo hace ya casi 15 años, donde ha primado la faceta política (siempre ha estado fascinado por la política, p.e. "JFK" o "Nixon" dentro de su filmografía) de defensor de las izquierdas latinoamericanas (haciendo apologías de Castro, Chàvez, Evo, etc.) y mostrando una crítica faceta de George W. Bush en "W.".

Adentrándonos un poco en la obra del polémico director estadounidense, vemos que pese a su fama, pocos han sido sus triunfos rutilantes y desde una perspectiva muy personal sólo me atrevería a señalar las mencionadas "Natural Born Killers" y "Platoon" como grandes acierto fílmicos que dejaron buenas memorias; el resto demasiada paja y escasísimo trigo.

Con el fin de recobrar algo de auge en el mainstream y recuperar revuelo mediático y buena taquilla se lanzó en su último proyecto, "Savages", a retratar una historia fronteriza de narcotráfico con una pléyade de actores famosos (Benicio del Toro, Salma Hayek, John Travolta y Demián Bichir) acompañados por incipientes caras bonitas como actores principales.

El resultado es un bodrio de proporciones mayúsculas, donde la idea o la secuencia más aceptable del filme retumba a recontracliché o a vil copia. Los personajes principales, dos maestros del tráfico de drogas políticamente correcto (valga la paradoja) de la súper marihuana, Ben y Chon, son, el primero un altermundialista que ayuda a los niños de África, sueña con vivir en las playas de Indonesia y quiere dejar el negocio del cáñamo para dedicarse a las expansión de energías alternativas y ecológicas; el segundo, por otra parte, fue ex-combatiente de Afganistan (de donde trajo las mejores semillas macoñeras del orbe) e Irak, perturbado y violento que tiene una guarnición de amigos en plenas playas californianas con la mitad del armamento de Bruce Wayne. A todo esto mientras saborean sus ganancias a plan de surf y fumadas en bongs, compartiendo sin resquemores el amor de Ofelia (Blake Lively), su californiana diva, la cual goza, según sus palabras, de como el psicópata Chon la culea y el budista Ben le hace el amor. 

Todo ese estereotipado rollo nos los escupen a la cara en menos de 15 minutos, hasta que se meten en la trama los mexicanos, otra infame burla de caracterización donde Del Toro es el despiadado matón y Salma Hayek es la cruel reina del cartel, la "Madrina" (uno no entiende como se prestan a estas cosas), que además tiene a una malcriada, despilfarradora y arrecha hija estudiando en California que apenas quiere hablarle a su madre. Para colmo los oriundos de Tijuana utilizan para comunicarse con nuestros "macoñeros buen rollito" el ringtone de El Chavo del Ocho. ¡Se imaginan!

Para controlar el negocio de los magistrales botánicos californianos los carteleros raptan a su preciada ninfa y la película girará en los grandes ardides informáticos y armamentísticos que Ben y Chow usan para rescatar a su tercio de naranja.

No existe secuencia, giro de tuerca o uso musical que no haga mofa del espectador, tratándolo como tarado (como apunte cuando están de camino al desierto para un encuentro final copia la música Leone, cuando la "Madrina" llega a EEUU usa música Iñárritu cortesía de Santaolalla, y así podríamos seguir enumerando). Te podrías echar unas risas, suponer que es una película en cachondeo, pero es imposible entrar en complicidad con Stone y con las barrabazadas que te cuenta, utilizando para rematar un final doble con el recurso de rewind "a lo" Haneke en Funny Games. ¡Vomitivo! Para terminar la película, como no, en la laguna azul follando en trío.

Quizás, después de tantos desplantes que ha hecho a su carrera el mejor parado de todo el filme sea un halopécico Travolta, muy mal por Hayek y Del Toro, que pese a ese gustito que ostentan por la autoparodia, se presten a tremendo mamarracho.

Sabemos que gigantes de la dirección como Egoyan, Kusturica o Wong- Kar Wai no están pasando sus momentos más inspirados, y no es que quiera comparar a estos monstruos del cine con un pueril Oliver Stone, ¡que las deidades me libren!, sino que no estar inspirado o tener a las musas extraviadas, no es justificativo para ejecutar un harakiri cinematográfico tan burdo y poco ceremonioso como lo es "Savages", y con el agravante de hacer salpicar al público tus hediondas vísceras.  Pésimo por Oliver Stone, del que ya no queda ni el buen recuerdo de la niñez, quien debería dejar sus aspiraciones de mainstream, dejar de lacerar al ya vilipendiado cliché y colgar los botines, o quizás como último suspiro hacer un favor mutuo viniendo a Bolivia a colaborar con Sanjinés para hilvanar una magnífica secuela de Insurgentes. 

martes, agosto 07, 2012

España, o el absurdo de la "democracia"

No me cabe ninguna duda que todos en algún momento podemos considerar algo como ilégitimo en contraposición a que pueda ser legal. En muchas ocasiones vemos como tildamos una ley de injusta, poco ética, inmoral… Parece olvidarse que las leyes no sólo están escritas por hombres, sino que son aplicadas por seres semejantes a nosotros que tienen su particular interpretación de las mismas.

No es raro tampoco escuchar a los que no son partidarios de un gobierno afirmaciones que cuestionan la legitimidad del mismo o de sus decisiones. Argumentos se esgrimen de todo tipo y fundamento. Y se hace con mucha más frecuencia que la que hoy nos pretenden hacer ver los que prestan su apoyo a los gobernantes españoles actuales.

Puedo comprender que haya muchos que entiendan que no hay motivos suficientes como para tomar la drástica medida de cercar el Congreso para presionar a quienes hoy lo ocupan a que lo abandonen. Pero no me resultan creíbles aquellos que dicen que no se puede resolver una situación de ilegitimidad con otra medida ilegítima. Es una falacia. Y lo es, desde el mismo momento en que una democracia se autodefine como tal y deposita la legitimidad del poder en la voluntad del pueblo; y si una mayoría del mismo entiende que los que lo representan han establecido unos mecanismos para usurparle su soberanía, puede y debe sublevarse ante dichos representantes.

Podré estar de acuerdo en los límites de la capacidad de aguante de cada cual. Y en la interpretación que se puedan hacer de palabras y hechos. Incluso en las medidas a adoptar o los medios a utilizar para conseguir revocar un gobierno. Pero decir que no se puede derrocar a un gobierno calificado como ilegítimo saliendo a la calle y cercando o tomando el Congreso sólo puede hacerse desde una posición teórica: Se sigue considerando como legítimo a dicho gobierno.

Es falso decir que las urnas son las únicas garantías de legitimidad a la hora de gobernar en democracia. Y el gran Saramago ya nos mostró en una de sus novelas la falacia que se esconde tras tal afirmación y las consecuencias que en la sociedad tiene el convertir al ciudadano en mero votante. La legitimidad no sólo reside en un resultado electoral, también consiste en cumplir las promesas o los programas, en la defensa del interés común, en la protección de las instituciones públicas, en el respeto al ciudadano, en la mejora de las condiciones de vida de los más desfavorecidos, en dejar el país en unas condiciones al menos similares a como se coge… La legitimidad de un gobierno democrático reside en muchas más cosas que el mero voto, y aunque a nuestras elecciones no lleguen observadores internacionales para validar nuestra calidad democrática, es evidente que la percepción mayoritaria en la ciudadanía sobre sus gobernantes es francamente nefasta. Paradójicamente, hay dictadores que han pasado a la historia con mejor opinión de quienes fueron represaliados.

En mi opinión, si la situación política y ciudadana general no da un giro de 180 grados, no merece la pena quedarse aquí a criar a un hijo. Prefiero lo desconocido en un lugar con condiciones de vida mucho peores, a esta sensación de opresión que nos ofrece las ventajas de las democracias occidentales en donde el ciudadano no es más que un número de DNI, una filiación a la seguridad social, un voto y/o un perfil de facebook.

jueves, julio 12, 2012

La posesión de la pelota y la muerte del resultadismo


Es recurrente la frase que afirma que dentro de cada aficionado al fútbol habita un entrenador. No creo que sea muy certera dicha frase pues en el mejor de los casos podemos encontrarnos con meros alineadores; y no creo errar mucho si afirmo que entre los que se tienen por seguidores de este deporte son mayoría aplastante los fanáticos de la victoria. Cantar goles y recitar un par de alineaciones no hace que uno sepa de fútbol. De hecho, al probable mejor jugador de la historia, el hecho de haber metido dos de los goles más repetidos y citados siquiera le ha servido para desentreñar los misterios tácticos y estratégicos del balompié. D10s se tornó indigente el día que se sentó en el banquillo. Pero, tal y como ya se ha dicho tantas y tantas veces, esa es otra historia...


Viene siendo habitual que las visiones excluyentes y totalizadoras traten de imponer unos criterios en detrimento del resto. Casi siempre, parece que la victoria parece justificarlo todo y otorgue razones al modo en que pueda hacerlo el resolver una ecuación. Y así como quienes defienden el fútbol de toque se ven refrendados por las victorias de la selección española y el Barcelona, el triunfo del Chelsea en la Champions cuenta con sus particulares gurús. El ejemplo es extensible a cualquiera que haya ganado algo digno de mención para los juntaletras de los mass media. Personalmente, yo estoy a otra cosa. He disfrutado de infinidad de equipos independientemente de su esquema y estilo de juego. Quizás, sentir los colores de un equipo menor me permita disfrutar de modo distinto los grandes prodigios y hechos heróicos propios de los dioses. He de añadir, que a los carros de los que triunfan suele arrimarse mucho advenedizo. Y no es muy distinto su papel de aquellos que mientras sacan a hombros de la plaza al torero se van haciendo con jirones del traje de luces que convertirán en las reliquias que den sentido a sus supersticiones.

Al hilo de los triunfos de los equipos (Barcelona y selección española como máximos exponentes) que practican lo que ya se conoce como “tiqui-taca” se está construyendo una especie de imaginario en base a las sensaciones epidérmicas más que en el analisis profundo del juego. Quizás sea cosa de los tiempos o la consecuencia apropiada de esta cultura de la simbiosis entre el veni vidi vici y el fast food. Así pues, se da por bueno que el dominio abrumador de la selección española en la posesión debiera traer como consecuencia directa una miríada de disparos a puerta; y a razón de lo anterior, las goleadas debieran estar aseguradas. Si le das a un hooligan una estadística que alimente su fanatismo, bien puede desarrollar un razonamiento similar...

Lo “novedoso” de esta manera de jugar es que se defiende con la pelota y se somete al rival a un castigo tanto físico como mental. No es en vano que los mejores partidos de la selección española (contra Rusia en 2008, Alemania en 2010 e Italia en 2012) lo fueron porque dichos equipos salieron a disputarle la posesión de la pelota y sufrían cuando no la tenían en su poder. Los rivales, cada vez más y mejor conocedores de las posibles fisuras de esta manera de entender el juego, han ido acentuando el énfasis en los aspectos defensivos y ofensivos que podrían darles la victoria. Presión axfisiante hacia Xavi Hernández, impedir que Iniesta reciba la pelota en tres cuartos de cancha y salidas fulgurantes en contraataque tras robo de la pelota. Aquellos equipos de mayor poderío físico intentan presionar en zonas más adelantadas mientras les dura la gasolina. Si los partidos se prolongan más allá de los 90 minutos, curiosamente la selección española, plagada de jugadores de aspecto endeble y una brutal carga de partidos a lo largo del  año, llega en mejores condiciones para disputar los minutos del alargue... Y es que suele pasar que quienes hacen correr la pelota suelen cansarse menos que quienes corren tras de ella. Otra de las “novedades” de este sistema.

Asímismo, el combinado español, ante las diferentes soluciones que le han ido oponiendo los rivales, ha ido optando por prescindir de los delanteros centro, de los arietes, de la figura del hombre-objetivo, en definitiva, del tradicional 9 o punta de ataque. Y los ha ido sustituyendo por enganches, extremos o volantes ofensivos dependiendo de las circunstancias del rival y el momento de partido.

En todo el tiempo que llevo viendo fútbol, sólo un equipo tuvo un dominio similar de la competición y del juego: El Milán de Arrigo Sacchi. Era un placer verles jugar y sobre todo pude aprender mucho de todos los que en su camino hacia el triunfo le opusieron resistencia. Nadie pudo jugar como ellos, ni siquiera parecido. Y los que le sucedieron lo hicieron con modelos de juego muy diferentes y ninguno tan dominante.

En estos últimos cuatro años de dominio del binomio Barcelona-España, se ha comprobado que renunciar a la posesión de lo pelota es como jugar a la lotería: rara vez toca. Aunque “comprensible”, resulta muy triste ver como equipos plagados de jugadores con una calidad enorme, salen a no disputar la posesión de la pelota a quienes disfrutan con ella. No creo que sea buena idea dejar que el rival disfrute de la opción de poder desarrollar sus virtudes. Y me parece mezquino menoscabar el juego de quien pone y propone el fútbol porque no cree mil ocasiones ante once grandes jugadores cuyo único empeño cierto es defender, defender y defender. Cuando uno ha tenido que ver a Samuel Etoo jugar de lateral, o a Didier Drogba, Roque Santacruz y a otros grandes delanteros marcando en su propia área a los centrales rivales, no puede culpar a quien busca la manera de derribar los muros de Numancia de no ver un juego brillante. Las distintas soluciones tácticas que se les ocurren a todos esos “The Special One” pueden ser muy respetables, pero en tanto que defensivas (y nada novedosas, pues ya Maguregui y otros muchos antes ya intentaron colgar a sus once del larguero), no creo que su apuesta sea precisamente ofrecer un bonito espectáculo a quien va a verlos. Y no sé si ha de ser elogiable de por sí el hecho de buscar soluciones tácticas que posibiliten mantener este sistema de juego que consiste en tener la pelota el mayor tiempo posible y lo más cerca del área rival. Pero desde luego, no tiene mucho sentido parangonar ambas estéticas sobre todo cuando tantos y tantos que se dicen entendidos (tanto de uno como de otro “bando”) fundamentan sus disquisiciones en función del resultado.

lunes, julio 02, 2012

Enhorabuena a España campeón


Los grandes equipos se miden en los grandes momentos, y así lo hizo España. Un equipo que durante el torneo transitó sin demasiado brillo, eso sí, fiel a su estilo de hacer de la posesión del balón y del toque de éste su principal arma ofensiva y defensiva, mostrándose muy poco certero de cara al gol y sin demasiada brillantez de sus geniales individualidades. En cambio, en el encuentro decisivo, el equipo tuvo lo anterior y más ya que apareció el talento de Xavi Hernández, Fábregas y Silva para inclinar la contienda desde los primeros aprestos y, cómo no,  Jordi Alba, el jovencísimo lateral del Valencia que ahora vestirá los colores blaugranas,  la mayor estrella española de la competición sin lugar a dudas, que aportó no sólo con su despliegue incansable sino con un golazo de mayúscula factura.

La eficacia en la final fue el factor decisivo y desequilibrante, ya que entre el primer y segundo gol, Italia se adueñó del balón y de las situaciones que siempre resolvió el magistral Casillas; después del segundo arponazo Italia no tuvo al fuerza para volver al partido, a lo que colaboró además la pésima fortuna de perder a dos jugadores por lesión (Chiellini y Motta) quedándose con 10 futbolistas durante el último un tercio del partido, en consecuencia el resto fue un picnic para la “furia” de otrora, tiki-taka-tiki-taka.
España erradicó en los noventa minutos finales cualquier duda que sembró en el camino y con sólo tres jugadores del plantel por encima de los 30 (Casillas, Hernández y Alonso) se postula como el candidato máximo a vencer en el mundial de Brasil, erigiéndose como una de las selecciones más gloriosas de la historia de nuestro deporte. Tuvo este conjunto en el “Sabio de Hortaleza” Luis Aragonés su cimentador, y en Guardiola su gran apuntalador, de ahí mantener y ostentar el estilo y los protagonistas del mismo, las claves de esta tercera e indiscutible victoria consecutiva, todo un glorioso hito. A Del Bosque reprocharle que con ésta pléyade de magistrales futbolistas,  debería apostar más por uno que otro jugador de punta que le permita alcanzar en los marcadores la supremacía que demuestra en el juego, como  fue también en la final con dos goles más cuando ingresaron Pedro y Torres.

Un párrafo final se merece Italia que,  pese a la derrota final ha mostrado un nuevo semblante basado en un juego con respeto y cariño a la pelota, violando esa norma que rige en su constitución que prohíbe alinear más de un delantero y un media punta en su esquema titular; Prandelli hizo la vista gorda de esa máxima constitucional, dejó en el trastero el artero “catenaccio” e hizo de Pirlo su emblema enviando al olvido esas viejas italias que tenían en defensas como Cabrini, Baresi, Maldini o Cannavaro su mayor figura. Ojalá Italia mantenga esta estela tan positiva que dejó en la Euro, que seguro que más temprano que tarde se otorgará satisfacciones.

Se nos va la Euro 2012 y ahora resta aguardar el próximo mundial, para despedirnos un sonoro enhorabuena a España que año tras año escribe en letras doradas y escarlatas ínclitas páginas en los anales del fútbol mundial.