miércoles, agosto 29, 2007

Radio Venceremos o el unívoco destino de la acción política


“Bin Laden, Che Guevara, Superman,
lo que iba a ser, la mierda que ha sido.”
Joaquin Sabina, Pie de guerra.


En pleno auge de su afiliación política, el más lúcido y comprometido militante del partido comunista húngaro, el intelectual Georg Lukacs, se dió cuenta de que aunque la revolución había triunfado en la Unión Soviética, la vida de los obreros seguía siendo una mierda: la dictadura del trabajo repetitivo, absurdo y doloroso aún permanecía sobre sus vidas cotidianas. Ahí se dió cuenta que el problema no era el sistema político (capitalista o socialista) sino la forma social y ecónomica que había adquirido la vida de los hombres: la industrialización; pero en el fondo en sus dudas se vislumbra la posibilidad de que el verdadero problema sea el ser humano. Aunque la duda lo aquejó siempre, hasta sus últimos días, aunque con profundos resquemores y agrios sabores, siguió consecuente apoyando al partido.

Después llegaron Adorno, Horkheimer y todo el resto de la banda de la Escuela de Frankfurt, continuaron sus preocupaciones y demostraron largamente las tristes y dolorosas caracteristicas del ser humano: la personalidad autoritaria, las pulsiones por el poder, el miedo a la libertad, la angurria, las ansias de matar, la tristeza ineludible de nuestro destino. En el fondo, el punto más jodido de lo demostrado por estos pesimistas y brillantes alemanes era que el ser humano no tenía ideales verdaderos profundos, la acción política para mejorar el mundo y sus habitantes era solamente un callejón sin salida signado por la necesidad de expurgar demonios individuales que en última instancia se convertirán en privilegios, en poder, en la misma mierda anterior.

Escribo todo este recuerdo de Frankfurt para contextualizar un triste hallazgo que tuve días atrás y que confirma estas preocupaciones. Adolescente, leí un libro que me conmovió en extremo, se llamaba “Las mil y una historias de Radio Venceremos”. Escrito por un ex jesuita simpatizante de la revolución cubana, el libro recogía testimonios, anecdotas e historias de los componentes de la radio del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FFMLN), movimiento guerrillero de El Salvador. En los ochenta, en medio de una típica dictadura atroz latinoamericana auspiciada por los hijos de puta de los Estados Jodidos de América (Alison Spedding dixit), este movimiento peleó a muerte por un país mejor, por escapar aunque sea un poco de la oligarquía que se repartía el poder elección tras elección mientras la mayoría se moría de hambre. Y uno leía emocionado las historias de unos locos manteniendo la radio en medio de la guerra, agarrando el micrófono como si fuera una metralla y salvando la vida cada día entre los bombardeos de aviones regalados por los gringos.

De entre todos los protagonistas recuerdo a tres especialmente: Santiago, un venezolano quijotesco que era el locutor principal, llegado a El Salvador después de estar en Nicaragua; “Maravilla”, locutor, corresponsal y periodista, venezolano también, cineasta graduado en Londres; y Joaquín Villalobos, comandante del frente guerrillero donde estaba la radio, ex hombre de las juventudes demócrata cristianas. Los tres eran tipos valerosos que habían sacrificado la posibilidad de una vida exitosa por meterse al monte y morir por una causa solidaria y extrema. Los tres combinaban la convicción con el sentido del humor y la inteligencia. El libro, en términos cronológicos, terminaba años antes del proceso de paz que convirtió al FMLN en un partido político. No volví a saber de ellos.

Hace unos días volví a encontrar el libro, lo leí de un tirón disfrutando de nuevo de esos excepcionales hombres viviendo a salto de mata en lo profundo de El Salvador; me pregunté que habrá sido de ellos y decidí averiguar a través del internet. Me llevé una sorpresa. Santiago es el que más cerca se ha mantenido de lo que era, dirige el Museo de la Memoria de El Salvador, ha dirigido un documental histórico y escribe un libro sobre la lucha guerrillera de los ochenta. “Maravilla” es millonario, productor afamado de telenovelas mexicanas (no es broma, ni invento). Y Joaquín Villalobos, el gran comandante Atilio, es un asqueroso intelectual afiliado a las ideas de la social democracia europea, que asegura que para El Salvador es mejor que gane la oligarquía que el FMLN para que no exista una alianza con “las dictaduras” de Castro y Chavez.

Terminé de leer toda la información en internet y me dieron nauseas. No pude dejar de pensar en la Escuela de Frankfurt, en las asquerosas y profundas características de los hombres y mujeres, en la imposibilidad de vencer nuestras pulsiones de poder, odio y dinero (“el hombre como el lobo del hombre”). Casi siempre, con rarísimas excepciones, en eso terminan los grandes movimientos que intentan luchar por un mundo mejor, repiten exactamente las características fundamentales que intentaban competir y los hombres se convierten en esos seres que odiaban cuando eran jóvenes.

Pensaba terminar haciendo una relación con los miles de políticos bolivianos que cumplieron justamente este tránsito. No pude dejar de pensar en nuestro MIR, pero no puedo escribir nada sobre ellos, como dice Shimose “quiero escribir y me sale espuma”. A veces, el empute causa falta de ironía, argumentación y palabras. ¿Qué me queda entonces por decir al respecto? Sólo: Jaime, ojalá "ardas" un poco más en el infierno.

jueves, agosto 23, 2007

Contemplación de un templo en Saturno

A Vale


Se trata de una semiesfera en ruinas cuyo punto más elevado no se distingue sin vértigo y sensación de pequeñez Absoluta. El edificio imita la coraza de un gran escarabajo de celeste naturaleza. La cúpula cubre un inmenso estanque perfectamente circular. Todo está en manifiesta decadencia y parece haber sido concebido por una civilización anterior a la gran muralla edificada para separar el territorio de lo soñado y el de lo vivido, dado que, si bien en un estado decrépito, el templo ejercía un efecto hipnótico: fascinante y aterrador a la vez. Y a pesar de que las aguas estaban estancadas durante milenios y habían desarrollado fauna y flora propias de los más oscuros pantanos, era imposible dejar de imaginar como habría sido semejante palacio en su esplendor cuando, en un concurso extremadamente preciso de condiciones cósmicas – que se repiten a una cadencia incomprensible para una simple mente sublunar –, se filtraba un haz de luz venido de Dione, la luna más bella de Saturno, por un pequeño esténopo ubicado matemáticamente en lo más alto de la cúpula. Las aguas, poco antes oscuras y fétidas, de repente reflejaban un asombroso movimiento proyectado mágicamente en la totalidad del domo, ahora translúcido y acariciado por juguetonas tonalidades verde esmeralda. Y se levantaban los muertos del pantano devenidos hermosos seres andrógenos de piel selenita; bailando enamorados al son de una melodía misteriosa y reconfortante, para luego volver a la oscuridad perpetua en la que yo me encontraba en cuanto la ley giratoria de los cielos alejaba al hermoso satélite con la misma energía que lo había dispuesto en el punto exacto para que se produzca aquella orgía de sagrada y trascendental belleza.

Ojalá hubieras estado allí para verlo…


(Extracto de "Luna de miel en Saturno")



viernes, agosto 17, 2007

Roberto Bracelli, el mago de las preguntas


"Bajamos del coche y nos asomamos a lo que había sido la calle principal, que salía de la estación y moría tres cuadras más allá en el alambrado de un campo. Coluccini me señaló un almacén con barrotes en las ventanas y fue a echar un vistazo a través de un vidrio roto.

- Nadie - dijo- . Se fueron todos a Bolivia."

Osvaldo Soriano, Una sombra ya pronto seràs.


Conjunción.

1

Soy argentinófilo. Desde siempre. Me seduce su música: el pelado Cordera cantando al peyote y a Garrincha antes de hacerse famoso, los dos pedazos que fueron uno antes de que el inmigrante se mate alcohólico después de dejar la heroína; me seduce su literatura: la búsqueda de esa enciclopedia inexistente, los inventos que nunca dan fama, el calígrafo que parte hacia Sudamérica con el corazón de Voltaire en un frasco, la heroica resistencia en un aguantadero en Montevideo, el boxeador amigo muerto en un tren por el camino de la dictadura; me seduce su fútbol: el gol sorprendente y hermoso del turco Asad cuando el humilde Velez le quitó la gloria mundial al Milán, la carrera eterna de Dios en una cancha cerca del cielo, la absurda y maldita derrota del estandarte de Bielsa.

Podría citar miles de casos más para cada uno de esos espacios sagrados…música, literatura, fútbol. El hecho es que soy argentinófilo.

2

Encontrarse con algo excepcional sin que nadie te lo muestre. Ese es un privilegio que la vida te regala de vez en cuando y es un privilegio que cada vez sucede menos. Uno se agarra de la belleza casi siempre a través de pistas que te da la existencia: la opinión de un amigo, el consejo de un profesor, una reseña en el periódico, un libro, la red. Sin embargo, de vez en cuando uno tiene la posibilidad de encontrar algo desde la hermosa naturalidad de la ignorancia. Cuando tenía 14 años descubrí en el estante de la biblioteca de mi abuelo “Un mundo para Julius” de Bryce Echenique, no volví a salir de la casa hasta haberlo terminado. Después me enteré que Echenique no era tan bueno (algunos poseros de la literatura dirán que es light, palabra que no entiendo) pero el embrujo siguió existiendo: la relación de Julius con los criados, la belleza inasible de Susan, el llanto contenido que producen los que se van, los que ya no volverán. El embrujo sigue existiendo: “donde el sol brilla hasta cegar a gente del pueblo que pone su carota en la ventanilla y ve al presidente de cerca y esta noche se va a emborrachar en alguna cantina y en algún momento va a llorar. ¡Viva el Perú carajo! ¡En las olimpiadas del treinta y seis no nos dejaron campeonar en fútbol porque éramos negros!” (Alfredo Bryce Echenique, Un Mundo para Julius).

Ahora sí, conjunción.

Bueno, hace dos días caminaba por la absurda Feria del Libro de La Paz. Absurda por dos razones: 1) No sé dónde leí que las ferias del libro son como los mundiales: los que no se interesan mucho por el fútbol se mueren de emoción en los mundiales; los que no leen nunca, se mueren de emoción en las ferias. 2) En La Paz, la Feria es una juntucha de todas las librerías de la ciudad, nada nuevo llega como dice Cortazar en casa tomada. Caminaba por esa Feria y en el espacio de libros usados me encontré con “Caras, caritas y caretas” de Rodolfo Braceli. Braceli, el hombre que escribió el mejor libro sobre fútbol que yo conozco: “De fútbol somós”.

Soy argentinófilo y la suerte (¿existe esa palabra?) me regala un libro de uno de los mejores entrevistadores que existe conversando con una sarta de disímiles personajes argentinos: el Diego, Charly, Bioy Casares, Borges, Monzón…Y Braceli nos lleva por cada uno de ellos de la mano de una inteligencia absoluta y un humor exacerbado y parece que no todo el periodismo es un ejercicio de estupidez.


Así, podemos contemplar los últimos días del gran puntero Corbatta, añorando entre el alcohol y el cigarro una vuelta a los grandes estadios, podemos aprehender la inmensa red de conocimientos que dominan las palabras de Bioy Casares, podemos perdernos entre el monólogo absurdo y lúcido de Charly Garcia, podemos escuchar el oceánico conocimiento y el humor delirante de Borges desde otro punto de vista. Y en el fondo, todos estos “tipos ideales” sirven para ir esbozando una figura de lo que significa ser argentino. Que más, un manjar de palabras y retratos para un argentinófilo.

No hay desperdicio, cada pregunta es oro y cada respuesta es vida. Si de algo sirve este escrito (sirve de algo algún escrito?) ojalá que sea para que le echen una ojeada a Braceli, cuentán que es un buen poeta y un excelente escritor de teatro, pero como entrevistador es una joya. Búsquense “De fútbol somós” y “Caras, caritas y caretas”; llorarán con el gran Corbatta, delirarán con Fangio, sufrirán con Maradona, pero más allá de eso verán a través de los profundos ojos de Rodolfo Braceli.


domingo, agosto 12, 2007

Muertos 1 – Vivos 0: Bienvenidos a la ciudad de los Cuculis


"¡Espérame allí! No dejaré de encontrarme contigo en ese profundo valle."
Henry King, Obispo de Chíchester

El terror tiene mil derroteros. Al igual que la muerte. Sin embargo ella yace ahí detrás, en lo siempre-aguardando del universo: infigurable, inefable, inimaginable. La monstruosidad es un recurso poderoso del espíritu poético de la humanidad para figurar lo infigurable, nombrar lo innombrable: un monstruo figurado es un miedo neutralizado, un algo invisible, indiferenciado – en la noche del inconsciente –, devenido visible. El recurso a la figuración de la monstruosidad es, en el caso de los humanos, tan antiguo como el miedo a la muerte, y a todas las causas que llevan a ella, aunque éstas varíen desde un virus como el HIV hasta moscas teleguiadas por brujas. El rostro de la muerte es el mismo y no lo conocemos aun, y eso a pesar de tener con ella una cita segura: en el lugar preciso, a la hora exacta...

El terror tiene mil derroteros: uno de ellos es el comic. Alvaro Ruilova es un ejemplar artista que ejerce hoy por hoy en este rubro. Su obra* linda entre el realismo cruel de Victor Hugo Viscarra** y la fantasía macabra de George A. Romero en un contexto sumamente paceño, deliciosamente paceño, crudamente paceño. Allí aparecen maravillosamente encuadrados los barrios del Tejar, el mercado Rodríguez, el Cementerio. La cultura de ladera se revela con una lucidez, un humor y un terror que impactan (emocionan) realmente: sin panfletos, sin política y sin discursos trasnochados, de los cuales ya estamos hasta las guindas y sobre todo cuando se infiltran en las obras de “arte”. Así como es una historia de La Paz profunda, tiene elementos del terror – y del humor – universal que permitirían que sea disfrutada por cualquier polaco o libanés (aunque ellos tengan un Cuculi mayor que deben enfrentar llamado Israel, Dios los bendiga).


Un Cuculi es tanto lo que aterroriza como el terror que produce: me da cuculi, he visto un cuculi, tiene cara de cuculi, se escucha en calles y casas de la urbe andina. Monstruo, fantasma y terror sin objeto (el peor de todos), el Cuculi existe. En “El Partido de la Oscuridad”, Ruilova construye una historia trágica y aterradora como en su opera prima “Noche de Mercado”, sin embargo aquí añade elementos hilarantes y una acción de poderosísima tensión narrativa: me refiero a un partido de futbol entre vivos y muertos. Estos últimos son monstruos maravillosamente caracterizados, futbolistas del averno, condenados desbordando y dribleando en pos de clavarla al ángulo para llevarse como premio el alma de algún mortal. El desenlace del partido es inteligente e inesperado, además de ominoso y desolador, cómo no.

Me declaro enemigo de la metáfora y, sobre todo, aclaro al lector que la mayor de las veces me da urticaria caer en la “lectura sociológica” de cualquier tipo de narración o composición que se ponga ante mis ojos. Sin embargo en “Cuentos de Cuculis” me parece inevitable: el monstruo que dibuja Ruilova es una imagen gore y pesadillezca del marginal de La Paz, habitante del frío, muerto viviente, hijo del abismo, condenado, intocable, temido por las familias (en sueños y en vigilia), cobijadas en el calor de sus hogares... mientras mugen, junto al viento helado de la cordillera, los habitantes de la eterna noche. En “Noche de Mercado” aparecía en la urbe un monstruo que, según se suponía, solamente vivía en la noche helada del altiplano: Meqala, terrible divinidad aymara de la sequía, el hambre y la podredumbre así como espíritu de la impureza y del adulterio. La figuración de este monstruo es tan escalofriante como la desgarradora historia que subyace detrás: un huérfano de la calle, hundido en el alcohol y males peores que ha de ser sacrificado para apaciguar a la Bestia.

El comic es, sin duda, un primo del cine en cuanto a su manera de significar. Narratividad fusionada con plástica es el campo en el que ambos tienen que asentar su contenido. Alvaro Ruilova conjuga los dos imperativos armoniosamente y al leer “Cuentos de Cuculis” uno disfruta tanto de los cuadros (hermosos retratos paceños) y de la historia así como del “montaje” que sugiere una dinámica en crescendo hasta ser capaz de hacernos gozar de un partido de futbol en base a una secuencia lineal de cuadros fijos óptimamente combinados lámina tras lámina. A todos los que tengan acceso, les invito a leer este maravilloso comic que nos hace viajar a una La Paz que, por el exceso de realismo, deviene fantasmagórica y delirante, todo dentro de una elegante edición de más de cuarenta páginas que también vale la pena rescatar.



* Para mayor información ver www.cuentoscuculis.blogspot.com
** Notable escritor paceño (1958 - 2006) de obras como "Coba: Lenguaje secreto del hampa boliviano", "Borracho estaba pero me acuerdo", "Alcoholatum y otros drinks", etc.

martes, agosto 07, 2007

El "Negro" que lo parió a Inodoro

"- ¡Mire esta vaca, Serafín! Musa inspiradora de miles de composiciones escolares... ¡Y ahora es acusada de traficante de colesterol por el naturismo apátrida! Nos da su leche, su carne, su cuero. ¡Lo quiero ver a usté haciéndose una campera de zapayitos!"
Inodoro Pereyra, Roberto Fontanarrosa

Mi primera ida a Buenos Aires trajo una constatación y dos suculentos descubrimientos. Mi constatación fue la fascinación que desde muy pequeño había sentido por el fútbol argentino y por la imparangonable pasión que se vivía en las tribunas; fue tal la constatación que creo que en mis primeros 14 días en Buenos Aires asistí a unos 10 partidos de fútbol en diversas canchas de capital y provincia.

Los descubrimientos, en cambio, fueron de índole muy distinta. El primero fue el asado de tira; la fama de la carne argentina es mundial pero hasta que uno no la pone en contacto con el paladar y los dientes no sabe que así como la pasión cantada de las tribunas futboleras, es incomparable, pese que para pasmo de mi hermano, mi viejo y mío uno de los comensales que nos acompaño a nuestra primera incursión al “Palacio de la Papafrita” (guardo la identidad para privar del escarnio público al buen hombre que nos hizo compañía), ni corto ni desvergonzado lo primero que hizo al ser servido fue pedir ketchup de acompañamiento y como bien decía un caro amigo del vecindario madrileño de Moratalaz “esto en mi barrio es movida”, yo suscribo y certifico la frase ante tal atentado de lesa gastronimidad.

Pero el descubrimiento más inopinado y fascinante creo que fue “Inodoro Pereyra: El Renegau” (como él se describe "Pereyra por mi madre, Inodoro por mi padre que era sanitario"), historieta creada por el finado escritor “Negro” Fontanarrosa, que narra las lánguidas y filosóficas desventuras de un gaucho de indomable flojera (o como él mismo se define "timido para el esjuerzo"), hirsuta y rebelde cabellera y portentosa y redondeada nariz (o como la llaman los loros "nariz de taco alto"). Inodoro es la hilarante parodia del tesón y enjundia gauchesca, llevada a sus más grotescos e imaginativos derroteros con díalogos como los siguientes: "- ¿Y usted cómo se gana la vida? - ¿Ganar? ¡De casualidá estoy sacando un empate!" o "- ¿No andará mal de la vista, don Inodoro? - Puede ser. Hace como tres meses que no veo un peso". Ahondarse en la lectura de Inodoro fue una de las costumbres más celebradas de nuestra estadía en Argentina, ya que arribando tarde en la noche mi viejo nos leía las historietas con acento gaucho explicándonos mucho de la jerga utilizada y en breve mi hermano y yo nos desparramábamos de risa con las conversaciones, elucubraciones y máximas de Pereyra al lado de su insobornable compañero el crestiano emperrado (o perro crestiano) Mendieta, de su abundante esposa Eulogia y una bandada de loros que no hace otra cosa que difamar y vilipendiar al sufrido mártir telúrico. Las lecturas duraban horas, lo que provocó que lo único relevante, si es que lo es, de Buenos Aires que no conocimos ni por asomo fue la mañana, Pereyra nos privó de tan sutil y madrugador privilegio.

Ese humor argentino ambientado en un personaje de tierra adentro, tenía amplificadas todas esas virtudes de un pueblo con una finísima ironía, un privilegiado sentido para las comparaciones insólitas, tremenda capacidad para hablar alverres (al revés) y para el trastorno del sentido de las palabras (un rasgo más bien propio de humor de Fontanarrosa), factores que a la larga han sido no semillas para el cultivo de la risa, sino una escuela de humor y de manifestación verbal de la cual me siento pésimo, pero honrado epígono, así que quería rendir mi pequeño homenaje a un gigante del humor mundial como el “Negro” y no el día después de su muerte, sino un poco después, porque los homenajes no se deben quedar en meras crónicas recopilatorias sino en el verdadero legado que el finado te dejó.

Qué grande Fontanarrosa, que en su obra nos legó todo el sustrato de los descubrimientos y constataciones argentinas: el amor por el fobal, la veneración del sagrado vacuno y la más rutilante destilación y digestión del humor a través de Inodoro y compañía. ¡Qué lo parió al Negro, hasta siempre!