Ahora que el
Chelsea ya es el campeón de Europa, y el camino triunfal ya ha sido trazado, es
difícil señalar cual es el punto de inflexión exacto que ha hecho posible la
proeza, tan buscada por estos mismos blues durante 8 años. Unos alegan que es
cuando Ashley Cole sacó sobre la línea lo que era el cuarto gol del Napoli por
ende eliminación, otros cuando Messi erró el penal en Camp Nou, otros el gol de
Ivanovic ante el Napoli, otros el gol de Ramires al final del primer tiempo y
así podríamos estar todo el día. Yo me voy a pronunciar por un hito en esta
gestión futbolística del Chelsea y es la contratación de André Vilas-Boas
(AVB), quien es reclutado por Roman Abramovich en un intento de emular lo que
otrora había conseguido con Mourinho, un técnico joven y ganador que venga a
ser el revulsivo para obtener un Chelsea triunfal, y por un acto fortuito e
impensado del destino, el magnate ruso lo logró.
AVB llegó al
Chelsea a desplegar una serie de conceptos futbolísticos bastante ajenos a los
que los blues venían predicando por casi dos lustros, y no sólo por entercarse
con el 4-3-3, o por hacer que Juan Mata sea el jugador más importante de toda
la escuadra, sino porque, sin que al menos yo pudiera entenderlo, llegó con la
premisa de que en Chelsea había que empezar una etapa de renovación, hacer un
borrón y cuenta nueva, no sólo con la idiosincrasia futbolística que había
convertido a un pequeño equipo londinense en uno de los competidores europeos
por excelencia, sino que en ese afán se resumía que los bastiones de esa
idiosincrasia debían ser barridos del mapa para marcharse sin pena ni gloria.
En esa
inopinada y brutal lógica que trajo el portugués junto a su alcurnia y a su
elegancia, dictaminaba que Cech, Ivanovic, Terry, Lampard y Drogba debían
aparecer cada vez más efímeramente en el onceno titular y cada vez que
aparecieran parecer más inútiles. AVB pretendía mear el territorio, y erradicar
con susodicha meada el corazón de una década de glorias blues y patrimonio
futbolístico mundial.
No es por
tener nada en contra de Juan Mata, quien es un excelente jugador y tiene un
futuro gigante, el cual seguramente será el líder futbolístico del Chelsea en
un futuro muy próximo, pero no era el momento para legarle esa conducción que
había sido de Lampard quien ha sido el paradigma del volante “inglés”
comiéndose la cancha de área a área año tras, manejando los ritmos de juego de
su equipo y por añadidura acostumbrar a sus fieles a marcar un promedio de 15
goles por temporada, casi nada.
El pertinaz
AVB nos quería hacer creer que Torres o que Sturridge, o que el mismo Lukaku
estaban más aptos que un acabado Drogba, que ya había perdido esa estamina,
como su hambre de gol y de títulos. Cech y Terry tuvieron más minutos en el
campo pero siempre observados con ese desdén de que ya perdieron no sólo
actualidad sino verdadera capacidad para hacer lo que mejor hacían.
En todas las
anteriores alusiones, creo que se encuentra la clave triunfal de esta versión
“avejentada” y triunfal del Chelsea, ya que cuando Abramovich no soportó más al
ver a su escuadra devenido en un mero equipo de relleno en la Premier League y
que era vapuleado sin rubor alguno por el Napoli en la Champions, erradicó a
AVB quien había llegado a redefinir el futuro, y dejó a Roberto Di Mateo, quien
más bien redefinió el pasado.
AVB había
dejado su huella, sus huellas eran heridas, llagas irritadas en el corazón de
guerreros futbolísticos de gran ralea, hombres descalificados a los que se les
había entregado una soslayada jubilación anticipada, y en esa huella, en esas
heridas se cocía algo extraordinario, un vehemente torbellino de pasión
futbolera que iba a ser devuelto como un sopapo a aquel elegante noble que
había tildado de inútiles y extemporáneos a tantos monstruos del fútbol.
Así fue que en
el partido de vuelta contra el Napoli, el día 1 después de AVB el Chelsea
ganaba de manera épica un partidazo de mil emociones y de corazones a mil,
quizás el mejor partido de toda la competición, y el 4-1 dejaba una evidencia
indeclinable, que si el fútbol del Chelsea tenía alguna chance de supervivencia
en Europa o localmente, era a través de sus sempiternos gladiadores, no por
nada marcaron los goles Drogba, Terry, Lampard e Ivanovic, y Cech fue la
muralla viviente que evitó tantos otros de los napolitanos. Una pléyade de
titanes ajados mas brutalmente rejuvenecidos, heridos pero rebosantes de orgullo y con afán de
venganza, de demostrarle al mundo que los habían subestimado, que los habían
dado por muertos antes de tiempo. Ese aire de gesta que brotó en Stamford
Bridge aquella noche se fue expandiendo por toda Europa y subestimar los
felinos ojos de Drogba en estado de trance era toda una insensatez.
La vieja
guardia había rejuvenecido al Chelsea y había creado un clima de contagio tan
poderoso que uno veía en Ramires, en David Luiz o en Meirelhes, hombres de la
nueva camada, un fuego interno que los homologaba con sus pares de antaño.
El Benfica fue
un trámite, y las triquiñuelas del destino hicieron que la soñada final bipolar
quede desechada por un sorteo que puso en el camino de madridistas y culés a
sus bestias negras.
El Chelsea
consumo una injusticia gigante al eliminar a un Barcelona superior en todo como
ser posesión de pelota, dominio de juego, creación de situaciones de gol,
exceptuando ese dominio en dos ámbito, la eficacia en la puerta contraria y en
la misión de evitar goles cantados. Fabregas abatido decía que el Chelsea había
creado sólo tres ocasiones de gol en toda la eliminatoria, y era cierto y
lapidario, convirtió las tres y en una gran revancha futbolística eliminaba al
equipo que inmerecidamente lo había privado de la segunda final de sus historia
con un soberbio derechazo de Iniesta, la única situación de gol del Barcelona
en 90 minutos de aquella turbulenta noche londinense.
El concepto de
injusticia se hizo el tópico más usado de toda la verborrea futbolística después
de la mencionada eliminación catalana, y pregunto sobre ese tópico, si no es
una injusticia futbolera que cracks como Rivaldo, Nedved, van Nielstelrooy o
Ibrahimovic nunca hayan ganado una Champions. A mi me parece que si, como puede
haber tantos otros ejemplos válidos de jugadores y equipos que nunca
consiguieron la orejona habiéndola merecido.