dos años en el retrete
tras un doblete rozando el cielo,
volando hasta la
buhardilla, llorando por los rincones,
bajando a la alcantarilla,
acariciando balones,
infartando en la ribera del
Manzanares los corazones.”
Joaquín Sabina, Motivos de un sentimiento,
Himno del Centenario del Atlético de Madrid
Himno del Centenario del Atlético de Madrid
El Atlético de
Madrid, o Aleti, como mejor se lo conoce en España, desde siempre ha llevado el
apelativo de “el pupas”, lo cual podríamos traducir como “el kencha”, sin
obviar los matices locales que cada una de las palabras abraza. Al pupas le
tocaba rivalizar contra Real Madrid y Barcelona, los dos gigantes que habían
tiranizado la liga española, impidiendo que en los últimos 10 años nadie, salvo
ellos, pueda probar un bocado de la gloria.
El guía de los
atléticos no era otro que el Cholo Simeone, emblema colchonero desde hace
lustros, cuando con un gol suyo se obtuvo la Liga de aquel memorable doblete de
1995/96 (la última vez que el Aleti se había coronado campeón de Liga).
Simeone, como futbolista y ahora como entrenador, siempre ha compartido una consanguinidad
total con el espíritu atlético, descrita a cabalidad por esa arenga incluida en
el himno del club “porque luchan como hermanos,
defendiendo su colores, en un juego noble y sano, derrochando coraje y corazón” (quizás sin olvidar una que otra patadita de más, toda
esta letra de canción muy en consonancia con otro equipo rojiblanco que le toco
dirigir y al que también encaramó a la gloria contra todas las apuestas,
Estudiantes de la Plata).
El Atlético de
Madrid de Simeone ya había dado dos campanazos: en su primera temporada cuando
llegó a salvar al equipo de un momento muy apremiante y terminó como campeón de
la Europa League ante el Bilbao; mientras el siguiente año (mayo de 2013) rompió
el embrujo de los merengues, derrotando en la final de la Copa del Rey al Real
Madrid en el mismísimo Santiago Bernabeu, rompiendo una desgraciada racha de 25
partidos sin que el Aleti le gane a su eterno rival. La afición enloqueció.
Sin su talismán
Falcao (vendido al Mónaco), la campaña se presentaba con un mesurado optimismo,
sobre todo por volver a jugar la Champions, pero cuando el Cholo fue
interrogado en agosto (al inicio de la Liga) sobre las posibilidades de
derrotar a los tiburones fue categórico: “No, absolutamente no. El Madrid y el Barcelona juegan una Liga diferente.
Este es un campeonato aburrido. Habrá que esperar a otros repartos televisivos
porque ahora la Liga es sólo de
dos”.
Con el transcurrir
de los partidos el Atlético aparecía domingo a domingo encaramado entre los
punteros, con la humildad de nunca saberse favorito y entendiendo que salir
campeón era una utopía que tarde o temprano se iba a descalabrar. El razonar
esto no era descabellado, ya que hay verdades numéricas demasiado obvias, el
presupuesto que maneja el Real Madrid es de 507 millones de euros, el de FC
Barcelona 457 millones de euros contra 146 millones de euros de Atlético de
Madrid. Esto traducido a fútbol es la posibilidad casi ilimitada de contar con
el mejor talento y la mayor calidad de futbolistas sobre el orbe de la tierra,
ergo Messi, Cristiano, Iniesta, Bale, Neymar, Sergio Ramos, Xavi, Casillas (en
el banco), y un etcétera larguísimo; en el caso del Aleti, la necesidad de
vender a Falcao.
Cuando Willy
Cavallero, el excelente arquero del Málaga, paró de forma milagrosa remates de
Villa y de Adrián en la penúltima jornada de Liga, cualquiera de esos disparos
de convertirse en gol habría hecho campeón al Aleti en el Vicente Calderón, su
insigne reducto a las orilla del madrileño río Manzanares. Pero la fortuna le
fue adversa y su hinchada quedo con un amargo nudo en la garganta.
La identidad del
Aleti y de su afición se erige en ser un equipo esencialmente sufridor, para el
cual nada está hecho a la medida de lo fácil, y cuando todo parece estar
servido, acaecen las fatalidades. De ahí que aprovechando el coraje y el humor
de su afición, que se hayan destacado durante los años fabulosas campañas
mediáticas llenas de imaginación, risas y sobre todo autoparodia, lideradas por
aquella en la que un niño de 10 años después de cavilar y reflexionar
largamente le pregunta a su padre “Papá, ¿por qué somos del Aleti?” a lo que el
padre después de cavilar y reflexionar largamente no es capaz de responder. El
sentimiento atlético se esconde en los meandros de los incomprensible, de lo
irracional, pero de ahí surge su orgullo y su furor, aunque siempre en clave de
que lo peor puede ocurrir a la vuelta de la esquina.
Perder semejante
oportunidad de ganar la liga en casa, sacaba a relucir todos los fantasmas de una
historia plagada de perversos espectros, y tocaba definir “la final” en el Camp
Nou ante el megaBarça. La ilusión de los atléticos era incólume, pero siempre
existía la sensación de ahogarse en la orilla, y que una temporada de ensueño
que te había colocado en la final de Liga y de Champions podía quedar como una
bonita anécdota y otra de las múltiples historias de derrota en los anales de
la historia colchonera.
La primera media
hora fue un reflejo de lo que podría entenderse como el sempiterno kencherio
que se cierne sobre el Atlético de Madrid, lesión de su máxima figura, Diego
Costa, cinco minutos después, Arda Turan, el talentoso del equipo también sale
lesionado y para colmo de los augurios más nefastos, el Barça sin merecerlo,
asesta un daga envenenada con el golazo de Alexis Sánchez. Todo parecía servido
para otra inolvidable jornada de debacle.
No fue así, el
espíritu indómito que el Cholo Simeone, había sembrado en el alma de sus
guerreros se sobrepuso a la adversidad y empezó a encajonar a un timora to Barça
contra su arco. Así terminó el primer tiempo. El segundo se inició tal cual
había terminado el otro, con el Aleti avasallando con fuerza, temperamento y
físico al rival, Villa tuvo dos, no fueron. Pero aprovechando su corpulencia y
dominio de los aires (no por nada también se llamó como el Atlético de
Aviación), Godín impactó con una brutal violencia un centro quirúrgico de Koke
y así como un mago que larga un hechizo que ahuyenta a los fantasmas y
espectros, el alma rojiblanca se sintió hirviendo de pasión y de regocijo por
lo que hacían y venían haciendo los suyos desde que empezó la temporada.
Ante el pitazo final
el Aleti había hilvanado una gesta inmensa del fútbol actual, había derrotado a
los opulentos tiranos del fútbol español, y con un tercio de sus recursos,
amplificados por el sacrificio, la valentía, la concentración, el insaciable
ansia de gloria y la épica del equipo que se sabe más chico, conquistó lo que a
todas las luces parecía inalcanzable. Conquistó incluso sus propios miedos y
desterró en una gloriosa y soleada tarde de Barcelona a su alter ego de pupas. Así se erigen el Cholo y sus titanes, como aquellos intrusos, que en el mundo
de los millonarios, con otros ingredientes pueden nadar brazada a brazada hasta
la orilla, salir del mar ufanos, y gritar gozosos junto a su magnífica afición:
Campeones, campeones, ole, ole, ole.
Publicado en Página Siete el 20 de mayo de 2014.
Anuncios publicitarios que muestran la identidad colchonera.