Hace algunas semanas se estrenó en la cartelera española la última película del director Álvaro del Amo, “El ciclo Dreyer” que pasó sin pena ni gloria por los cines. Una lástima. Les juro que procure exhortar a todo el que se cruzó en mi camino a que fuera a verla, nadie lo hizo. Quería contrastar mis percepciones, la lectura que me tocó darle, ya que yo tuve la fortuna de verla en la Seminci de Valladolid donde compitió en la Sección Oficial y donde también exhorté a algunos amigos míos, miembros del jurado joven a premiarla, tampoco se dio. Pero ahora que la película está desaparecida me parece justo hacerle un pequeño tributo y esperar que alguien pueda cazarla por ahí en vídeo cuando esté disponible.
Mejor pasar a explicarme el porque de los lamentos y de las sendas exhortaciones.
La película se sitúa en la Madrid de los años 60, en la emergente cultura de los cine-clubs y en el descubrimiento de grandes maestros del cine, en éste caso Dreyer, de quien Carlos junto a Julia han planeado un ciclo. Dicho ciclo será el hilo conductor de la trama en la que también intervienen Elena, la novia de Carlos, y el sacerdote Santi, quien llega a la ciudad para realizarse unos tests médicos antes de irse a las misiones africanas, éste último desequilibrará la relación de los dos novios, haciendo cavilar a todo el mundo en los grandes temas de Dreyer, el amor, el adulterio, la pasión, la muerte y todo dotado de un envoltorio religioso.
“El ciclo Dreyer” es una mala película genial, que tiene que lidiar con dos protagonistas e interpretes masculinos terriblemente malos, con diálogos y una temática de una pasmosa ingenuidad (posee líneas dignas para cualquier antología de cine Z o de casposos telefilmes), una pretenciocidad que queda a leguas de alcanzarse y por último, todo ornamentado con un cierre bochornoso. La película en síntesis se podría enmarcar en el género de españolada de época (españolada: es decir un culebrón español, ya que el culebrón es un género nacido en Latinoamérica).
¿Cómo es posible que semejante bodrio produzca un momento agradable o acuñar el epíteto de genial? Si conjugamos todos los defectos anteriores, y como lo hizo del Amo, los batimos en el mismo crisol, sale una comedia amorosa ridícula, que por sobre todas las cosas causa un “efecto hilarante” descontrolado, que mantuvo a la sala riendo más de la mitad de la película, pero no digo riéndose normalmente, sino tirándose de las butacas, como lo oyen. “El ciclo Dreyer” ha sido para muchos la peor película del festival (yo me niego rotundamente y violentamente a solventar esta aseveración), pero creo que va ser innegable que para muchos de los espectadores que hemos paseado por las salas durante la Seminci, sea justamente ésta película donde mejor nos lo hemos pasado.
Si la búsqueda hubiera sido parodiar una suntuosa realidad del pasado, en clave comedia, la película hubiera dado en la diana, pero al presenciar la conferencia de prensa (no sin un cierto morbo), el director parecía estar despistado cuando le preguntaba si todas las risas provocadas por el filme habían sido deliberadas, el mentó que pretendía dotar a la película de un poco de ironía, pero parece que se le paso el arroz. En la misma conferencia de prensa, los actores trataron de justificar su amaneramiento, sus cándidos diálogos y las verdaderas pretensiones de la cinta. No lo lograron, simplemente nos dejaron en limpio que la película es un tiro por la culata para un director que pretendía versar seriamente sobre una época, una devota cinefilia y un tema tan propio como peligroso cinematográficamente como es el amor. Por lo tanto las carcajadas que nos provoco no venían en el menú, pero sinceramente se agradecen, ya que al final es el espectador el que hace su película final y da gusto ver una película que aunque pifiada de intención te haga pasar un rato tan grato en el cine, aunque me imagino que el pobre Carl Theodor estaría revolcándose en la tumba. Con el permiso del maestro, aunque sin su consentimiento, los invito y prometo que esta será la última vez, a ver esta hilarante rareza.
*Me tomo la licencia de pedir prestado el título a mi inestimable amigo J.S.
Mejor pasar a explicarme el porque de los lamentos y de las sendas exhortaciones.
La película se sitúa en la Madrid de los años 60, en la emergente cultura de los cine-clubs y en el descubrimiento de grandes maestros del cine, en éste caso Dreyer, de quien Carlos junto a Julia han planeado un ciclo. Dicho ciclo será el hilo conductor de la trama en la que también intervienen Elena, la novia de Carlos, y el sacerdote Santi, quien llega a la ciudad para realizarse unos tests médicos antes de irse a las misiones africanas, éste último desequilibrará la relación de los dos novios, haciendo cavilar a todo el mundo en los grandes temas de Dreyer, el amor, el adulterio, la pasión, la muerte y todo dotado de un envoltorio religioso.
“El ciclo Dreyer” es una mala película genial, que tiene que lidiar con dos protagonistas e interpretes masculinos terriblemente malos, con diálogos y una temática de una pasmosa ingenuidad (posee líneas dignas para cualquier antología de cine Z o de casposos telefilmes), una pretenciocidad que queda a leguas de alcanzarse y por último, todo ornamentado con un cierre bochornoso. La película en síntesis se podría enmarcar en el género de españolada de época (españolada: es decir un culebrón español, ya que el culebrón es un género nacido en Latinoamérica).
¿Cómo es posible que semejante bodrio produzca un momento agradable o acuñar el epíteto de genial? Si conjugamos todos los defectos anteriores, y como lo hizo del Amo, los batimos en el mismo crisol, sale una comedia amorosa ridícula, que por sobre todas las cosas causa un “efecto hilarante” descontrolado, que mantuvo a la sala riendo más de la mitad de la película, pero no digo riéndose normalmente, sino tirándose de las butacas, como lo oyen. “El ciclo Dreyer” ha sido para muchos la peor película del festival (yo me niego rotundamente y violentamente a solventar esta aseveración), pero creo que va ser innegable que para muchos de los espectadores que hemos paseado por las salas durante la Seminci, sea justamente ésta película donde mejor nos lo hemos pasado.
Si la búsqueda hubiera sido parodiar una suntuosa realidad del pasado, en clave comedia, la película hubiera dado en la diana, pero al presenciar la conferencia de prensa (no sin un cierto morbo), el director parecía estar despistado cuando le preguntaba si todas las risas provocadas por el filme habían sido deliberadas, el mentó que pretendía dotar a la película de un poco de ironía, pero parece que se le paso el arroz. En la misma conferencia de prensa, los actores trataron de justificar su amaneramiento, sus cándidos diálogos y las verdaderas pretensiones de la cinta. No lo lograron, simplemente nos dejaron en limpio que la película es un tiro por la culata para un director que pretendía versar seriamente sobre una época, una devota cinefilia y un tema tan propio como peligroso cinematográficamente como es el amor. Por lo tanto las carcajadas que nos provoco no venían en el menú, pero sinceramente se agradecen, ya que al final es el espectador el que hace su película final y da gusto ver una película que aunque pifiada de intención te haga pasar un rato tan grato en el cine, aunque me imagino que el pobre Carl Theodor estaría revolcándose en la tumba. Con el permiso del maestro, aunque sin su consentimiento, los invito y prometo que esta será la última vez, a ver esta hilarante rareza.
*Me tomo la licencia de pedir prestado el título a mi inestimable amigo J.S.
4 comentarios:
Esta peli es una rareza propia de su director, que puede hacerte documentales interesantes sobre Pasolini o Visconti, y a la vez firmar los guiones de películas tan mediocres como Camarón o La mirada del otro.
No obstante, siempre merece ser recordado por su estupendo guión para La buena estrella, de Ricardo Franco.
Aunque el ciclo poco haga por Dreyer, le pegaré un vistazo cuando aparezca en dvd.
Saludos!
Óscar, te la recomiendo encarecidamente, sobre todo para debatirla a posteriori, pero no por inflar el tema ni debatir la intención, pero no sé si los Coen con "Lebowski" iban este afán tan extremo.
Un Abrazo.
A mí se me escapó de las pantallas... porque no la puse en primer lugar. ;-)
Ya tuve una pésima experiencia con otra película de este hombre, Una preciosa puesta de sol, aunque por lo que dices, aunque sólo sea por reírse, habrá que buscarla.
Asumo Pierfrancesco que esta peli puede entrar en el canón de las películas humorísticas de culto dentro del cine español.
Saludos.
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